¿Crees que no tiene importancia llegar tarde? Puede ser una prueba de lo mucho o poco que valoras a la persona con quien tienes una cita.
Por Dolors Massot
Llegar puntual cuesta. Caramba que si cuesta. A todos nos supone un esfuerzo calcular cuánto tiempo tardaremos en llegar al sitio, acabar las tareas con tiempo y organizar nuestro día para que todo salga como estaba previsto en la agenda.
Además, la cultura latina no da casi valor a la puntualidad. Ya se sabe que “ahorita” llegamos y que nuestros amigos ya dan por hecho que la reunión empezará tarde…
¿Es importante ser puntual?
La puntualidad es nada menos que una virtud, es decir, un valor que se logra a base de querer y de empeñarse en luchar un día y otro por cumplir ese propósito. Para eso necesito poner medios.
Por ejemplo, si quiero ser puntual en el trabajo por las mañanas:
→ pongo el despertador a la hora adecuada para llegar con tiempo. Y me levantaré a la primera, cuando suene.
→ me preparo la ropa que me voy a poner (no vaya a ser que luego esa camisa esté sin planchar).
→ miraré la previsión meteorológica (para saber cómo es más adecuado que vista).
→ trazaré mi rutina de aseo (ducha, cepillado de dientes…) y comprobaré que en ese tiempo nadie más de la familia lo va a necesitar. O me organizaré para compartirlo con otros.
→ calcularé cuánto tiempo necesito para mi desayuno: tostadas, leche caliente… Es el momento del microondas, la sartén, la plancha…
→ revisaré el tiempo de transporte (horarios de transporte público), llegaré con tiempo para comprar el ticket, miraré si debo pasar por la estación de servicio…
Visto así, puede parecer imposible llegar a tiempo, pero lo cierto es que es un acto casi mecánico y fácil si lo practicamos a diario.
¿Por qué no somos puntuales?
Seguramente porque nos damos a nosotros argumentos para no serlo. ¿Argumentos? Hablemos claro: son excusas.
“Es que había mucho tráfico”, explicas cuando ¡llevas 5 años! haciendo el mismo trayecto para llegar a ese lugar y conoces perfectamente qué ocurre a la hora en la cual transitas.
“Pensé que comenzaría más tarde”. Mira, eso les ocurrió el lunes 22 a los miembros de varias cofradías de la Virgen del Rocío (Almonte, Huelva, España) que debían estar en sus sitios a la hora en punto, pero creyendo que la imagen pasaría tarde como siempre, este año se quedaron sin verla.
Al ver la noticia en la televisión, me recordó a una vez que perdí un avión. Alguien me dijo: “Esta vez no ocurrió nada grave, pero quizá algún día te pierdas algo que no querrías haberte perdido y lo lamentes de veras”. Bastó con eso para aprender la lección.
Dónde está la raíz del problema
1- Pregúntate quién es para ti la persona con la que vas a encontrarte. Según lo importante que la consideres, tratarás de ser más puntual o no. Un cliente, un amigo al que no ves desde hace años, el jefe… ¿Y si supieras que -Dios no lo quiera- es el último día que vas a ver a tu padre, a tu esposo o a tu hermana?
2- En el caso de los novios, la puntualidad es termómetro del amor. Si ahora llegas tarde porque te has quedado charlando con un amigo, pregúntate qué harás dentro de un año.
3- Pregúntate cuánto valoras el tiempo que vas a pasar con esa persona. ¿Es pura rutina y te da igual estar con él 5 minutos o una hora? ¿O quieres que aquel momento dure una eternidad porque es el amor de tu vida? ¿Vas con las mismas ganas que Messi o Cristiano detrás de la pelota?
4- ¿Te aprovechas de que la otra persona no se queja? Por ejemplo, son tus empleados y los has hecho esperar 20 minutos pero sabes que ninguno de ellos te lo echará en cara. Sin embargo, ¿crees que eso es justo y que te hace crecer en autoridad?
5- En el caso de Dios, Él nunca se queja cuando llegas tarde a misa pero, ¿crees que lo tratas como merece?
Al responder a estas cuestiones, uno suele detectar dos cosas, que son una sola: en nuestra vida hay pereza. Dejamos para más tarde las cosas y apuramos hasta el último momento, preferimos hacer otra cosa antes y da la casualidad de que eso nos apetece más…
Y la pereza es manifestación de falta de amor. Llego tarde porque no quiero suficiente a esa persona o ese trabajo o ese proyecto…
Ser impuntuales no nos hace mejor personas, aunque nos justifiquemos. Así que vamos a darle la vuelta. Contra pereza, diligencia, ¿de acuerdo?
Algunos beneficios de la puntualidad
1- Diligencia viene de “diligere”, amar (en latín). Cada vez que somos puntuales, mostramos que amamos.
2- Es clave en el marketing llegar 10 minutos antes a los eventos. Te da ocasión de saludar con tranquilidad a los organizadores y eso quizá te abre puertas para una conversación otro día. Si llegas en medio de la avalancha, no podrán atenderte igual.
3- Haces que la persona se sienta valorada. Estabas ahí cuando ha llegado, luego la estabas esperando. Eso ya es mucho.
4- Manifiesta que respetas el tiempo de los demás ( y el tuyo).
5- Te da tiempo a calmarte antes de llegar, si es que acumulas nerviosismo. Podrás desacelerar la respiración, arreglarte la corbata y la chaqueta, comprobar que llevas la documentación. Si es una reunión, podrás manejar todos los instrumentos antes de usarlos: micro, conexión de skype…
6- Todavía estás a tiempo de mejorar el lugar que has escogido (cambiar de mesa o sillas) o dar un retoque a alguna slide, si haces presentación.
7- Además, ocurre algo sorprendente: cuando una persona se propone ser puntual, consigue ser mejor en muchos otros aspectos. Está más atento a los asuntos, se preocupa más por los demás, es más ordenado… ¡Es como si te hubieran regalado un 3 x 1!
Aleteia
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