Milagros y Juan Martín Borquez adoptaron un bulldog francés, Lolo, apenas se casaron. Dos años después, con la llegada del primer bebé de la pareja, Santino, todo cambió. “Lolo estaba ansioso, estresado, se lamía las patas hasta lastimarse, arañaba las paredes y mordía los muebles. Pensaba que era porque estaba celoso y que se le iba a pasar. Pero la situación se puso cada vez peor, al punto de que no nos dejaba dormir por los ladridos, y cuando salíamos de casa, al volver, había destrozado algo. Estuvimos a punto de regalarlo, pero nos sentíamos muy mal”, cuenta Milagros, de 37 años, contadora.
Perros que ladran incansablemente o se lamen sin parar alguna parte del cuerpo. Gatos que pelean, rompen objetos u orinan en lugares inadecuados. O la infructuosa manía canina de perseguirse la cola. Si tu mascota muestra alguno de estos signos, ¿pensaste que tal vez podría tener un trastorno de conducta? “Nunca lo hubiera imaginado”, admite Milagros. Sin embargo, después de una consulta con un veterinario etólogo (especialistas en comportamiento animal) descubrió que su mascota tenía un trastorno de ansiedad.
Agresión y ansiedad
Estrés, ansiedad, depresión, trastornos obsesivos compulsivos y fobias no son patologías exclusivas de seres humanos. Cada vez se diagnostican más casos en perros y gatos, coinciden dos veterninarios consultados para esta nota, el etólogo Nicolás Carmona, y la homeópata Georgina Machado, experta en comportamiento animal.
Aunque no hay estadísticas sobre el tema, se estima que la mitad de los dueños de mascotas ha tenido al menos un problema de comportamiento con sus animales. Un número bastante alto si tenemos en cuenta que el 66% de los argentinos tiene uno o más animales domésticos.
En perros lo más común, en este orden, es la agresión, la ansiedad por separación y la destrucción. En gatos, los problemas de eliminación (es decir, orinan o defecan fuera de su caja), la agresividad y los trastornos compulsivos.
Carmona sostiene que el aumento de trastornos de comportamiento animal está directamente relacionado con la creciente humanización de las mascotas. No obstante, cree que el fenómeno es multifactorial: “por un lado, vemos un mal manejo del animal por parte de los propietarios: no saben cómo comunicarse con sus mascotas. Por otra parte, falta prevención; no llegan a cubrir las necesidades del perro o del gato”.
De todas formas, según el experto, hay que diferenciar los problemas conductuales. “Hay cosas que son normales, pero que se convierten en alteraciones cuando se intensifican. El ladrido, por ejemplo, es una conducta normal. Puede ser una patología cuando se prolonga la frecuencia y el tiempo. Si el perro no para de ladrar durante una hora cada vez que el dueño se va, sufre síndrome de ansiedad por separación”, puntualiza. “Lo normal sería aceptar que el dueño se va”, añade el veterinario y adiestrador.
La agresividad es una forma de comunicación del perro. Pero hay un límite. “Hay canes que ya no son cachorros y presentan falta de control de la mordida. O perros a los que se les da órdenes y no obedecen, y se ponen muy agresivos”, advierte. Recuerda un caso que debió atender de un ovejero alemán: “el perro había dejado afuera a su dueña y no quería que entrara a la casa. El propietario me vino a buscar para que lo ayude. El animal no tenía límites y había desarrollado una importante agresividad”.
Tratamiento
¿Cómo se tratan estos casos? Después del diagnóstico se pueden elegir o combinar distintos tipos de tratamientos, que van desde la medicación, cirugías como la castración o adiestramiento especializado. Lo ideal es que los dueños cambien la forma de relacionarse con el animal.
“Muchas de estas cosas se pueden prevenir y los veterinarios tienen un papel muy importante en esto. Así como los pediatras hablan con los papas de los bebés sobre las necesidades que estos tienen, los veterinarios también deben aconsejar a los propietarios”, destaca Carmona.
La Gaceta
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