domingo, 11 de febrero de 2018

QUÉ ES LA INFLAMACIÓN Y CUÁL ES SU PAPEL EN EL SISTEMA NERVIOSO


La inflamación engloba a un conjunto de procesos que involucran al sistema inmunitario, siendo especialmente importante en enfermedades del sistema nervioso.


Por Diego J. Pereira

Toda aquella afección que culmine con el sufijo “itis” (meningitis, encefalitis, cistitis o gastritis) están caracterizadas por un fenómeno común: la inflamación.

Este engloba un conjunto de procesos muy complejos y que varían de acuerdo al tejido involucrado, pero en todos los casos se comparten pasos esenciales que son los que realmente producen una respuesta inmunitaria eficaz. Es sobre este fenómeno y su papel en el tejido nervioso sobre lo que hablaremos a continuación.


¿CÓMO FUNCIONA EL SISTEMA INMUNITARIO?


Para entender este concepto es necesario comprender la función que cumple el sistema inmunitario dentro del organismo. Este es aquel que se encarga de la defensa contra cualquier agente extraño u ofensivo que se encuentre dentro del cuerpo, y para lograr tal fin se vale de una serie de mecanismos.

A diferencia de otros sistemas (como el nervioso o el gastrointestinal), el sistema inmunitario funciona mayoritariamente en base a células (como linfocitos, macrófagos y neutrófilos) y algunas moléculas (como los anticuerpos) que se encuentran dispersas por todo el organismo, a pesar de poder encontrarse localizados en órganos sólidos, como el bazo o el timo en los niños.

Todos estos elementos interactúan mediante señales moleculares complejas para lograr una única misión: detectar y eliminar cualquier agente extraño o lesivo que se encuentre en el organismo.

Esto es lo que sucede cuando microorganismos como bacterias penetran dentro del cuerpo, activando todo este conjunto de células para lograr su eliminación rápida.

Sin embargo, este concepto no queda únicamente limitado a las infecciones. Las lesiones mecánicas también son una forma de lesión extraña para el organismo, por lo que las células del sistema inmunitario también se van a activar en respuesta a los traumatismos.

Cualquier cortada en la piel o golpe en el cuerpo desarrolla una respuesta inmunitaria gracias a la presencia de células en los tejidos más superficiales, como los macrófagos residentes en la epidermis (la capa más superficial de la piel).

Entendiendo esto, todo este tipo de lesiones en el organismo desarrollan una respuesta inmunitaria que, si cumple con una serie de características fácilmente evaluables, pueden ser llamadas en conjunto con un solo nombre. Y este es, de hecho, inflamación.


¿QUÉ ES REALMENTE LA INFLAMACIÓN?

Es un nombre genérico que engloba una respuesta inmunitaria común y corriente que cumple cuatro características distintas: enrojecimiento, calor, tumefacción y dolor. Si se han cumplido estos requisitos, se puede decir que existe inflamación en un determinado tejido.

Estos efectos tienen una explicación simple y puede ejemplificarse fácilmente recordando el ejemplo de los traumatismos.

El hecho de ejercer una fuerza mecánica lo suficientemente considerable como para perturbar el microambiente existente en la piel, basta para activar las células del sistema inmunitario que se encuentran viviendo en este tejido.

De esta manera pueden activarse, entre otras células, los mastocitos y los macrófagos. Son estos los principales iniciadores de una respuesta inmunitaria que llevará finalmente a la generación de inflamación.

Como el traumatismo es lo suficientemente nocivo para considerarse un peligro para el organismo, estas células se activan y liberan una serie de sustancias que permiten “reclutar” más células del sistema inmunitario para que acudan al sitio en cuestión y “colaboren” con eliminar el agente nocivo.



Estas sustancias llamadas quimiocinas son liberadas a los vasos sanguíneos, siendo captadas por el resto de las células que se encuentran circulando por la sangre.

Cuando estas las captan, son activadas (mediante un proceso muy parecido con el que se activaron las células en la piel), favoreciendo la liberación de más sustancias que permiten atraer muchas más células.

En muy poco tiempo se logran reunir miles de células distintas que acudieron al sitio del traumatismo para poder colaborar en eliminar el agente patógeno.

Sin embargo, para que estas células puedan entrar dentro de la piel necesitan adherirse firmemente a este tejido, para facilitar su ingreso.

Es así como, mediante una serie de estímulos, los vasos sanguíneos se abren o “dilatan” para permitir el ingreso de más células dentro de la piel. Este proceso se denomina vasodilatación.

Luego de esto, las células pueden entrar cómodamente al tejido y desarrollar una respuesta inmunitaria agresiva.

Cabe destacar que en el caso de los traumatismos cerrados (es decir, aquellos en los que no hay heridas visibles en la piel) la respuesta inmunitaria es simplemente refleja, ya que no ha entrado ningún microorganismo ni se ha producido una lesión en la piel que requiera reparación.

Esta “respuesta inmunitaria agresiva” involucra la liberación de más sustancias (generalmente proteínas) a nivel local, con el objetivo de “destruir” todo agente extraño que pueda encontrarse en el medio que las rodean.

Luego de un determinado tiempo, si no existen más estímulos que activen a las células inmunitarias, se revierte el efecto: se dejan de secretar quimiocinas y se termina de reclutar las células, por lo que todas vuelven a su lugar de origen a través de la circulación.

Una vez entendido esto cabe preguntar cómo se producen todos los efectos que se mencionaron anteriormente para definir la inflamación.

El enrojecimiento es producto de la vasodilatación. Como aumenta el diámetro de los vasos sanguíneos, aumenta la cantidad de sangre que circula por ellos. Es así como la piel se enrojece temporalmente, por el aumento de sangre a nivel superficial.

El calor es consecuencia del punto anterior, debido a la alta temperatura de la sangre.

La tumefacción es producto del reclutamiento de células inmunitarias. Estas, al ser tantas, provocan la formación de una masa que se resuelve cuando termina el estímulo nocivo. De hecho, esta es la base para la realización de una de las pruebas cutáneas diagnósticas de la tuberculosis (llamada PPD).

El dolor es producto de la estimulación de las fibras nerviosas del tejido afectado gracias a la liberación de las sustancias irritativas de las células del sistema inmunitario.


¿QUÉ OTROS EJEMPLOS HAY DE INFLAMACIÓN EN EL ORGANISMO?



Evidentemente la explicación anterior es la más didáctica porque, al localizarse en la piel, es posible analizarlo fácilmente. Sin embargo, la inflamación puede suceder en cualquier lugar del cuerpo, y es más común en los órganos internos.

Por ejemplo, la entrada de un microorganismo por cualquier vía (heridas cutáneas, vías urinarias o aparato respiratorio) desencadena una respuesta inmunitaria inflamatoria exactamente igual a la anteriormente explicada. Lo único que varía es el estímulo inicial.

En este caso en particular, la presencia de bacterias en la vejiga (por ejemplo), desencadena una respuesta porque las células del sistema inmunitario (como los neutrófilos) que se encuentran en el tejido reconocen dichas bacterias como extrañas y desencadenan una respuesta inmunitaria a nivel local. Es así como, gracias a todos los pasos antes mencionados, se produce la inflamación de la vejiga o cistitis.

El mismo ejemplo es aplicable a otros órganos. Si el agente infeccioso llega al estómago provoca inflamación (gastritis), lo mismo que las meninges (meningitis) y el encéfalo (encefalitis).

La última consideración a tener en cuenta es que, cuando la inflamación sucede en órganos internos, no siempre son visibles los criterios antes mencionados, a pesar de que realmente sí están sucediendo. Jamás se verá el enrojecimiento, la tumefacción o se sentirá calor, aunque muchas veces puede sentirse dolor.


¿QUÉ SIGNIFICA INFLAMACIÓN AGUDA Y CRÓNICA?
La principal diferencia es el tiempo de evolución. La inflamación aguda ocurre de manera abrupta y rápida, mientras que la crónica es constante en el tiempo porque el estímulo causante también persiste.


¿CUÁL ES EL PAPEL DE LA INFLAMACIÓN EN EL SISTEMA NERVIOSO?



El sistema nervioso carece de capacidad de regeneración. Es por eso que los daños en este sistema son generalmente permanentes.

Las respuestas inflamatorias muchas veces son tan agresivas que pueden dejar secuelas dentro del tejido (por la abundante liberación de sustancias tóxicas para eliminar agentes extraños). Es por eso que el tejido nervioso limita mucho el ingreso de células inmunitarias provenientes de la sangre, ya que esto podría dañar las neuronas.

Esta característica que le otorga protección al tejido hace que sea considerado como uno de los “tejidos con privilegio inmunitario”. Entre ellos también están el ojo, el testículo, la placenta y el feto.

Simplemente son órganos que, para evitar respuestas inmunitarias exageradas ante cualquier estimulo nocivo, limitan la entrada de células inflamatorias provenientes de la sangre.

En todo caso, el sistema nervioso cuenta con un conjunto de células especializadas para cumplir la función inflamatoria dentro del mismo tejido. Esto se denomina microglía (otro nombre con el que conocen a los macrófagos) y es la parte del sistema encargada de defender a las neuronas de agresiones externas.

Los casos más representativos de inflamación en el sistema nervioso son consecuencia de infecciones. Es así como se producen las meningitis, encefalitis y ventriculitis, por mencionar algunos ejemplos.

El otro gran polo de enfermedades que pueden causar inflamación por causas internas son las enfermedades autoinmunitarias. Si se aplican al sistema nervioso, destaca la esclerosis múltiple como un ejemplo claro.

En este caso se produce una respuesta inflamatoria (que cumple con todos los pasos antes mencionados) cuyo estímulo inicial es el reconocimiento de la mielina, una capa que cubre los nervios, como un agente desconocido. Es decir, las células inmunitarias piensan que la mielina es exactamente igual que una bacteria, por mencionar un ejempl
o.

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