viernes, 27 de enero de 2012

EL AUMENTO DEL ANTISEMITISMO Y SUS CAUSAS


Si la presión del sionismo y de Israel ha logrado que la ONU se pronuncie a favor del oscurantismo medieval cuando se trata de blindar la “historia oficial” sobre el Holocausto, significa que ni el sionismo, ni Israel, ni la ONU creen en la veracidad total o parcial de esa “historia oficial” sobre el Holocausto.


Por Juan Gabriel Labaké


¿Por qué aumentó el antisemitismo en el mundo y en la Argentina?, se preguntó la DAIA hace poco.
Quizás sea por lo que nos informa la propia DAIA en la parte final de su despacho de prensa del 13-01-12:
(Prensa DAIA – 13/01/12) Los ministerios de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto, de Justicia y Derechos Humanos y de Educación, y el Capítulo Argentino del Grupo Internacional para la Rememoración, Investigación y Educación del Holocausto, realizarán el próximo viernes 27 de enero, a las 11.30, en la Cancillería argentina (Esmeralda 1212), el acto con motivo del “Día Internacional de Conmemoración Anual en Memoria de las Víctimas del Holocausto”, aprobado el 1º de noviembre del 2005 por la Asamblea General de las Naciones Unidas, por consenso de 192 países. Asistirán representantes del Poder Ejecutivo nacional, embajadores, legisladores, dignatarios religiosos, dirigentes de la comunidad judía y sobrevivientes del Holocausto. La ONU, a través de la Resolución 60/7 que declara al 27 de enero como Día Internacional del Holocausto, insta “a los Estados Miembros a que elaboren programas educativos que inculquen a las futuras generaciones las enseñanzas del Holocausto con el fin de ayudar a prevenir actos de genocidio en el futuro” y “rechaza toda negación, ya sea parcial o total, del Holocausto como hecho histórico”.

Si la presión del sionismo y de Israel ha logrado que la ONU se pronuncie a favor del oscurantismo medieval cuando se trata de blindar la “historia oficial” sobre el Holocausto, significa que ni el sionismo, ni Israel, ni la ONU creen en la veracidad total o parcial de esa “historia oficial” sobre el Holocausto. Algún gato encerrado debe haber en ese relato para que sus partidarios teman que se investigue, y prohíban investigarlo.

Hasta podría suceder que la “historia oficial” sea verídica, que murieron 6.000.000 de judíos, que los mataron en cámaras de gas, que fue realmente un Holocausto, es decir que murieron sólo por profesar la fe judía y no hubo muertos de otras religiones o por otros motivos, etc., pero la sola prohibición de investigar la verdad histórica crea la sospecha de que la “historia oficial” es falsa total o parcialmente.

Recuerdo, al respecto, que hace un par de años, un obispo de la llamada Congregación San Pío X, Mons. Richard Williamson, fue expulsado ilegalmente de la Argentina por haber dicho, en un reportaje radial difundido en Suecia unos meses antes, que de las investigaciones históricas surgía que no murieron 6.000.000 de judíos a manos de los nazis, sino bastantes menos, y que no pudieron morir “gaseados” porque todas las fotografías aéreas de la época, tomadas por los propios aliados, mostraban cámaras de gas muy pequeñas como para que en ellas se hubiera perpetrado tamaña carnicería humana.

Tengo diferencias de tipo religioso (más bien formales) con la Congregación San Pío X, y su fundador Mons. Marcel-François Marie Lefebvre, pero Mons. Williamson, al opinar de esa forma, no estaba delinquiendo, sino haciendo uso de uno de los más sagrados derechos del ser humano: dudar. En este caso, dudar de una de las tantas historias oficiales modernas.

Es muy sintomático que, en Europa, casi todos los países amigos y aliados de Israel penen con la cárcel a quien se atreve a dudar de la “historia oficial” y proponga la “locura” de investigar la verdad histórica sobre el Holocausto, como lo propuso Williamson en sus declaraciones a la radio sueca. Desde el intento de quemar en la hoguera a Galileo Galilei, nunca nadie había osado condenar a alguien por investigar, pensar y dudar. Si así hubiera sido, no tendríamos hoy ciencia alguna y viviríamos en la más abyecta ignorancia y cavernaria superstición. El primer quemado en la hoguera habría sido René Descartes, una de las glorias del pensamiento francés… pero ello no obsta para que Francia castigue hoy con la cárcel a los que, siguiendo a Descartes, dudan de la historia oficial sobre el Holocausto.

A lo dicho debe agregarse la cerrada defensa en bloque que hacen las asociaciones sionistas de la Argentina (DAIA, AMIA y OSA) de las políticas y barbaridades del Estado del Israel. Hasta arbitrariedades tan manifiestas como las dos invasiones al Líbano, los “asentamientos” israelíes en el ya magro territorio “dejado” a los palestinos por la ONU, el asalto al buque Mavi Marnara repleto de pacifistas, la represión con tanques y metralletas de la “Intifada” de los adolescentes y las “razias” en Gaza, que constituyen todos atropellos inhumanos y repudiables, son presentadas por la DAIA y sus asociadas como inocentes “actos de legítima defensa” de Israel.

Es imposible que los argentinos, y los seres humanos de todo el mundo, no comiencen a sospechar que algo huele mal en Israel, que sus defensores están, en alguna medida, mintiendo.

El problema no reside en que Israel cometa atropellos y abusos de poder flagrantes. Al fin y al cabo, ése es un peligro que se corre con todos los gobiernos y en todos los Estados, porque la política conlleva el uso del poder y, desgraciadamente, con bastante frecuencia, su abuso a niveles incalificables.

La cuestión es que, en esta materia como en varias otras, debe distinguirse con claridad a los pueblos, de sus respectivos gobiernos; y a la religión, de la política.

Los pueblos como tal no odian ni asesinan. Los gobiernos y las elites dominantes, movidos por intereses y ambiciones muy fuertes, comúnmente irracionales y amorales, odian y no trepidan en matar aún a sus propios ciudadanos y/o hermanos de fe religiosa cuando están de por medio sus objetivos inconfesables. Para el poder y los poderosos no suelen existir los límites ni los códigos, ni las normas de conducta. Matan, roban, mienten, traicionan y depredan sin remordimiento alguno. A la luz de la lista de atropellos descripta más arriba, Israel no es una excepción.

Por otro lado, la religión es de los pueblos. El poder político ha pasado a ser coto cerrado de las elites de ricos y privilegiados.

Las religiones, salvo rarísimas excepciones, no predican el odio. En cambio, las elites poderosas y dominantes odian y se sirven del odio: del racial, del religioso (o seudo religioso), del social, del xenófobo, de todos los tipos de odio.

De ahí el error que cometen los grupos políticos de judíos partidarios y defensores “in totum” del Estado de Israel, al asociar e identificar sionismo (una doctrina política) con judaísmo (una religión). A Israel, con comunidad o etnia judía. Ese error los ha llevado, incluso, a reclamar que Israel sea reconocido y declarado como Nación Judía. Con tal confusión promiscua, lo único que lograrán es perjudicar a su propia comunidad religiosa, ya que la opinión pública argentina y mundial endilgará a los judíos, a todos, como grupo humano, las políticas israelíes, aún las más aberrantes.

Insisto, la política significa el uso (y, casi siempre, el abuso) del poder. Y el poder suele corromper. La religión tiene otros fines y otros métodos.

Por eso es mal negocio para los judíos permitir que se los asocie, como comunidad religiosa o étnica, con el Estado de Israel.

Cada cosa en su lugar

Los cristianos conocemos las consecuencias nefastas de ese error. Las hemos sufrido durante muchos siglos. En la práctica, desde el siglo IV, en que Theodosio declaró al cristianismo como la religión oficial del Imperio Romano, hasta 1929, en que Pío XI y Mussolini firmaron el Tratado de Letrán, que separó al Vaticano de Italia. Hoy, el Vaticano es un Estado meramente simbólico… afortunadamente. Y aún así, más de una vez la política empaña y desacredita su misión apostólica.

Si se tiene presente lo antedicho, hay preguntas, molestas pero insoslayables, que surgen con nitidez y que deberían formularse, ante todo, los judíos:

1.- El brote de antisemitismo que preocupa a la DAIA y a los argentinos de buena voluntad, ¿no será producto de tanta negativa a dejar que se investigue la historia como corresponde, de tantos atropellos de Israel que la propia DAIA y sus asociadas intentan justificar y hasta negar achacando todo al pretendido antisemitismo de quienes los denuncian?

2.- Ese “negacionismo” de la DAIA, la AMIA y la OSA, ¿beneficia o perjudica a la comunidad judía?

3.- ¿Cuánto tardará la Argentina y todo el mundo en darse cuenta cabalmente de que el Estado de Israel es responsable de muchas muertes injustas?

4.- ¿Y qué pasará cuando se den cuenta?

5.- ¿A quién responsabilizarán de ello si la DAIA, la AMIA y la OSA siguen tratando de identificar al sionismo con el judaísmo, y al Estado de Israel con la comunidad judía argentina o mundial?

6.- ¿Conviene seguir “pegando” a la colectividad de argentinos de religión y etnia judías con el Estado de Israel?



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