jueves, 4 de diciembre de 2008

PADRES CON AUTORIDAD, NO AUTORITARIOS

Hacemos una entrevista a Nora Edel Duprat, a quien siempre admiré cómo educó a sus hijos, y ahora a sus nietos. Le hacemos las preguntas que el Diario La Nación le hizo a Sergio Sinay, importante psicólogo argentino. Confrontamos las respuestas de Nora.
Por el P. Leonardo Belderrain

Dos visiones a tener en cuenta.

¿Cómo ve la educación que dan los padres a los hijos de hoy?

Dice Sinay
La "falta de tiempo", la presunta "ingobernabilidad" de los chicos y jóvenes, la caprichosa creencia de que ellos "son más inteligentes de lo que éramos nosotros", la resignación a que "hoy el mundo es así", figuran entre las muchas excusas que cubren lo que es lisa y llanamente el abandono de una responsabilidad adquirida por propia decisión.
Nadie está obligado a ser padre ni a ser funcionario. Por lo tanto, si eligió serlo (y hay muchas maneras de elegir, incluso algunas que no lo parecen), el deber moral esencial consiste en marcar límites que ayuden a crecer y a madurar, en transmitir valores con la presencia y la conducta (no por medio del discurso pomposo y vacío), en sostener convicciones con las acciones, en disponer de tiempo, en abandonar el clientelismo político y la demagogia paterno-materna con la que se quiere, en vano, ser "ídolo" de los chicos, los mismos chicos a los que, en la práctica, se deja huérfanos aunque se los mande a los mejores colegios, se les compren los celulares más caros y se les levanten los aplazos y sanciones.
Dice Nora
Estoy totalmente de acuerdo con Sergio Sinay.
Puedo agregar que hay algunos principios que son irrenunciables, en las actitudes que debemos adoptar con nuestros hijos.
1) Predicar con el ejemplo. No prediquemos o pretendamos una cosa, y hagamos lo contrario.
2) El hogar no debe ser una democracia. No puede serlo, porque ello implicaría igualdad de responsabilidades y obligaciones, además de igualdad de derechos, y obviamente eso es absurdo e indeseable.
3) Decir SI siempre que sea posible, aunque nos cueste alguna molestia o sacrificio. Pero decir que NO cuando haya que hacerlo. Con firmeza, sin arrebatos ni claudicaciones.
Explicar claramente el por qué de ese NO. Y si igual no quieren entender razones (porque las entienden aún cuando sigan insistiendo), mantener el No sin aflojar. A veces sirve preguntarles qué harían si los roles fueran al revés. Ellos deben saber que el NO, poner límites, es un acto de amor, y que es mucho más difícil, que decir SI para sacarse el tema de encima.
4) Retarlos cuando hacen lo que no deben, explicándoles la razón por la cual es indebido, si no es que lo saben tanto como nosotros. Pero también ponderarlos cuando hacen algo bien. Decirles que estamos orgullosos de lo que hicieron. Enseñarles a autovalorarse, que pueden lograr todo lo que deseen, si hacen lo necesario para eso, por mucho que les cueste.
5) Establecer claramente la diferencia entre lo que se ES y lo que se HACE. Todos hicimos o hacemos macanas, y más de una vez. Pero eso no nos convierte en malos. Es algo del momento, que debemos corregir y aceptar con responsabilidad lo que hicimos. Mostrarles sus defectos y errores, y ayudarlos a corregirlos. Reconocer los nuestros. Admitir que también los grandes nos equivocamos.
6) Decirles que podemos enseñarles por nuestra experiencia, pero que también podemos aprender de ellos.
7) Jamás cargarlos con sentimientos de culpa, y menos aún hacia nosotros por haberlos tenido. Que sientan que la paternidad es un don, un regalo, que son lo mejor y más valioso que tenemos, aunque ello implique sacrificios. Y esos sacrificios son nuestra obligación. Ellos no pidieron nacer.
8) Enseñarles que la felicidad se gana, y a pulmón. No viene como un don ni es un derecho adquirido. Lo es darles la oportunidad, pero cada uno se la construye, todos los días, y se los ayuda enseñándoles cada pedacito de placer y de belleza en las cosas más simples.
9) Ser grande no significa hacer lo que uno quiere. Significa hacer lo que se debe, sin alguien al lado que nos lo recuerde. Es responsabilidad. Que disfruten y valoren la niñez. Que encuentren placeres sin necesidad de objetos externos, generalmente costosos. Evitar, en lo imposible, que se masifiquen. Que sepan que ser distinto no es ser menos, ni ser más. Enseñarles a desarrollar gustos y opiniones personales. Seguir un poco la moda, no ser esclavos de ella ni de la opinión de los demás.
10) Desterrar del vocabulario familiar las palabras FRACASO, IMPOSIBLE, ODIO y MIEDO.
El fracaso es una estupidez. Si algo sale mal, se hace de nuevo, y cada vez mejor hasta que salga como se debe. Y aprender de los errores, propios, y ajenos si se es capaz.
Hay muy pocas cosa imposibles. Para todas las demás, hay que buscarle la vuelta, persistir y no descorazonarse.
El odio y el miedo están emparentados, y tienen como prima a la envidia. El odio lastima más al que lo siente .Y genera un círculo de odio sólo si nosotros respondemos del mismo modo.
El miedo nos entrega indefensos. Una cosa es la prudencia sensata, y otra el miedo cerval que nos paraliza y nos hace manejables.
Nada nos puede herir si nosotros no permitimos que nos lastime. No demos poder al que quiere hacernos daño. El que quiere dañarnos, en general es un débil que necesita asustarnos para sentirse poderoso. Generalmente es un inseguro, que sufre, y al que, tal vez, podamos ayudar. Si uno es como un almohadón blando, los puñetazos se pierden en la nada. Responder a la violencia con violencia genera el peor de los círculos viciosos.
11) Enseñarles tolerancia, respeto e interés por las distintas costumbres, razas, religiones, ideas. Y a que vayan formando por sí las propias. Que no comulguen con ruedas de molino. Que no acepten algo como verdad, solamente porque está escrito o lo vieron x TV, o lo dijo fulano. Que investiguen, que razonen...Que huyan de los extremismos y fundamentalismos.
12) Que sepan respetar la autoridad, aunque la persona que la ejerce esté equivocada. La Seño puede equivocarse, pero es la Seño. Distingan el error, pero no hay que hacerse los picaros.
La Seño puede ser injusta. Es muy probable que una o más veces tengan jefes injustos. El o la compañera es..., lo que sea. Seguro que en su vida laboral tendrán algo de lo mismo entre sus pares. Que ellos tomen actitudes que modifiquen lo que no les gusta. A los demás no podemos cambiarlos. Pero tal vez nuestra actitud haga que cambien las suyas.
Hay que sancionar a los hijos alguna vez?
Dice Sinay
A veces se confunde amar a los hijos con sacárselos de encima, y educar con reclutar. Una sanción es siempre parte de un contrato. Indica que tales actos tendrán tales consecuencias y, al cumplirse, trasciende el "castigo". En realidad, enseña que responsabilidad es responder por los efectos de nuestros actos.
En la era del "pensamiento débil", como el filósofo italiano Gianni Vattimo denominó al pensamiento de la posmodernidad (incierto, relativista, sin afirmaciones, ambiguo, difuso, fragmentario, hecho de medias verdades, carente de compromiso), decir "sanción" suena a proponer el autoritarismo. El concepto de "derechos humanos", malversado y manipulado desde el poder, es rápidamente invocado como escudo protector.
Algunos padres y funcionarios dicen que en un país que ha conocido la violencia y el autoritarismo, ellos no serán autoritarios con sus hijos o con los alumnos sobre los que deben legislar y cuya enseñanza deben administrar.
Ese argumento es la victoria final del verdadero autoritarismo. Con ello se abdica de la responsabilidad. Al educar, criar y enseñar con la mirada puesta en "lo que me hicieron", me saco la responsabilidad de lo que hago hoy, aquí. No soy responsable; transfiero culpas al pasado. Quizás es lo que hagan mañana los chicos de hoy. Tienen de quien aprenderlo. Esos padres y autoridades son prisioneros del "autoritarismo" que creen rechazar, porque aquél (así sea por la negativa) determina sus conductas, está vivo y presente en ellos, es decir, en la sociedad.
Dice Nora
Cada vez me gusta más el señor Sinay...
También creo que corregir es una obligación. Es el complemento del NO del que hablé más arriba. Y da trabajo. Creo que el método de acción y consecuencia es el mejor cuando es factible aplicarlo. Las reglas deben ser muy claras, y hay que mantenerse firmes aunque nos cueste. La sanción debe ser reparadora del daño, si cabe, y ser proporcional al mismo. Si no lo es, hay que tratar de buscar algo que afecte, pero de ser posible, que implique un bien o tenga algo de provecho. Los castigos postergados no sirven. Jamás se debe castigar con los festejos o regalos de cumpleaños o Navidad u otras festividades equivalentes. Deben ser proporcionales también a la edad. El castigo debe ser único, nunca duplicado, e impuesto por el padre que esté en el momento de la trastada. Jamás aquello de "verás cuando llegue tu padre!!!" Papá no es un verdugo. Mamá debe tener las agallas suficientes para castigar. Y si la macana fue muy grande, o no sabe qué hacer, avisar al chico que lo decidirán los padres en conjunto. Si uno de los dos castigó, el otro no debe sumar otro castigo. Si están en desacuerdo, discutir el asunto a solas. Ninguno debe cuestionar ante el chico lo que el otro impuso, sino luego hablarlo entre ellos.
¿Que es más importante en la educación de los hijos: tener autoridad o ser compinches?
Dice Sinay
Sólo con la autoridad se logra entender que los deberes anteceden a los derechos. Sin duda, nada más alejado del pensamiento débil.
Cuando los padres desertan de sus funciones y reclaman junto a sus hijos, apañándolos ante el "autoritarismo" de las reglas de convivencia y educación, desmerecen un derecho esencial de los chicos: el de conocer con qué limites crecer y formarse, el derecho a ser guiados por personas con más experiencia y autoridad que ellos, el derecho a que se les transmitan valores por medio del cumplimento activo de esos valores, el derecho a conocer en profundidad la noción de responsabilidad, el derecho a conocer el principio de causa y efecto.
Si no se les respeta ese derecho, ¿qué sociedad conformarán en su adultez? "Hoy y aquí se dice que los chicos tienen toda la razón." Y cuando no se les teme, se los adula. El pensamiento débil puede empollar fascismo y autoritarismos.
Las sociedades no nacen de repollos ni son improntas de un instante. Se forjan en el tiempo, a fuego lento, con la responsabilidad (asumida o no) de sus integrantes.
Dice Nora
También de acuerdo con Sinay.
Sin embargo, hay que distinguir entre ser compinches y ser lo suficientemente comprensivos como para inspirar confianza, y estimular a que los hijos nos hablen de sus problemas o nos consulten. Lo que se debe fomentar es la camaradería, no el compinchismo. Sin desmedro de la autoridad, por supuesto.
Recapitulando: creo que es fundamental que los padres nos demos cuenta, que lo que hacemos y decimos a nuestros hijos, trasciende para siempre. Nunca debemos dejar de pensar que estamos sembrando siempre. Y que, para bien o para mal, esa semilla prenderá y fructificará.
Lo bueno de esto, es que, aunque a veces nos descorazonemos por pensar que hacemos y hablamos inútilmente, no es así. Pero también para estar preparados para recoger las malas hierbas si es eso lo que sembramos.
Al margen de la personalidad individual de cada uno de nuestros hijos en sus vidas, somos responsables de la calidad de las semillas.
Mi hija hace unos años me regaló un llavero que dice: "Los padres debemos dar a nuestros hijos raíces para que se afiancen, y alas fuertes para que emprendan vuelo..."
Padre Leonardo
La comunión espiritual con los hijos esta hecha de mucha presencia y acompañamiento y dejar libre. Fue lo que Jesús quiso significar en la eucaristía. Ojala usted encuentre con los suyos y con nosotros aquella comunión que lo haga mas feliz y solidario. Augurios con su primera comunión.
P. Leonardo Belderrain, responsable de la Capilla Santa Elena
Preguntas para la escuela de padres
* ¿Como viví la primera comunión de mi hijo sentí que creció mi comunión con el todo?
* ¿Como ve su comportamiento con sus hijos y nietos cuando se portan mal?
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