Esta es una nota sobre gente que asegura poder comunicarse telepáticamente con animales.
Por Cintia Kemelmajer
Llegué al tema a través de Paula, una amiga radicada en Barcelona hace 10 años, amante de los felinos. "Conozco a alguien que lo hizo con mis cinco gatos; en España, se está usando mucho -me dijo-. Te la recomiendo para sacarte todas las dudas". Acepté su consejo con una mezcla de intriga y escepticismo. Yo había adoptado a Magenta, un gato de 3 años, en abril del año pasado. Una conocida me pidió dejarlo en mi departamento por unos meses porque se iba a probar suerte al exterior. Esos meses, por fortuna -porque me encariñé mucho-, se convirtieron en una estadía permanente. Pero había días en los que el gato no comía o maullaba demasiado, y las dudas me carcomían: ¿Querrá quedarse conmigo? ¿Extrañará a su antigua dueña? Para salir de ese loop mental, le pedí a Paula el contacto de Fiona Schilling, la persona que, según decía, practica la telepatía con animales. Cuando le escribí por WhatsApp, solo me pidió una foto de Magenta mirando a cámara. Sin más datos, a los días, develó mi intríngulis. "Se sintió abandonado, fue un cambio muy abrupto y nunca entendió bien qué le pasó. Todavía se está adaptando a tu casa y necesita saber si se va a quedar con vos para siempre", me dijo entre otras cosas en una extensa carta que me mandó adjunta por mail. Cuando la leí, sin saber bien por qué, me largué a llorar. Su explicación podía parecer obvia, pero de ahí en más Magenta ya no maulló ni pasó días sin comer. Además, ¿cómo sabía Fiona que mi gato había sido cambiado de casa si yo no le había dado detalles? ¿De verdad se puede leer el pensamiento de los animales?
Los animales de la tribu
Investigando sobre el tema, encontré que el primero que lo puso a prueba fue un tal Rupert Sheldrake. El osado científico, que cursó Ciencias Naturales en Cambridge, Filosofía en Harvard y que fue miembro investigador de la Royal Society, lo estudió en el umbral de los 2000. Luego publicó De perros que saben que sus amos están camino a casa, donde volcó los resultados de sus experimentos entre personas y animales de compañía.
Los animales de la tribu
Investigando sobre el tema, encontré que el primero que lo puso a prueba fue un tal Rupert Sheldrake. El osado científico, que cursó Ciencias Naturales en Cambridge, Filosofía en Harvard y que fue miembro investigador de la Royal Society, lo estudió en el umbral de los 2000. Luego publicó De perros que saben que sus amos están camino a casa, donde volcó los resultados de sus experimentos entre personas y animales de compañía.
Sheldrake se centró en la anticipación que las mascotas hacen de las llegadas de sus dueños. "Hay perros que solo reaccionan uno o dos minutos antes de la llegada de sus amos y, en estos casos, sí que el olfato podría explicar su conducta. Pero muchos reaccionan con 10 minutos o más de anticipación, cuando la persona se encuentra todavía a varios kilómetros. Además, lo hacen con total independencia de la dirección del viento y no es necesario que las ventanas estén abiertas", dice en su libro. Para él, eso es comunicación telepática y se da a través de los llamados campos mórficos, una especie de memoria colectiva que también funcionaría en grupos sociales humanos como tribus y familias. "Si los perros responden telepáticamente a sus amos -asegura- es porque, de alguna manera, captan sus pensamientos o sentimientos antes de regresar a casa".
Desde Sheldrake, pasando por los chamanes de las sociedades tribales que tenían el poder de comunicarse con los animales, Jane Goodall y los estudios de cognición con primates, hasta el doctor Dolittle, el personaje de la película interpretado por Eddie Murphy, que descubre que puede entablar diálogo con las mascotas, la posibilidad de un mayor entendimiento entre el reino animal y los seres humanos puede provocar fascinación, extrañeza y también aprensión. Esas son algunas de las reacciones que detecto en mis interlocutores cada vez que cuento mi experiencia con Fiona y Magenta. Me propuse, entonces, consultar con científicos locales para despejar mis preguntas, aunque no fue fácil dar con un testimonio respecto de la telepatía: "Son principios ajenos a nuestra formación"; "No tiene ningún argumento científico"; "Que exista la telepatía sería algo revolucionario en nuestra manera de entender el universo, por eso requiere de muchas pruebas rigurosas para probarlo, y eso es algo que ni remotamente se ha demostrado". Esas eran las respuestas que me daban. Hasta que Alberto Rojo, un argentino radicado en Estados Unidos que se desempeña como físico en la Universidad de Michigan, trajo luz al tema. "Conozco experimentos de los años 60 y de ahora, de la Universidad de Washington y de España, que muestran la posibilidad de una comunicación telepática. Los pensamientos -me explicó Rojo vía correo electrónico- dejan registros eléctricos en el cerebro que pueden leerse de varios modos, como el electroencefalograma, o más bien métodos que globalmente se llaman «interfaz computadora-cerebro». Luego es posible inducir ese impulso en otro cerebro y comunicar la información de lo pensado". Y dio un ejemplo: "En un experimento reciente, alguien jugando un videojuego pensó que iba a apretar un botón y la persona en otro cuarto apretó ese botón. Incluso hay trabajos que muestran esa posibilidad de transmisión entre ratas y humanos. Pero, ojo, siempre con una interfaz conectada a cada cerebro y la transmisión de la información de un lugar a otro por vías convencionales".
Telepatía local
Después de aquel correo, contacté gente que lo practicara en Argentina, donde, según un estudio elaborado por GFK Group en 2016, ocho de cada diez personas tienen un animal doméstico en su hogar, lo que nos ubica primeros en el ranking mundial junto con México y Brasil. ¿Y cuántos de esos dueños estarían dispuestos a la telepatía? "Comunicarse telepáticamente es afinar la percepción a algo que está en el campo energético. Lo que hacemos es «abrir nuestro canal de YouTube», aunque no se vea: te ponés en sintonía para conectarte. Porque los animales piensan, sienten, deciden y eligen, pero muchas veces los humanos pensamos que somos los dueños y queremos obligarlos a hacer lo que nosotros queremos", dice Verónica Kenigstein, de 51 años, que hace siete que se dedica a comunicarse con animales domésticos y silvestres en Capital Federal y que cobra $500 la consulta. Estudió Comunicación e hizo posgrados en Psicología, cursos de terapia asistida con animales y de adiestramiento canino en la UBA. Pero, antes de todo, siempre sintió una conexión con los animales. Sus mensajes le vienen al mirar una foto, tanto en forma de imagen visual como de señal auditiva, o como una sensación en el cuerpo o una intuición.
Celia Melamed es otra de las telépatas argentinas que encontré buceando por la web. Ella lo hace desde 2012. Por las mañanas, se desempeña como médica veterinaria (es egresada de la Universidad de Buenos Aires), en el área de Microbiología de Alimentos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Por las tardes, se dedica a las consultas de comunicación con animales. Se formó en 2008 con Mónica Dietrich, otra argentina que se radicó en Estados Unidos, y además de hacerlo, enseña. "La telepatía complementa la observación clínica, permite comprender de manera directa las emociones, los sentimientos, e incluso ver a las mascotas como un ser con voz y voto para dirigir su tratamiento. Hoy muchos veterinarios me derivan casos. Se les puede avisar de mudanzas, vacaciones, preguntarles por su bienestar, si les gusta lo que comen: se pueden saber mil cosas de ellos para una mejor convivencia. Y el animal nos cuenta qué nos pasa a nosotros, porque nos conoce más que nadie. Yo no lo siento como algo diferente en mi profesión -dice-, sino como un complemento".
Cuando los problemas de comportamiento o enfermedades desaparecen, o cuando los animales se vuelven más activos, relajados o cooperativos, es cuando la telepatía se comprueba, advierte Penélope Smith en su página web, una mujer de California a quien todos señalan como la pionera de la comunicación animal de los años 70 hasta el presente. "Si una persona ama a los animales, puede aumentar sus habilidades de ser receptivo y de comunicarse con otras especies", postula. Fiona Schilling coincide: dice que cualquier persona tiene la facultad para hablar mentalmente. "La telepatía es una capacidad que tenemos todos los seres vivos. Los animales tienen esa capacidad despierta y la utilizan; nosotros la tenemos latente, dormida. Si estás más abierto a ello, es más fácil conectarte, pero el comunicador no es especial ni privilegiado". Además de conversar con mi gato Magenta, ella dice haberse conectado con delfines, hormigas, con un escarabajo y hasta con un enjambre de abejas. Y pudo encontrar mascotas perdidas. Creer o ladrar.
Telepatía local
Después de aquel correo, contacté gente que lo practicara en Argentina, donde, según un estudio elaborado por GFK Group en 2016, ocho de cada diez personas tienen un animal doméstico en su hogar, lo que nos ubica primeros en el ranking mundial junto con México y Brasil. ¿Y cuántos de esos dueños estarían dispuestos a la telepatía? "Comunicarse telepáticamente es afinar la percepción a algo que está en el campo energético. Lo que hacemos es «abrir nuestro canal de YouTube», aunque no se vea: te ponés en sintonía para conectarte. Porque los animales piensan, sienten, deciden y eligen, pero muchas veces los humanos pensamos que somos los dueños y queremos obligarlos a hacer lo que nosotros queremos", dice Verónica Kenigstein, de 51 años, que hace siete que se dedica a comunicarse con animales domésticos y silvestres en Capital Federal y que cobra $500 la consulta. Estudió Comunicación e hizo posgrados en Psicología, cursos de terapia asistida con animales y de adiestramiento canino en la UBA. Pero, antes de todo, siempre sintió una conexión con los animales. Sus mensajes le vienen al mirar una foto, tanto en forma de imagen visual como de señal auditiva, o como una sensación en el cuerpo o una intuición.
Celia Melamed es otra de las telépatas argentinas que encontré buceando por la web. Ella lo hace desde 2012. Por las mañanas, se desempeña como médica veterinaria (es egresada de la Universidad de Buenos Aires), en el área de Microbiología de Alimentos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Por las tardes, se dedica a las consultas de comunicación con animales. Se formó en 2008 con Mónica Dietrich, otra argentina que se radicó en Estados Unidos, y además de hacerlo, enseña. "La telepatía complementa la observación clínica, permite comprender de manera directa las emociones, los sentimientos, e incluso ver a las mascotas como un ser con voz y voto para dirigir su tratamiento. Hoy muchos veterinarios me derivan casos. Se les puede avisar de mudanzas, vacaciones, preguntarles por su bienestar, si les gusta lo que comen: se pueden saber mil cosas de ellos para una mejor convivencia. Y el animal nos cuenta qué nos pasa a nosotros, porque nos conoce más que nadie. Yo no lo siento como algo diferente en mi profesión -dice-, sino como un complemento".
Cuando los problemas de comportamiento o enfermedades desaparecen, o cuando los animales se vuelven más activos, relajados o cooperativos, es cuando la telepatía se comprueba, advierte Penélope Smith en su página web, una mujer de California a quien todos señalan como la pionera de la comunicación animal de los años 70 hasta el presente. "Si una persona ama a los animales, puede aumentar sus habilidades de ser receptivo y de comunicarse con otras especies", postula. Fiona Schilling coincide: dice que cualquier persona tiene la facultad para hablar mentalmente. "La telepatía es una capacidad que tenemos todos los seres vivos. Los animales tienen esa capacidad despierta y la utilizan; nosotros la tenemos latente, dormida. Si estás más abierto a ello, es más fácil conectarte, pero el comunicador no es especial ni privilegiado". Además de conversar con mi gato Magenta, ella dice haberse conectado con delfines, hormigas, con un escarabajo y hasta con un enjambre de abejas. Y pudo encontrar mascotas perdidas. Creer o ladrar.
La Nacion
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