Existen pocos estudios sobre la píldora del día después y es absoluto el desconocimiento sobre los efectos que tiene este compuesto hormonal. Aunque muchos defienden que sólo previene el embarazo y que no es abortiva se ha podido comprobar que sí que lo es, si se tiene en cuenta el comienzo de la vida desde la concepción.
Por Andrea Peña
La información sobre la píldora postcoital está tan sesgada que una persona es incapaz de conocer las consecuencias reales de sus efectos. Pero, ¿qué es la llamada píldora del día después (PDD)? ¿Cuáles son sus efectos? ¿Es abortiva? ¿Por qué desde el último estudio sobre este compuesto hormonal hace cinco años nadie más ha vuelto a hablar de ella? ¿Hay intereses ideológicos o comerciales detrás de la PDD?
La descripción “oficial” de la píldora del día después o píldora postcoital (también conocida como ‘anticoncepción oral de emergencia’) es “un anticonceptivo de urgencia que se toma que se utiliza para disminuir el riesgo de embarazo después de haber tenido una relación sexual con penetración sin protección”. El anticonceptivo, cabe destacar, es “un compuesto hormonal”.
Su principio activo es el levonorgestrel, una hormona sintética que actúa inhibiendo la ovulación, dificultando la fecundación del óvulo por parte del espermatozoide y, en el caso de que ésta se produzca, evitando la implantación del óvulo fecundado en el útero. Algunos científicos sostienen que los cambios que provoca la píldora en el útero no son suficientes para impedir la implantación del embrión. Por lo que si tomamos estas afirmaciones como buenas, una mujer se puede quedar embarazada aunque tome la PDD, y en ese caso, puede provocarse un aborto más tarde porque el compuesto de la píldora podría hacer que el feto no se desarrollara más , y por tanto, muera.
Se deben aclarar las diferencias entre el levonorgestrel (PDD) y el misoprostol, comercializado como RU-486, que se utiliza hasta las doce semanas de embarazo y se emplea para “expulsar” el cuerpo del bebé una vez se ha abortado.
Tampoco encontraremos datos recientes sobre el consumo de la PDD. En este punto, cabe recordar que la PDD se dispensa de forma libre en las farmacias de España. Pero, ¿cómo y cuándo empezó?
La llegada de la libre dispensación
Desde el año 2001 la PDD es legal en España y desde septiembre del 2009 se vende sin receta en las farmacias, por lo que no hay ningún tipo de control sobre quién las toma ni cuántas veces una misma persona puede hacer uso de este “anticonceptivo”. Este descontrol es especialmente perjudicial para las menores de edad.
Esta medida se integró en la Estrategia de Salud sexual y Reproductiva y fue anunciada por la entonces ministra de Sanidad y Política Social, Trinidad Jiménez. Su objetivo, según Jiménez, era “facilitar el acceso a la píldora sin necesidad de prescripción médica a todas las mujeres que la necesiten, independientemente de su lugar de residencia y en el plazo necesario para garantizar su eficacia (hasta 72 horas después de una relación sexual)”, para evitar embarazos.
La polémica
La noticia suscitó una gran polémica en todos los estamentos de la sociedad ya que muchas asociaciones de padres, políticos, farmacéuticos e incluso médicos, alertaban del peligro de usar esta píldora sin receta y sin autorización paternal.
Aunque al principio no estaba financiada por la sanidad pública se dispensaba de manera gratuita en los centros de salud o planificación familiar de diez comunidades autónomas: Andalucía, Aragón, Asturias, Cantabria, Castilla y León, Navarra, Cataluña, Extremadura, Galicia y Baleares, según datos de la Federación de Planificación Familiar Estatal (FPFE) y el Ministerio de Sanidad del 2009. Por eso, las autoridades sanitarias de Comunidades Autónomas como Madrid, Cataluña, Navarra, Murcia o Galicia advirtieron de que la facilidad de adquisición de la píldora “puede estropear todo el trabajo” en materia de prevención y educación sexual.
Además señalaron los problemas médicos que puede provocar el uso de esta píldora y la “incoherencia” que suponía en aquel momento vender sin receta una “dosis masiva” del mismo compuesto químico de las píldoras anticonceptivas que, por contra, sí exigen receta.
El alcalde de Madrid, en ese momento, Alberto Ruiz-Gallardón, advirtió en el 2009 de que la dispensación de este fármaco sin receta era “un error médico” y un “contrasentido” respecto a la situación de otros medicamentos y exigió la vuelta a la receta. Sin embargo, cinco años atrás, abría un centro que tenía previsto dar unas 10.000 píldoras de forma gratuita.
Por su parte, la Conferencia Episcopal la calificó de “técnica abortista”. Muchos médicos y farmacéuticos pidieron la opción de objetar para no colaborar en su utilización. “Se trata de un fármaco que no sirve para curar ninguna enfermedad, sino para acabar con la vida incipiente de un ser humano. Su empleo es un método abortivo en la intención y en el efecto posible. En la intención, porque con su utilización en las 24 ó 72 horas siguientes a las relaciones sexuales, se pretende que, si ha habido fecundación, el óvulo fecundado no llegue a anidar en el útero y muera, siendo expulsado del cuerpo de la madre. Lo que objetivamente se persigue es, pues, un aborto precoz, aunque tal aborto sólo se produzca efectivamente en el caso de que las relaciones sexuales hubieran sido fecundas”, decían en su nota.
El Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos avisó de los riesgos que implicaba el uso de la píldora postcoital y su posible utilización como método anticonceptivo, por lo que proponían que el medicamento se dispensara en los Centros de Salud.
Los médicos advertían de que la píldora del día después era un medicamento “no exento de riesgos” por lo que debería dispensarse con supervisión médica. En su opinión, el anuncio de que la píldora postcoital se vendiera sin receta ni límite de edad suponía una “banalización” del consumo de este fármaco, especialmente entre la población joven, que podría utilizarlo sin valoración ni seguimiento de su seguridad.
También el Consejo Andaluz de Colegios de Médicos expresó su temor porque la venta libre de la píldora podría “condicionar el abandono del uso del preservativo” como método anticonceptivo habitual y protector de enfermedades de transmisión sexual.
Los farmacéuticos también apelaron a la objeción de conciencia. De hecho, María Jesús Rodríguez Martínez la entonces presidenta de la Sociedad Española de Farmacia Comunitaria (SEFAC), en un artículo llamado “La anticoncepción desde la farmacia comunitaria. Una visión clínica”, explicaba que, tras una encuesta a los farmacéuticos tras la nueva normativa, el 81% no estaba de acuerdo con la libre dispensación de la PDD. Y el 62% tenía la percepción subjetiva de que había más demanda, y el 79% aseguraba que había crecido el número de envases vendidos después de la ley.
La plataforma de Profesionales por la Ética difundió entonces un manifiesto en el que se pedía el retorno de la prescripción médica, la protección jurídica a aquellos farmacéuticos que no quisieran dispensarla por motivos de conciencia y la retirada del folleto informativo distribuido a las farmacias.
Con respecto al derecho a la objeción de conciencia de los farmacéuticos, el Papa Benedicto XVI, explicó cuál era su papel: “El farmacéutico debe llamar a la sensibilización para que todo ser sea protegido desde su concepción hasta su muerte natural y para que los medicamentos cumplan verdaderamente su papel terapéutico”. Y aseguró que “no es posible anestesiar las conciencias, por ejemplo sobre los efectos de las moléculas que tienen por objeto evitar la implantación del embrión o abreviar la vida de una persona”.
Los hechos probados
El Ministerio de Sanidad a día de hoy insiste, contra la evidencia científica sobre el inicio de la vida humana: “La píldora es un medicamento hormonal que impide o retrasa la ovulación y en la mayoría de los casos evita el embarazo, pero nunca lo interrumpe. Esta píldora NO ES ABORTIVA ni produce ningún problema o lesión en el embrión en el caso de que hubiera ya un embarazo”. Pero, si tenemos en cuenta que la vida comienza con la concepción y no con la anidación, y teniendo en cuenta el estudio que veremos más adelante, es abortiva. No “lesiona” al feto, pero sí evita su desarrollo, por lo que muere de igual forma.
El único estudio que afirma con rotundidad que la PDD es abortiva es el realizado por el investigador y farmacéutico Emilio Jesús Alegre del Rey, que confirma que “es totalmente falso que la píldora del día después sólo impida la ovulación” y confirma que “en muchos casos elimina un embrión y produce un aborto precoz”.
El resultado del estudio muestra que “en la mitad de los casos en que los embarazos fueron impedidos por el Levonorgestrel, hubo fecundación, hubo concepción del embrión, pero la carga hormonal de la píldora impidió al embrión continuar el proceso de desarrollo, su vida”.
En una carta a la dirección de Farmacia Hospitalaria, bajo el título: “Controversias sobre el mecanismo del levonorgestrel postcoital: pruebas a partir de la disminución de embarazos”, tanto Emilio José Alegre del Rey, como Silvia Fénix Caballero y Jorge Díaz Navarro del servicio de farmacia del Hospital Universitario de Puerto Real, explicaban la posibilidad de que la PDD pudiera hacer que el embrión no llegase a implantarse, (algo que, “evidentemente es mucho más difícil de demostrar in vivo que el efecto anovulatorio”), teniendo efecto post-fecundación.
Los motivos que le llevaron a realizar este estudio fue el desconcierto social que existía sobre la PDD y la falta o mala información. Y asegura en el mismo que se detectó por su parte “la necesidad de aclarar algunas cuestiones sobre este producto, al comprobar la circulación de informaciones la respecto, procedentes de diferentes ámbitos y sujetas a diversos conflictos de intereses, que no siempre contemplan toda la evidencia disponible y lo hacen de forma sesgada”.
Rey asegura que en “los estudios pivotales presentados para la aprobación de la PDD” se sobreestimó la reducción de tasa de embarazos, y esto pasó, según él porque en los estudios se hacían estadísticas en las que “se comparaba a las mujeres que estaban procurando un embarazo con las que se sometían al uso de la PPD”, por lo que no era adecuada la comparación. Jamás se podrá comparar un aborto con la PDD con un aborto natural de una familia que quiere tener un hijo y que, obviamente, busca las épocas de mayor ovulación de la mujer.
El análisis combinado de cuatro estudios que evaluaba a 6.794 mujeres que había tomado la PDD en diferentes situaciones, demostró que hubo una reducción significativa de embarazos cuando la PDD se tomaba antes de la ovulación, pero no cuando se toma al día siguiente o después y concluyeron que no había efecto post-fecundación. Pero lo que había era una incoherencia.
Por eso Rey publicó un estudio propio alegando que había “motivos ideológicos y comerciales detrás de la desinformación sobre estos fármacos” y que la PDD era causa de aborto. El estudio fue publicado por el European Journal Clinical Pharmacy. Y llegó a varias conclusiones:
“Parece muy probable que la PDD actúe parcialmente mediante mecanismos post-fecundación que darían cuenta, al menos, de un 30% -y posiblemente, de un 50%- de su efecto en la disminución de embarazos confirmados. La negación del efecto post-fecundación (abortivo) carece actualmente de base científica relevante y no es consistente con la mejor evidencia clínica disponible sobre magnitud del efecto interceptivo de la PDD”.
“El hecho de que la PDD pueda actuar parcialmente mediante mecanismos que causan la eliminación del embrión, supone un dato de partida para la discusión ética y para las cláusulas de conciencia, y debe ser comunicado a los profesionales. La eliminación del embrión aún no implantado tiene relevancia ética y psicológica para las potenciales usuarias, muchas de las cuales manifiestan que no tomarían un producto de ese tipo. Por tanto, resulta imprescindible que sean informadas, sin ambigüedades ni omisiones, de que la PDD puede tener un efecto abortivo antes de la implantación”.
Y, con respecto a la falsa creencia de que la PDD reducía la tasa de embarazo, divulgada por el Ministerio de Sanidad para aprobar la libre dispensación, Rey apunta que “existe evidencia experimental de máximo nivel que muestra que facilitar la disponibilidad de la PDD no disminuye la tasa de embarazo imprevisto ni la de aborto provocado a nivel poblacional. Las afirmaciones según las cuales la disponibilidad de la PDD -con o sin control médico- contribuiría a disminuir los embarazos imprevistos o los abortos provocados, son contrarias a la mejor evidencia científica disponible y suponen una grave desinformación en materia sanitaria”.
Y concluye: “La disponibilidad de la PDD atenta contra la vida de los embriones aún no implantados, supone riesgos para las usuarias, carece de beneficios en términos de reducción de la tasa de embarazo imprevisto y aborto provocado, y ocasiona un gasto superfluo. La expansión actual de la disponibilidad de este producto hormonal, sabiendo que ésta aumenta su utilización pero no aporta beneficios y sí riesgos, parece una decisión contradictoria desde el punto de vista de la salud pública, además de las consideraciones éticas”.
En una entrevista a Zenit, Rey puntualiza que “se ha repetido hasta la saciedad que la píldora del día después no es abortiva. Para afirmar esto, se supone que el aborto pone fin al embarazo y que este empieza en el momento de la implantación del embrión en el útero. Pero esto es un sutil juego de palabras que oculta la realidad”.
“En primer lugar, no es que el embarazo empiece en el momento de la implantación, es que es a partir de ahí cuando es posible detectarlo. Pero en segundo lugar, y más importante todavía, lo que es éticamente relevante no es poner fin a un embarazo, sino poner fin a la vida de un ser humano”, añade.
Para el investigador especialista en Farmacia Hospitalaria es importante no se trata de “cuándo queremos decir que empieza el embarazo sino cuándo empieza la vida humana”.
Los efectos de la PDD
El 23 de noviembre de 2016, Julia Becerril Gascón, estudiante de la Universidad Jaume I (en Castelló de la Plana), elaboró un estudio sobre el “riesgo de embarazo ectópico como complicación del método de la píldora de emergencia”.
En condiciones normales, el óvulo fecundado desciende por las trompas de Falopio hasta el útero o matriz, donde se implanta para comenzar su desarrollo, pero en un embarazo ectópico lo hace en otro lado, en el 98% de los casos en las trompas de Falopio. Según Becerril, en los resultados de su estudio se ve que “el levonorgestrel influye en las trompas de Falopio, disminuyendo la motilidad de los cilios y las contracciones que facilitan el transporte del embrión hasta la matriz, lo que podría llevar a embarazos ectópicos”. Aunque no encontró ninguna relación evidente entre la PDD y el embarazo ectópico, aseguró que se necesitaban más investigaciones.
En el año 2011 saltaban todas las alarmas en los medios del país. La revista Medicina Clínica publicaba una noticia sobre el caso de una joven que abría la puerta a un posible efecto adverso de la píldora del día después: el ictus. El Hospital de la Paz de Madrid atendía a una mujer de 23 años por un ictus. Una enfermedad poco común en las mujeres de esa edad. A pesar de que tenía antecedentes familiares, al equipo de la Unidad de Ictus le pareció relevante que 12 horas antes de los síntomas hubiera tomado la PDD. Por ello, decidió alertar a la Agencia Española de Medicamentos.
Sin embargo, en la mayoría de información que se distribuye sobre la PDD, sólo se establecen como efectos secundarios los mareos, las náuseas o el abundante sangrado en el período, entre otras dolencias leves. Pero no cabe duda de que el mal uso de esta bomba de hormonas no es bueno para la salud.
De la urgencia a la rutina
Los únicos datos oficiales que tenemos sobre el ‘boom’ del consumo desde su libre dispensación son los que publicó el INE en el 2010 y el informe de IMS Health. Este último publicaba el incremento del uso de la píldora en unas 63.400 unidades mensuales vendidas, es decir 2.000 píldoras postcoitales diarias.
Además, como se puede ver en la siguiente tabla, elaborada a partir de los datos de ese informe y del Instituto Nacional de Estadística (INE), el ratio de consumo de píldoras por mujer en edad fértil, o sea entre los 15 y los 44 años, varía ostensiblemente en las diferentes comunidades autónomas.
Según los datos, Madrid fue la Comunidad Autónoma en la que más píldoras se vendieron, más de 92.000 en menos de un año. Sin embargo, llama la atención, por ejemplo el caso de La Rioja, en el que se puede ver que de las 65.675 mujeres que hay de los 15 a los 44 años, se vendieron casi 40.000 píldoras.
Uno de los problemas que se presentan con la libre dispensación de la PDD, como se ha mencionado antes, es la falta de control en menores. Y la falsa creencia de que si se toman la PDD no ocurrirá nada. Cosa que en primer lugar es mentira y que aumenta considerablemente las relaciones sexuales peligrosas e irresponsables.
El Instituto de Investigación sobre Calidad de Vida de la Universidad de Girona llevó a cabo este año una encuesta sobre la visión que los jóvenes (menores de 21 años) tenían sobre los métodos anticonceptivos. Sus autores, A.B Gómez, Montserrat Planes Pedra, María Eugenia Gras Pérez, llegaron a la conclusión de que, aunque la píldora postcoital es el método peor valorado es uno de los métodos junto al preservativo y la anticonceptiva más utilizados.
Por su parte, otro trabajo financiado por la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap) llamado ‘Hábitos sexuales en los adolescentes de 13 a 18 años’ en el que se daban datos estremecedores. La edad de inicio de las relaciones sexuales completas se sitúa entre los 15 y 16 años (50,9%). La mayoría declaran que utilizan algún método anticonceptivo en sus relaciones (91,3%), pero todavía hay un 8,7% que refiere no utilizar ninguno.
Un 20,9% de los adolescentes que mantienen relaciones sexuales con penetración han utilizado en alguna ocasión la píldora del día después o anticoncepción de urgencia. El 3,6% declara haberse quedado embarazada o haber dejado embarazada a su pareja. Por lo que llegan a la principal conclusión de que a pesar de considerarse suficientemente informados sobre sexualidad e ITS, los adolescentes presentan comportamientos de riesgo en sus actividades sexuales.
Esta medida se integró en la Estrategia de Salud sexual y Reproductiva y fue anunciada por la entonces ministra de Sanidad y Política Social, Trinidad Jiménez. Su objetivo, según Jiménez, era “facilitar el acceso a la píldora sin necesidad de prescripción médica a todas las mujeres que la necesiten, independientemente de su lugar de residencia y en el plazo necesario para garantizar su eficacia (hasta 72 horas después de una relación sexual)”, para evitar embarazos.
Captura del folleto informativo del Ministerio de Sanidad sobre la PDD. |
La polémica
La noticia suscitó una gran polémica en todos los estamentos de la sociedad ya que muchas asociaciones de padres, políticos, farmacéuticos e incluso médicos, alertaban del peligro de usar esta píldora sin receta y sin autorización paternal.
Aunque al principio no estaba financiada por la sanidad pública se dispensaba de manera gratuita en los centros de salud o planificación familiar de diez comunidades autónomas: Andalucía, Aragón, Asturias, Cantabria, Castilla y León, Navarra, Cataluña, Extremadura, Galicia y Baleares, según datos de la Federación de Planificación Familiar Estatal (FPFE) y el Ministerio de Sanidad del 2009. Por eso, las autoridades sanitarias de Comunidades Autónomas como Madrid, Cataluña, Navarra, Murcia o Galicia advirtieron de que la facilidad de adquisición de la píldora “puede estropear todo el trabajo” en materia de prevención y educación sexual.
Además señalaron los problemas médicos que puede provocar el uso de esta píldora y la “incoherencia” que suponía en aquel momento vender sin receta una “dosis masiva” del mismo compuesto químico de las píldoras anticonceptivas que, por contra, sí exigen receta.
El alcalde de Madrid, en ese momento, Alberto Ruiz-Gallardón, advirtió en el 2009 de que la dispensación de este fármaco sin receta era “un error médico” y un “contrasentido” respecto a la situación de otros medicamentos y exigió la vuelta a la receta. Sin embargo, cinco años atrás, abría un centro que tenía previsto dar unas 10.000 píldoras de forma gratuita.
Por su parte, la Conferencia Episcopal la calificó de “técnica abortista”. Muchos médicos y farmacéuticos pidieron la opción de objetar para no colaborar en su utilización. “Se trata de un fármaco que no sirve para curar ninguna enfermedad, sino para acabar con la vida incipiente de un ser humano. Su empleo es un método abortivo en la intención y en el efecto posible. En la intención, porque con su utilización en las 24 ó 72 horas siguientes a las relaciones sexuales, se pretende que, si ha habido fecundación, el óvulo fecundado no llegue a anidar en el útero y muera, siendo expulsado del cuerpo de la madre. Lo que objetivamente se persigue es, pues, un aborto precoz, aunque tal aborto sólo se produzca efectivamente en el caso de que las relaciones sexuales hubieran sido fecundas”, decían en su nota.
El Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos avisó de los riesgos que implicaba el uso de la píldora postcoital y su posible utilización como método anticonceptivo, por lo que proponían que el medicamento se dispensara en los Centros de Salud.
Los médicos advertían de que la píldora del día después era un medicamento “no exento de riesgos” por lo que debería dispensarse con supervisión médica. En su opinión, el anuncio de que la píldora postcoital se vendiera sin receta ni límite de edad suponía una “banalización” del consumo de este fármaco, especialmente entre la población joven, que podría utilizarlo sin valoración ni seguimiento de su seguridad.
También el Consejo Andaluz de Colegios de Médicos expresó su temor porque la venta libre de la píldora podría “condicionar el abandono del uso del preservativo” como método anticonceptivo habitual y protector de enfermedades de transmisión sexual.
Los farmacéuticos también apelaron a la objeción de conciencia. De hecho, María Jesús Rodríguez Martínez la entonces presidenta de la Sociedad Española de Farmacia Comunitaria (SEFAC), en un artículo llamado “La anticoncepción desde la farmacia comunitaria. Una visión clínica”, explicaba que, tras una encuesta a los farmacéuticos tras la nueva normativa, el 81% no estaba de acuerdo con la libre dispensación de la PDD. Y el 62% tenía la percepción subjetiva de que había más demanda, y el 79% aseguraba que había crecido el número de envases vendidos después de la ley.
La plataforma de Profesionales por la Ética difundió entonces un manifiesto en el que se pedía el retorno de la prescripción médica, la protección jurídica a aquellos farmacéuticos que no quisieran dispensarla por motivos de conciencia y la retirada del folleto informativo distribuido a las farmacias.
Con respecto al derecho a la objeción de conciencia de los farmacéuticos, el Papa Benedicto XVI, explicó cuál era su papel: “El farmacéutico debe llamar a la sensibilización para que todo ser sea protegido desde su concepción hasta su muerte natural y para que los medicamentos cumplan verdaderamente su papel terapéutico”. Y aseguró que “no es posible anestesiar las conciencias, por ejemplo sobre los efectos de las moléculas que tienen por objeto evitar la implantación del embrión o abreviar la vida de una persona”.
Los hechos probados
El Ministerio de Sanidad a día de hoy insiste, contra la evidencia científica sobre el inicio de la vida humana: “La píldora es un medicamento hormonal que impide o retrasa la ovulación y en la mayoría de los casos evita el embarazo, pero nunca lo interrumpe. Esta píldora NO ES ABORTIVA ni produce ningún problema o lesión en el embrión en el caso de que hubiera ya un embarazo”. Pero, si tenemos en cuenta que la vida comienza con la concepción y no con la anidación, y teniendo en cuenta el estudio que veremos más adelante, es abortiva. No “lesiona” al feto, pero sí evita su desarrollo, por lo que muere de igual forma.
El único estudio que afirma con rotundidad que la PDD es abortiva es el realizado por el investigador y farmacéutico Emilio Jesús Alegre del Rey, que confirma que “es totalmente falso que la píldora del día después sólo impida la ovulación” y confirma que “en muchos casos elimina un embrión y produce un aborto precoz”.
El resultado del estudio muestra que “en la mitad de los casos en que los embarazos fueron impedidos por el Levonorgestrel, hubo fecundación, hubo concepción del embrión, pero la carga hormonal de la píldora impidió al embrión continuar el proceso de desarrollo, su vida”.
En una carta a la dirección de Farmacia Hospitalaria, bajo el título: “Controversias sobre el mecanismo del levonorgestrel postcoital: pruebas a partir de la disminución de embarazos”, tanto Emilio José Alegre del Rey, como Silvia Fénix Caballero y Jorge Díaz Navarro del servicio de farmacia del Hospital Universitario de Puerto Real, explicaban la posibilidad de que la PDD pudiera hacer que el embrión no llegase a implantarse, (algo que, “evidentemente es mucho más difícil de demostrar in vivo que el efecto anovulatorio”), teniendo efecto post-fecundación.
Los motivos que le llevaron a realizar este estudio fue el desconcierto social que existía sobre la PDD y la falta o mala información. Y asegura en el mismo que se detectó por su parte “la necesidad de aclarar algunas cuestiones sobre este producto, al comprobar la circulación de informaciones la respecto, procedentes de diferentes ámbitos y sujetas a diversos conflictos de intereses, que no siempre contemplan toda la evidencia disponible y lo hacen de forma sesgada”.
Rey asegura que en “los estudios pivotales presentados para la aprobación de la PDD” se sobreestimó la reducción de tasa de embarazos, y esto pasó, según él porque en los estudios se hacían estadísticas en las que “se comparaba a las mujeres que estaban procurando un embarazo con las que se sometían al uso de la PPD”, por lo que no era adecuada la comparación. Jamás se podrá comparar un aborto con la PDD con un aborto natural de una familia que quiere tener un hijo y que, obviamente, busca las épocas de mayor ovulación de la mujer.
El análisis combinado de cuatro estudios que evaluaba a 6.794 mujeres que había tomado la PDD en diferentes situaciones, demostró que hubo una reducción significativa de embarazos cuando la PDD se tomaba antes de la ovulación, pero no cuando se toma al día siguiente o después y concluyeron que no había efecto post-fecundación. Pero lo que había era una incoherencia.
Por eso Rey publicó un estudio propio alegando que había “motivos ideológicos y comerciales detrás de la desinformación sobre estos fármacos” y que la PDD era causa de aborto. El estudio fue publicado por el European Journal Clinical Pharmacy. Y llegó a varias conclusiones:
“Parece muy probable que la PDD actúe parcialmente mediante mecanismos post-fecundación que darían cuenta, al menos, de un 30% -y posiblemente, de un 50%- de su efecto en la disminución de embarazos confirmados. La negación del efecto post-fecundación (abortivo) carece actualmente de base científica relevante y no es consistente con la mejor evidencia clínica disponible sobre magnitud del efecto interceptivo de la PDD”.
“El hecho de que la PDD pueda actuar parcialmente mediante mecanismos que causan la eliminación del embrión, supone un dato de partida para la discusión ética y para las cláusulas de conciencia, y debe ser comunicado a los profesionales. La eliminación del embrión aún no implantado tiene relevancia ética y psicológica para las potenciales usuarias, muchas de las cuales manifiestan que no tomarían un producto de ese tipo. Por tanto, resulta imprescindible que sean informadas, sin ambigüedades ni omisiones, de que la PDD puede tener un efecto abortivo antes de la implantación”.
Y, con respecto a la falsa creencia de que la PDD reducía la tasa de embarazo, divulgada por el Ministerio de Sanidad para aprobar la libre dispensación, Rey apunta que “existe evidencia experimental de máximo nivel que muestra que facilitar la disponibilidad de la PDD no disminuye la tasa de embarazo imprevisto ni la de aborto provocado a nivel poblacional. Las afirmaciones según las cuales la disponibilidad de la PDD -con o sin control médico- contribuiría a disminuir los embarazos imprevistos o los abortos provocados, son contrarias a la mejor evidencia científica disponible y suponen una grave desinformación en materia sanitaria”.
Y concluye: “La disponibilidad de la PDD atenta contra la vida de los embriones aún no implantados, supone riesgos para las usuarias, carece de beneficios en términos de reducción de la tasa de embarazo imprevisto y aborto provocado, y ocasiona un gasto superfluo. La expansión actual de la disponibilidad de este producto hormonal, sabiendo que ésta aumenta su utilización pero no aporta beneficios y sí riesgos, parece una decisión contradictoria desde el punto de vista de la salud pública, además de las consideraciones éticas”.
En una entrevista a Zenit, Rey puntualiza que “se ha repetido hasta la saciedad que la píldora del día después no es abortiva. Para afirmar esto, se supone que el aborto pone fin al embarazo y que este empieza en el momento de la implantación del embrión en el útero. Pero esto es un sutil juego de palabras que oculta la realidad”.
“En primer lugar, no es que el embarazo empiece en el momento de la implantación, es que es a partir de ahí cuando es posible detectarlo. Pero en segundo lugar, y más importante todavía, lo que es éticamente relevante no es poner fin a un embarazo, sino poner fin a la vida de un ser humano”, añade.
Para el investigador especialista en Farmacia Hospitalaria es importante no se trata de “cuándo queremos decir que empieza el embarazo sino cuándo empieza la vida humana”.
Los efectos de la PDD
El 23 de noviembre de 2016, Julia Becerril Gascón, estudiante de la Universidad Jaume I (en Castelló de la Plana), elaboró un estudio sobre el “riesgo de embarazo ectópico como complicación del método de la píldora de emergencia”.
En condiciones normales, el óvulo fecundado desciende por las trompas de Falopio hasta el útero o matriz, donde se implanta para comenzar su desarrollo, pero en un embarazo ectópico lo hace en otro lado, en el 98% de los casos en las trompas de Falopio. Según Becerril, en los resultados de su estudio se ve que “el levonorgestrel influye en las trompas de Falopio, disminuyendo la motilidad de los cilios y las contracciones que facilitan el transporte del embrión hasta la matriz, lo que podría llevar a embarazos ectópicos”. Aunque no encontró ninguna relación evidente entre la PDD y el embarazo ectópico, aseguró que se necesitaban más investigaciones.
En el año 2011 saltaban todas las alarmas en los medios del país. La revista Medicina Clínica publicaba una noticia sobre el caso de una joven que abría la puerta a un posible efecto adverso de la píldora del día después: el ictus. El Hospital de la Paz de Madrid atendía a una mujer de 23 años por un ictus. Una enfermedad poco común en las mujeres de esa edad. A pesar de que tenía antecedentes familiares, al equipo de la Unidad de Ictus le pareció relevante que 12 horas antes de los síntomas hubiera tomado la PDD. Por ello, decidió alertar a la Agencia Española de Medicamentos.
Sin embargo, en la mayoría de información que se distribuye sobre la PDD, sólo se establecen como efectos secundarios los mareos, las náuseas o el abundante sangrado en el período, entre otras dolencias leves. Pero no cabe duda de que el mal uso de esta bomba de hormonas no es bueno para la salud.
De la urgencia a la rutina
Los únicos datos oficiales que tenemos sobre el ‘boom’ del consumo desde su libre dispensación son los que publicó el INE en el 2010 y el informe de IMS Health. Este último publicaba el incremento del uso de la píldora en unas 63.400 unidades mensuales vendidas, es decir 2.000 píldoras postcoitales diarias.
Además, como se puede ver en la siguiente tabla, elaborada a partir de los datos de ese informe y del Instituto Nacional de Estadística (INE), el ratio de consumo de píldoras por mujer en edad fértil, o sea entre los 15 y los 44 años, varía ostensiblemente en las diferentes comunidades autónomas.
Según los datos, Madrid fue la Comunidad Autónoma en la que más píldoras se vendieron, más de 92.000 en menos de un año. Sin embargo, llama la atención, por ejemplo el caso de La Rioja, en el que se puede ver que de las 65.675 mujeres que hay de los 15 a los 44 años, se vendieron casi 40.000 píldoras.
Uno de los problemas que se presentan con la libre dispensación de la PDD, como se ha mencionado antes, es la falta de control en menores. Y la falsa creencia de que si se toman la PDD no ocurrirá nada. Cosa que en primer lugar es mentira y que aumenta considerablemente las relaciones sexuales peligrosas e irresponsables.
El Instituto de Investigación sobre Calidad de Vida de la Universidad de Girona llevó a cabo este año una encuesta sobre la visión que los jóvenes (menores de 21 años) tenían sobre los métodos anticonceptivos. Sus autores, A.B Gómez, Montserrat Planes Pedra, María Eugenia Gras Pérez, llegaron a la conclusión de que, aunque la píldora postcoital es el método peor valorado es uno de los métodos junto al preservativo y la anticonceptiva más utilizados.
Por su parte, otro trabajo financiado por la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap) llamado ‘Hábitos sexuales en los adolescentes de 13 a 18 años’ en el que se daban datos estremecedores. La edad de inicio de las relaciones sexuales completas se sitúa entre los 15 y 16 años (50,9%). La mayoría declaran que utilizan algún método anticonceptivo en sus relaciones (91,3%), pero todavía hay un 8,7% que refiere no utilizar ninguno.
Un 20,9% de los adolescentes que mantienen relaciones sexuales con penetración han utilizado en alguna ocasión la píldora del día después o anticoncepción de urgencia. El 3,6% declara haberse quedado embarazada o haber dejado embarazada a su pareja. Por lo que llegan a la principal conclusión de que a pesar de considerarse suficientemente informados sobre sexualidad e ITS, los adolescentes presentan comportamientos de riesgo en sus actividades sexuales.
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