A los expertos semitradicionalistas de nuestros días les encanta pontificar (perdón por el juego de palabras) sobre los límites del papado. El Papa no puede hacer lo que le plazca, señalan (con razón) y por lo tanto se sienten (erróneamente) justificados en su posición teológicamente desastrosa de “reconocer” a Jorge Bergoglio como “papa” (Francisco), al tiempo que se “resisten” a su “magisterio”, a sus “actos de gobierno”, sus “canonizaciones” y sus “prescripciones litúrgicas”, cuando creen que se desvían de lo que debería enseñar y legislar.
Una vez que uno adopta en principio la actitud de reconocer y resistir, las compuertas se abren y las piezas de dominó comienzan a caer. De hecho, en última instancia, nada está a salvo de ser examinado y juzgado por estos autoproclamados 'guardianes de la Tradición', ya que al final la fuerza de la lógica siempre resultará irresistible: ¿Por qué se nos debería permitir examinar el Vaticano II pero no el Vaticano I? ¿Por qué se nos debería permitir rechazar los libros litúrgicos de un Papa pero no los de otro? Si el Papa puede enseñar basura hoy, ¿cómo sabemos que no enseñó basura hace 800 años?
En otras palabras: ¿Hasta qué punto lo "tradicional" es lo suficientemente tradicional para los semitradicionalistas?. Como observa San Roberto Belarmino en su gran obra sobre el Papado, “¿quién juzgará si el Papa ha enseñado correctamente o no? Porque no corresponde a las ovejas juzgar si el pastor se descarria…” (De Romano Pontifice, Libro IV, Capítulo 3).
La posición de reconocer y resistir supone o implica, y de manera bastante falsa, que cada uno de los fieles en última instancia juzga los actos del Papa reinante, especialmente su magisterio, de modo que si determinan que un determinado documento o enseñanza no son 'suficientemente tradicionales', pueden efectivamente anularlo, decirle al resto de la Iglesia que no lo siga y seguir su propio camino (¡supuestamente el de la Tradición!). Pero ¿dónde enseña la Iglesia católica una novedad tan absurda? ¡En ninguna parte, por supuesto!
Más bien, la Santa Iglesia Romana enseña todo lo contrario, como dejó claro el Papa León XIII en una carta al Arzobispo de París fechada el 17 de junio de 1885:
En un discurso pronunciado ante estudiantes universitarios católicos en 1909, el Papa San Pío X exhortó a sus jóvenes oyentes:Por ciertos indicios no es difícil concluir que entre los católicos -sin duda a causa de los males actuales- hay algunos que, lejos de estar satisfechos con la condición de “súbdito” que tienen en la Iglesia, se creen capaces de tomar alguna parte en su gobierno, o por lo menos, creen que pueden examinar y juzgar a su manera los actos de autoridad. Una opinión fuera de lugar, sin duda. Si prevaleciera, haría gravísimo daño a la Iglesia de Dios, en la cual, por voluntad manifiesta de su Divino Fundador, unos deben enseñar y otros obedecer; que hay rebaño y hay pastores; y que entre los mismos pastores existe uno que es el supremo y el principal de todos ellos.
Sólo a los pastores se les dio todo el poder de enseñar, de juzgar, de dirigir; a los fieles se les impuso el deber de seguir su enseñanza, de someterse con docilidad a su juicio y de dejarse gobernar, corregir y guiar por ellos en el camino de la salvación. Por lo tanto, es una necesidad absoluta para los fieles simples someterse en mente y corazón a sus propios pastores, y que éstos se sometan con ellos al Pastor Principal y Supremo. En esta subordinación y dependencia radica el orden y la vida de la Iglesia; en ella se encuentra la condición indispensable del bienestar y del buen gobierno. Por el contrario, si se atribuye autoridad los que carecen de ella, si pretenden ser maestros y jueces al mismo tiempo, si los inferiores en el gobierno de la vida cristiana pretenden seguir un camino distinto del señalado por la legítima autoridad, entonces el orden se rompe, el juicio de la mayoría se perturba y quedan todos desviados del camino.
(Papa León XIII, Carta Epistola Tua; subrayado añadido.)
El Papa Benedicto XV también lo destacó:… os recomiendo que permanezcáis firmes en vuestra determinación de ser hijos leales de la Iglesia de Jesucristo, en un momento en el que hay tantos que, quizás sin saberlo, se han mostrado desleales. Para el primer y más grande criterio de la Fe, la prueba última e inexpugnable de la ortodoxia es la obediencia a la autoridad docente de la Iglesia, que es siempre viva e infalible, ya que Cristo la estableció para ser la columna et firmamentum veritatis, “columna y sostén de la verdad” (1 Tim 3,15).
Jesucristo, que conocía nuestra debilidad, que vino al mundo para predicar el evangelio a los pobres sobre todo, eligió para la difusión del cristianismo un medio muy simple, adaptado a la capacidad de todos los hombres y adaptado a cada época: un medio que no requería ni aprendizaje, ni investigación, ni cultura, ni racionalización, sino sólo oídos dispuestos a escuchar y sencillez de corazón para obedecer. Por eso dice San Pablo: fides ex auditu (Rm 10, 17), la fe no viene por la vista, sino por el oído, de la autoridad viva de la Iglesia, una sociedad visible compuesta por maestros y discípulos, gobernantes y gobernados, pastores y ovejas y corderos. El mismo Jesucristo ha encomendado a sus discípulos el deber de escuchar las instrucciones de sus amos, de estar sujetos y vivir sometidos a los dictados de los gobernantes, de ser ovejas y corderos para seguir con docilidad las huellas de sus pastores. Y a los pastores, a los gobernantes y a los maestros ha dicho: Docete omnes gentes. Spiritus veritatis docebit vos omnem veritatem. Ecce ego vobiscum sum usque ad consummationem sæculi (Mt 28, 19-20): “Id, instruid a todas las naciones. El Espíritu de verdad les enseñará toda la verdad. Y he aquí, estoy contigo todos los días, hasta la consumación del mundo”.
De estos hechos se puede ver cuán extraviados están aquellos católicos que, en nombre de la crítica histórica y filosófica y de ese espíritu tendencioso que ha invadido todos los campos, ponen en primer plano la cuestión religiosa misma, insinuando que mediante el estudio y la investigación se debe formar una conciencia religiosa acorde con nuestro tiempo, o, como dicen, “moderno”. Y así, con un sistema de sofismas y errores falsifican el concepto de obediencia inculcado por la Iglesia; se arrogan el derecho de juzgar las acciones de la autoridad hasta el punto de ridiculizarlas; se atribuyen a sí mismos la misión de imponer una reforma, una misión que no han recibido ni de Dios ni de ninguna autoridad. Limitan la obediencia a las acciones puramente exteriores, aunque no se resistan a la autoridad ni se rebelen contra ella, oponen el juicio defectuoso de algún individuo sin competencia real, o de su propia conciencia interior engañada por vanas sutilezas, al juicio y al mandamiento de quien por mandato divino es su legítimo juez, maestro y pastor.
(Papa Pío X, Discurso Con Vera Soddisfazione, 10 de mayo de 1909; en Acta Apostolicae Sedis, vol. I (1909), pp. 461-464; subrayado añadido; cursiva dada.)
De manera similar, en un discurso ante la Congregación General de la Compañía de Jesús el 10 de septiembre de 1957, el Papa Pío XII criticó la idea de escudriñar libremente los actos de la Santa Sede (“libre investigación”). Su Santidad elogió a los jesuitas por su ortodoxia y gran lealtad al Papa (¡cómo han cambiado los tiempos!), diciendo:Todos saben a quién le ha sido dada la autoridad docente de la Iglesia por Dios: él, entonces, posee el derecho perfecto de hablar como lo desee y cuando lo considere oportuno. El deber de los demás es escucharlo con reverencia cuando habla y llevar a cabo lo que dice.
(Papa Benedicto XV, Encíclica Ad Beatissimi, n. 22)
Claramente, corresponde al Papa aplicar la remota regla de la Fe –Sagrada Escritura y Sagrada Tradición– al aquí y ahora, a las necesidades y circunstancias de los tiempos, a los problemas teológicos concretos que surjan, explicando y clarificando el contenido de la Revelación Divina, protegiéndola de la distorsión y defendiéndola contra herejías y otros errores. De esta manera el Papa se convierte en regla próxima de Fe para toda la Iglesia, por lo que todos deben someterse a las enseñanzas y decisiones doctrinales de la santa Sede Romana:Entre las glorias de vuestros predecesores, de las que podéis estar orgullosos con razón y que queréis emular, destaca especialmente el hecho de que vuestra Compañía [de Jesús], siempre leal a la Cátedra de Pedro, siempre se ha esforzado por conservarla intacta, por enseñar, defender y promover la doctrina propuesta por el Pontífice de esta [Santa] Sede, a la que, “por su preeminencia autoritativa, toda Iglesia —y, por lo tanto, los fieles de todas partes— debe converger” [St. Ireneo]. Y os habéis negado a tolerar novedades peligrosas o cualquier innovación que no haya sido probada y comprobada adecuadamente. También es un mérito vuestro que en asuntos relacionados con la disciplina de la Iglesia estéis ansiosos de brindar a la Sede Apostólica esa perfecta obediencia de acción, voluntad y juicio que tanto contribuye “a una dirección más segura del Espíritu Santo” [Formula of the Institute, en Papa Julio III, Apostolic Letter Exposcit Debitum].
Que nadie os prive de esta reputación de sana doctrina y de devota obediencia al Vicario de Cristo. Que nunca encuentre lugar entre vosotros ese espíritu orgulloso de “libre investigación”, más propio de una mentalidad heterodoxa que católica, y que no duda en someter al propio juicio crítico incluso las normas emanadas de la Sede Apostólica.
(Papa Pío XII, Alocución Vos Omnes; traducción al inglés de The Pope Speaks, vol. 4, n. 4 [primavera de 1958], págs. 447-448 ).
Por supuesto, se debe enteramente a la asistencia divina que el magisterio papal se ajuste necesariamente a la remota regla de Fe:… Los cristianos que reciben su regla de fe de la Iglesia, por cuya autoridad y bajo cuya dirección tienen consciencia de haber alcanzado indiscutiblemente la verdad. …
…Sin embargo, determinar cuáles son las doctrinas divinamente reveladas pertenece a la Iglesia docente, a la que Dios ha confiado la custodia y la interpretación de Sus manifestaciones. Pero el maestro supremo en la Iglesia es el Romano Pontífice. La unión de espíritus, por lo tanto, exige, junto con una perfecta concordancia en la única fe, una completa sumisión y obediencia de la voluntad a la Iglesia y al Romano Pontífice, como a Dios mismo. Esta obediencia, sin embargo, debe ser perfecta, porque es ordenada por la misma fe y tiene esto en común con la fe, que no puede ser dada en pedazos; es más, si no fuera absoluta y perfecta en cada particular, podría llevar el nombre de obediencia, pero su esencia desaparecería...
Al definir los límites de la obediencia debida a los pastores de las almas, pero sobre todo a la autoridad del Romano Pontífice, no se debe suponer que sólo se debe ceder en relación con los dogmas cuya negación obstinada no puede disociarse del delito de herejía. Más aún, no basta asentir sincera y firmemente a doctrinas que, aunque no están definidas por ningún pronunciamiento solemne de la Iglesia, son propuestas por ella a la creencia, como divinamente reveladas, en su enseñanza común y universal, y que el Concilio Vaticano (I) declaró que se debe creer “con fe católica y divina”. Pero también debe contarse entre los deberes de los cristianos el dejarse gobernar y dirigir por la autoridad y dirección de los obispos y, sobre todo, de la Sede Apostólica. ... Por lo tanto, corresponde al Papa juzgar con autoridad qué cosas contienen los sagrados oráculos, así como qué doctrinas están en armonía y cuáles en desacuerdo con ellos; y también, por la misma razón, mostrar qué cosas deben aceptarse como correctas y cuáles deben ser rechazadas como inútiles; qué es necesario hacer y qué evitar hacer, para alcanzar la salvación eterna. Porque por el contrario no habría intérprete seguro de los mandatos de Dios, ni habría ninguna guía segura que mostrara al hombre el modo en que debe vivir.
(Papa León XIII, Encíclica Sapientiae Christianae, nn. 21, 22, 24; subrayado añadido).
Siendo madre y maestra de todas las iglesias, siempre ha conservado la fe de Cristo el Señor, íntegra, intacta. La misma se la enseñó a los fieles mostrándoles a todos la senda de la salvación y la doctrina de la verdad incorruptible. Y puesto que ésta es la principal Iglesia de la que nace la unidad sacerdotal, ésta la metrópoli de la piedad en la cual radica la solidez íntegra y perfecta, de la Religión cristiana, en la que siempre floreció el principado de la Cátedra apostólica, a la cual es necesario que por su eminente primacía acuda toda la Iglesia, es decir, los fieles que están diseminados por todo el mundo, con la cual el que no recoge, desparrama.
(Papa Pío IX, Encíclica Qui Pluribus, n. 11; subrayado añadido.)
Estas enseñanzas son eminentemente razonables y no son difíciles de entender.Los Romanos Pontífices, también, como las circunstancias del tiempo o el estado de los asuntos lo sugerían, algunas veces llamando a concilios ecuménicos o consultando la opinión de la Iglesia dispersa por todo el mundo, algunas veces por sínodos particulares, algunas veces aprovechando otros medios útiles brindados por la divina providencia, definieron como doctrinas a ser sostenidas aquellas cosas que, por ayuda de Dios, ellos supieron estaban en conformidad con la Sagrada Escritura y las tradiciones apostólicas.
(Concilio Vaticano I, Constitución Dogmática Pastor Aeternus, Capítulo 4; subrayado añadido.)
En la Iglesia Católica, el cristianismo está encarnado. Se identifica con esa sociedad perfecta, espiritual y, en su propio orden, soberana, que es el cuerpo místico de Jesucristo y que tiene como cabeza visible al Romano Pontífice, sucesor del Príncipe de los Apóstoles. Es la continuación de la misión del Salvador, la hija y la heredera de Su redención. Ha predicado el Evangelio, y lo ha defendido al precio de su sangre, fuerte en la asistencia Divina, y de esa inmortalidad que se le ha prometido, no hay términos de error, permanece fiel a los mandamientos que ha recibido para llevar la doctrina de Jesucristo a los límites más extremos del mundo y hasta el fin de los tiempos y protegerlo en su integridad inviolable.
(Papa León XIII, Carta Apostólica Annum Ingressi; subrayado añadido).
…este sagrado Magisterio, en las cuestiones de fe y costumbres, debe ser para todo teólogo la norma próxima y universal de la verdad (ya que a él ha confiado nuestro Señor Jesucristo la custodia, la defensa y la interpretación del todo el depósito de la fe….
Ni puede afirmarse que las enseñanzas de las encíclicas no exijan de por sí nuestro asentimiento, pretextando que los Romanos Pontífices no ejercen en ellas la suprema majestad de su Magisterio. Pues son enseñanzas del Magisterio ordinario, para las cuales valen también aquellas palabras: El que a vosotros oye, a mí me oye [Lc 10,16]; y la mayor parte de las veces, lo que se propone e inculca en las Encíclicas pertenece ya —por otras razones— al patrimonio de la doctrina católica.
(Papa Pío XII, Encíclica Humani Generis, nn. 12, 20)
Obviamente, no corresponde a las ovejas guiar al pastor, sino al pastor guiar a las ovejas: “En el Evangelio se da a conocer que las ovejas para apacentar fueron encomendadas a Pedro por Cristo” (Papa Pío VI, Bula Super Soliditate).
Nuestro Bendito Señor es el “Buen Pastor” (Jn 10:11). Su Vicario necesariamente participa en ese papel de manera singularmente privilegiada. De la manera en que nuestro Bendito Salvador estableció Su Iglesia, el Papa nunca puede ser un pastor corrupto o malvado en el sentido de que sus enseñanzas oficiales puedan negar el Evangelio o de otra manera descarriar a las ovejas, enviando en última instancia almas al infierno. Eso sería imposible. Después de todo, Cristo nunca dijo que el Buen Pastor podría convertirse en un 'Mal Pastor' y extraviar al rebaño. Sin embargo, nos advirtió sobre...
● extraños a quienes las ovejas no siguen porque él no es su pastor: “Pero al extraño no siguen, sino que huyen de él, porque no conocen la voz de los extraños” (Jn 10,5).● asalariados que huyen cuando el lobo ataca: “Pero el asalariado, y el que no es pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo, y deja las ovejas, y huye; y el lobo arrebata y dispersa las ovejas: Y el asalariado huye, porque es asalariado, y no se preocupa por las ovejas” (Jn 10,12-13).● lobos que atacan y buscan devorar el rebaño pero se disfrazan de ovejas: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces” (Mt 7,15); “Id: He aquí, yo os envío como corderos en medio de lobos” (Lc 10,3); “Sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces que no perdonarán al rebaño” (Hechos 20:29).
Así, el Nuevo Testamento nos advierte sobre extraños, asalariados, lobos, falsos apóstoles y ¡hasta el diablo disfrazado de ángel bueno! Pero en ninguna parte leemos que el pastor legítimo se vuelva "malo" de tal manera que las ovejas ya no sigan al Buen Pastor al seguir a Su Vicario. En realidad, todo lo contrario. Cristo enseñó que: “Y todo lo que atares en la tierra, quedará atado también en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra, quedará desatado también en los cielos” (Mt 16:19).
Así, la enseñanza del Papa, si bien no siempre es infalible, siempre está garantizada de conformidad con la Revelación Divina y, por lo tanto, nunca se desviará de la remota regla de la Fe, al menos en el sentido y en la medida en que él no puede enseñar en su magisterio nada perjudicial para las almas. Si fuera de otra manera, Dios nunca podría exigir o aprobar la verdadera obediencia que los católicos deben rendir al Papa, y la enseñanza católica sobre el Papado sería falsa y, de hecho, ¡muy peligrosa!
Siempre debemos tener presente que el Papado no es una institución humana. Fue establecido por Dios mismo. Él lo creó, lo dotó de sus dones y gracias especiales, que permiten a la Iglesia brillar con todo esplendor como “luz del mundo” (Mt 5,14), como “ciudad asentada sobre un monte” (Mt 5,14), ¡de hecho como “columna y fundamento de la verdad” (1 Tim 3:15)!
Lo que estamos viviendo hoy sólo puede explicarse afirmando que el hombre ampliamente reconocido como el Papa de la Iglesia Católica no es en realidad el Papa, y que así ha sido desde 1958, cuando el cardenal Angelo Roncalli se presentó ante el mundo como el 'papa' Juan XXIII.
Es realmente sorprendente cuántos expertos 'católicos tradicionales' hay ahora en las redes sociales que rechazan esta enseñanza sobre el Papado, o tal vez ni siquiera lo saben, ¡o simplemente no les importa!
Entonces, ¿significa todo lo anterior que, después de todo, el Papa puede hacer lo que quiera? Eso depende. Hay diferentes maneras de entender el concepto de que el Papa hace lo que le place, y la pregunta debe responderse afirmativa o negativamente según cómo se entienda.
Podemos ver esta ambigüedad en acción en una publicación reciente del blog del 'padre' Hunwicke, en el que el ex sacerdote anglicano convertido en sacerdote del Novus Ordo compartió una cita del padre Adrián Fortescue (1874-1923). Hunwicke malinterpreta la cita, pensando que es un poderoso apoyo para su propia posición de resistencia, cuando en realidad respalda el sedevacantismo:
De hecho, hay muchas cosas que el Papa no puede hacer. Pero “no puede” significa, literalmente, que no es capaz de realizarlas; es decir, Nuestro Señor impedirá que esto suceda. De ahí que el padre Fortescue señala que “Dios lo guiará de tal manera que sus decisiones de esta naturaleza no serán más que una defensa o un desarrollo de lo que Cristo reveló”. Esta es precisamente la asistencia divina que mencionamos anteriormente, mediante la cual el Buen Pastor asegura que la enseñanza de Su Vicario siempre se ajustará a la Revelación Divina, es decir, siempre será seguro abrazar y nunca desviar a la Iglesia. ¡Después de todo, el Papado es creación de Dios, no del hombre!”… incluso en cuestiones religiosas el Papa está obligado, en gran medida, por la constitución divina de la Iglesia. Hay muchas cosas que el Papa no puede hacer en religión. No puede modificar ni tocar de ninguna manera un solo punto de la revelación que Cristo dio a la Iglesia; su tarea es sólo proteger esto contra ataques y falsas interpretaciones. Creemos que Dios lo guiará de tal manera que sus decisiones de esta naturaleza no serán más que una defensa o desarrollo de lo que Cristo reveló. El Papa no puede hacer ni deshacer un sacramento, no puede afectar la esencia de un sacramento de ninguna manera. No puede tocar la Biblia; no puede quitar un texto de las Escrituras inspiradas ni agregarle nada. No tiene nueva inspiración ni revelación. Su misión es creer en la revelación de Cristo, como la creen todos los católicos, y defenderla contra la herejía”.
(P. Adrian Fortescue, The Early Papacy to the Synod of Chalcedon in 451 [Londres: Burns, Oates and Washbourne Ltd, 1920], p. 11; citado en Rev. John Hunwicke, “Fr Adrian Fortescue again” , Fr Hunwicke’s Mutual Enrichment, 27 de febrero de 2024; subrayado añadido).
Por lo tanto, los que “reconocen y resisten” en ocasiones publicarán peticiones, cartas abiertas, estudios acusando al "papa" de herejía, etc., incluso hasta el punto de publicar sus propios catecismos paralelos corrigiendo la enseñanza "papal".
En cuanto a la recién publicada declaración Dignitas Infinita sobre la dignidad humana, el Dr. Kwasniewski no dudó en juzgar su contenido en Twitter, mientras que Kennedy Hall la calificó de “herética y satánica” en YouTube. ¡Qué tal eso de una verdadera sumisión de mente y corazón a las enseñanzas de (la persona reconocida como) el Romano Pontífice, y de “escucharle con reverencia cuando habla”!
Es evidente que no importa cuán bien intencionado pueda ser cualquier individuo que “reconoce y resiste”, su posición teológica hace del Papado una broma cruel y reduce esta institución sagrada al estatus de un cargo principalmente ceremonial que no posee ningún poder real en sí mismo, mucho menos alguna asistencia divina. Pero el Vaticano I es claro:
Así, pues, si alguno dijere que el Romano Pontífice tiene tan sólo un oficio de supervisión o dirección, y no la plena y suprema potestad de jurisdicción sobre toda la Iglesia, y esto no sólo en materia de fe y costumbres, sino también en lo concerniente a la disciplina y gobierno de la Iglesia dispersa por todo el mundo; o que tiene sólo las principales partes, pero no toda la plenitud de esta suprema potestad; o que esta potestad suya no es ordinaria e inmediata tanto sobre todas y cada una de las Iglesias como sobre todos y cada uno de los pastores y fieles: sea anatema.
(Vaticano I, Pastor Aeternus, Capítulo 3)
● El Papa enseña a toda la Iglesia a través de documentos oficiales y públicos (encíclicas, bulas, discursos transcritos, etc.)● Incluso cuando no es infalible, la enseñanza del Papa tiene autoridad en sí misma porque es la enseñanza del hombre que es el legítimo maestro y pastor de todos los cristianos.● Todo católico debe asentir a la enseñanza, no sólo externamente sino también internamente.● La asistencia divina al Papado garantiza que la enseñanza al menos será segura para que todos los católicos la acepten.● Cuando la enseñanza no es infalible, en situaciones excepcionales, los teólogos competentes pueden suspender el asentimiento interno (sin dejar de dar asentimiento exterior) y presentar sus objeciones al Santo Oficio para su evaluación, listos para dar su asentimiento interno una vez que el Santo Oficio dé a conocer su decisión.
● El poder papal está limitado en la medida en que la asistencia divina impedirá al Papa enseñar cualquier cosa que pueda ser perjudicial para las almas.● –> el Papa controla a toda la Iglesia
● –> el Papado es de inmenso beneficio para las almas, manteniéndolas unidas a Cristo a través de Su Vicario
● El Papa enseña a toda la Iglesia a través de documentos oficiales y públicos (encíclicas, bulas, discursos transcritos, etc.)● Fuera de las definiciones dogmáticas ex cathedra, que son infalibles, nada impide al Papa enseñar lo que quiera, incluso las más sucias herejías y blasfemias.● Que una enseñanza papal tenga autoridad o no depende de si es correcta.● Cuando se emite una enseñanza no infalible, todo católico debe examinarla cuidadosamente para ver si contiene algo blasfemo, herético, satánico, impío, inmoral, peligroso o de otro modo objetable; los expertos autoproclamados están listos para ayudar a tomar la determinación adecuada. Elija su experto favorito para reconocer y resistir (tanto clérigos como laicos disponibles), pero elija sabiamente, ya que no todos están de acuerdo entre sí.● Cuando el Papa enseña algo que es manifiestamente falso, herético, blasfemo o de otro modo malo/dañino, los fieles deben negar su consentimiento a la enseñanza, protestar contra ella y apoyar a cualquier obispo con ideas afines que puedan encontrar; quienquiera que se adhiera a la falsa enseñanza papal de todos modos es un disidente porque la enseñanza es falsa
● La asistencia divina garantiza que siempre habrá alguien, en algún lugar, que resista las malvadas enseñanzas papales y defienda la verdadera doctrina católica, ¡sí!● El poder papal está limitado en la medida en que al Papa no se le permite hacer cosas tan desagradables● –> Los fieles vigilan al Papa, protegiendo a la Iglesia● –> el Papado es potencialmente dañino y peligroso, al menos inútil porque no es confiable y no tiene credibilidad
Una vez más, vemos que aunque 'defender la Tradición Católica' está de moda entre los semi-tradicionalistas, pocos de ellos pueden molestarse en buscar, y mucho menos en seguir, la enseñanza católica tradicional real.
¿Porqué?
Novus Ordo Watch
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