Por Luis Contigiani
Seamos ateos, creyentes, agnósticos, o adherentes a cualquier corriente filosófica, ideológica, política, económica, la vida siempre es un acontecimiento que nos excede. De ahí que creo en el enfoque de la gratuidad, en la "inapropiabilidad" de la vida. La vida "Es" y/o "Está", independientemente de su instrumentalización, utilidad, fuerza o poder.
Son tiempos donde la vida está devaluada. Millones de argentinos son pobres, indigentes, excluidos y por ende "deshumanizados". Niños que nacen con las vidas hipotecadas para siempre por las desigualdades, de la cual no nos queremos hacer cargo y pretendemos resolverla desde el aborto. En nuestro país hay más de 8 millones de niños, niñas y adolescentes pobres (menores de 17 años). A lo largo de mi vida nunca pude disociar la lucha por la justicia de los nacidos, de la vida por nacer. Es la misma lucha por la vida y la "posibilidad de vida de alguien que ya es".
Hace tiempo que en Occidente el único ordenador de los vínculos sociales, culturales, económicos y políticos es el modelo tecnocrático y la razón instrumental, tanto en los modelos sociales cerrados como en los neoliberales. Este último genera una sociedad abortiva de la dignidad del hombre, de sus derechos humanos básicos: comer, educarse, trabajar, tener una vivienda, etc.
En esta coyuntura es importante tener en cuenta cómo operan los factores de poder mundial (FMI, organismos Internacionales), que son los primeros interesados en tratar al aborto como un anticonceptivo más, para el control de natalidad de los países en desarrollo y pobres del mundo. Esto no es nuevo y basta con repasar los foros internacionales. Lo que sorprende que sean apoyados desde el campo progresista cuando siempre se opusieron al control de natalidad impulsados por los mismos organismos internacionales que hoy promueven y financian campañas por el aborto legal con la finalidad de siempre: el control de natalidad de los pueblos más pobres del planeta.
Esto último no invalida la preocupación honesta y real de miles de personas sobre el drama del aborto clandestino y especialmente los riesgos para la mujer. Solamente no comparto que la solución a ese drama y dolor sea a costa de una vida, la más indefensa, la naciente. "La clandestinidad y la pobreza se combaten con justicia social. La pobreza es el mayor factor de riesgo de mortalidad materna".
No estoy de acuerdo con los que dividen el valor de una vida, o la reducen a una simple cosa y como tal pretenden aplicarles derechos reales de dominio y de libertad de elección (argumentos centrales de la época de la esclavitud). Tampoco comprendo a los que defienden la vida por nacer y después se desentienden de todo compromiso social por la justicia y la igualdad de oportunidades.
No le hagamos pagar a la vida por nacer nuestros fracasos como sociedad. Debemos tener el coraje de enfrentar nuestros verdaderos problemas. La respuesta debería pasar por un acto de rebeldía humana y social frente a la pobreza, la exclusión, la explotación, la corrupción y la devaluación de la vida en todas sus fases. ¿Que estamos haciendo somo sociedad? Creo que estamos haciendo muy poco, pensemos de una manera o de otra. Si reconocemos esto último tendríamos que ser más humildes.
Según datos oficiales, en 2017 hubo 31 muertes maternas por aborto provocado o espontáneo. Por un principio humanista y de defensa de la vida, la única ecuación que deberíamos analizar es salvar la totalidad: las 31 vidas y la vida naciente o por nacer. Si un pueblo, una Nación no puede asegurar esto último entonces no vamos a poder nada y lo único que nos queda es "bajar la persiana", que es lo mismo que decir "sálvense quien pueda".
También deberíamos hacernos cargos de las 525 muertes por año de mujeres afectadas por desnutrición, anemias, etc., o las 233 muertes por año de mujeres por causa de tuberculosis, o las 194 mujeres que mueren por mal de chagas.
Como bien dice el ex Presidente de Uruguay, Tabaré Vázquez, en el fundamento del veto contra el aborto en noviembre de 2008: "La legislación no puede desconocer la realidad de la existencia de vida humana en su etapa de gestación, tal como de manera evidente lo revela la ciencia"; "El verdadero grado de civilización de una nación se mide por cómo se protege a los más necesitados. Por eso se debe proteger más a los más débiles".
En otra presentación Vázquez cita al científico Angelo Luigi Vescovi que dice: "El embrión es un ser humano. Esto es innegable. Cualquier posición de hacer comenzar la vida humana en un momento posterior es arbitrario y no sustentable de argumentación científica". Entonces lo que debemos hacernos cargo como sociedad, como se reconoce en el derecho positivo, es que no estamos frente a un conjunto de células, una larva, o ante un problema metafísico. Estamos frente a una Vida, perfectamente individualizada, organizada y que solo se va a detener en su desarrollo con la muerte natural.
Se sostiene que hay que legalizar el aborto por un tema de salud pública. Sin duda que los riesgos que implican un aborto clandestino nos interpelan. Pero no comparto que la solución sea una salud pública solo para una parte de las dos vidas. Porque digamos las cosas como son, mientras se hace un aborto por otro lado se tira en una bolsa de desechos clínicos una vida por nacer que a las 14 semanas es un ser humano. En todo caso hay que trabajar para una salud pública para la vida, para las dos vidas y especialmente para la más débil. Y se hace cambiando las condiciones económicas, sociales, culturales que impiden tener un piso mínimo para el desarrollo de la mujer embarazada.
El artículo 75 inc. 23 de la Constitución Nacional nos muestra el camino a las respuestas que estamos buscando. Dice: "Dictar un régimen de seguridad social especial e integral en protección del niño en situación de desamparo, desde el embarazo hasta la finalización del periodo de enseñanza elemental, y la madre durante el embarazo y el tiempo de lactancia". Existiendo este artículo en nuestra Constitución me pregunto ¿desde qué lugar, con qué argumentos se está proponiendo la legalización del aborto? Dar por sentado que hay abortos y no encarar primero este verdadero despojo de derechos o la falta de concreción de este, es partir con una premisa cruel para cualquiera de las dos vidas. El estado -mediante programas de políticas públicas integrales- debe contener, y ayudar a la mujer y su criatura, especialmente al embarazo no deseado. Toda la sociedad debe dar una respuesta.
La defensa de toda vida humana debe ser lo más importante y movilizar a nuestra Nación. Es un tema esencial que hace a la ética de la solidaridad de los individuos y pueblos. Todo proyecto político, económico y social debe proteger la vida, especialmente la más débil, vulnerable y necesitada.
LA NACION
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