viernes, 24 de julio de 2009

IDENTIDAD Y MISIÓN SACERDOTAL Y ESPACIO LAICAL



Con motivo de la celebración del 150 aniversario de la muerte del Santo Cura de Ars, San Juan María Vianney, el Papa Benedicto XVI ha decidido que se celebre un especial Año Sacerdotal con el objetivo de ayudar a percibir cada vez más la importancia del papel y de la misión del sacerdote en la Iglesia y en la sociedad contemporánea

Por Mons. Andrés Stanovnik

En el contexto del Año Sacerdotal con la perspectiva de Aparecida sobre el sacerdocio durante el encuentro del CELAM.

1. La inauguración de un Año Sacerdotal interpela el servicio del CELAM en dos direcciones principales. Una va en la línea de profundizar la perspectiva de Aparecida sobre el sacerdocio; y la otra, impacta directamente sobre la animación de la misión continental. En realidad, la misión continental es el contexto pastoral providencial para asumir la reflexión y proyectar la vida y la acción de los ministros ordenados. Ellos son los portadores primeros de todo este impulso misionero .

2. Así como la misión continental pretende vitalizar el encuentro con Cristo vivo y animar la vida de santidad de todos los bautizados, para que a través de su testimonio y acción evangelizadora nuestros pueblos tengan vida en él; así también un año dedicado a los sacerdotes es una ocasión para crecer en la intimidad con Jesús y tiene como fin poner de relieve el valor de la misión y de la santidad de los sacerdotes al servicio de la Iglesia y de la humanidad del tercer milenio .

3. Por cuanto se refiere al espacio laical, que se añade a esta reflexión, en el documento de la Misión se dice que cualquier esfuerzo misionero exige, de manera particular, la participación activa y comprometida de los fieles laicos en todas las etapas del proceso. Esto exige, de parte de los pastores, una mayor apertura de mentalidad para que entiendan y acojan el “ser” y el “hacer” del laico en la Iglesia, quien, por su bautismo y su confirmación, es discípulo y misionero de Jesucristo. Ese entendimiento y acogida es un reto de primera importancia para el identidad y misión del sacerdote, como para el fiel laico, ambos, aunque diferenciados, discípulos y misioneros de Jesucristo.


Aportes de Aparecida a la identidad y misión sacerdotal

4. En el Discurso Inaugural de Aparecida, el Papa dedicó tres párrafos a los sacerdotes. Allí los señaló como los primeros promotores del discipulado y la misión y los primeros agentes de una auténtica renovación cristiana de la vida del Pueblo de Dios . El fundamento de esta primacía está en el llamado que recibieron “para estar con Jesús y ser enviados a predicar” (cf. Mc 3,14). El sacerdote debe ser ante todo un “hombre de Dios” (1Tm 6,11), que conoce a Dios directamente, que tiene una profunda amistad personal con Jesús, no para quedarse allí, sino para comunicarlo a los otros.

5. Cuando se propuso el discipulado como tema para la V Conferencia hubo una sorpresiva confluencia de pareceres. Inmediatamente se percibió que no era posible hablar de discípulo si al mismo tiempo no se lo consideraba también misionero. Por eso, muy pronto se sintió la necesidad de suprimir la conjunción “y”, para no dejar ninguna duda sobre la indisolubilidad del binomio. Así, en el documento de Aparecida se utilizó la expresión “discípulos misioneros” en todos los títulos y la gran mayoría de las veces también en el texto. Esa indisolubilidad cabe también a la fórmula identidad y misión. No podría haber identidad propiamente hablando, si no es una identidad misionera, como no existe verdadero discípulo si éste no es discípulo misionero. El reto de no separar identidad y misión, y el discipulado de la misión, es una tarea de todos los cristianos, pero compromete especialmente a los sacerdotes por el lugar de precedencia que tienen en la comunidad.

6. En esto se juega el gran desafío de integrar ser y hacer, fe y vida, evangelio y cultura. La fragmentación cultural, que desconcierta a todos, trae dificultades para hallar un sentido unitario a la vida y para construirla en fidelidad y coherencia. Esta realidad, en la que está inserto el presbítero, afecta tanto su existencia como su ministerio, es decir, el núcleo mismo de su persona. Está en juego el sujeto en su totalidad. En realidad, la misión se fortalece cuando parte de un sujeto integrado, ya se trate de un sujeto individual o un sujeto colectivo. En otras palabras, la misión parte de la comunión y ésta a su vez se alimenta de la misión.

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