En un artículo elogiando a los Beatles, L'Osservatore Romano dijo que Lennon “simplemente estaba presumiendo”.
Lennon le dijo a un periódico británico en 1966, durante el apogeo de la Beatlemanía, que no sabía qué moriría primero, si el cristianismo o el rock and roll.
En su momento, la comparación provocó controversia en Estados Unidos.
Pero eso quedó atrás, porque el periódico oficial del Vaticano celebró el 40º aniversario del "Álbum Blanco" de los Beatles con un artículo elogiando a Lennon y a los “cuatro grandes” de Liverpool.
“Broma juvenil”
L'Osservatore Romano desestimó el deplorable comentario de Lennon de que los Beatles eran más famosos que Jesucristo, calificándolo como una “broma juvenil”.
El periódico calificó el comentario como “una muestra de alarde y fanfarronería por parte de un joven músico inglés de clase trabajadora que había crecido en la era de Elvis Presley y el rock and roll y había disfrutado de un éxito inesperado”.
L'Osservatore Romano ha nombrado recientemente un nuevo editor y ahora, además de registrar las actividades diarias del “papa” e imprimir los textos de los “discursos papales”, también ha comenzado a publicar “artículos sobre entretenimiento” en páginas interiores, junto con amplios reportajes sobre asuntos mundiales.
En un artículo ilustrado de media página, L'Osservatore Romano elogió a los Beatles por lo que llamó “su alquimia única y extraña de sonidos y palabras”.
El periódico afirmó que “las canciones de los Beatles habían demostrado una extraordinaria capacidad de supervivencia y que el 'Álbum Blanco' seguía siendo una antología musical mágica”.
En otro artículo de la misma página, titulado “El crepúsculo de los dioses”, el periódico lamentaba “el fin de los días dorados de Hollywood” y decía que “la misteriosa fascinación del sistema de estrellas de Hollywood en los años 50” había sido sustituida por “el culto a las llamadas celebridades”.
Aunque el “papa” Benedicto ha criticado muchos aspectos de la cultura pop moderna, ahora permite que el periódico del Vaticano “refleje la realidad del mundo exterior” de una manera que habría sido impensable en la Iglesia Católica previa al nefasto conciliábulo Vaticano II.
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