domingo, 13 de noviembre de 2005

CARDENAL RATZINGER: LA IGLESIA DEBE ARRASAR SUS BASTIONES Y NO VOLVER NUNCA MÁS AL PROGRAMA DE ESTUDIOS

En su libro Principios de teología católica, publicado por primera vez en 1982, el Card. Joseph Ratzinger describía la crisis dentro de la Iglesia como consecuencia del Vaticano II. Entonces se preguntaba: ¿Hay que revocar el Concilio?


En su respuesta, afirmó categóricamente que la Iglesia no puede volver a los principios del Syllabus de Pío IX. También afirmó que arrasar los baluartes de la Iglesia, como había propuesto el padre von Balthasar, era un deber urgente de los católicos.

A continuación, fotocopias del texto en francés:




A continuación, la traducción (subrayado añadido):

¿Significa esto que el propio Concilio debe ser revocado? En absoluto. Sólo significa que la verdadera recepción del Concilio aún no ha comenzado. Lo que ha asolado a la Iglesia en la última década no es el Concilio, sino el rechazo a recibirlo: esto se hizo evidente gracias al análisis de la influencia de Gaudium et spes. Lo que se ha presentado como el Concilio era en gran medida una actitud que no encontraba justificación en las afirmaciones del propio texto, sino que eran [sólo] tendencias en su elaboración y en algunas de sus formulaciones.

El deber es, por lo tanto, no suprimir el Concilio, sino descubrir el verdadero Concilio y profundizar en lo que realmente quiere con respecto a lo que ha sucedido desde entonces.

Esto implica que no es posible volver al Syllabus, que bien podría haber sido un primer paso en el combate contra el liberalismo y el marxismo naciente, pero que no puede ser la última palabra. Ni los abrazos ni el gueto pueden resolver el problema de [las relaciones con] el mundo moderno para el cristiano. De ahí que el "arrasamiento de los bastiones" que Hans Urs von Balthasar pedía ya en 1952 fuera en efecto, un deber urgente....

Era necesario que ella [la Iglesia] arrasara con los viejos baluartes y confiara sólo en la protección de la fe, el poder de la palabra que es su fuerza única, verdadera y permanente. Pero arrasar los baluartes no puede significar que ya no tenga nada que proteger, o que pueda vivir gracias a fuerzas distintas de las que la engendraron: el agua y la sangre que brotaron del costado abierto de su Señor crucificado.



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