Louis Renaudin, entrevistó para Paix Liturgique a Christian Marquant, quien se interesa por este tema desde hace muchos años, que como veremos es de la más viva actualidad.
– Estimado Christian, ¿por qué es fundamental preguntar acerca de la importancia sobre el número de fieles católicos vinculados a la liturgia romana tradicional?
– En teoría, carece de importancia; nadie, salvo algunos investigadores, se interesará por la cantidad de fieles del rito siro-malabar o malankar, ni por el número de sacerdotes y fieles que participan aún en el rito ambrosiano (reformado) de Milán, o incluso, el rito mozárabe (retocado) en Toledo y Salamanca, porque en todos estos casos no hay polémica ni problema subyacente. Ahora bien, cuando se analiza la cantidad y pues, de modo implícito, la importancia de quienes quieren seguir el usus antiquior, o sea, la Misa celebrada en la cristiandad latina desde hace 1000 años, enseguida se entra un ámbito polémico donde lo que está en juego es considerado bastante importante para un buen número de pastores y para los miembros del lobby “modernista”. Estamos frente a la gran división que afecta a la Iglesia desde el Vaticano II, a la que se refirió indirectamente el santo padre, durante el último consistorio con su “llamada a la unidad”. Una llamada patética en una plaza San Pedro casi vacía...
– ¿A qué unión alude?
– Desde hace más de medio siglo se hace creer al pueblo católico que los cambios en la vida de la Iglesia a partir del Concilio Vaticano II son “buenos” y, sobre todo, que “todos los han aceptado”, cuando no querido, con entusiasmo. Así, el pobre católico aislado que piensa distinto, creyendo que es el único en no compartir esta “unanimidad”, ha permanecido callado durante largo tiempo. Por eso a estas personas se los solía llamar “católicos silenciosos”, lo que permitió a los “modernistas” afirmar que quienes se oponen a tales evoluciones no existen. O casi no existen.
- ¿Pero esto no es así?
– Resulta como mínimo exagerado y me será fácil demostrar que desde los años '60 y '70 tenemos no sólo indicios sino también pruebas de que muchos católicos no han aceptado con entusiasmo todas las reformas emprendidas según “el espíritu del concilio”.
- ¿Es decir?
– Es decir, que desde hace casi 50 años se sabe que al menos un cuarto de los católicos franceses, sin entrar a juzgar los demás del resto del mundo, no se sienten a gusto con los experimentos enloquecidos y violentos en el que se han visto sumergidos a partir de la mitad de los años 60. Como resultado de esta sensación, un buen número de tales fieles, sin por ello perder la fe católica, se pusieron al margen de sus parroquias y diócesis.
- ¿Podría dar algunos ejemplos de esa retirada?
– El más evidente es, sin dudas, el derrumbe de la práctica dominical –aun cuando quiero creer que las reformas conciliares no han sido la única causa– y otro, la caída vertical de la generosidad de los fieles que colaboraban con instituciones eclesiales donde ya no se sentían identificados.
– Pero hay muchas otras razones, como usted bien dice...
– Por supuesto, pero el tema de la generosidad es particularmente interesante porque esta generosidad siguió siempre viva. Pero no a favor de las diócesis y las parroquias. Dejando de lado la Comunidad Saint-Martin u obras “clásicas” muy florecientes, basta con ver la aventura del monasterio del Barroux o la de la abadía de Lagrasse hoy en día, para constatar que la generosidad de los católicos practicantes sigue existiendo, aunque no vayan a las diócesis y parroquias que atraviesan muchas veces grandes dificultades económicas, lo cual es comprensible, cuando recordamos que han echado de sus parroquias a los fieles “recalcitrantes”.
- ¿De qué habla usted?
– Algún día habrá que analizar el hecho de que a partir de 1965 en las parroquias hubo una verdadera caza de brujas, una exclusión, a veces violenta, de clérigos y fieles que no estaban de acuerdo con las reformas y no seguían “la bajada de línea”. Sin hablar del pueblo fiel, apegado a sus devociones y costumbres, para quien los clérigos y laicos conciliares no tenían más que desprecio. Estas parroquias no dudaron después en acusar a esos mismos fieles de haber abandonado la Iglesia por su propia voluntad… Los mayores recuerdan todo esto y esta historia está por escribirse. Una historia terrible.
– Volvamos, si le parece bien, al tema de los tradicionalistas. Para comenzar, ¿cómo los definiría?
– De una manera amplia, como quienes se sienten en armonía con el espíritu, la espiritualidad y las formas del usus antiquior y la fe católica que expresa.
- ¿Cuántos son según sus cálculos?
– Para llegar a ello, permítame continuar mi reflexión sobre los tiempos del posconcilio. Como era preciso hacer creer que todos los católicos estaban “entusiasmados con las novedades”, la regla fue no considerar a quienes no parecían participar de este “nuevo Pentecostés”. Pero un día apreció la cuestión de Mons. Lefebvre...
- ¿En qué medida la persona de Mons. Lefebvre tiene que ver con esta historia?
– Es bastante sencillo: con la creación del seminario de Écône en 1970 y su orientación tradicional, Mons. Lefebvre, que era obispo y comenzó a ordenar sacerdotes, era mucho más peligroso que los simples curas de parroquia fieles al rito y al catecismo antiguos. Los modernistas cometieron entonces un grave error.
- ¿Cuál?
– Al interesarse de manera violenta por el tema, atacándolo, burlándose de él y ridiculizándolo, le dieron una enorme publicidad, lo hicieron conocido entre los católicos del mundo entero y lo convirtieron en parte, a pesar suyo -ya que su idea era fundar una congregación para formar sacerdotes- en el portavoz de los fieles silenciosos que mencioné antes, quienes en general se sentían solos y descubrieron que eran muchos los católicos perplejos. Mons. Marcel Lefebvre se convirtió de alguna manera en su abanderado, el de su escepticismo y sus inquietudes y esto fue en aumento hasta el verano caliente de 1976, en el que Mons. Lefebvre ordenó a los primeros sacerdotes no incardinados en las diócesis, como habían sido en cambio los primeros sacerdotes de su Fraternidad. Pero esto fue disuelto, y las ordenaciones fueron prohibidas. Él hizo caso omiso y se le impuso una suspensión a divinis (prohibición de celebrar los sacramentos).
- ¿Y con esto adónde quiere llegar?
– El “asunto Lefebvre”, como se lo llamaba en esa época, se convirtió en un tema trascendente en 1976 en Francia y en el mundo. En ese contexto súper mediatizado –porque para luchar contra “Lefebvre” toda la prensa católica y buena parte de la no católica habían saltado a la palestra contra el prelado de Écône (y no olvidemos que en ese momento no existían los contra-fuegos que constituyen hoy las redes sociales e Internet). En ese contexto, el periódico Le Progrès, de la ciudad de Lyon, totalmente ajeno a las cuestiones eclesiásticas, encargó en agosto de 1976 a la IFOP (Instituto francés de opinión pública) una encuesta de opinión al que consagramos hace algunos años cuatro de nuestros correos que le aconsejaría leer con atención (correos en francés 697/698/699/701).
- ¿Podría darnos los resultados de esa encuesta?
– No es fácil sintetizarlos, pero en pocas frases, las informaciones se pueden resumir así:
1 – En 1976, el 48 % de los católicos practicantes consideraba que la Iglesia había ido demasiado lejos en sus reformas.
2 – En 1976, el 42 % de los católicos pensaba que como consecuencia de las reformas, la Iglesia se había alejado de su doctrina original.
3 – En 1976, el 26 % de los católicos practicantes aprobaba las posturas de Mons. Lefebvre frente a las aplicaciones de las decisiones del Concilio.
Y como conclusión:
4 – En 1976, el 52 % de los católicos se declaraban “preocupados” ante la situación de la Iglesia.
- Increíble…
– Sobre todo, diez años después del concilio y con un bombardeo mediático y psicológico enorme, querían hacer creer al mundo entero que “todo iba muy bien” y era “perfecto y positivo” en el mundo católico. De hecho, fue una verdadera revelación sobre la profundidad del malestar dentro de la Iglesia Católica. A menos la mitad del pueblo cristiano “no se adaptaba al paso”.
– Una encuesta que significa que no todo era color de rosa en la Iglesia diez años después del concilio...
– Como mínimo, se cuestionaba el pseudo entusiasmo unánime, poniendo de relieve la cantidad de aquéllos que “no acompañaban”, y en el caso del 26 % de los católicos practicantes, aquéllos que aprobaban explícitamente las posturas de Mons. Lefebvre.
– La revelación de manipulaciones, engaños e imposturas...
– Algo muy clásico en el mundo moderno. Generalmente, sin resultados. La casta en el poder prosigue imperturbable. Pero en la Iglesia de los años '70, la gran disminución de la cantidad de practicantes, seminaristas, ordenaciones, estaba en su apogeo. Los “abandonos” de sacerdotes se multiplicaban. Para los hombres de buena voluntad, esta revelación fue terrible.
- ¿Y cuáles fueron las consecuencias?
– ¿Qué respondió la Iglesia de Francia a este 26 % de católicos practicantes –es decir, un cuarto de los católicos practicantes– para calmar la situación o para darles un espacio? La única respuesta fue el negacionismo: esas personas no existían, pura y simplemente. Nuestro correo en francés 701 analizó el tema y propuso una respuesta: como no era posible seguir negando la realidad, se decidió en las altas esferas, es decir, en la Conferencia Episcopal Francesa, cambiar de estrategia, no hablar más de este asunto ni con “esas personas” y encerrarse en el silencio negacionista.
– Lo cual significa...
– Hacer como si esas personas, laicos y sacerdotes, no existieran.
– Una negación de la realidad...
– Mientras tanto, la realidad seguía no sólo existiendo, sino que el rechazo a las reformas no cesaba de progresar en Francia y en el mundo. Llegó el día en que Mons. Lefebvre, siempre con su idea de ordenar sacerdotes, decidió, en 1988, buscar continuadores de su obra y consagró obispos para que lo sucedieran y prosiguieran su obra de salvaguarda del sacerdocio católico.
– ¿Y esto fue algo bueno o malo?
– No me corresponde a mí responder. Será el futuro el que lo dirá, cuando historiadores y pontífices analicen el tema. No deja de ser cierto que esta situación tuvo consecuencias positivas, en particular, la promulgación del motu proprio Ecclesia Dei de Juan Pablo II.
– Que decía...
– Que comprendiendo que las cosas se habían vuelto graves, había que cambiar de métodos, dando un lugar oficial en la Iglesia a quienes hasta ese entonces “no existían”. Así se constituyó la comisión Ecclesia Dei que tuvo como misión reintegrar en la Iglesia y gestionar las comunidades religiosas que deseaban permanecer en comunión oficial y se convertían en un rebaño legal para nuestros pastores.
- ¿Qué cambios trajo esto?
– Muchos, porque los obispos que entre 1976 y 1988 habían podido negar toda realidad “tradicionalista” en la Iglesia se encontraron de la noche a la mañana obligados a reconocer e integrar en sus diócesis, de buena gana o no, y a veces de muy mala gana, a centenas de sacerdotes que había que aceptar.
– ¿Fue tan así?
– Sólo en Francia, más de 130 capillas con sus fieles comenzaron a gozar, de la noche a la mañana, de un estatus oficial dentro de la Iglesia de Francia.
– ¿Surgidos de la nada?
– En absoluto. Se trataba de comunidades que se habían formado en la periferia o dentro de la corriente de la obra de Mons. Lefebvre y que no lo siguieron en su decisión de consagrar obispos para sucederle, o en todo caso, que se sintieron encantadas de convertirse en “oficiales”.
– ¿Qué consecuencias tuvo esto en nuestro asunto del cálculo de la cantidad de tradicionalistas?
– Las autoridades eclesiásticas se vieron obligadas a admitir finalmente la existencia dentro de la Iglesia de Francia de un número mínimo de tradicionalistas. Era “una novedad”, ya que hasta entonces los negacionistas llegaban al extremo de decir que los tradicionalistas simplemente “no existían” y, en el caso de los más malintencionados, sólo veían en ellos a “cismáticos sin relación con la Iglesia Católica” (y da igual la contradicción que esto entraña con respecto al “ecumenismo” con los “hermanos separados”: ¡no hay ecumenismo con los enemigos del ecumenismo!)
– ¿Cómo emergió esta primera concesión sobre la existencia de tradicionalistas católicos oficiales en la Iglesia de Francia?
– Fue a través de Mons. Michel Moutel, entonces obispo de Nevers, a cargo de los “tradicionalistas” en la Conferencia Episcopal Francesa, quien, si no me equivoco, elaboró el primer sistema que siguen aplicando la mayoría de nuestros pastores para contabilizar a los tradicionalistas.
– ¿Y en qué consistía ese sistema?
– En algo tan simple y tan lógico como inexacto. Bastaba con calcular la cantidad de practicantes de las capillas. Como en esa época existían alrededor de 140 capillas “tradicionales” reconocidas por los obispos, el obispo calculó a los practicantes y llegó a una cifra de alrededor de 35.000 fieles, lo que le permitió afirmar que siendo un número “amplio y generoso” admitía que podría haber en Francia aproximadamente 50.000 tradicionalistas.
– ¿Era inexacto?
– Totalmente inexacto, sin embargo ese modo de calcular ha perdurado.
– ¿Dentro de la CEF?
– No sólo dentro de la CEF, también entre algunos de nuestros amigos… Por ejemplo, Christophe Geffroy en la revista La Nef de 2021 cae en la misma trampa y parte de los mismos cálculos. Resumo sin malicia su cálculo: en 2021, hay en Francia unos 250 lugares de culto tradicional que reúnen a cerca de 50.000 fieles; dado que algunos no tienen acceso a la misa “no parece irrazonable estimar el conjunto de los fieles tradicionales en Francia en alrededor de 60.000”. Diez mil más que Moutel: sigue siendo lo mismo…
Quédense tranquilos, monseñores, los tradicionalistas no crecen… Pero lo más terrible es que la publicación de nuestro amigo Christophe Geffroy permite a los enemigos de la paz retomar sus datos como si fueran ciertos, basados en informaciones provenientes “del interior”.
– ¿Usted cree?
– La Croix retoma tranquilamente esta cifra de 60.000 (aunque sin contar a los lefebvristas, lo que dobla la cantidad) en su número del 27/01/2023.
– Pero hay quienes que hacen cálculos más generosos…
– Sí, en primer lugar, si se incluye a los “lefebvristas”. “Según varios estudios y encuestas, se estima que los católicos tradicionalistas sólo representan el 5 % del conjunto de los católicos franceses practicantes. Si se toma en cuenta el número estimado de católicos practicantes (2,5 millones) y se considera lo que representa el 5 % de esta población, se llega el número de 125.000 católicos tradicionalistas, es decir, el 0,18% de la población francesa”. Por su parte, Jean-Benoît Poulle, catedrático de historia, citado por Céline Hussonnois-Alaya, en “Ça s’insinue petit à petit": Les traditionalistes gagnent-ils du terrain dans l’Église” (BFMTV, 9 de abril de 2023), calcula el número de tradicionalistas entre 100.000 y 200.000.
– Si entendí bien, usted no está conforme con esta forma de calcular, ¿por qué?
– Imagínese que para saber cuántos católicos franceses hay sólo se considerara el número de los practicantes… Sería ridículo porque se sabe que hoy menos del 5 % de los católicos franceses son practicantes… y se llegaría a una cifra ridícula: 2,5 a 3 millones de católicos, lo que es totalmente falso (las encuestas de las que hablaremos luego nos dan una cifra bastante precisa).
– Pero los tradicionalistas…
– Recuerde que no he definido nunca a los tradicionalistas como practicantes sino como a personas que se reconocen como católicos apegados a las formas antiguas y tradicionales de la liturgia y de la fe.
– No todos practicantes, entonces.
– Son más practicantes que los otros, pero no siempre de acuerdo con su preferencia. En Francia todavía hay 4.500 parroquias (no hablo de iglesias, sino de parroquias que suelen agrupar 10, 20, 40 iglesias y capillas y en casos extremos, incluso más) mientras que la liturgia tradicional se celebra en apenas algo más de unas 450 capillas (incluidas, desde luego, las de la Fraternidad San Pío X que a veces son las únicas de toda una diócesis...), es decir, menos del 10 % de los territorios de las parroquias de Francia. Se puede afirmar que el 90 % de los católicos tradicionalistas que quisieran asistir a la liturgia tradicional en su parroquia, simplemente, no pueden hacerlo.
- Eso que significa, según entiendo, que si hubiera Misa Tradicional en el 100 % de las parroquias, la cantidad de los tradicionalistas practicantes podría aumentar a 600.000 fieles.
– Lo que sería un número razonable para calcular a los tradicionalistas y algunos sitios más honestos que otros, lo reconocen implícitamente. Por ejemplo, si uno consulta el sitio suizo cath.ch se ve que para medir la realidad de los grupos tradicionalistas en el mundo, hace un informe de la cantidad de capillas, por país y en el mundo, donde los tradicionalistas pueden acceder al usus antiquior. Explica que el pequeño número de lugares disponibles es sin duda una explicación a la incoherencia de los cálculos de los “practicantes” de la Misa Tradicional. De cierto modo, la proporción considerable de peregrinos de Chartres que no practican de manera ordinaria según la forma tradicional se explica también y con amplitud por la falta de capillas donde se celebre el usus antiquior cerca de los fieles.
- Pero ¿por qué no hay más capillas donde se celebre la liturgia tradicional?
– Hay que saber que es difícil y a menudo muy costoso instalar nuevas capillas, sobre todo si nuestros pastores están en contra o ponen palos en la rueda.
– ¿Y por qué lo hacen?
– Porque, a pesar de todo, en cincuenta años, no han cambiado: o bien no nos conceden nuevas celebraciones con el falaz pretexto de que no existimos, o bien, cuando nos conceden lo que pedimos, constatan, muchas veces espantados, que somos mucho más numerosos de lo que decían e incluso de lo que pensaban.
– Y sin embargo, incluso este número de 600.000 tradicionalistas no lo convence...
– No, porque no refleja el número de practicantes potenciales que se revelarían en Francia si se instaurara un período de paz.
– Es decir, de acuerdo con usted, si hubiera Misas Tradicionales en las 4.500 parroquias de Francia.
– Así creo. Por ejemplo, si en el momento de la promulgación del motu proprio Summorum Pontificum, poco a poco, se hubieran instaurado Misas Tradicionales en todas las parroquias de Francia, en dos o tres años habríamos llegado a ese número. Se podría empezar por celebrar una Misa por vicaría como propuso hacer en París, en 2009, Mons. Patrick Chauvet, entonces vicario episcopal para el uso de la forma extraordinaria, en una reunión del GREC (grupo de encuentro entre católicos).
Además, me apoyo en mi propia experiencia: cada vez que se instaura una liturgia tradicional con un sacerdote favorable, en un horario conveniente para las familias, en una aglomeración de por lo menos 50.000 habitantes, en dos o tres años, la cantidad de fieles se aproxima al centenar o lo supera, y más rápidamente aún en un ámbito urbano.
Le puedo citar una conversación humorística y seria a la vez con un sacerdote de una ciudad grande que había permitido la Misa Tradicional en su parroquia para una ocasión determinada: “–¡Qué pena, padre, que no haya una Misa como ésta todos los domingos en su parroquia! –Imposible, querido amigo, al cabo de tres semanas la iglesia estaría llena a rabiar y el obispado me trasladaría”.
– Pero de todas maneras, Christophe Geffroy solo cuenta un centenar de solicitudes de Misa insatisfechas en Francia.
– Y tiene razón. Sólo quedan unas cien solicitudes insatisfechas. Es decir, parroquias donde existen héroes, una suerte de “centinelas” que desde hace 10 o 20 años, contra viento y marea, insultos y calumnias, siguen implorando a sus pastores. PERO EN REALIDAD, EXISTEN SOLICITUDES IMPLÍCITAS EN LA TOTALIDAD DE LAS PARROQUIAS DE FRANCIA. Lo repito, estos demandantes implícitos son los hombres y mujeres ordinarios, católicos de a pie que todavía frecuentan las iglesias.
– En efecto, están las encuestas encargadas por Paix liturgique desde el año 2000…
– Exacto… Las encuestas de Paix liturgique realizadas en Francia que han esclarecido de manera magnífica a los hombres de buena voluntad que han tenido la humildad y el coraje de interesarse por ellas.
– Recuérdenos qué son esos sondeos.
– Y bien. Entre 2001 y 2019, Paix liturgique encargó a organismos profesionales e independientes 3 encuestas en toda Francia y más de veinte encuestas diocesanas y parroquiales que dieron todas más o menos los mismos resultados.
– ¿Y cuáles son?
– Le presento un breve resumen. Sobre una población que aún se considera como católica en un 57 % (es decir, en 2023, más de 38 millones de personas de una población actual de 68 millones de franceses. Lo que, como he dicho antes, es muy distinto de la cantidad de los católicos practicantes franceses).
1 – entre un 25 % y un 35 % de los católicos practicantes responde que iría de buena gana todos los domingos y fiestas de guardar a una Misa Tradicional si se celebrara EN SU PARROQUIA.
2 – para el 75 % de los fieles practicantes es normal que quienes lo deseen puedan hacerlo.
3 – y sólo entre un 10 % a un 15 % de los católicos se oponen a lo que yo llamaría una situación pacificada.
– ¿Qué conclusiones saca de todo esto?
– La primera es que nuestros pastores, contrariamente a todas sus declaraciones, no escuchan la voz del pueblo, la temen e incluso la desprecian. Tal como pasa en la sociedad política, de la que se muestran siempre aliados, aplican su programa ideológico de manera dictatorial.
– La segunda...
– Que los fieles del siglo XXI (lo que queda de los fieles) piensan grosso modo de la misma manera que sus predecesores desde el concilio, es decir como quienes se expresaron en 1976 en la encuesta del periódico Le Progrès de Lyon. Consideran que la Iglesia ha ido demasiado lejos en sus cambios, lo que empujó a muchos a irse ya que no se sienten en sintonía con sus pastores. Los demás, que siguen practicando, están profundamente insatisfechos.
– ¿Y se expresan en sus encuestas?
– Un poco a la manera de un voto de protesta. Suelen padecer catequesis vacías y liturgias insípidas. ¡PERO SIGUEN AHÍ! Y son ellos quienes asistirían de buena gana a la Misa celebrada según el usus antiquior si mañana se celebrara en su parroquia. Aquí están nuestros 600.000 practicantes tradicionalistas: el 25 % al 30 % de practicantes franceses que asistirían todos los domingos al usus antiquior… ¡A CONDICIÓN DE QUE SE CELEBRE EN SU PARROQUIA!
– Pero todo esto sólo es válido para Francia.
– Estimado Luis, usted quiere hacerme decir que Paix liturgique amplió sus encuestas a más de 10 países en Europa y también a otros continentes. En Italia, España, Alemania, Polonia, Suiza, Gran Bretaña, Portugal...
– y también en el mundo entero...
– En Estados Unidos, Brasil, Corea e incluso Angola.
– ¿Y cuáles fueron los resultados?
– Siempre más o menos los mismos, es decir, de un 20 % a un 30 % de fieles que expresan su deseo de vivir la fe católica al ritmo de la liturgia tradicional. Lo más llamativo es que, en muchos casos, ya no la viven, y en el caso de los jóvenes, nunca la han conocido. Pero el mundo se ha convertido en una aldea global, una aldea Internet. Puede ser lamentable, pero también tiene sus lados positivos. En todo el mundo se sabe que la misa en latín existe y que es mucho mejor que la “misa” a la que se asiste todos los domingos, como una catedral es mucho mejor que un cobertizo.
Tal es el caso, en particular, en Corea o Angola. De hecho, esta liturgia corresponde profundamente al sensus fidei del pueblo católico. Entre 1630 y 1873, 30.000 católicos japoneses, llamados los “católicos ocultos” permanecieron sin sacerdotes, a la espera de que volvieran. En la actualidad, muchos católicos son “tradicionalistas ocultos”, que viven a la espera de una Misa digna de ese nombre.
– ¿Y entonces por qué Traditionis custodes?
– ¡Justamente, a causa de esto! Traditionis custodes es un torpe intento de frenar la vuelta, que se expande al modo de una mancha de aceite, de los fieles a la Misa de antes (y por lo mismo, al catecismo de antes) y el regreso de una parte nada insignificante del clero hacia el usus antiquior, uso que constituye una ilustración muy pura de la fe católica. Expansión que fue en aumento sobre todo después de que en 2007 Benedicto XVI, en pro de la paz, pero también ante la evidencia de una vuelta a los elementos católicos tradicionales, publicara el motu proprio Summorum Pontificum, que suprimía –al menos en teoría dado que muchos obispos se opusieron–los últimos obstáculos para el regreso de la liturgia tradicional y, por lo tanto, de la fe católica, a la Iglesia. Sabemos que fue un éxito considerable y prometedor: en 10 años, de 2007 a 2017, la cantidad de Misas Tradicionales dominicales se duplicó en el mundo. Se volvió a ver al pueblo de rodillas en la Misa, que es un verdadero sacrificio, en el que se renueva en el altar, el sacrificio de Nuestro Dios y Señor ofrecido por el perdón de nuestros pecados en el Gólgota.
– ¿Para concluir?
– Retomo la conclusión de mi balance de 2019 sobre la situación de la liturgia tradicional en el mundo y afirmo que la cantidad de fieles devotos de la liturgia tradicional en el mundo no puede ser inferior al del 10 % de los católicos, es decir, al menos 130 millones de fieles, si agregamos los dos tercios al menos de los demás católicos que no ven ningún perjuicio en esto.
– Y entonces …
– … es preciso que cese nuestra actitud de sumisión. ¡No tengamos miedo! No somos un “pequeño resto” ni un grupo de algunos “agitadores”, sino la parte visible de un pueblo inmenso: los católicos tradicionales en todo el mundo son millones, incluso aunque muchos no puedan practicar su fe actualmente, sino que ni siquiera pueden tener un funeral como desearían.
En el fondo, pedimos poca cosa: sólo pedimos la libertad de ser católicos en la Iglesia Católica.
– Estimado Christian, ¿por qué es fundamental preguntar acerca de la importancia sobre el número de fieles católicos vinculados a la liturgia romana tradicional?
– En teoría, carece de importancia; nadie, salvo algunos investigadores, se interesará por la cantidad de fieles del rito siro-malabar o malankar, ni por el número de sacerdotes y fieles que participan aún en el rito ambrosiano (reformado) de Milán, o incluso, el rito mozárabe (retocado) en Toledo y Salamanca, porque en todos estos casos no hay polémica ni problema subyacente. Ahora bien, cuando se analiza la cantidad y pues, de modo implícito, la importancia de quienes quieren seguir el usus antiquior, o sea, la Misa celebrada en la cristiandad latina desde hace 1000 años, enseguida se entra un ámbito polémico donde lo que está en juego es considerado bastante importante para un buen número de pastores y para los miembros del lobby “modernista”. Estamos frente a la gran división que afecta a la Iglesia desde el Vaticano II, a la que se refirió indirectamente el santo padre, durante el último consistorio con su “llamada a la unidad”. Una llamada patética en una plaza San Pedro casi vacía...
– ¿A qué unión alude?
– Desde hace más de medio siglo se hace creer al pueblo católico que los cambios en la vida de la Iglesia a partir del Concilio Vaticano II son “buenos” y, sobre todo, que “todos los han aceptado”, cuando no querido, con entusiasmo. Así, el pobre católico aislado que piensa distinto, creyendo que es el único en no compartir esta “unanimidad”, ha permanecido callado durante largo tiempo. Por eso a estas personas se los solía llamar “católicos silenciosos”, lo que permitió a los “modernistas” afirmar que quienes se oponen a tales evoluciones no existen. O casi no existen.
- ¿Pero esto no es así?
– Resulta como mínimo exagerado y me será fácil demostrar que desde los años '60 y '70 tenemos no sólo indicios sino también pruebas de que muchos católicos no han aceptado con entusiasmo todas las reformas emprendidas según “el espíritu del concilio”.
- ¿Es decir?
– Es decir, que desde hace casi 50 años se sabe que al menos un cuarto de los católicos franceses, sin entrar a juzgar los demás del resto del mundo, no se sienten a gusto con los experimentos enloquecidos y violentos en el que se han visto sumergidos a partir de la mitad de los años 60. Como resultado de esta sensación, un buen número de tales fieles, sin por ello perder la fe católica, se pusieron al margen de sus parroquias y diócesis.
- ¿Podría dar algunos ejemplos de esa retirada?
– El más evidente es, sin dudas, el derrumbe de la práctica dominical –aun cuando quiero creer que las reformas conciliares no han sido la única causa– y otro, la caída vertical de la generosidad de los fieles que colaboraban con instituciones eclesiales donde ya no se sentían identificados.
– Pero hay muchas otras razones, como usted bien dice...
– Por supuesto, pero el tema de la generosidad es particularmente interesante porque esta generosidad siguió siempre viva. Pero no a favor de las diócesis y las parroquias. Dejando de lado la Comunidad Saint-Martin u obras “clásicas” muy florecientes, basta con ver la aventura del monasterio del Barroux o la de la abadía de Lagrasse hoy en día, para constatar que la generosidad de los católicos practicantes sigue existiendo, aunque no vayan a las diócesis y parroquias que atraviesan muchas veces grandes dificultades económicas, lo cual es comprensible, cuando recordamos que han echado de sus parroquias a los fieles “recalcitrantes”.
- ¿De qué habla usted?
– Algún día habrá que analizar el hecho de que a partir de 1965 en las parroquias hubo una verdadera caza de brujas, una exclusión, a veces violenta, de clérigos y fieles que no estaban de acuerdo con las reformas y no seguían “la bajada de línea”. Sin hablar del pueblo fiel, apegado a sus devociones y costumbres, para quien los clérigos y laicos conciliares no tenían más que desprecio. Estas parroquias no dudaron después en acusar a esos mismos fieles de haber abandonado la Iglesia por su propia voluntad… Los mayores recuerdan todo esto y esta historia está por escribirse. Una historia terrible.
– Volvamos, si le parece bien, al tema de los tradicionalistas. Para comenzar, ¿cómo los definiría?
– De una manera amplia, como quienes se sienten en armonía con el espíritu, la espiritualidad y las formas del usus antiquior y la fe católica que expresa.
- ¿Cuántos son según sus cálculos?
– Para llegar a ello, permítame continuar mi reflexión sobre los tiempos del posconcilio. Como era preciso hacer creer que todos los católicos estaban “entusiasmados con las novedades”, la regla fue no considerar a quienes no parecían participar de este “nuevo Pentecostés”. Pero un día apreció la cuestión de Mons. Lefebvre...
- ¿En qué medida la persona de Mons. Lefebvre tiene que ver con esta historia?
– Es bastante sencillo: con la creación del seminario de Écône en 1970 y su orientación tradicional, Mons. Lefebvre, que era obispo y comenzó a ordenar sacerdotes, era mucho más peligroso que los simples curas de parroquia fieles al rito y al catecismo antiguos. Los modernistas cometieron entonces un grave error.
- ¿Cuál?
– Al interesarse de manera violenta por el tema, atacándolo, burlándose de él y ridiculizándolo, le dieron una enorme publicidad, lo hicieron conocido entre los católicos del mundo entero y lo convirtieron en parte, a pesar suyo -ya que su idea era fundar una congregación para formar sacerdotes- en el portavoz de los fieles silenciosos que mencioné antes, quienes en general se sentían solos y descubrieron que eran muchos los católicos perplejos. Mons. Marcel Lefebvre se convirtió de alguna manera en su abanderado, el de su escepticismo y sus inquietudes y esto fue en aumento hasta el verano caliente de 1976, en el que Mons. Lefebvre ordenó a los primeros sacerdotes no incardinados en las diócesis, como habían sido en cambio los primeros sacerdotes de su Fraternidad. Pero esto fue disuelto, y las ordenaciones fueron prohibidas. Él hizo caso omiso y se le impuso una suspensión a divinis (prohibición de celebrar los sacramentos).
- ¿Y con esto adónde quiere llegar?
– El “asunto Lefebvre”, como se lo llamaba en esa época, se convirtió en un tema trascendente en 1976 en Francia y en el mundo. En ese contexto súper mediatizado –porque para luchar contra “Lefebvre” toda la prensa católica y buena parte de la no católica habían saltado a la palestra contra el prelado de Écône (y no olvidemos que en ese momento no existían los contra-fuegos que constituyen hoy las redes sociales e Internet). En ese contexto, el periódico Le Progrès, de la ciudad de Lyon, totalmente ajeno a las cuestiones eclesiásticas, encargó en agosto de 1976 a la IFOP (Instituto francés de opinión pública) una encuesta de opinión al que consagramos hace algunos años cuatro de nuestros correos que le aconsejaría leer con atención (correos en francés 697/698/699/701).
- ¿Podría darnos los resultados de esa encuesta?
– No es fácil sintetizarlos, pero en pocas frases, las informaciones se pueden resumir así:
1 – En 1976, el 48 % de los católicos practicantes consideraba que la Iglesia había ido demasiado lejos en sus reformas.
2 – En 1976, el 42 % de los católicos pensaba que como consecuencia de las reformas, la Iglesia se había alejado de su doctrina original.
3 – En 1976, el 26 % de los católicos practicantes aprobaba las posturas de Mons. Lefebvre frente a las aplicaciones de las decisiones del Concilio.
Y como conclusión:
4 – En 1976, el 52 % de los católicos se declaraban “preocupados” ante la situación de la Iglesia.
- Increíble…
– Sobre todo, diez años después del concilio y con un bombardeo mediático y psicológico enorme, querían hacer creer al mundo entero que “todo iba muy bien” y era “perfecto y positivo” en el mundo católico. De hecho, fue una verdadera revelación sobre la profundidad del malestar dentro de la Iglesia Católica. A menos la mitad del pueblo cristiano “no se adaptaba al paso”.
– Una encuesta que significa que no todo era color de rosa en la Iglesia diez años después del concilio...
– Como mínimo, se cuestionaba el pseudo entusiasmo unánime, poniendo de relieve la cantidad de aquéllos que “no acompañaban”, y en el caso del 26 % de los católicos practicantes, aquéllos que aprobaban explícitamente las posturas de Mons. Lefebvre.
– La revelación de manipulaciones, engaños e imposturas...
– Algo muy clásico en el mundo moderno. Generalmente, sin resultados. La casta en el poder prosigue imperturbable. Pero en la Iglesia de los años '70, la gran disminución de la cantidad de practicantes, seminaristas, ordenaciones, estaba en su apogeo. Los “abandonos” de sacerdotes se multiplicaban. Para los hombres de buena voluntad, esta revelación fue terrible.
- ¿Y cuáles fueron las consecuencias?
– ¿Qué respondió la Iglesia de Francia a este 26 % de católicos practicantes –es decir, un cuarto de los católicos practicantes– para calmar la situación o para darles un espacio? La única respuesta fue el negacionismo: esas personas no existían, pura y simplemente. Nuestro correo en francés 701 analizó el tema y propuso una respuesta: como no era posible seguir negando la realidad, se decidió en las altas esferas, es decir, en la Conferencia Episcopal Francesa, cambiar de estrategia, no hablar más de este asunto ni con “esas personas” y encerrarse en el silencio negacionista.
– Lo cual significa...
– Hacer como si esas personas, laicos y sacerdotes, no existieran.
– Una negación de la realidad...
– Mientras tanto, la realidad seguía no sólo existiendo, sino que el rechazo a las reformas no cesaba de progresar en Francia y en el mundo. Llegó el día en que Mons. Lefebvre, siempre con su idea de ordenar sacerdotes, decidió, en 1988, buscar continuadores de su obra y consagró obispos para que lo sucedieran y prosiguieran su obra de salvaguarda del sacerdocio católico.
– ¿Y esto fue algo bueno o malo?
– No me corresponde a mí responder. Será el futuro el que lo dirá, cuando historiadores y pontífices analicen el tema. No deja de ser cierto que esta situación tuvo consecuencias positivas, en particular, la promulgación del motu proprio Ecclesia Dei de Juan Pablo II.
– Que decía...
– Que comprendiendo que las cosas se habían vuelto graves, había que cambiar de métodos, dando un lugar oficial en la Iglesia a quienes hasta ese entonces “no existían”. Así se constituyó la comisión Ecclesia Dei que tuvo como misión reintegrar en la Iglesia y gestionar las comunidades religiosas que deseaban permanecer en comunión oficial y se convertían en un rebaño legal para nuestros pastores.
- ¿Qué cambios trajo esto?
– Muchos, porque los obispos que entre 1976 y 1988 habían podido negar toda realidad “tradicionalista” en la Iglesia se encontraron de la noche a la mañana obligados a reconocer e integrar en sus diócesis, de buena gana o no, y a veces de muy mala gana, a centenas de sacerdotes que había que aceptar.
– ¿Fue tan así?
– Sólo en Francia, más de 130 capillas con sus fieles comenzaron a gozar, de la noche a la mañana, de un estatus oficial dentro de la Iglesia de Francia.
– ¿Surgidos de la nada?
– En absoluto. Se trataba de comunidades que se habían formado en la periferia o dentro de la corriente de la obra de Mons. Lefebvre y que no lo siguieron en su decisión de consagrar obispos para sucederle, o en todo caso, que se sintieron encantadas de convertirse en “oficiales”.
– ¿Qué consecuencias tuvo esto en nuestro asunto del cálculo de la cantidad de tradicionalistas?
– Las autoridades eclesiásticas se vieron obligadas a admitir finalmente la existencia dentro de la Iglesia de Francia de un número mínimo de tradicionalistas. Era “una novedad”, ya que hasta entonces los negacionistas llegaban al extremo de decir que los tradicionalistas simplemente “no existían” y, en el caso de los más malintencionados, sólo veían en ellos a “cismáticos sin relación con la Iglesia Católica” (y da igual la contradicción que esto entraña con respecto al “ecumenismo” con los “hermanos separados”: ¡no hay ecumenismo con los enemigos del ecumenismo!)
– ¿Cómo emergió esta primera concesión sobre la existencia de tradicionalistas católicos oficiales en la Iglesia de Francia?
– Fue a través de Mons. Michel Moutel, entonces obispo de Nevers, a cargo de los “tradicionalistas” en la Conferencia Episcopal Francesa, quien, si no me equivoco, elaboró el primer sistema que siguen aplicando la mayoría de nuestros pastores para contabilizar a los tradicionalistas.
– ¿Y en qué consistía ese sistema?
– En algo tan simple y tan lógico como inexacto. Bastaba con calcular la cantidad de practicantes de las capillas. Como en esa época existían alrededor de 140 capillas “tradicionales” reconocidas por los obispos, el obispo calculó a los practicantes y llegó a una cifra de alrededor de 35.000 fieles, lo que le permitió afirmar que siendo un número “amplio y generoso” admitía que podría haber en Francia aproximadamente 50.000 tradicionalistas.
– ¿Era inexacto?
– Totalmente inexacto, sin embargo ese modo de calcular ha perdurado.
– ¿Dentro de la CEF?
– No sólo dentro de la CEF, también entre algunos de nuestros amigos… Por ejemplo, Christophe Geffroy en la revista La Nef de 2021 cae en la misma trampa y parte de los mismos cálculos. Resumo sin malicia su cálculo: en 2021, hay en Francia unos 250 lugares de culto tradicional que reúnen a cerca de 50.000 fieles; dado que algunos no tienen acceso a la misa “no parece irrazonable estimar el conjunto de los fieles tradicionales en Francia en alrededor de 60.000”. Diez mil más que Moutel: sigue siendo lo mismo…
Quédense tranquilos, monseñores, los tradicionalistas no crecen… Pero lo más terrible es que la publicación de nuestro amigo Christophe Geffroy permite a los enemigos de la paz retomar sus datos como si fueran ciertos, basados en informaciones provenientes “del interior”.
– ¿Usted cree?
– La Croix retoma tranquilamente esta cifra de 60.000 (aunque sin contar a los lefebvristas, lo que dobla la cantidad) en su número del 27/01/2023.
– Pero hay quienes que hacen cálculos más generosos…
– Sí, en primer lugar, si se incluye a los “lefebvristas”. “Según varios estudios y encuestas, se estima que los católicos tradicionalistas sólo representan el 5 % del conjunto de los católicos franceses practicantes. Si se toma en cuenta el número estimado de católicos practicantes (2,5 millones) y se considera lo que representa el 5 % de esta población, se llega el número de 125.000 católicos tradicionalistas, es decir, el 0,18% de la población francesa”. Por su parte, Jean-Benoît Poulle, catedrático de historia, citado por Céline Hussonnois-Alaya, en “Ça s’insinue petit à petit": Les traditionalistes gagnent-ils du terrain dans l’Église” (BFMTV, 9 de abril de 2023), calcula el número de tradicionalistas entre 100.000 y 200.000.
– Si entendí bien, usted no está conforme con esta forma de calcular, ¿por qué?
– Imagínese que para saber cuántos católicos franceses hay sólo se considerara el número de los practicantes… Sería ridículo porque se sabe que hoy menos del 5 % de los católicos franceses son practicantes… y se llegaría a una cifra ridícula: 2,5 a 3 millones de católicos, lo que es totalmente falso (las encuestas de las que hablaremos luego nos dan una cifra bastante precisa).
– Pero los tradicionalistas…
– Recuerde que no he definido nunca a los tradicionalistas como practicantes sino como a personas que se reconocen como católicos apegados a las formas antiguas y tradicionales de la liturgia y de la fe.
– No todos practicantes, entonces.
– Son más practicantes que los otros, pero no siempre de acuerdo con su preferencia. En Francia todavía hay 4.500 parroquias (no hablo de iglesias, sino de parroquias que suelen agrupar 10, 20, 40 iglesias y capillas y en casos extremos, incluso más) mientras que la liturgia tradicional se celebra en apenas algo más de unas 450 capillas (incluidas, desde luego, las de la Fraternidad San Pío X que a veces son las únicas de toda una diócesis...), es decir, menos del 10 % de los territorios de las parroquias de Francia. Se puede afirmar que el 90 % de los católicos tradicionalistas que quisieran asistir a la liturgia tradicional en su parroquia, simplemente, no pueden hacerlo.
- Eso que significa, según entiendo, que si hubiera Misa Tradicional en el 100 % de las parroquias, la cantidad de los tradicionalistas practicantes podría aumentar a 600.000 fieles.
– Lo que sería un número razonable para calcular a los tradicionalistas y algunos sitios más honestos que otros, lo reconocen implícitamente. Por ejemplo, si uno consulta el sitio suizo cath.ch se ve que para medir la realidad de los grupos tradicionalistas en el mundo, hace un informe de la cantidad de capillas, por país y en el mundo, donde los tradicionalistas pueden acceder al usus antiquior. Explica que el pequeño número de lugares disponibles es sin duda una explicación a la incoherencia de los cálculos de los “practicantes” de la Misa Tradicional. De cierto modo, la proporción considerable de peregrinos de Chartres que no practican de manera ordinaria según la forma tradicional se explica también y con amplitud por la falta de capillas donde se celebre el usus antiquior cerca de los fieles.
- Pero ¿por qué no hay más capillas donde se celebre la liturgia tradicional?
– Hay que saber que es difícil y a menudo muy costoso instalar nuevas capillas, sobre todo si nuestros pastores están en contra o ponen palos en la rueda.
– ¿Y por qué lo hacen?
– Porque, a pesar de todo, en cincuenta años, no han cambiado: o bien no nos conceden nuevas celebraciones con el falaz pretexto de que no existimos, o bien, cuando nos conceden lo que pedimos, constatan, muchas veces espantados, que somos mucho más numerosos de lo que decían e incluso de lo que pensaban.
– Y sin embargo, incluso este número de 600.000 tradicionalistas no lo convence...
– No, porque no refleja el número de practicantes potenciales que se revelarían en Francia si se instaurara un período de paz.
– Es decir, de acuerdo con usted, si hubiera Misas Tradicionales en las 4.500 parroquias de Francia.
– Así creo. Por ejemplo, si en el momento de la promulgación del motu proprio Summorum Pontificum, poco a poco, se hubieran instaurado Misas Tradicionales en todas las parroquias de Francia, en dos o tres años habríamos llegado a ese número. Se podría empezar por celebrar una Misa por vicaría como propuso hacer en París, en 2009, Mons. Patrick Chauvet, entonces vicario episcopal para el uso de la forma extraordinaria, en una reunión del GREC (grupo de encuentro entre católicos).
Además, me apoyo en mi propia experiencia: cada vez que se instaura una liturgia tradicional con un sacerdote favorable, en un horario conveniente para las familias, en una aglomeración de por lo menos 50.000 habitantes, en dos o tres años, la cantidad de fieles se aproxima al centenar o lo supera, y más rápidamente aún en un ámbito urbano.
Le puedo citar una conversación humorística y seria a la vez con un sacerdote de una ciudad grande que había permitido la Misa Tradicional en su parroquia para una ocasión determinada: “–¡Qué pena, padre, que no haya una Misa como ésta todos los domingos en su parroquia! –Imposible, querido amigo, al cabo de tres semanas la iglesia estaría llena a rabiar y el obispado me trasladaría”.
– Pero de todas maneras, Christophe Geffroy solo cuenta un centenar de solicitudes de Misa insatisfechas en Francia.
– Y tiene razón. Sólo quedan unas cien solicitudes insatisfechas. Es decir, parroquias donde existen héroes, una suerte de “centinelas” que desde hace 10 o 20 años, contra viento y marea, insultos y calumnias, siguen implorando a sus pastores. PERO EN REALIDAD, EXISTEN SOLICITUDES IMPLÍCITAS EN LA TOTALIDAD DE LAS PARROQUIAS DE FRANCIA. Lo repito, estos demandantes implícitos son los hombres y mujeres ordinarios, católicos de a pie que todavía frecuentan las iglesias.
– En efecto, están las encuestas encargadas por Paix liturgique desde el año 2000…
– Exacto… Las encuestas de Paix liturgique realizadas en Francia que han esclarecido de manera magnífica a los hombres de buena voluntad que han tenido la humildad y el coraje de interesarse por ellas.
– Recuérdenos qué son esos sondeos.
– Y bien. Entre 2001 y 2019, Paix liturgique encargó a organismos profesionales e independientes 3 encuestas en toda Francia y más de veinte encuestas diocesanas y parroquiales que dieron todas más o menos los mismos resultados.
– ¿Y cuáles son?
– Le presento un breve resumen. Sobre una población que aún se considera como católica en un 57 % (es decir, en 2023, más de 38 millones de personas de una población actual de 68 millones de franceses. Lo que, como he dicho antes, es muy distinto de la cantidad de los católicos practicantes franceses).
1 – entre un 25 % y un 35 % de los católicos practicantes responde que iría de buena gana todos los domingos y fiestas de guardar a una Misa Tradicional si se celebrara EN SU PARROQUIA.
2 – para el 75 % de los fieles practicantes es normal que quienes lo deseen puedan hacerlo.
3 – y sólo entre un 10 % a un 15 % de los católicos se oponen a lo que yo llamaría una situación pacificada.
– ¿Qué conclusiones saca de todo esto?
– La primera es que nuestros pastores, contrariamente a todas sus declaraciones, no escuchan la voz del pueblo, la temen e incluso la desprecian. Tal como pasa en la sociedad política, de la que se muestran siempre aliados, aplican su programa ideológico de manera dictatorial.
– La segunda...
– Que los fieles del siglo XXI (lo que queda de los fieles) piensan grosso modo de la misma manera que sus predecesores desde el concilio, es decir como quienes se expresaron en 1976 en la encuesta del periódico Le Progrès de Lyon. Consideran que la Iglesia ha ido demasiado lejos en sus cambios, lo que empujó a muchos a irse ya que no se sienten en sintonía con sus pastores. Los demás, que siguen practicando, están profundamente insatisfechos.
– ¿Y se expresan en sus encuestas?
– Un poco a la manera de un voto de protesta. Suelen padecer catequesis vacías y liturgias insípidas. ¡PERO SIGUEN AHÍ! Y son ellos quienes asistirían de buena gana a la Misa celebrada según el usus antiquior si mañana se celebrara en su parroquia. Aquí están nuestros 600.000 practicantes tradicionalistas: el 25 % al 30 % de practicantes franceses que asistirían todos los domingos al usus antiquior… ¡A CONDICIÓN DE QUE SE CELEBRE EN SU PARROQUIA!
– Pero todo esto sólo es válido para Francia.
– Estimado Luis, usted quiere hacerme decir que Paix liturgique amplió sus encuestas a más de 10 países en Europa y también a otros continentes. En Italia, España, Alemania, Polonia, Suiza, Gran Bretaña, Portugal...
– y también en el mundo entero...
– En Estados Unidos, Brasil, Corea e incluso Angola.
– ¿Y cuáles fueron los resultados?
– Siempre más o menos los mismos, es decir, de un 20 % a un 30 % de fieles que expresan su deseo de vivir la fe católica al ritmo de la liturgia tradicional. Lo más llamativo es que, en muchos casos, ya no la viven, y en el caso de los jóvenes, nunca la han conocido. Pero el mundo se ha convertido en una aldea global, una aldea Internet. Puede ser lamentable, pero también tiene sus lados positivos. En todo el mundo se sabe que la misa en latín existe y que es mucho mejor que la “misa” a la que se asiste todos los domingos, como una catedral es mucho mejor que un cobertizo.
Tal es el caso, en particular, en Corea o Angola. De hecho, esta liturgia corresponde profundamente al sensus fidei del pueblo católico. Entre 1630 y 1873, 30.000 católicos japoneses, llamados los “católicos ocultos” permanecieron sin sacerdotes, a la espera de que volvieran. En la actualidad, muchos católicos son “tradicionalistas ocultos”, que viven a la espera de una Misa digna de ese nombre.
– ¿Y entonces por qué Traditionis custodes?
– ¡Justamente, a causa de esto! Traditionis custodes es un torpe intento de frenar la vuelta, que se expande al modo de una mancha de aceite, de los fieles a la Misa de antes (y por lo mismo, al catecismo de antes) y el regreso de una parte nada insignificante del clero hacia el usus antiquior, uso que constituye una ilustración muy pura de la fe católica. Expansión que fue en aumento sobre todo después de que en 2007 Benedicto XVI, en pro de la paz, pero también ante la evidencia de una vuelta a los elementos católicos tradicionales, publicara el motu proprio Summorum Pontificum, que suprimía –al menos en teoría dado que muchos obispos se opusieron–los últimos obstáculos para el regreso de la liturgia tradicional y, por lo tanto, de la fe católica, a la Iglesia. Sabemos que fue un éxito considerable y prometedor: en 10 años, de 2007 a 2017, la cantidad de Misas Tradicionales dominicales se duplicó en el mundo. Se volvió a ver al pueblo de rodillas en la Misa, que es un verdadero sacrificio, en el que se renueva en el altar, el sacrificio de Nuestro Dios y Señor ofrecido por el perdón de nuestros pecados en el Gólgota.
– ¿Para concluir?
– Retomo la conclusión de mi balance de 2019 sobre la situación de la liturgia tradicional en el mundo y afirmo que la cantidad de fieles devotos de la liturgia tradicional en el mundo no puede ser inferior al del 10 % de los católicos, es decir, al menos 130 millones de fieles, si agregamos los dos tercios al menos de los demás católicos que no ven ningún perjuicio en esto.
– Y entonces …
– … es preciso que cese nuestra actitud de sumisión. ¡No tengamos miedo! No somos un “pequeño resto” ni un grupo de algunos “agitadores”, sino la parte visible de un pueblo inmenso: los católicos tradicionales en todo el mundo son millones, incluso aunque muchos no puedan practicar su fe actualmente, sino que ni siquiera pueden tener un funeral como desearían.
En el fondo, pedimos poca cosa: sólo pedimos la libertad de ser católicos en la Iglesia Católica.
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