Los medios seculares están llenos de noticias que especulan con que Benedicto XVI permitirá pronto que la Misa Tridentina la diga cualquier sacerdote de todo el mundo que quiera hacerlo, a menos que el obispo de su zona lo prohíba formalmente. Los informes presentan al Papa Ratzinger como un claro conservador, o incluso un tradicionalista.
Dado que el tema se ha convertido en noticia de última hora, nos parece oportuno poner en conocimiento de nuestros lectores lo que el teólogo padre Joseph Ratzinger escribió sobre la Misa Tridentina en 1966, poco después de la clausura del Concilio Vaticano II.
Se trata de un juicio bastante negativo sobre la Misa Tridentina que hace preguntarse sobre la verdadera razón de la anunciada restauración, si es que efectivamente tiene lugar.
En el texto que sigue hay un extracto en el que el padre Joseph Ratzinger analiza la Misa Tridentina tal como la estableció el Concilio de Trento.
fotocopias del texto en italiano
Nuestra traducción de las partes resaltadas en amarillo:
Se eliminaron los añadidos [litúrgicos] de la Baja Edad Media y, al mismo tiempo, se adoptaron severas medidas para evitar un renacimiento .... En aquella época, el destino de la liturgia occidental estaba ligado a una autoridad establecida, que funcionaba de forma estrictamente burocrática, carente de toda visión histórica y que consideraba el problema de la liturgia desde el único punto de vista de las rúbricas y las ceremonias, como un problema de etiqueta en la corte de un santo, por así decirlo.
Como consecuencia de este vínculo, se produjo una completa arqueologización de la liturgia, que del estado de historia viva pasó al de pura conservación y, por lo tanto, se condenó a una muerte interna. La liturgia se convirtió de una vez y para siempre en una construcción cerrada, firmemente petrificada. Cuanto más se preocupaba por la integridad de las fórmulas preexistentes, más perdía su conexión con las devociones concretas ....
En esta situación, el barroco la talló [a la liturgia] superponiendo una para-liturgia popular a su verdadera y propia liturgia arqueologizada. La solemne misa barroca, a través del esplendor de la interpretación de la orquesta, se convirtió en una especie de ópera sacra, en la que los cantos del sacerdote tenían su papel al igual que los recitativos alternados .... En los días ordinarios que no permitían tal actuación, a menudo se añadían a la misa devociones que seguían la mentalidad del pueblo.
(Joseph Ratzinger, Problemi e risultati del Concilio Vaticano II, Brescia: Queriniana, 1967, pp. 25-27)
Tradition in Action
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