El próximo miércoles 22, Miércoles de Ceniza, comenzamos el Tiempo de Cuaresma. El significado de este tiempo tiene su raíz en la persona de Jesús.
Por Mons. José María Arancedo
La Iglesia recuerda aquellos 40 días de su preparación en el desierto, junto a las tentaciones a la que fuera sometido. Cuaresma es, también para nosotros, un tiempo de preparación en el que estamos llamados a ahondar el sentido y el compromiso de la vida cristiana.
Quisiera invitarlos en este primer encuentro del año “Desde el Evangelio”, a que vivamos la Cuaresma con un espíritu de renovación espiritual y un gesto de compromiso hacia nuestros hermanos más necesitados y alejados. La fuente y el modelo siempre será Jesucristo. Acercarnos a él es, por ello, el comienzo de santa cuaresma.
Desde la fe no somos alguien más sino una persona única querida y amada por Dios. Mi vida tiene sentido, es la primera consecuencia de un verdadero acto de fe. El misterio del hombre se ilumina, nos decía el Concilio Vaticano II, a la luz del misterio de Cristo. Jesucristo no es algo accesorio o secundario en la vida del hombre, sino la posibilidad de encontrarse con esa verdad profunda de ser hijos de Dios, y de descubrir la riqueza que ello significa.
El acto de fe se hace camino de Vida Nueva en Jesucristo. Siempre recuerdo al hablar de estos temas la reflexión de san Agustín, cuando luego de un largo peregrinar interior nos deja en sus confesiones aquella experiencia fundamental que ha quedado como testimonio de sabiduría para toda la humanidad: “mi corazón estuvo inquieto, Señor, hasta que te encontró a Ti”. Con Jesucristo entra en el hombre la fuente de su verdad y el sentido de su vida.
Jesucristo no viene a ocupar el lugar de nadie en mi vida, pero si la ilumina y enriquece todas mis relaciones. La fe no nos aísla del mundo, de mi familia y de mis amigos, por el contrario, las valora y les da un sentido que me compromete. No hay nada más alejado a esta fe en Dios, manifestada en Jesucristo, que actitudes de rencor que alimentan el egoísmo y la violencia. Si Dios es Padre de todos, como nos enseña Jesucristo, debemos afirmar que todo hombre es mi hermano. Esta simple reflexión es la primera enseñanza de la moral social.
A partir del encuentro con Jesucristo esto deja de ser sólo una doctrina para convertirse en la posibilidad real de una vida nueva, porque ella se nos comunica como gracia que nos hace semejantes a él. San Pablo lo dice así: “ya no soy yo es Cristo quién vive en mí” (Gal. 2, 20). Este don, que es la fuente de la vida cristiana, se convierte para nosotros en una tarea. La tarea, como vemos, supone la existencia del don.
En Jesucristo se nos ha manifestado el amor de Dios, él ha venido para caminar con nosotros y mostrarnos la grandeza y el sentido de nuestras vidas, él nos espera. Que este tiempo de Cuaresma sea la ocasión de un encuentro que nos enriquezca, para hacernos más felices y descubrirnos como hermanos. Reciban de su Obispo junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.
Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz
martes, 21 de febrero de 2012
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