viernes, 20 de julio de 2018

MONS. HECTOR AGUER: “EL ABORTO ES UN CRIMEN ABOMINABLE”





El Arzobispo Emérito de La Plata, Monseñor Héctor Aguer, recordó que el Catecismo de la Iglesia Católica señala cómo “desde el comienzo la tradición cristiana ha sido clarísima y enérgica en este punto”. Cita una frase de la Didajé, una obra del siglo I, de la generación subapostólica: “No matarás el embrión mediante el aborto. No darás muerte al recién nacido”. Se aplica el 5° Mandamiento”.



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He recibido, en estos últimos días, numerosos mensajes y testimonios en los que se registra una cierta molestia, como que en muchos medios eclesiales ha reinado una cierta tibieza para afrontar el momento crucial que está viviendo la sociedad argentina ante la posible legalización del aborto.

Una de las cosas que me argumentan es esta: no basta decir “vale toda vida”. Por cierto que vale toda vida, y ya lo sabemos. Vale la vida de la jirafa negra, vale la vida del león expuesto a ser muerto en un coto de caza; han aparecido fotos al respecto de esto, hace algunos días, con los depredadores orgullosos de su presa. Por tanto vale con mayor razón, inmensamente más, la vida de una persona humana, aún la del peor criminal. Siempre vale la vida. Nosotros estamos en contra de la pena de muerte. Muchas personas me dicen: estamos contra la pena de muerte, pero no reaccionamos con suficiente energía ante la pena de muerte impuesta al niño por nacer.

Se dice en los medios eclesiales que es necesario un diálogo sereno y reflexivo, que no hay que vivir el debate como una batalla ideológica. El problema es que cuando se impone en la Iglesia una especie de democratismo de lo “políticamente correcto” le estamos haciendo el juego a aquel personaje al cual Jesús llamó el Padre de la Mentira. ¿Saben quién es? (Jn 8,44). Le estamos haciendo el juego, y con las mejores intenciones, pero no importa. Esa no es la actitud de los Apóstoles, la actitud de la tradición cristiana, la actitud del magisterio de la Iglesia. Hay una gran energía en este punto para mostrar la inhumanidad del aborto.

San Pablo, por ejemplo, conjuraba a su discípulo, el Obispo Timoteo, diciéndole “proclama la Palabra. Insiste con ocasión o sin ella, arguye, reprende, exhorta con paciencia incansable y con afán de enseñar, porque llegará un tiempo en que los hombres no soportaran más la sana doctrina. Por el contrario, llevados por sus inclinaciones se procurarán una multitud de maestros que les halaguen los oídos y se apartarán de la verdad para escuchar cosas fantasiosas”. Esa expresión de “cosas fantasiosas”, en el texto griego de la 2° Carta de Pablo a Timoteo suena “mitos”. Por ejemplo, hoy, el mito de que la mujer es dueña de su cuerpo y por tanto puede arrancarse ese apéndice de su cuerpo que le ha aparecido allí cuando quedó embarazada. ¡Así reaccionan muchas feministas!

El Catecismo de Iglesia Católica muestra cómo desde el comienzo la tradición cristiana ha sido clarísima y enérgica en este punto. Miren, si tienen el Catecismo verán que a partir del N° 2270 dice una frase de la Didajé, una obra del siglo I, de la generación subapostólica: “No matarás el embrión mediante el aborto. No darás muerte al recién nacido”. Aquí lo que se aplica es el 5° Mandamiento y, efectivamente, el Catecismo estudia la cuestión del aborto en el contexto de ese 5° Mandamiento del Decálogo que dice “no matarás”. Y cita, también, el Catecismo una frase del Concilio Vaticano II, que yo he citado muchas veces, de la Constitución sobre la Iglesia en el Mundo Actual, que dice: “Dios, Señor de la vida, ha confiado a los hombres la excelsa misión de conservar la vida, misión que deben cumplir de modo digno del hombre. Por consiguiente, se ha de proteger la vida con el máximo cuidado desde la concepción; tanto el aborto como el infanticidio son crímenes abominables”.

¿Quién se atreve hoy a decir que el aborto es un crimen abominable? Lo dice el Catecismo, que además lo asocia al infanticidio, señalando que hay una continuidad entre el embrión, el feto, el niño por nacer y el niño recién nacido. Luego explica también cómo todo esto está sustentado en los derechos inalienables de la persona. Por ejemplo, en el N° 2274 dice: “Puesto que debe ser tratado como una persona desde la concepción, el embrión deberá ser defendido en su integridad, cuidado y atendido médicamente en la medida de lo posible, como todo otro ser humano”. Es decir, no es un bicho inferior, es igual que nosotros.

Y termino con una exhortación enérgica del Papa San Juan Pablo II, a quien pueden ver en Internet, porque está circulando estos días y que es realmente impresionante. Uno ve a ese Papa que era todavía joven, con un gran vigor, hablando en castellano, donde dice: “Quien negara la defensa a la persona humana más inocente y débil, a la persona humana ya concebida aunque todavía no nacida, cometería una gravísima violación del orden moral. Nunca se puede legitimar la muerte de un inocente. ¿Qué sentido tendría hablar de la dignidad del hombre, de sus derechos fundamentales, si no se protege a un inocente o se llega incluso a facilitar los medios o servicios privados o públicos para destruir vidas inocentes?”. Y es bueno verlo, porque el Papa ponía un énfasis mucho mayor que el que yo estoy poniendo, movía las hojas de las que leía para subrayar sus palabras e interrumpido por aplausos de una multitud de más de un millón de personas.

Pues bien, mis amigos, esta es la posición de la Iglesia y esto es lo que debemos decir. Eso no significa que nosotros no respetemos a todos, respetamos a la gente que está defendiendo el aborto, y les amamos también pero tenemos que decir las cosas claramente como son, no con enjuagues, no con arreglos subrepticios. Las cosas son como son. En otra ocasión podremos referirnos a los problemas sociales que se pretenden solucionar mediante el aborto, pero no en realidad hay otras soluciones para esos problemas. No es lícito hacer un mal para que resulte un bien. Algunos actos humanos son siempre intrínsecamente deshonestos, cualquiera sea la intención del que obra, cualesquiera sean las circunstancias. Es ésta una doctrina invariable de la Iglesia; ninguna autoridad humana podrá alterarla. Desgraciadamente, el relativismo de la cultura actual ha penetrado en muchos ámbitos eclesiales, y lo que es más terrible, ha contagiado a muchos pastores, que así descarrían a los fieles. ¡Que la Virgen Inmaculada nos ayude!



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