lunes, 24 de septiembre de 2018
EL DERRUMBE
Dos comentarios al post anterior dan en una misma tecla. El primero advierte que Bergoglio nos tiene encandilados como una serpiente y el segundo constata un hecho: “La Iglesia está acabada: solo asistimos al desenlace”. Sabemos, por las promesas del Redentor que la Iglesia no puede ser destruida pero sí creo que estamos asistiendo a los últimos tiempos de la Iglesia tal como la conocimos y como existió en los últimos mil quinientos años. Y este cataclismo ocurre durante el pontificado de Francisco, no sólo con su anuencia sino también con su voluntad: él ha dado el empujón que necesitaba el muro debilitado para derrumbarse. Y esa es la razón de nuestro encandilamiento ante un personaje tan nefasto que se empeña en corroer la Iglesia; el "canibalismo institucional" del que nos hablaba Ludovicus hace exactamente cinco años.
Mucho me temo que en los próximos meses asistiremos a una escalada cada vez mayor de escándalos de dos tipos y que, juntos, terminarán con la Esposa de Cristo. Por un lado, la revelación de una sima abisal e insospechada de corrupción y podredumbre ya no sólo entre el bajo clero sino también en buena parte de la jerarquía católica y, por otro, el cambio drástico y veloz de la doctrina moral más profunda siempre sostenida por la Iglesia (ver este ejemplo reciente) a fin de ajustarse al mundo y justificar las propias debilidades y pecados. Al dogma poco interesa cambiarlo porque ya nadie le hace caso. Según el Sumo Pontífice, de eso deben ocuparse unos cuantos teólogos medios trastornados a los que hay que encerrar en una isla.
Y sospecho también que dentro de poco tendremos un nuevo cimbronazo en Argentina con consecuencias imprevisibles. Aquí van algunos datos como testimonio:
1. Hace algunos días, me decía una persona que conoce desde dentro y desde hace décadas al episcopado y a la realidad de la iglesia argentina, mientras comentábamos lo ocurrido en Chile: “No sé qué va a pasar cuando se destape el caso de Argentina”. No quise ahondar demasiado. A veces es mejor no enterarse de todo, pero me quedó claro que la jerarquía argentina y parte de su clero esconden viejos y nuevos cadáveres tan putrefactos como los chilenos. E ineludiblemente van a ser desenterrados.
2. Hace algunas semanas, un lector habitual del blog me envió un largo mail relatándome sus recuerdos personales. Me parecieron no más que anécdotas y por eso no lo publiqué. Sin embargo, son significativos como caso testigo. El relato contiene nombres propios, fechas, ciudades y direcciones exactas que no publicaré, pero he chequeado estos datos y son correctos:
Estimado Wanderer: Los sucesos que estamos viviendo los últimos meses han despertado en mí recuerdos, y escarbando en la memoria puedo contarle lo siguiente: A comienzo de los ’80 yo era un adolescente que estaba en los últimos años de un colegio secundario de la ciudad de X. [se trata de una pequeña ciudad y cabecera de diócesis del interior del país]. Era un colegio religioso y la mayoría de mis compañeros provenían de familias católicas. Una noche, después de un asado, uno de mis compañeros nos relató un suceso al que apenas si dimos importancia en ese momento: el sacerdote de su parroquia, Padre N.N. [este sacerdote aún vive y vive fuera del país], había llevado de viaje a Roma a un joven, miembro como mi compañero del grupo parroquial y perteneciente a una familia de la parroquia. Estando en esa ciudad, lo había extorsionado a fin de que tuviera relaciones sexuales con él, caso contrario lo dejaría abandonado en Italia. De regreso a Argentina, el joven contó lo sucedido a sus padres quienes, junto a otro grupo de laicos de esa parroquia, habían hablado del caso con el obispo, Mons. ZZ [se trata de un obispo ya fallecido, conservador y con fama de santidad].
Algunos meses más tarde, un amigo que había egresado hacía poco tiempo del mismo colegio y que cumplía su servicio militar en el Servicio de Inteligencia del Ejército, nos relató que a ese mismo sacerdote, que era también capellán del escuadrón militar de la zona, se le había iniciado una investigación o juicio -no lo sé con certeza-, debido a una serie importante de abusos sexuales que había cometido contra soldados, eligiendo siempre a aquellos más vulnerables debido a su poca educación y que, por pedido de ese mismo obispo, no había sido castigado sino solamente relevado de su cargo. Años más tarde, escuché varios comentarios acerca de la inclinación que tenía ese sacerdote por adolescentes y jóvenes de los bajos fondos. Le advierto que nunca tuve interés por este tipo de noticias y en ese momento todo esto me entraba por un oído y me salía por otro, pero ahora cobran sentido. Y lo que más me escandaliza es que ese obispo, un santo varón, jamás hizo nada, ni siquiera cambiar a ese cura de parroquia.
Este cura tenía una particular amistad con el Padre YY, párroco de …., a quien asistía en las tareas parroquiales un diácono permanente. Este diácono era también rector de un colegio secundario estatal al que concurría un amigo mío. De este amigo escuché el relato de reiterados intentos de abuso que sufrió por parte del diácono y rector durante un campamento cuando él estaba en el último curso. Junto a sus padres, hizo la denuncia correspondiente, y nada sucedió. El diácono continúo oficiando, incluso asistiendo al obispo en algunas festividades. Finalmente, fue encontrado muerto a la vera de un camino. Se comprobó que los asesinos habían sido dos jóvenes a quienes había levantado en la ruta para mantener con ellos relaciones sexuales. El P. YY aún vive en la misma parroquia y es sabido que desde hace décadas oficia de confesor y guía espiritual algunos homosexuales católicos que viven "en pareja".
Este relato puede parecer un anecdotario o una mera retahíla de chismes de pueblo. Sin embargo, como dice el refrán, "para muestra un botón": si todo esto sucedía desde hace al menos cuarenta años en una diócesis pequeña y periférica ¿qué no habrá sucedido en las otras diócesis del país? ¿No podría este caso ser tomado como muestra que reproduce en pequeño lo ocurrido en todo el país? ¿Y en todo el mundo? ¿Por qué los obispos no actuaron? Creo que se mezcló una compasión mal entendida con la “necesidad pastoral”: las diócesis pequeñas no podían prescindir ni de uno solo de sus sacerdote; echaban mano a lo que viniera con tal que los fieles tuvieran misa los domingos (novus ordo y con bombos y guitarras) y así nos fue con el pastoralismo.
3. Estos datos adquieren una gravedad mucho mayor puesto que ocurrieron en Argentina, la tierra del Papa, territorio dominado por Bergoglio durante más de quince años. Él conoció todo lo que sucedió en el país durante ese periodo y, por eso mismo, cualquier escándalo que salte terminará manchándolo. En este blog hemos denunciado en reiteradas ocasiones algunos casos de encubrimientos perpetrados por el entonces cardenal arzobispo de Buenos Aires. En los últimos días, sitios internacionales están sacando a luz la defensa del purpurado al P. Grassi. Inquirido al respecto, el ahora Papa Francisco respondió: “Para nada”, como pueden apreciar en este video.
Henry Sire, autor de El Papa dictador, publicó la semana pasada en One Peter 5 una recopilación de todos estos casos. La ola está creciendo.
4. Se sabe que desde hace algunos días se encuentran trabajando en Buenos Aires equipos de televisión de Estados Unidos y de Europa investigando a las “víctimas de Bergoglio”. En este video (en inglés) de Michael Matt (minuto 6:08 a 8:27) publicado hace dos días puede verse un avance de uno de esos informes. Quién sabe lo que va a terminar apareciendo.
La estructura de la Iglesia no va a sobrevivir a estos escándalos. Y me refiero a la Iglesia tal como la conocimos en el último milenio. Estamos asistiendo a los primeros desmoronamientos del derrumbe final. Y no sé si es una inmensa fortuna o una enorme desgracia ser los testigos.
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