viernes, 13 de julio de 2012

SACERDOTES REBELDES HEREJES EN AUSTRIA


Mons. José Gea escribió en 2012 el texto que aquí presentamos, dirigido a los curas rebeldes de Austria y de todo el mundo. Lo aquí expresado no ha perdido vigencia.

Por Mons. José Gea Escolano


A fines de agosto de 2011 saltó la noticia de que un grupo de 350 sacerdotes austríacos llaman a la rebelión eclesial. Hasta tal punto es grave este hecho que el mismo papa Benedicto XVI hizo alusión a ellos en uno de sus discursos en esta Semana Santa de 2012.

Publicamos a continuación un escrito de Mons. José Gea, ex obispo de Ibiza y de Mondoñedo-Ferrol, publicado en abril de 2012, pero que -dado el tema- sigue tan vigente como el día de su publicación:

En línea con las palabras del papa en Semana Santa, me permito dirigirme a ellos y decirles: 

Queridos hermanos sacerdotes: Os considero como hermanos por nuestro común carácter sacerdotal, lo cual no quita que os diga con toda claridad lo que pienso de este movimiento que habéis iniciado.

¿De verdad creéis que vais a tener resultados positivos en vuestra iniciativa y que el pueblo de Dios la va a secundar? Es cierto que la Iglesia necesita cambios (y siempre los necesitará) pero pienso que el primer cambio que necesita, es la obediencia que, por parte de algunos, todavía está sin estrenar. Me da la impresión de que con vuestra manera de actuar estáis como pretendiendo formar una Iglesia mejor y más perfecta. Pero, repito: ¿creéis que el pueblo de Dios os va a hacer caso?

Habéis desobedecido e invitáis a los sacerdotes de todo el mundo a que desobedezcan, con vosotros, “decisiones definitivas del Magisterio; por ejemplo, en la cuestión sobre la ordenación de las mujeres, sobre la que el beato Juan Pablo II ha declarado de manera irrevocable que la Iglesia no ha recibido del Señor ninguna autoridad sobre esto” como acaba de señalar el papa.

Os invito a una reflexión en serio. Supongo que, como expertos en teología, sabéis que atacáis un punto concreto de la fe de la Iglesia. Es lógico que hayáis leído bien las palabras magisteriales del beato Juan Pablo II cuando habla de la imposibilidad del sacerdocio de las mujeres. Os las recuerdo, no tanto por vosotros cuanto por el pueblo cristiano que os puede seguir sin valorar debidamente la gravedad de lo que decís. Dice así:
1: Con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión... que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia,

2: En virtud de mi ministerio de confirmar en la fe a los hermanos,

3: Declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres,

4: Y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia.
Si falta algo para que estas palabras sean consideradas como una enseñanza definitiva de la Iglesia, decid qué es lo que falta. ¿O es necesario para que su enseñanza sea magisterial y definitiva, que se ponga la tiara o la mitra y hable desde la cátedra de San Pedro en una misa solemne en presencia de los cardenales, obispos y fieles?

Sed sensatos, queridos sacerdotes, y aceptad el magisterio pontificio que, por otra parte, ha sido también objeto de una definición del Concilio Vaticano I. Y si ni siquiera ningún otro papa puede rechazar esa enseñanza, perdonad que os formule la siguiente pregunta: ¿con qué autoridad rechazáis una sentencia que el papa da como definitiva sobre algo que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia, y que el papa enseña, según él mismo dice, en virtud de su ministerio de confirmar en la fe a los hermanos?

¿Recordáis que si no aceptáis esa enseñanza de la Iglesia, os separáis de ella porque negáis uno de sus dogmas, y os habéis convertido en herejes? Y ante un sacerdote que se ha convertido en hereje, ¿pensáis que el papa y los respectivos obispos no deben actuar?

No sé lo que harán vuestros obispos. ¿Queréis que os diga lo que haría yo si fuese vuestro obispo? Los que me conocen ya lo saben. Os llamaría uno a uno y dialogaría con vosotros. Lógicamente os urgiría a que rectificaseis cuanto antes y públicamente; y si no lo hacíais, no tendría más remedio que prescindir de vosotros para cualquier cargo eclesial y pedir para vosotros la excomunión. ¿Creéis lógico que siga ejerciendo el ministerio un hereje? Y vosotros lo sois.

Me podríais llamar lo que quisierais, (no me preocuparía en absoluto), pero yo cumpliría con mi deber como pastor de la Iglesia, con caridad, pero también con verdad y prestando un servicio a los fieles para que se mantuviesen en la fe, ya que quien se aparta de la fe, se aparta de la Iglesia.

Es posible que si leéis esta carta, os parezca dura. Pero pensad que estáis rechazando la fe de la Iglesia. Y ¿recordáis lo que decía San Pablo a quienes predicaban en contra de su enseñanza, es decir, una fe distinta?: “Hay algunos que os perturban y quieren deformar el Evangelio de Cristo. Pero aun cuando nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciara un evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea anatema! Como lo tenemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os anuncia un evangelio distinto del que habéis recibido, ¡sea anatema!” (Gál. 1, 7-9).

¿Se os podría aplicar estas palabras a vosotros? Aparte de no obedecer, estáis rechazando la fe de la Iglesia y estáis predicando otra fe no sólo distinta, sino contraria a la predicada por la Iglesia. Es muy grave.

Siguiendo con el tema, preciso algunos aspectos para completarlo, añadiendo algunas consideraciones y citando algunas palabras del papa con referencia a este grupo.

1) Reforma de la Iglesia

La Iglesia, como todo ser vivo debe estar siempre evolucionando y siempre perfeccionándose.

2) Quién reforma la Iglesia

Es el Espíritu quien la reforma. Nosotros (todos) somos unos pobrecitos pecadores (también vosotros y yo). Vosotros también, no lo olvidéis ¿y creéis que la vais a cambiar? Menuda desilusión os vais a llevar el día que os llame el Señor y veáis el fruto de vuestro trabajo. No os fijéis en lo que vais a hacer, sino en lo que el Señor quiere hacer en vosotros y por medio de vosotros.

3) A través de quiénes la reforma

El papa en la homilía del Jueves Santo de este año decía, aludiendo a este grupo: “Pero la desobediencia, ¿es un camino para renovar la Iglesia?” Y repite esta frase unas líneas más abajo: “Pero la desobediencia, ¿es verdaderamente un camino? ¿Se puede ver en esto algo de la configuración con Cristo, que es el presupuesto de una auténtica renovación, o no es más bien sólo un afán desesperado de hacer algo, de trasformar la Iglesia según nuestros deseos y nuestras ideas?

A él
(Cristo) le preocupaba precisamente la verdadera obediencia, frente al arbitrio del hombre. Y en fin, ha concretizado su mandato con la propia obediencia y humildad hasta la cruz, haciendo así creíble su misión”.

Y, aludiendo a los distintos testimonios de hermanos dignos de imitación, decía: “Dejémonos interrogar todavía una vez más. Y si miramos a las personas, por las cuales han brotado y brotan estos ríos frescos de vida, vemos también que, para una nueva fecundidad, es necesario estar llenos de la alegría de la fe, de la radicalidad de la obediencia, del dinamismo de la esperanza y de la fuerza del amor.

Queridos amigos, queda claro que la configuración con Cristo es el presupuesto y la base de toda renovación... Nos ha proporcionado ‘traducciones’ con niveles de grandeza más accesibles y más cercanos. Desde Pablo, y a lo largo de la historia, se nos han dado continuamente estas “traducciones’ del camino de Jesús en figuras vivas de la historia. Nosotros, los sacerdotes, podemos pensar en una gran multitud de sacerdotes santos, que nos han precedido para indicarnos la senda: comenzando por Policarpo de Esmirna e Ignacio de Antioquia, pasando por grandes Pastores como Ambrosio, Agustín y Gregorio Magno, hasta Ignacio de Loyola, Carlos Borromeo, Juan María Vianney, hasta los sacerdotes mártires del s. XX y, por último, el papa Juan Pablo II que, en la actividad y en el sufrimiento, ha sido un ejemplo para nosotros en la configuración con Cristo, como ‘don y misterio’. Los santos nos indican cómo funciona la renovación y cómo podemos ponernos a su servicio. Y nos permiten comprender también que Dios no mira los grandes números ni los éxitos exteriores, sino que remite sus victorias al humilde signo del grano de mostaza”.

Atendiendo a lo que dijo el papa, ¿podréis un día, si seguís como ahora, presentar vuestras actitudes como modélicas para seguir a Jesús?

4) Lo que estáis haciendo vosotros

Decís en vuestro documento: “El rechazo de Roma a una reforma de la Iglesia, esperada desde hace mucho tiempo, y la inactividad de nuestros obispos, no sólo no nos permiten sino que nos obligan a seguir a nuestra conciencia y actuar de forma independiente”. ¡Por el amor de Dios…!

Me fijo en dos puntos a los que aludís: “No rechazaremos, en principio, la Eucaristía a los fieles de buena voluntad. Esto se aplica especialmente a los divorciados con segundo matrimonio, a los miembros de otras iglesias cristianas y, en algunos casos, también a los católicos que han abandonado la Iglesia”

Por eso, vamos a aprovechar todas las oportunidades para manifestarnos públicamente a favor de la ordenación de mujeres y de personas casadas. Los vemos como compañeras y compañeros bienvenidos al servicio pastoral.

Es por esto por lo que queremos levantarnos, es esto lo que queremos que suceda, es por esto por lo que queremos rezar. Amén”


El papa os sigue diciendo: “Pero la desobediencia ¿es verdaderamente un camino? ¿Se puede ver en esto algo de la configuración con Cristo, que es el presupuesto de toda renovación, o no es más bien sólo un afán desesperado de hacer algo, de trasformar la Iglesia según nuestros deseos y nuestras ideas?”

Pensadlo, queridos hermanos, con el corazón abierto, porque hay materia para pensar.

Después de haber hablado de la gravedad de la opción que han tomado los sacerdotes rebeldes, y de haber escuchado unas palabras del papa dirigiéndose a estos sacerdotes haciéndoles ver, como Padre y Pastor en la homilía del Jueves Santo (lo que significa la importancia que le da a este hecho), que se habían metido en un campo equivocado, quiero señalar que esa actitud se da en otros muchos sitios.

Ni voy a enunciarlos, porque son muchos, ni, menos, a examinar la doctrina de cada uno de ellos. Sólo unas palabras sobre uno de los grupos que va teniendo mucha extensión y al que se van uniendo sacerdotes y religiosos secularizados, o que han abandonado el sacerdocio sin más y se han unido a una mujer, también sin más, o religiosas y consagradas que suelen simpatizar con los proyectos que ellos tienen. Pretenden con todo ello “reformar la Iglesia”.

Veo como una línea común, aunque con distintos matices entre lo que intentan estos sacerdotes austríacos y lo que intentan otro grupo de sacerdotes y seglares en la corriente “Somos Iglesia”. Y no sólo con este grupo, sino con toda una serie de grupos que siguen la misma línea.

No sé si hay alguna conexión entre ellos o si actúan por libre cada uno de los distintos grupos. Lo cierto es que les preocupan los mismos problemas: sacerdocio de las mujeres, celibato opcional, uniones homosexuales equiparadas al matrimonio…

Intentan conseguir así una Iglesia más evangélica, más pura, más fraterna…

Lo que no me acabo de explicar es la insistencia en la no obligatoriedad del celibato, y en que se puedan ordenar las mujeres como sacerdotes; en estos dos puntos coinciden casi todos los grupos. La mayoría de ellos admiten el matrimonio de homosexuales, incluso, el aborto en algunos casos. Algunos dan la sensación de que no son normales. Me duele decirlo, pero es que es así. Algunos que me puedan leer sé que van a decir mil pestes sobre mí; pero es que es verdad.

Prueba de lo que estoy diciendo son, por ejemplo, los cinco puntos de la “Corriente Somos Iglesia” que pusieron de manifiesto hace unos años:
1.- Una mayor participación de los fieles,

2.- La plena igualdad de derechos de las mujeres para acceder a cualquier ministerio,

3.- El celibato opcional para los presbíteros,

4.- Una valoración positiva de la sexualidad, abierta a distintas formas de expresión

5.- En suma, una Iglesia acogedora, sin amenazas, y opuesta a toda forma de exclusión.
Claro, esto supone no estar en comunión con la Iglesia. Uno piensa: ¡Con el bien que podrían hacer si actuasen normalmente y uniesen en vez de dividir! Me da la impresión de que no acaban de ser conscientes del mal que pueden estar haciendo, sobre todo, a cristianos sencillos que no saben mucho de teologías, pero que son muy buenos, con un gran sentido de Iglesia y de aceptación del Magisterio.

Monseñor José Gea



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