miércoles, 20 de septiembre de 2000

VIGILANTI CURA (29 DE JUNIO DE 1936)


CARTA ENCÍCLICA

VIGILANTI CURA

DEL SUMO PONTÍFICE

PAPA PÍO XI

A SUS VENERABLES HERMANOS ARZOBISPOS

OBISPOS Y OTROS ORDINARIOS

DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA

EN PAZ Y COMUNIÓN CON LA SEDE APOSTÓLICA

SOBRE EL CINE

Venerables hermanos

Saludo y bendición apostólica


Elogio de la "Legión de la Decencia"

1. Seguimos con vigilante solicitud, como lo exige Nuestro Ministerio Apostólico, toda obra de los venerables Hermanos del Episcopado y de todo el pueblo cristiano, y por eso Nos consoló mucho la noticia de que la providencial iniciativa que fundasteis hace más de dos años y que confiasteis de manera especial a la Legión de la Decencia, con el fin de reprimir, como una santa cruzada, los abusos de las representaciones cinematográficas, ha dado ya saludables frutos y seguirá produciendo aún más ricos beneficios.

2. Esto Nos da la oportunidad, largamente deseada, de expresar Nuestra opinión más ampliamente sobre este asunto, que está tan estrechamente relacionado con la vida moral y religiosa de todo el pueblo cristiano. En primer lugar, nos alegramos con vosotros de que esta Legión, guiada e instruida por vosotros y apoyada por la valiosa colaboración de los fieles, haya prestado ya en este ámbito del apostolado tan destacados servicios; alegría tanto más intensa cuanto que, afligidos como estábamos por el hecho de que el arte y la industria del cine han llegado, por así decirlo, "a grandes pasos fuera del camino", hasta el punto de mostrar todos los vicios, crímenes y delitos en imágenes luminosas.


I. El cine y la moral cristiana

El celo de la Sede Apostólica en este campo


3. Siempre que se nos presentaba una ocasión propicia, considerábamos un deber de Nuestro altísimo cargo dirigirnos a Nuestros Obispos y demás miembros del clero, así como a todos los hombres de rectitud y buena voluntad, para que se preocuparan por este problema de mayor importancia.

El cine debe ponerse al servicio de la mejora de la humanidad

4 . Ya en la encíclica "Divini illius magistri" deplorábamos "Estos poderosísimos medios de divulgación, que, regidos por sanos principios, pueden ser de gran utilidad para la instrucción y educación, se subordinan, por desgracia, muchas veces al incentivo de las malas pasiones y a la codicia de las ganancias" (A. A. S., 1930, p. 82). En agosto de 1934, dirigiéndonos en audiencia a una diputación de la Federación Internacional del Trabajo de la Prensa Cinematográfica, después de haber mostrado la gran importancia que ha tomado en nuestros días esta clase de espectáculo, y su influencia tan intensa, ya sea para promover el bien o para insinuar el mal, les recordamos que la regla suprema que debe regir y regular el gran don del arte debe aplicarse a toda costa al cine, para que no se injurie y desacredite la moral cristiana, o simplemente la moral humana y natural.

Todo arte noble tiene como fin y razón de ser, convertirse para el hombre en un medio de perfeccionamiento por medio de la probidad y la virtud; y por esta misma razón debe ceñirse a los principios y preceptos de la moral. Y concluimos, con el beneplácito manifiesto de esas élites -no deja de ser consolador recordarlo-, que es necesario hacer que el cine se ajuste a normas rectas, para que pueda conducir a los espectadores a la integridad de la vida y a una verdadera educación.

5. Y también recientemente, el pasado mes de abril, recibiendo en audiencia a un grupo de delegados del Congreso Internacional de la Prensa Cinematográfica, celebrado en Roma, expusimos de nuevo el gravísimo problema y exhortamos ardientemente a todas las personas cordiales, no sólo en nombre de la Religión, sino también en nombre del verdadero bienestar moral y civil de los pueblos, a que hagan todos los esfuerzos, a que utilicen todos los medios, especialmente la prensa, para que el cine se convierta cada vez más en un precioso elemento de instrucción y educación, y no de destrucción y ruina para las almas.

La necesidad de directrices para la Iglesia Universal


6. Pero el tema es de tal importancia, sobre todo en las condiciones actuales de la sociedad, que hemos creído necesario volver a tratarlo en esta carta y desarrollarlo más ampliamente, trazando las directrices que corresponden a las necesidades actuales, válidas no sólo para vosotros, Venerables Hermanos, sino también para todos los Obispos del mundo católico. En efecto, es de gran necesidad y urgencia cuidar que los progresos de la ciencia y del arte, e incluso de las artes de la industria técnica, que son verdaderos dones de Dios, se orienten a la gloria de Dios, a la salvación de las almas, a la extensión del reino de Jesucristo en la tierra, para que todos, como nos pide la Iglesia, "aprovechemos los bienes temporales para no perder los bienes eternos". Ahora bien, es fácil para todos ver que cuanto más maravillosos han sido los progresos del cine, más perniciosos han sido para la moral y la Religión, e incluso para la honestidad del estado civil.

Preocupación de los propios directores de la industria cinematográfica

7. Los propios directivos de esta industria, en Estados Unidos, lo reconocieron cuando, a este respecto, confesaron su responsabilidad ante los individuos y la sociedad. En marzo de 1930, mediante un acto libre, hecho de común acuerdo, ratificado por sus firmas y promulgado por la prensa, se comprometieron solemnemente a proteger en el futuro la moralidad de los cinéfilos. En virtud de este compromiso, se comprometieron expresamente a no proyectar nunca una película que degradara el sentido moral de los espectadores, que lesionara la ley natural y humana o que mostrara simpatía por su violación.

Frustrado por estos esfuerzos

8. Sin embargo, a pesar de esta prudente determinación tomada espontáneamente, los responsables y los fabricantes de películas no pudieron o no quisieron formalmente someterse a los principios a cuya observancia se habían comprometido. Desde que este compromiso ha sido casi anulado y la exhibición del vicio y el crimen en el cine continúa, todo hombre recto que busca una diversión honesta se ve a menudo obligado a alejarse de estos espectáculos.

El ejemplo de la "Legión de la Decencia" de los Obispos de Estados Unidos

9. En esta gravísima situación, Venerables Hermanos, fuisteis los primeros en estudiar los medios para defender a las almas confiadas a vuestro cuidado contra un peligro inminente; instituisteis la "Legión de la Decencia" como una santa cruzada, fundada para reavivar por fin los ideales de la honestidad moral y cristiana. Lejos de vosotros estaba la idea de perjudicar a la industria del cine; al contrario, más bien la habéis preservado contra las ruinas a las que se exponen las formas recreativas que degeneran en la corrupción del arte.

El apoyo de los católicos

10. Vuestras directivas han suscitado la adhesión pronta y devota de los fieles a los que dirigís. Y millones de católicos en Estados Unidos han suscrito los compromisos de la "Legión de la Decencia", obligándose a no asistir a espectáculos cinematográficos que ofendan la moral cristiana y las reglas de la vida honesta. Podemos decir con inmensa alegría: hemos visto a los vuestros colaborar en tan buena sintonía con los Obispos en la ejecución de este programa, como nunca antes en los últimos tiempos hemos visto una unión más estrecha entre ellos.

El apoyo de los cristianos y otros grupos

11. Y no sólo los hijos de la Iglesia Católica, sino distinguidos protestantes y distinguidos israelitas y muchos otros han aceptado vuestra iniciativa; se han unido a vuestros esfuerzos para dar al cine las normas que corresponden a tan noble arte y moral. Nos reconforta señalar el notable éxito de esta cruzada, pues, como se nos ha dicho, bajo vuestra vigilancia y bajo la presión de la opinión pública el cine ha mostrado progresos en el terreno moral. Los crímenes y los vicios se han reproducido con menos frecuencia que antes; el pecado no ha sido aprobado y aclamado tan abiertamente; ya no se han presentado de manera tan impresionante las falsas normas de vida al espíritu impresionable y fácilmente excitable de la juventud.

Respuesta a las críticas

12. Aunque en ciertos círculos se predijo que el valor artístico del cine se resentiría por las exigencias de la "Legión de la Decencia", parece que ha ocurrido exactamente lo contrario. Pues esta Legión ha dado un fuerte impulso a los esfuerzos realizados para elevar cada vez más el cine a una gran nobleza de nivel artístico, impulsándolo a la producción de obras clásicas y de creaciones originales de inusitado valor.

13. Tampoco los que han invertido su dinero en la industria cinematográfica han sufrido ninguna pérdida, como algunos, sin pruebas suficientes, han afirmado; pues no pocos, que odiaban el cine por ofender la moral, han comenzado a frecuentar de nuevo estos espectáculos, desde que se han proyectado películas con argumentos que no desvirtúan ni la probidad humana ni la moral cristiana.

14. Al principio de vuestra cruzada, Venerables Hermanos, se dijo que estos esfuerzos serían efímeros y sus efectos transitorios, porque al relajar vuestra vigilancia y la de vuestros fieles, los industriales volverían a sus antiguos caminos. Es fácil entender que algunos deseen volver a las producciones equívocas que excitan las bajas pasiones y que vosotros habéis prohibido. Mientras que la producción de figuras realmente artísticas, de escenas humanas y al mismo tiempo virtuosas, requiere esfuerzo intelectual, trabajo, habilidad y también grandes gastos, es relativamente fácil provocar a una determinada categoría de personas y clases sociales con representaciones que excitan las pasiones y despiertan los bajos instintos latentes en el corazón humano.

Perseverar en el esfuerzo iniciado y con éxito

15. Una vigilancia incesante y universal debe convencer a los productores de que la "Legión de la Decencia" no se fundó para tener sólo una corta duración, sino que, bajo los auspicios de los Obispos de los Estados Unidos, se deben salvaguardar las diversiones honestas del pueblo en cualquier momento y bajo cualquier aspecto con toda diligencia.


II. Influencia del cine y la fiscalización

Necesidad de ocio, pero saludable y moral


16. No se puede negar que la recreación corporal y espiritual, en sus múltiples manifestaciones de progreso moderno, se ha hecho necesaria para quienes se cansan en las ocupaciones y cuidados de la vida, pero debe ser digna y, por lo tanto, sana y moral; y debe elevarse al nivel de un factor positivo de sentimientos nobles. Un pueblo que en sus momentos de reposo se entrega a placeres que lesionan el pudor, el honor y la moral, a diversiones que constituyen una ocasión para el pecado, especialmente para los jóvenes, corre el peligro de perder su grandeza y su poder.

La importancia del cine como diversión


17. Es indiscutible que, entre estas diversiones, el cine ha adquirido, en los tiempos modernos, una importancia máxima, porque se ha extendido a todas las naciones. No es necesario hacer constar que millones de personas asisten diariamente a las representaciones del cine; que se abren locales para tales espectáculos en número cada vez mayor en todos los pueblos de alta cultura o sólo medio civilizados; que el cine se ha convertido en la forma más popular de esparcimiento, no sólo para los ricos, sino para todas las clases de la sociedad.

El poder de influencia del cine

18. No hay medio más poderoso hoy en día para ejercer influencia sobre las masas, ya sea por las figuras proyectadas en la pantalla, ya sea por el precio del espectáculo cinematográfico, al alcance del pueblo común y por las circunstancias que lo acompañan.

El poder de la imagen combinado con la música

19. El poder del cine proviene del hecho de que habla a través de la imagen, que la inteligencia recibe con alegría y sin esfuerzo, aunque sea un alma tosca y primitiva, carente de la capacidad o al menos del deseo de hacer el esfuerzo de abstracción y deducción que acompaña al razonamiento. La lectura y la escucha requieren siempre una atención y un esfuerzo mental que, en el espectáculo cinematográfico, se sustituye por el placer continuo que resulta de la sucesión de figuras concretas. En el cine hablado, este poder actúa con una fuerza aún mayor, porque la interpretación de los hechos se hace muy fácil y la música añade un nuevo encanto a la acción dramática. Si a los intermedios se añaden bailes y espectáculos de variedades, las pasiones se despiertan hasta el grado más peligroso, y aumentan vertiginosamente.

El cine como lección de cosas

20. La cinematografía es realmente una lección para la mayoría de la gente, una lección que instruye más eficazmente en el bien y el mal que el razonamiento abstracto. Es necesario, pues, que el cine, poniéndose a la altura de la conciencia cristiana, sirva para difundir sus ideales y deje de ser un medio de depravación y desmoralización.

El daño de las malas películas

21. Es sabido que las malas películas hacen un enorme daño al alma. Al glorificar el vicio y las pasiones, son ocasiones de pecado; desvían a la juventud del camino de la virtud; revelan la vida a través de un falso prisma; oscurecen y debilitan el ideal de perfección; destruyen el amor puro, el respeto debido al matrimonio, las relaciones íntimas de la convivencia doméstica. Incluso pueden crear prejuicios entre los individuos, malentendidos entre las distintas clases sociales, entre las diferentes razas y naciones.

Las buenas películas y sus frutos

22. Las buenas obras de teatro pueden, por el contrario, ejercer una profunda influencia moralizadora sobre sus espectadores. Además de entretener, pueden despertar una profunda influencia para los nobles ideales de la vida, dar nociones preciosas, impartir un amplio conocimiento de la historia y de las bellezas del propio país, presentar la verdad y la virtud bajo un aspecto atractivo, crear y fomentar, entre las diversas clases de una ciudad, entre las razas y entre las diversas familias, el conocimiento y el amor recíprocos, abrazar la causa de la justicia, atraer a todos a la virtud y ayudar a la nueva y más justa constitución de la sociedad humana.

Aspectos que aclaran el poder de las películas:

a) se muestra a grandes grupos

23. Estas observaciones nuestras son tanto más graves cuanto que una película no se proyecta a personas separadas, sino a grandes reuniones, y ello en condiciones de lugar y de tiempo que pueden conducir a un entusiasmo depravado, así como a un ardor óptimo; entusiasmo que puede llegar a una conciliación loca y general, que por experiencia conocemos tan bien.

b) En salas semioscuras

24. Las figuras cinematográficas se muestran a personas sentadas en la penumbra y cuyas facultades mentales, e incluso las fuerzas espirituales, suelen estar fuera de control. No hay que ir muy lejos para encontrar estas salas; generalmente están junto a las casas, las Iglesias y las escuelas, llevando así al cine al medio de la vida y su influencia es de suma importancia.

c) la seducción de actores y actrices

25. Las distintas escenas del cine están representadas por hombres y mujeres elegidos según el criterio del arte y un conjunto de cualidades naturales, y que se exhiben con un aparato tan deslumbrante que a veces se convierte en motivo de seducción, especialmente para los jóvenes. El cine sigue teniendo a su servicio la música, las salas lujosas, el realismo vigoroso, todas las formas de extravagancia caprichosa. Por ello, su encanto ejerce una atracción especial sobre los niños y los adolescentes. Es precisamente en esa edad en la que se está formando el sentido moral, en la que se desarrollan las nociones y los sentimientos de justicia y rectitud, de deberes y obligaciones, del ideal de vida, cuando el cine toma una posición predominante.

De hecho, generalmente está al servicio del mal

26. Y, por desgracia, en el estado actual de las cosas, es generalmente para mal que el cine ejerce su influencia. Cuando pensamos en la ruina de tantas almas, sobre todo de jóvenes y niños, cuya integridad y castidad peligran en las salas de cine, nos viene a la mente la terrible sentencia de Nuestro Señor contra los que corrompen a los pequeños: "Y cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgaran al cuello una piedra de molino, como la que gira un asno, y que lo arrojaran al fondo del mar" (Mt 18,6). Es una de las necesidades supremas de nuestro tiempo vigilar y trabajar duro para que el cine no sea una escuela de corrupción, sino que se transforme en un precioso instrumento de educación y elevación moral.

La preocupación de los gobiernos

27. Aquí recordamos con viva satisfacción que ciertos gobiernos, preocupados por la influencia del cine en la esfera moral y educativa, han creado, a través de probables y honestas personas, principalmente padres y madres de familia, comisiones especiales de censura, así como agencias indicadoras de la producción cinematográfica, dirigiendo su inspiración hacia las obras nacionales de sus grandes poetas y escritores.

Que los Obispos y los Católicos de otros países sigan el ejemplo

28. Así pues, si es muy deseable, Venerables Hermanos, que ejerzáis una vigilancia especial sobre la industria cinematográfica en vuestro propio país, la cual, por su vigoroso desarrollo, ejerce gran influencia en otras partes del mundo, es también deber de los Obispos de todo el mundo católico unirse en la supervisión de esta forma universal y poderosa de entretenimiento y enseñanza, y en hacer de la prohibición de las malas películas un motivo para prohibir las ofensas al sentimiento religioso y moral y todo lo que es contrario al espíritu cristiano y sus principios éticos, y en combatir incansablemente todo lo que contribuye a debilitar o extinguir en el pueblo el sentido de la decencia y el honor. Es un deber que incumbe no sólo a los Obispos, sino a todos los Católicos y hombres honestos que aman la dignidad y la salud moral de la familia, de la nación y de la sociedad humana en general.


III. Vigilancia y censura

Dura vigilancia de la producción cinematográfica


29. ¿En qué consiste esta vigilancia, por el momento? El problema de la producción de películas morales quedaría radical y felizmente resuelto si fuera posible obtener una producción cinematográfica inspirada completamente en los principios de la moral cristiana. Por ello, no nos cansaremos de alabar a quienes se han consagrado y se consagrarán al noble propósito de elevar el medio cinematográfico a la función de la educación humana y a las exigencias de la conciencia cristiana. Que lo hagan con la competencia de los técnicos y no de los simples diletantes, para evitar el derroche de dinero y energía.

La necesidad de ver las películas en la pantalla

30. Sin embargo, como bien sabemos, es muy difícil organizar una industria de este tipo, sobre todo por razones financieras, y como, por otra parte, es necesario ejercer una influencia sobre todas las películas, para que no se produzca una acción perjudicial con respecto a la Religión, la moral y la sociedad civil, es necesario que los pastores de almas se interesen por las películas que ahora están al alcance del pueblo cristiano.

Llamamiento a los directores, autores y actores Católicos

31. En cuanto a la industria cinematográfica, exhortamos encarecidamente a los Obispos de todos los países productores, y especialmente a vosotros, Venerables Hermanos, a que hagáis un llamamiento a todos los Católicos que de alguna manera participan en esta industria. Deben pensar seriamente en sus deberes y en las responsabilidades que tienen como hijos de la Iglesia; deben emplear sus esfuerzos en reproducir en las películas que producen, o que ayudan a producir, principios sólidos y morales. El número de Católicos que son directores, autores y actores de cine no es pequeño y, por desgracia, su influencia en la realización de películas no siempre ha sido acorde con su fe y sus ideas. Será deber de los Obispos animarles a que su profesión esté de acuerdo con la conciencia de los hombres respetables y discípulos de Jesucristo. Aquí, como en todos los campos del apostolado, los pastores de almas encontrarán seguramente excelentes colaboradores en los militantes de la Acción Católica.

Los deberes de los Obispos

32. Los Obispos harán bien en recordar de vez en cuando a la industria cinematográfica que entre las preocupaciones de su ministerio pastoral está el deber de interesarse por todas las formas de entretenimiento sano y honesto, ya que son responsables ante Dios de la moralidad de las personas confiadas a su cuidado, incluso mientras se divierten. El Sagrado Ministerio que ejercen les obliga a decir clara y abiertamente que la diversión impura destruye las fibras morales de una nación. Lo que le piden no sólo concierne a los Católicos, sino a todo el público que frecuenta el cine. Vosotros en particular, Venerables Hermanos, podéis tratar de obtener este objetivo de los productores de películas, recordando que ellos se han comprometido libremente en los Estados Unidos a asumir la grave responsabilidad que tienen ante la sociedad.

33. Sin embargo, los Obispos de todo el mundo deberían esforzarse por iluminar a la industria cinematográfica, haciéndole comprender que una fuerza tan poderosa y universal puede ser dirigida útilmente hacia un fin muy elevado, es decir, la mejora individual y social de la humanidad. Y no se trata sólo de evitar el mal. Las películas no sólo deben ocupar las horas libres del ocio, sino que pueden y deben, por su magnífico poder, ilustrar las mentes de los espectadores y dirigirlas positivamente hacia todas las virtudes.

Indicaciones prácticas:

1. El compromiso anual de los católicos

34. Dada la importancia del asunto, hemos creído oportuno extraer algunas indicaciones prácticas. En primer lugar, todos los pastores de almas deberían esforzarse por obtener de los fieles Católicos de los Estados Unidos de América, el compromiso anual de abstenerse de películas que ofendan la verdad y las instituciones cristianas. Este compromiso puede obtenerse más eficazmente a través de la Iglesia parroquial o de las escuelas; y para ello, los Obispos pedirán la colaboración diligente de los padres y madres de familia, que tienen graves deberes y responsabilidades en esta materia. También pueden valerse de la prensa Católica, que mostrará con diligencia y provecho la importancia de esta santa cruzada.

2. Boletines periódicos con la clasificación de las películas

35. El cumplimiento de esta solemne promesa requiere que el pueblo sepa claramente qué películas están permitidas a todos, qué películas están permitidas con reservas, qué películas son perjudiciales o positivamente malas. Esto requiere la elaboración de listas y su publicación periódica, en forma de boletines, en los que, de un vistazo, se clasifican las películas de forma accesible para todos.

36. Uno desearía que se pudiera formar una lista para todo el mundo, porque la misma ley moral está en vigor para todos. Pero como estas publicaciones interesan a todas las ramas de la sociedad, a los sabios y a los ignorantes, a los pueblos y a los gobiernos, el juicio sobre una película no puede ser el mismo en todas partes. De hecho, las circunstancias y los modos de vida varían en todos los países: por lo tanto, no sería práctico elaborar una lista única para todo el mundo. Si cada nación dispone de una lista con la clasificación de las películas, tal y como se ha indicado anteriormente, en principio, se habrá conseguido la dirección deseada.

3. Creación de consejos nacionales y sus funciones:

Producción y clasificación de películas

37. Para ello, es indispensable que los obispos creen una Junta Nacional de Revisión permanente en cada país para promover la producción de buenas películas, clasificar las demás y dar a conocer el juicio al clero y a los fieles. Una Junta de este tipo sería muy provechosa para los organismos centrales de la Acción Católica, que, como es sabido, dependen inmediatamente de los Obispos. Esta obra revisora, para producir sus efectos de forma infalible y ordenada, debe representar en cada nación una unidad y ser administrada de forma centralizada.

38. Naturalmente, por razones de prudencia, los Obispos en sus respectivas Diócesis, a través de sus Comisiones Diocesanas, podrán aplicar criterios más estrictos a la lista nacional formada por normas más generales, según las condiciones de su región, incluso vetando películas ya admitidas en la lista general, por la razón de tener que establecer normas válidas para toda la nación.

Organización y coordinación de cines

39. Esta junta también debe tener la tarea de organizar las salas de cine existentes en las Parroquias y Asociaciones Católicas de tal manera que se garantice a estas salas películas seleccionadas. Gracias a la organización de estos cines que se convierten en buenos clientes para la industria cinematográfica, se puede lograr que esta industria produzca películas que correspondan completamente a nuestros principios, películas que luego serán suministradas no sólo a los cines Católicos, sino también a todos los demás.

40. Comprendemos que la institución de dicha Junta requiere de los fieles no pocos sacrificios y gastos. Pero la importancia del cine y la necesidad de proteger la pureza de las costumbres del pueblo cristiano y la moral de toda la nación, exigen absolutamente ese gasto y trabajo. La poderosa eficacia de nuestras escuelas, de nuestras asociaciones de Acción Católica y hasta del sagrado ministerio se ve disminuida y en peligro por el azote de los malos cines, que son tan perjudiciales.

La estructuración de las Juntas Nacionales

41. La Junta debe estar compuesta por personas conocedoras de la técnica cinematográfica y bien fundamentadas en los principios morales de la Doctrina Católica; estas personas deben ser dirigidas por un Sacerdote elegido por el Obispo. Un acuerdo adecuado o un intercambio de información entre los centros de los distintos países podría hacer más eficaz y armoniosa la labor de revisión de las películas, teniendo en cuenta las diferentes condiciones y circunstancias. Sólo así será posible lograr, con la ayuda de los escritores Católicos, esta admirable unidad de sentimiento, de juicio y de acción.

La comprensión y el apoyo de los Obispos

42. Los centros deberían inspirarse oportunamente no sólo en las experiencias ya adquiridas por los Estados Unidos, sino también en el trabajo realizado por los Católicos de todo el mundo. Si los miembros componentes de estos diversos centros cayeran en el error, incluso con la mejor intención, como ocurre en todo lo humano, los Obispos, con su prudencia pastoral, se esforzarán por rectificar estos errores y, al mismo tiempo, por sostener en lo posible la autoridad y la estima de estos centros, reforzándolos con otros miembros de la autoridad o sustituyendo a los que se muestren incapaces.

El fruto de la vigilancia de los Obispos

43. Si los Obispos del mundo aceptan la responsabilidad de ejercer esta onerosa vigilancia sobre el cine, cosa que no dudamos, pues conocemos su celo pastoral, podrán realizar una gran labor de protección de la moral del pueblo en los tiempos de descanso. Al hacerlo, contarán con la aprobación y la cooperación de todas las mentes bien formadas, tanto Católicas como no Católicas; contribuirán al progreso de esta gran potencia internacional que es el cine, con la elevada intención de promover el mejor ideal y las reglas de una vida más santa.

La bendición apostólica

44. Para dar mayor fuerza a estos deseos que brotan de Nuestro corazón paternal, imploramos la ayuda de la gracia divina, en prenda de la cual os impartimos a vosotros, Venerables Hermanos, a vuestro clero y al pueblo confiado a vuestros cuidados, la Bendición Apostólica.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el 29 de junio, fiesta de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, del año 1936, decimoquinto de Nuestro Pontificado.


PIO XI


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