domingo, 11 de febrero de 2001

PROFESIÓN DE FE TRIDENTINA (13 DE NOVIEMBRE DE 1564)


El 13 de noviembre de 1564, de conformidad con las decisiones del Santo Concilio de Trento, en relación con la reforma general de la Iglesia, a fin de asegurar la transmisión de la auténtica doctrina católica, y de conformidad con las Constituciones Apostólicas Iniuctum nobis y In sacrosancti Beati Petre, las cuales fueron publicadas ese mismo día, Su Santidad, el Papa Pío IV, hizo obligatoria en toda la Iglesia una profesión de fe: Todos los obispos, todos los sacerdotes y todos los clérigos encargados de la enseñanza, se vieron obligados a partir de entonces a profesarla públicamente, antes de comenzar su ministerio.

Tras el Concilio Vaticano I, en 1877, se hicieron dos adiciones a la misma. En 1910, el Papa San Pío X añadió el Juramento Antimodernista, y la totalidad resultante de esta profesión de la fe católica se colocó al principio del Código de Derecho Canónico 1917.


PROFESIÓN DE FE TRIDENTINA

“Yo, N., creo firmemente y profeso todas y cada una de las verdades que se contienen en el símbolo de la Fe que usa la Santa Iglesia Romana, es a saber:

Creo en un solo Dios, Padre omnipotente, creador del cielo y de la tierra, de todas las cosas visibles e invisibles. 

Y en un solo Señor Jesucristo, Hijo unigénito de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos. Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero. Engendrado, no creado, consustancial al Padre: por quien todas las cosas fueron creadas; El cual por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación descendió de los cielos. Y por obra del Espíritu Santo se encarnó en las entrañas de la Santísima Virgen y se hizo hombre; Por nosotros fue también crucificado, bajo Poncio Pilato: padeció y fue sepultado. Y resucitó al tercer día, según las Escrituras. Y subió a los cielos; Y está sentado a la diestra del Padre. Y otra vez ha de venir con gloria a juzgar a los vivos y a los muertos: y su reino no tendrá fin.

Creo en el Espíritu Santo, Señor y vivificador: que procede del Padre y del Hijo. El cual es juntamente adorado con el Padre y el Hijo, y co glorificado: y habló por medio de los profetas.

Creo en la Iglesia, Una, Santa, Católica y Apostólica. 

Confieso que hay un solo Bautismo para remisión de los pecados. 

Espero la resurrección de los muertos. Y la vida del siglo venidero. 

Amén.

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           Admito y abrazo firmemente las tradiciones apostólicas y eclesiásticas, y todas las demás observancias y constituciones de la misma Iglesia.

            Admito también las Sagradas Escrituras, según el sentido que ha tenido y tiene nuestra Santa Madre Iglesia, a la que corresponde juzgar el verdadero sentido e interpretación de las Escrituras; ni jamás las tomaré e interpretaré de otro modo que según el consentimiento unánime de los Padres.

            También profeso que hay verdadera y propiamente siete Sacramentos de la nueva ley, instituidos por Jesucristo nuestro Señor, y necesarios para la salvación del género humano, aunque no todos para siempre, a saber: el bautismo, la confirmación, la eucaristía, la penitencia, la extremaunción, el orden y el matrimonio; y que confieren la gracia; y que éstos, el bautismo, la confirmación y la ordenación no pueden reiterarse sin sacrilegio. También recibo y admito las ceremonias recibidas y aprobadas de la Iglesia católica, utilizadas en la administración solemne de los mencionados sacramentos.

            Acepto y recibo todas y cada una de las cosas que han sido definidas y declaradas en el santo Concilio de Trento sobre el pecado original y la justificación.

            Profeso, asimismo, que en la Misa se ofrece a Dios un sacrificio verdadero, propio y propiciatorio por los vivos y los muertos; y que en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía se encuentran verdadera, real y sustancialmente el Cuerpo y la Sangre, junto con el Alma y la Divinidad de nuestro Señor Jesucristo; y que se produce un cambio de toda la esencia del pan en el Cuerpo, y de toda la esencia del vino en la Sangre; cambio que la Iglesia Católica llama transubstanciación.

            También confieso que bajo cualquiera de los dos tipos [ya sea el pan o la copa] se recibe a Cristo entero y completo, y es un verdadero Sacramento.

            Sostengo firmemente que hay un purgatorio, y que las almas detenidas en él son ayudadas por los sufragios de los fieles. Asimismo, que los santos que reinan con Cristo deben ser honrados e invocados, y que ofrecen oraciones a Dios por nosotros, y que sus reliquias deben ser veneradas.

            Afirmo firmemente que las imágenes de Cristo y de la Virgen perpetua, la Madre de Dios, y también de otros santos, deben tenerse y conservarse, y que se les debe dar el debido honor y veneración. Afirmo también que el poder de las indulgencias fue dejado por Cristo en la Iglesia, y que su uso es muy saludable para el pueblo cristiano.

            Reconozco a la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana como Madre y Señora de todas las Iglesias; y prometo y juro verdadera obediencia al Obispo de Roma, sucesor de San Pedro, Príncipe de los Apóstoles y Vicario de Jesucristo.

            Asimismo, recibo y profeso indudablemente todas las demás cosas entregadas, definidas y declaradas por los Sagrados Cánones y Concilios Generales, particularmente por el Santo Concilio de Trento; y condeno, rechazo y anatema todas las cosas contrarias a ellas, y todas las herejías que la Iglesia ha condenado, rechazado y anatematizado.

            En este momento profeso libremente y sostengo verdaderamente esta verdadera Fe Católica, sin la cual nadie puede salvarse; y prometo conservar y confesar la misma entera e inviolada, con la asistencia de Dios, hasta el fin de mi vida. Y cuidaré, en la medida de mis posibilidades, de que sea mantenida, enseñada y predicada por mis súbditos o por aquellos cuyo cuidado me corresponda en mi cargo. Esto lo prometo, juro y prometo, con la ayuda de Dios y de estos Santos Evangelios de Dios.



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