“Es algo feo cuando uno ve a un cristiano que no quiere rebajarse, que no quiere servir, a un cristiano que desfila por todas partes. Es terrible, ¿no? Esa persona no es cristiana: ¡es pagana! El cristiano sirve (y) se baja a sí mismo”, dijo el papa el 18 de diciembre en la Plaza de San Pedro.
Por Kerri Lenartowick
Al acercarse la Navidad, el papa Francisco se centró en el gran "regalo" de Dios al enviar a su hijo, que vino humildemente cuando era un bebé en Belén.
“En Navidad, Dios se revela a sí mismo no como alguien que está por encima y que domina el universo, sino como el que se baja a sí mismo”, explicó el pontífice.
“Dios se baja a sí mismo, bajando a la tierra como pequeño y pobre, demostrando que para ser similares a él no debemos colocarnos por encima de los demás, sino rebajarnos, ponernos en servicio, hacernos pequeños con los pequeños, pobres con los pobres”.
“La encarnación de Dios hecho hombre”, dijo el papa Francisco, “debe ser un modelo para cada cristiano”.
“Debemos hacer que nuestros hermanos y hermanas nunca se sientan solos. Nuestra presencia en solidaridad a su lado se expresa no solo con palabras sino con la elocuencia de los gestos de que Dios está cerca de todos”.
Además, “Dios no esperaba ni exigía la perfección”. “La presencia de Dios en medio de la humanidad no se lleva a cabo en un mundo ideal e idílico, sino en este mundo real, marcado por muchas cosas buenas y malas, marcado por la división, la crueldad, la pobreza, el abuso y la guerra”, señaló el papa.
Sin embargo, “eligió vivir nuestra historia tal como es, con todo el peso de sus limitaciones y dramas. Al hacerlo, demostró de manera incomparable sus inclinaciones misericordiosas y su amor desbordante hacia sus criaturas humanas”.
“Jesús es Dios con nosotros”, enfatizó el pontífice, haciendo que las multitudes repitan con él, “Jesús es Dios con nosotros”.
Catholic News Agency
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