domingo, 30 de enero de 2011

LA "CASA DE LOS HORRORES" DE FILADELFIA




El aborto tardío es una práctica terrible, una masacre. Para quien todavía no está convencido le basta detenerse en una noticia que llega de los EEUU, donde fue arrestado el médico abortista Kermit B. Gosnell, que desde hace décadas dirigía lo que el fiscal del distrito de Filadelfia definió como una “casa de los horrores”.

El aborto tardío es una práctica terrible, una masacre. Para quien todavía no está convencido le basta detenerse en una noticia que llega de los Estados Unidos, de Filadelfia, donde el miércoles 19 de enero, fue arrestado el médico abortista Kermit B. Gosnell, de 69 años de edad, que desde hace décadas dirigía sin ser molestado lo que el fiscal del distrito de Filadelfia, Seth Williams, definió como una “casa de los horrores”.



"De un espantoso informe del Grand Jury, se concluye que el doctor Gosnell inducía el nacimiento de los niños para después masacrarlos a tijeretazos, destrozándoles su médula espinal. El término que el doctor usaba para esta técnica es el de “snipping”, es decir “cortar”, también “recortar” o “dar un corte”.

Como refiere el Philadelphia Inquirer (del 20 de enero), el médico arrestado (junto a su mujer y ocho colaboradores) con la acusación de haber asesinado a una mujer proveniente del Bhután, Karnamaya Mongar de 41 años, y al menos 7 niños, se burló incluso de una de sus pequeñas víctimas. Se trataba de un niño llamado “Baby boy A”, abortado cuando la madre, de 17 años de edad, había llegado a la semana 30 de gestación, es decir una fase en la que el feto o niño era ya capaz de vivir fuera del útero.


El largo informe del Grand Jury (casi 300 páginas) es particularmente crítico con las autoridades competentes. El documento habla de un “fracaso total” e “inexcusable” por la parte oficial. No obstante los numerosos avisos, la clínica de Gosnell, la Women's Medical Society, fue clausurada sólo desde el 22 de febrero de 2010.

Cuatro días antes, agentes federales y estatales habían irrumpido en la clínica: sospechaban que Gosnell prescribía ilegalmente analgésicos narcóticos. Lo que encontraron fue un panorama desolador: manchas de sangre por todas partes, hedor de orina, excrementos de gatos, partes de fetos abortados en jarras, instrumentos y material médico roto, etc.



Gosnell se graduó en Medicina en el 1967, y comenzó a practicar abortos en otra clínica a principios de los años '70. En 1972 puso en marcha el ensayo de un dispositivo uterino - bautizado como super coil -, que concluyó dramáticamente: de las 15 mujeres, 9 desarrollaron graves complicaciones y en un caso fue necesario realizar una histerectomía a la mujer, dejándola estéril. No obstante esto Gospell no fue sancionado.

Incluso después una inspectora de la National Abortion Federation describió el estudio de Gosnell como “la peor clínica abortista que jamás he visitado”, según el Philadelphia Inquirer la única sanción a la que se enfrentó Gosnell fue una multa de 1.000 dólares, por haber contratado a un asistente no cualificado. Una fruslería para el médico: ya que su clínica era una auténtica máquina de hacer dinero.



Según las estimaciones del Gran Jurado, Gosnell llegaba a cobrar de 10.000 a 15.000 dólares en una noche (puesto que realizaba los abortos en horario nocturno).

Se calcula que en todos estos años, Gosnell y su equipo han realizado clandestinamente cientos de abortos tardíos. En el estado de Pennsylvania, que dispone de una de las legislaciones más severas de los Estados Unidos, después de la semana 24 de gestación la práctica del aborto está prohibida (con alguna excepción). En la gran mayoría de los casos faltan las pruebas que inculpen al doctor Gosnell y a sus colaboradores, considerados culpables de la muerte al menos dos mujeres. “Estos asesinatos se habían vuelto tan rutinarios, que nadie ha podido dar una cifra exacta”, dice el informe, “se consideraban procedimientos estándar”.



La pregunta por tanto es por qué nadie intervino para frenar las bárbaras y miserables prácticas del doctor Gosnell, que por otro lado no tenía ninguna especialización en ginecología y obstetricia, (tampoco su personal tenía una formación específica en este campo). ¿Y por qué se inspeccionó la clínica durante casi 20 años, o sea desde el 1993? Hasta las peluquerías son controladas con más rigor, observó María Vitale en LifeNews.com (21 de enero).

“Varias agencias de control estaban informadas del caso y hace mucho tiempo habrían debido cerrar la clínica de Kermit Gosnell. Pero ninguna lo hizo, ni siquiera después de la muerte de Karnamaya Mongar”, constata el informe. “Nosotros creemos que la razón por la cual nadie actuó es porque las mujeres en cuestión eran pobres y de color, porque las víctimas eran niños sin identidad, y porque el asunto era la controversia política del aborto”, sostiene el Gran Jurado.



Sobre este último elemento, los autores del informe tiene pocas dudas: detrás de la decisión del departamento de Salud del estado de Pennsylvania de suspender “bruscamente” las inspecciones en las clínicas abortistas después de 1993 se sospechan “razones políticas”. De hecho el informe es claro y explícito. “Las políticas en cuestión no eran anti-aborto, sino pro”, así se lee.

Para el Gran Jurado, el elemento clave para entender la terrible indiferencia y pasividad de las autoridades, es la elección en 1994 de un gobernador pro choice (pro aborto), Tom Ridge. Desde esta fecha- explica el informe- el departamento de la Salud de Pennsylvania optó por un bloqueo de los controles para no “poner una barrera a las mujeres” que buscaban abortar. “Mejor dejar hacer a las clínicas lo que quieran, aunque si, como demostró Gosnell, esto significara que pagaran tanto las mujeres como los niños”, continua el documento.

Para Michelle Malkin, en la National Review Online (21 de enero), todo el asunto de la “Women's Medical Society”, es muy revelador, porque nos conduce al núcleo mismo del debate sobre el aborto: “La indiferencia mortal para proteger la vida no es marginal a la existencia de la industria del aborto – es su esencia”, subraya la autora. “El horror de Filadelfia no es una anomalía. Es la lógica, horripilante consecuencia de una malévola empresa con raíces eugenésicas, bajo un disfraz feminista”, así concluye Malkin su reflexión sobre la casa de los horrores en la ciudad del Amor fraterno, que es lo que significa, precisamente, “Filadelfia”.

Sin embargo hay algún rayo de luz. En el informe, el Gran Jurado y el fiscal del distrito acusan al doctor Gosnell- descrito como un carnicero de mujeres- de homicidio de “neonatos” y de “asesinato intencionado de niños con capacidad de supervivencia”. Subrayando este aspecto, existe un comunicado difundido el 19 de enero por la archidiócesis de Filadelfia. “El uso por parte del informe, de la terminología de “neonato o bebé” para describir al niño que está por nacer y la acusación de homicidio, confirman nuestra convicción de que todo niño en el seno de su madre está creado a imagen y semejanza de Dios”, reitera el texto, que califica las acciones del doctor Gosnell y de su equipo como “repugnantes e intrínsecamente malvadas”.

El documento se puede descargar en la dirección web:

http://www.phila.gov/districtattorney/PDFs/GrandJuryWomensMedical.pdf


Por Paul de Maeyer. Traducción del italiano por Carmen Álvarez

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