domingo, 29 de marzo de 2009

COMPARTIENDO EL EVANGELIO: LA GLORIFICACIÓN DE JESÚS


Por eso, ¡cuidado, no escandalicemos a nadie! ¡Cuidado, no separemos a nadie! ¡Cuidado, no dividamos a nadie!

Reflexión de Mons. Rubén Oscar Frassia


Domingo 29 de marzo de 2009

5º domingo de Cuaresma

Evangelio según San Juan 12, 20-32 (Ciclo B)


Evangelio: la glorificación de Jesús


Relata San Juan que los griegos que fueron a Jerusalén querían ver a Jesús; “queremos conocerlo” decían. ¡Muchos quieren conocer a Jesús! ¿Y nosotros? Los que estamos más adentro, más cerca, tenemos la tarea de hacer conocer a Jesús.

Pero, ¿saben una cosa?, “nadie da lo que no tiene”. Si nosotros creemos, lo damos a conocer. Pero si nosotros estando y no creemos, no lo damos a conocer. En la liturgia siempre le pedimos a Dios que, como Iglesia, mostremos el rostro de Cristo, el rostro del Padre. Y como Iglesia también tenemos una tarea, una misión que cumplir: de testimoniarlo, de hacerlo más creíble, de hacer más creíble a la Iglesia.

Por eso, ¡cuidado, no escandalicemos a nadie! ¡Cuidado, no separemos a nadie! ¡Cuidado, no dividamos a nadie!

A nosotros, en nuestra condición de mortales y de pecadores, como Cristo va a ser glorificado y se va a entregar en el sacrificio de la cruz por amor a nosotros, se nos pide ser como el trigo: el grano de trigo que cae en la tierra si no muere no produce frutos. También nosotros tenemos que hacer un sacrificio, tenemos que morir a algo.

¡No tengan miedo a las palabras!

Sacrificio: hay que vivir en un sacrificio.

Muerte: hay que morir a algunas cosas que, en primer lugar, nos deshumanizan; en segundo lugar, nos hacen vivir con máscaras; en tercer lugar, nos hacen vivir en la injusticia; en cuarto lugar, nos quitan brillo, alegría y paz.

Hay que morir al pecado para vivir en la amistad profunda con Dios. Hay que morir a la esclavitud del pecado: aquello que te ata, que te asfixia, que te hace ciego, que te va limitando, ¡hay que morir a eso para vivir más libremente, más personalmente!

Cristo sabe todo, asumió, se entregó. Dice “¿qué voy a decir, Padre líbrame de esta hora?, si vine para esto. ¡Padre, glorifica tu Nombre!”, y se entrega.

Vamos a pedir al Señor, mirando al crucificado, mirando a Aquél que nos amó tanto y se entregó por nosotros, que nuestra vida no sea en vano; que este motivo de amor de Dios también nos de motivo y sentido para seguir entregándonos; y que imitemos a Jesús; que sigamos a Jesús, que seamos fieles a Jesús en nuestros hermanos.

Acordémonos “nadie da lo que no tiene” y el amor nos lleva a una vida de entrega. Tenemos que vivir en esta fe, pedir y dar gracias al Señor por todo lo que hace por nosotros; y por todo lo que nos participa para que se lo podamos entregar a Dios.

Nuestra vida se tiene que dar entera, no por mitades.

Como Dios, que no se dio mitades, se dio por entero.

No vivamos en la ambigüedad.

No vivamos en la mentira.

No vivamos “a medias”.

¡Vivamos en totalidad y por entero!

¡Por Cristo, por amor a Cristo, por amor a la Iglesia y por amor a nuestros hermanos!

Les deseo una buena Semana Santa y que el Señor los bendiga a todos: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.


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