Por Monseñor Richard Williamson
Hace dos meses, el vicepresidente de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei de Roma dirigió al Superior General de la Fraternidad San Pío X y a todos sus sacerdotes una carta de varias páginas, accesible en internet, que el P. Lombardi, como portavoz de la Santa Sede, calificó de "llamamiento personal".
La carta ha suscitado comentarios desde entonces. Es claramente la última jugada de Roma para someter a la FSSPX y poner fin a su resistencia de 40 años a la Revolución Conciliar.
Como dijo el obispo de Galarreta en octubre de 2011, incluso si la FSSPX rechaza las ofertas de Roma, Roma seguirá volviendo. Sin duda. Pero veamos brevemente lo que el arzobispo Di Noia tiene que decir a "Su Excelencia y queridos Hermanos Sacerdotales de la Fraternidad San Pío X".
Comienza amonestándolos, en particular al P. Schmidberger, al P. Pfluger y al Obispo Fellay (en ese orden), por conceder entrevistas tan críticas con Roma que ponen en duda si la FSSPX realmente desea la reconciliación con Roma. Además, las diferencias doctrinales entre la FSSPX y Roma son tan insolubles como siempre. Por ello, aboga por un nuevo enfoque, centrado en la unidad.
La unidad de la Iglesia se ve obstaculizada por cuatro vicios y promovida por las cuatro virtudes opuestas: humildad, mansedumbre, paciencia y caridad. Quienes dividen la Iglesia son enemigos de Dios. Solo necesitamos amor. Adiós, pues, a la retórica áspera e improductiva. Que la FSSPX cumpla su carisma de formar sacerdotes, pero sacerdotes dóciles al Magisterio oficial, que prediquen la fe y no la polémica, y que traten los problemas teológicos no ante laicos inexpertos, sino ante las autoridades competentes de Roma. El Papa es el juez supremo en estas difíciles cuestiones. En conclusión, Benedicto XVI sí desea la reconciliación. Hay que sanar la amargura. En palabras de Nuestro Señor: “Que sean uno”. (Fin de la carta del arzobispo).
Obsérvese de paso cómo, como es típico en el hombre moderno y en los modernistas, el Arzobispo deja de lado la cuestión esencial de la doctrina. Sin embargo, el principal interés de esta carta reside en otra parte: ¿cómo se atrevió el Arzobispo a dirigirla a todos los sacerdotes de la FSSPX sin connivencia previa con la sede central de la FSSPX? ¡Le convenía reenviarla a todos los sacerdotes de la FSSPX! Este es un indicio, entre muchos otros, de que existen contactos entre Roma y la sede central de la FSSPX que se mantienen ocultos al público. Pero surge entonces la pregunta: ¿qué motivo pudo tener la sede central de la FSSPX para otorgar al Arzobispo modernista un acceso tan privilegiado y peligroso a todos los sacerdotes de la FSSPX? ¿Acaso desea que también se conviertan en modernistas? ¡Claro que no! Pero bien podría querer ayudar a Roma hacia la "reconciliación".
Al transmitir el afectuoso llamado del Arzobispo, la sede de la FSSPX transmite el dulce mensaje a todos los sacerdotes de la FSSPX sin que nadie pueda acusarla de ablandarse. Al contrario, la carta romana les hace ver lo amables que son los romanos. Es cierto que hay una suave reprimenda a los líderes de la FSSPX por no ser amables, pero eso servirá para demostrar su firmeza en la defensa de la fe. Sobre todo, la carta habrá servido como un globo sonda para sondear las reacciones de los sacerdotes. ¿En qué están pensando?
Comienza amonestándolos, en particular al P. Schmidberger, al P. Pfluger y al Obispo Fellay (en ese orden), por conceder entrevistas tan críticas con Roma que ponen en duda si la FSSPX realmente desea la reconciliación con Roma. Además, las diferencias doctrinales entre la FSSPX y Roma son tan insolubles como siempre. Por ello, aboga por un nuevo enfoque, centrado en la unidad.
La unidad de la Iglesia se ve obstaculizada por cuatro vicios y promovida por las cuatro virtudes opuestas: humildad, mansedumbre, paciencia y caridad. Quienes dividen la Iglesia son enemigos de Dios. Solo necesitamos amor. Adiós, pues, a la retórica áspera e improductiva. Que la FSSPX cumpla su carisma de formar sacerdotes, pero sacerdotes dóciles al Magisterio oficial, que prediquen la fe y no la polémica, y que traten los problemas teológicos no ante laicos inexpertos, sino ante las autoridades competentes de Roma. El Papa es el juez supremo en estas difíciles cuestiones. En conclusión, Benedicto XVI sí desea la reconciliación. Hay que sanar la amargura. En palabras de Nuestro Señor: “Que sean uno”. (Fin de la carta del arzobispo).
Obsérvese de paso cómo, como es típico en el hombre moderno y en los modernistas, el Arzobispo deja de lado la cuestión esencial de la doctrina. Sin embargo, el principal interés de esta carta reside en otra parte: ¿cómo se atrevió el Arzobispo a dirigirla a todos los sacerdotes de la FSSPX sin connivencia previa con la sede central de la FSSPX? ¡Le convenía reenviarla a todos los sacerdotes de la FSSPX! Este es un indicio, entre muchos otros, de que existen contactos entre Roma y la sede central de la FSSPX que se mantienen ocultos al público. Pero surge entonces la pregunta: ¿qué motivo pudo tener la sede central de la FSSPX para otorgar al Arzobispo modernista un acceso tan privilegiado y peligroso a todos los sacerdotes de la FSSPX? ¿Acaso desea que también se conviertan en modernistas? ¡Claro que no! Pero bien podría querer ayudar a Roma hacia la "reconciliación".
Al transmitir el afectuoso llamado del Arzobispo, la sede de la FSSPX transmite el dulce mensaje a todos los sacerdotes de la FSSPX sin que nadie pueda acusarla de ablandarse. Al contrario, la carta romana les hace ver lo amables que son los romanos. Es cierto que hay una suave reprimenda a los líderes de la FSSPX por no ser amables, pero eso servirá para demostrar su firmeza en la defensa de la fe. Sobre todo, la carta habrá servido como un globo sonda para sondear las reacciones de los sacerdotes. ¿En qué están pensando?
Tanto Roma como Menzingen deben calcular en qué momento proceder con una "reconciliación" que beneficie a la gran mayoría de los sacerdotes y no aleje a tantos que la resistencia organizada a la religión del Nuevo Orden Mundial continúe.
Queridos sacerdotes de la FSSPX, si no quieren ser absorbidos por la Roma del Nuevo Orden, les aconsejo con dulzura que reaccionen. Comuniquen a sus superiores, con la discreción que deseen, pero sin ambigüedades, que no quieren tener nada que ver con la Roma conciliar hasta que esta abandone claramente el Concilio.
Kyrie eleison.
Queridos sacerdotes de la FSSPX, si no quieren ser absorbidos por la Roma del Nuevo Orden, les aconsejo con dulzura que reaccionen. Comuniquen a sus superiores, con la discreción que deseen, pero sin ambigüedades, que no quieren tener nada que ver con la Roma conciliar hasta que esta abandone claramente el Concilio.
Kyrie eleison.

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