domingo, 17 de mayo de 2009

“LA CARIDAD Y LOS POBRES…”


El cristianismo solo es captado cuando se entiende que en el centro de su mensaje está el tema de la “caridad”. En primera instancia el cristianismo se diferencia de todas las otras propuestas religiosas, porque en sí no es una mera búsqueda de perfección espiritual individual, ni es una gran idea.

Carta del Obispo de Posadas – 6º domingo de Pascua – 17.05.09

Por Mons. Juan Rubén Martínez
El texto del Evangelio de este domingo (Jn. 15,9-17), continúa la reflexión sobre la “vid y los sarmientos”, acentuando que la comunión indispensable con Cristo se da por el amor: “Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor… Este es mi mandamiento: “Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos…” (Jn. 9,12-13).
El cristianismo solo es captado cuando se entiende que en el centro de su mensaje está el tema de la “caridad”. En primera instancia el cristianismo se diferencia de todas las otras propuestas religiosas, porque en sí no es una mera búsqueda de perfección espiritual individual, ni es una gran idea. El Papa Benedicto cuando inició su pontificado centró este inicio con una encíclica que reflexiona sobre la caridad: “Deus Caritas est” (Dios es amor), poniendo el tema del amor en el centro de nuestra fe y considerando este tema como una clave del anuncio evangelizador, que la Iglesia debe realizar en este inicio del siglo XXI. Por eso el Papa señala: “Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (1).
Es en la caridad en donde encontramos el fundamento del amor a los hermanos y sobre todo la opción preferencial por los pobres y excluidos, que se reitera en el acontecimiento Aparecida y en su documento, que refleja la preocupación que la Iglesia tiene por todas las formas de marginación y exclusión que se dan en nuestro continente. La caridad cristiana, la búsqueda de globalizar la solidaridad y la opción preferencial por los pobres son componentes esenciales del discipulado y la misión de los cristianos, sin esto el cristianismo perdería su misma identidad.
El documento de Aparecida señala: “Nuestra fe proclama que “Jesucristo es el rostro humano de Dios y el rostro divino del hombre”. Por eso la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza. Esta opción nace de nuestra fe en Jesucristo, el Dios hecho hombre, que se ha hecho nuestro hermano (Heb. 2,11-12). Ella, sin embargo, no es ni exclusiva, ni excluyente” (392).
“Si esta opción está implícita en la fe cristológica, los cristianos, como discípulos y misioneros, estamos llamados a contemplar, en los rostros sufrientes de nuestros hermanos, el rostro sufriente de Cristo que nos llama a servirlos en ellos: “Los rostros sufrientes de los pobres son rostros sufrientes de Cristo”. Ellos interpelan el núcleo del obrar de la Iglesia, de la pastoral y de nuestras actitudes cristianas. Todo lo que tenga que ver con los pobres y todo lo relacionado con los pobres reclama a Jesucristo: “Cuanto lo hicieron con uno de estos hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron” (Mt. 25,40). Juan Pablo II destacó que este texto bíblico “ilumina el misterio de Cristo”. Porque en Cristo el grande se hizo pequeño, el fuerte se hizo frágil, el rico se hizo pobre” (393).
Es cierto que desde una visión materialista del hombre y solo consumista, la opción por los pobres, y el buscar para sí mismo no idolatrizar los bienes materiales, también serán considerados como algo antinatural.
En esta reflexión quiero agradecer la comprensión de nuestra gente que expresa esta opción por los más pobres, con la generosidad demostrada en la colecta del 1% cuaresmal. Cada año va acrecentándose, pero lo importante es que expresa el gesto de búsqueda de conversión ejercitándose en la comunión de bienes. Con esta colecta muchos hermanos necesitados podrán mejorar sus techos, viviendas precarias, agrandar algún ambiente y arreglar letrinas y baños.
Hoy en el siglo XXI, la Iglesia reitera aquello que ya realizaba en sus inicios en el siglo II, cuando San Justino (año 155), en el contexto de la celebración dominical, describe en sus escritos la actividad caritativa de la Iglesia, unida a la misma Eucaristía o Misa; los que poseen, según sus posibilidades y cada uno cuanto quiera, entregan sus ofrendas al Obispo; éste, con lo recibido, sustenta a los huérfanos, a las viudas y a los que se encuentran en necesidad por enfermedad u otros motivos, así como también a los presos y forasteros.
¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!
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