lunes, 7 de marzo de 2011

LA DEFENSA DE LA FAMILIA IMPLICA LA DE LA VIDA MISMA

El apareamiento de dos varones o de dos mujeres, constituye una formación cancerosa para el tejido social. Y el ataque a este cuerpo tiene una clara explicación desde el punto de vista sociológico.

Por Juan Carlos Grisolia

La procreación tiene lugar en un marco social. Éste es el que conforma la sociedad conyugal. Ella se define en la unión exigida de seres compatibles unos con otros, tanto en lo físico como en lo psíquico. La mujer y el varón se ordenan la una al otro para conformar una unidad o, como se ha dicho, una sola carne. La naturaleza ha dispuesto en la conformación física de la mujer y del varón, los órganos complementarios, como también en lo psicológico, la particularidad de lo femenino y de lo masculino, que se relacionan no solo para ser posible la intelección de los fines de la sociedad conyugal, sino también para asegurar a los hijos, con la mayor amplitud y profundidad, el conocimiento de la realidad.

Sabemos que la familia se designa, con atendible rigor conceptual, como la célula básica de la sociedad mayor, a la que denominamos sociedad política.

Instalados en tal analogado, cabe afirmar desde la ciencia biológica, que toda célula que renuncia "al compromiso de ser ese tipo celular y no otro", desconociendo por ello la información recibida y abandonando el fenotipo concreto, que la hace de un tipo especial, "origina un proceso tumoral" (Conf. "Los quince primeros días de una vida humana". Natalia López Moratalla. María J. Iraburu Elizalde. Pág. 19).

Es necesario remarcar que "a lo largo de la vida del individuo, éste sin estar prefigurado ni estrictamente determinado por la dotación genética recibida de los progenitores, mantiene gracias a ella su identidad biológica". (Natalia López Moratalla.... Ob. cit. Pág. 17). Lo que, desde el punto de vista ontológico (metafísica), se explica con el enunciado de la llamada causa eficiente, que "siendo la causalidad la expansión, la irradiación del ser, las causas creadas obran de conformidad con lo que son, comunicando a un sujeto las perfecciones substanciales o accidentales que tienen.... pero las criaturas solo poseen una perfección de ser limitada: la que representan sus esencias substancial y accidentales" (Enrique Collin. "Manual de Filosofía Tomista". Tomo I. Pág. 156/157).

Es por ello que siendo la unión de la mujer y el varón, la causa eficiente de la nueva criatura, ésta queda vinculada a sus padres, no solo mediante la identidad biológica, sino por la necesidad que tiene de recibir de aquellos lo necesario para el incremento progresivo de sus perfecciones. Pues encuentra en la sociedad paterna -que es aquella que surge del matrimonio que la ha procreado- a través de la dependencia natural con la causa eficiente, lo que satisface las exigencias no solo de la vida vegetativa y sensitiva, sino y fundamentalmente, las de la vida intelectiva y volitiva, siendo esta última la que define la condición de persona humana.

El hijo necesita, entonces, de la familia estable, en la que la naturaleza inteligente del hombre lo hace capaz de brindar amor, estima y respeto, necesarios para garantizar su conveniente formación. Porque: ".... en la especie humana, donde los hijos reclaman unos tras otro una larga educación en la que el padre y la madre tienen cada uno su parte, la sociedad conyugal debe ser estable y, más aún, indisoluble; y de que solo con esta condición es buena, es decir, adecuada al fin a que está destinada" (Enrique Collin. Ob. cit. Tomo II. Pág. 319).

En tanto quede alterada la naturaleza de la célula básica de la comunidad y convertida ésta, por abandono del compromiso que tiene asignado en el marco social, se configurará, como se ha expresado, un proceso tumoral. Éste instalado en el tejido social, procede a destruirlo. Y ello así por cuanto estas malformaciones son singularmente agresivas, impidiendo el nacimiento de otras células al tiempo que destruyen las que la rodean, afectando al tejido todo.

El apareamiento de dos varones o de dos mujeres, constituye una formación cancerosa para el tejido social. Y el ataque a este cuerpo tiene una clara explicación desde el punto de vista sociológico. Esta es que, por aplicación del principio que lleva a estos sujetos a intentar sobrevivir en el ejercicio de las conductas elegidas, asumen una actitud proselitista caracterizada por la violencia que necesitan en tanto comprueban que carecen de argumentos lógicos criteriológicos para justificar la aberración a la que han sometido sus vidas.

Nadie, compelido naturalmente a subsistir, ha de considerar su vicio como tal. Por ello lo enunciará como virtud (hábito bueno), e intentará por tal definición, hacer partícipes de sus desviaciones a cuantas personas estén a su alcance.

Esto tiene singular importancia y define la cuestión, en lo que refiere al grave intento de adoptar niños por parte de estos núcleos corruptos. Por lo que, a las carencias naturales para brindar formación a un niño, deben agregarse estas patologías que aseguran la degradación, enfermedad y muerte de los pequeños que caigan en sus manos.

Quienes integramos la sociedad debemos entender que no se trata solamente de alimentar a nuestros niños, abrigarles para cubrirlos del frío, atender al cuidado de la salud, enviarlos a la escuela, etc. De permitir que se confiera status legal de cualquier tipo a lo que por naturaleza es aberrante, la sociedad comenzará a morir, y con esto, el futuro de nuestros niños quedará afectado, por su reducción a una inmanencia vacía de todo contenido y, por tanto, impedida de orientar la vida a la trascendencia.

Todo lo cual adquirirá el dramatismo propio del terror que genera solo pensar en que en algún momento puedan ser entregados nuestro pequeños a estas formaciones pederastas.

Se impone una lucha severa. Está en juego la defensa de la vida, mediante el sostenimiento de la familia en la que ella se genera y se perfecciona.

La acción de corromper implica violar el orden, y sin éste, no hay unidad, la que garantiza la orientación de la acción hacia fines objetivos. La sociedad, de tener éxito éstos proyectos, quedará progresivamente paralizada, pues lo con ello se pretende, obran como el tumor maligno a que se ha referido, el que se instala en el cuerpo de la comunidad afectando gradualmente los organismos básicos que la conforman. Los tejidos y los sistemas -en el ya planteado analogado con el cuerpo humano- se deteriorarán de tal manera que solo el caos espera a nuestra Nación. No existirá posibilidad de movimiento ninguno. No esperemos entonces, mientras algún dinero que permanece en nuestro bolsillo nos conforme, que se consume definitivamente la fragmentación del cuerpo social y con ello su degradación. En ese momento solo seremos una partícula, una cosa, de ese todo amorfo, porque la persona humana -definitivamente negada- será el material que se consumirá para nutrir los apetitos de poder personal de los autores ideológicos del engendro que se abate sobre nuestra sociedad como una tremenda desgracia.


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