jueves, 27 de octubre de 2011

MONS. JOSÉ MARÍA ARANCEDO: LA FE EN DIOS PURIFICA LO RELIGIOSO




En el mundo actual es común confundir lo auténticamente religioso, como relación libre y confiada del hombre en Dios, con una serie de formas con las que se pretende manejar lo que se nos presenta como incierto.

Parecería que lo religioso se identifica con lo irracional y con ese mundo de fuerzas que no manejamos. Se recurre a lo religioso, además, para obtener beneficios y resultados, hay como un retroceso en esto al mundo mágico del paganismo.

La verdadera fe en Dios no es garantía de un éxito inmediato, sino una mirada que ilumina y da sentido a nuestra vida, incluso frente a lo adverso, incluida la misma muerte, porque ella, la fe, nos introduce en la verdad de nuestra condición de criaturas.

La fe sabe aceptar, además, la autonomía de lo humano con sus propias leyes. La fe no vive buscando milagros, tampoco es un recetario de respuestas, sino el encuentro con un Dios que nos abre el camino a la vida con un horizonte más amplio que lo inmediato. La fe nos habla de la grandeza y de los límites del hombre como ser creado, pero nos dice que vivimos bajo la mirada providente de Dios y con un destino trascendente. La fe da sentido y esperanza a nuestro peregrinar por este mundo.

Es importante recuperar el sentido de Dios para recrear una auténtica relación religiosa en el hombre. Cuando le preguntan a Jesús cuál es mandamiento mayor él responde diciendo: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás al prójimo como a ti mismo” (Mt. 22, 37-39). Cuando Dios es verdaderamente Dios, cuando es alguien a quién no podemos manejar o disponer, entonces se inicia un auténtico camino de relación con él. Cuando Dios ocupa su lugar, lo religioso se purifica y el hombre crece en la madurez de su fe.

A esto se opone lo que se conoce con el nombre de superstición que: “es la desviación del sentimiento religioso”, y lleva a utilizar, incluso, las mismas prácticas e imágenes religiosas en un sentido mágico, en el que se atribuye “su eficacia a la sola materialidad de las oraciones o signos religiosos, prescindiendo de las disposiciones interiores que exigen” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 2110-2011). Este peligro siempre está presente cuando Dios deja de ser Dios, y se convierte en un instrumento del hombre al servicio de sus necesidades.

Creo que es necesario retomar una catequesis sobre el verdadero sentido de Dios para purificar y elevar la salud religiosa del hombre. Volver la mirada a Dios de la mano y de la Palabra de Jesucristo, es la mejor catequesis para conocerlo y amarlo sobre todas las cosas. Cuando uno de los apóstoles le dice: “Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta”, Jesús le responde: “Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto ha visto al Padre” (Jn. 14, 8-9). Jesucristo es, para el hombre, la garantía de un conocimiento de Dios y de un verdadero espíritu religioso.

Él, el Hijo de Dios, se ha hecho hombre para que el hombre encuentre el camino hacia Dios. Ha llegado la hora, nos dirá: “en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad……. Dios es espíritu, concluye, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y verdad” (Jn. 4, 23-24). Esto nos aleja de todo intento de disponer o manejar a Dios, por el contrario, pone las bases de una auténtica vida religiosa que da sentido y confianza al hombre.

Reciban de su Obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor Jesús.

Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz



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