miércoles, 1 de noviembre de 2023

EL FALSO ECUMENISMO DEL VATICANO II

“Esa audaz idea del libre pensamiento, a la que sin duda podemos llamar una revolución, que emana de nuestra logias masónicas, se ha diseminado magníficamente sobre la cúpula de San Pedro” (Yves Marsaudon, masón grado 33, 1965)


Las herejías del Vaticano II

El concilio Vaticano II celebrado entre los años 1962 y 1965 fue un falso concilio que constituyó una revolución contra los 2000 años de Doctrina y Tradición Católicas. Cómo veremos, el Vaticano II contiene varias herejías que fueron directamente condenadas por los Papas y Concilios del pasado.

El Vaticano II intentó dar a los católicos una nueva religión. En el período siguiente al Vaticano II sucedieron cambios masivos en todos los ámbitos de la Fe Católica, incluida la implementación de una “nueva misa”. El Vaticano II también introdujo nuevas prácticas e instauró una nueva visión respecto de las otras religiones. La Iglesia Católica no puede cambiar su Doctrina sobre las otras religiones y la manera como las encara, porque son enseñanzas fundamentadas en verdades de Fe transmitidas por Jesucristo Nuestro Señor.

El Vaticano segundo intentó cambiar esas verdades de la Iglesia Católica.

El Vaticano II fue convocado por Juan XXIII y fue solemnemente promulgado y confirmado por Pablo VI el 8 de diciembre de 1965. El Vaticano II no fue un verdadero concilio general o ecuménico de la Iglesia Católica por porque como veremos en detalles a continuación, fue convocado y confirmado por herejes manifiestos como Juan XXIII y Pablo VI que no eran elegibles para la elección papal.

Los frutos del concilio Vaticano II están a la vista de todos, cualquier católico honesto que haya vivido antes del concilio, lo puede comparar él mismo. La experiencia en las diócesis de hoy puede dar testimonio del hecho de que el Vaticano II inauguró una nueva religión. Este falso concilio emitió 16 documentos en total, pero vamos a analizar los más relevantes. Sin embargo, lo que veremos, será suficiente para convencer a cualquier persona de buena voluntad, de que ningún católico puede aceptar este concilio herético sin negar la fe y no basta simplemente con resistir las herejías del Vaticano II, se debe condenar por completo este concilio no católico y a todos los que obstinadamente adhieren a sus doctrinas, pues si una persona rechaza las herejías del Vaticano II, y aún así se consideran en comunión con aquellos que aceptan las herejías del Vaticano II, entonces esa persona, en verdad, todavía está en comunión con los herejes y por lo tanto, también es un hereje.


Unitatis Redintegratio

Vaticano II, Unitatis Redintegratio, # 1:
“Casi todos, sin embargo, aunque de modo diverso, suspiran por una Iglesia de Dios única y visible, que sea verdaderamente universal y enviada a todo el mundo, para que el mundo se convierta al Evangelio y se salve para gloria de Dios”.
En el inicio de su decreto sobre el ecumenismo, el Vaticano II enseña que casi todos aspiran por una “verdadera iglesia universal” cuya misión es convertir el mundo al Evangelio. ¿Cuál es la verdadera Iglesia universal cuya misión es convertir al mundo al Evangelio? Es la Iglesia Católica. Evidentemente es la única verdadera Iglesia de Cristo. Pero entonces, lo que el Vaticano II enseña es que casi todos aspiran por una verdadera iglesia universal de Cristo, cuando ya tenemos la respuesta. Y lo que el Vaticano II enseña es los pueblos deben aspirar por un verdadera Iglesia Católica, porque éste enseña que ella aún no existe. Si alguien tiene dudas de que el Vaticano II está aquí para negar que la Iglesia universal de Cristo existe, lea entonces la propia interpretación de Juan Pablo II de este pasaje del documento.

Juan Pablo I, Homilía del 5 de diciembre de 1996, hablando sobre la oración con los no católicos:
Cuando oramos juntos, lo hacemos con la esperanza de que pueda haber una Iglesia de Dios una y visible, que sea verdaderamente universal y enviada al mundo entero, a fin de que el mundo se convierta al Evangelio y así sea salvo, para gloria de Dios” (Unitatis Redintegratio, #1)
Aquí vemos que el propio Juan Pablo II confirma que la aspiración de “una y visible Iglesia de Cristo” es una aspiración de ambos lados, católico y no católico, lo que significa que el Vaticano II en su decreto sobre el ecumenismo, el cual Juan Pablo II estaba citando, estaba de hecho, aspirando por la iglesia universal de Cristo. Luego, el Vaticano II está negando que la Iglesia Católica es la Iglesia universal de Cristo, de acuerdo con Unitatis Redintegratio, la Iglesia universal, es decir, la Iglesia Católica, todavía ni siquiera existe


Unitatis Redintegratio también afirma que “todos los bautizados que profesan ser cristianos están en comunión con la Iglesia y tienen derecho al nombre de cristianos”, y al mismo tiempo, no menciona nada sobre la necesidad de ellos de convertirse a la Fe Católica para su salvación.

Vaticano II, Unitatis Redintegratio # 3:
“puesto que quienes creen en Cristo y recibieron el bautismo debidamente, quedan constituidos en alguna comunión, aunque no sea perfecta, con la Iglesia Católica.

Efectivamente, por causa de las varias discrepancias existentes entre ellos y la Iglesia Católica, ya en cuanto a la doctrina, y a veces también en cuanto a la disciplina, ya en lo relativo a la estructura de la Iglesia, se interponen a la plena comunión eclesiástica no pocos obstáculos, a veces muy graves, que el movimiento ecumenista trata de superar. Sin embargo, justificados por la fe en el bautismo, quedan incorporados a Cristo y, por tanto, reciben el nombre de cristianos con todo derecho y justamente son reconocidos como hermanos en el Señor por los hijos de la Iglesia católica”.
Note que el Vaticano II enseña que las sectas protestantes y cismáticas están en comunión con la iglesia católica, aunque parcialmente y son “hermanos de la misma iglesia” con derecho al nombre de cristianos. Pero la Verdadera Iglesia Católica enseña que ellos están fuera de la comunión con la Iglesia y son ajenos a sus fieles. Esto contradice directamente la enseñanza del Vaticano II.

Papa León XIII, Satis Cognitum # 17, 29 de junio de 1896:
“Tal ha sido constantemente la costumbre de la Iglesia, apoyada por el juicio unánime de los Santos Padres, que siempre han mirado como excluido de la comunión católica y fuera de la Iglesia a cualquiera que se separe en lo más mínimo de la doctrina enseñada por el magisterio auténtico”.
La siguiente cita es de un artículo que apareció en una publicación que es ampliamente leída y aprobada por la secta del Vaticano II, St. Anthony Messenger y vamos a ver cómo esta reconocida publicación interpreta el decreto sobre el ecumenismo del Vaticano II.


Renée M. LaReau, “O Vaticano II para Gen-Xers”, St. Anthony Messenger, noviembre de 2005, pág. 25:
Unitatis Redintegratio (el decreto sobre el ecumenismo) y Nostra Aetate (la declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas) mostraron cambios significativos en las actitudes de la Iglesia ante las otras religiones. Venida de una antigua Institución de criterios estrictos que insistía con que no hay salvación fuera de la Iglesia y que la Iglesia Católica era la única y verdadera Iglesia de Cristo, la apertura de mente que caracterizó esas enseñanzas fue notable.

Unitatis Redintegratio afirma que la Iglesia incluye todos los cristianos y no se limita exclusivamente a la Iglesia Católica, mientras que Nostra Aetate reconoce que la verdad y santidad de las religiones no cristianas fue obra del mismo único Dios verdadero”.
¿Renée habrá entendido mal el Vaticano II? No, acabamos de mostrar que Unitatis Redintegratio enseña precisamente eso. Ahora veremos que el Vaticano II niega que la Iglesia sea completamente Católica y que afirma que existe salvación en las mencionadas sectas

Vaticano II, Unitatis Redintegratio, #4:
“Sin embargo, las divisiones de los cristianos impiden que la Iglesia lleve a efecto su propia plenitud de catolicidad en aquellos hijos que, estando verdaderamente incorporados a ella por el bautismo, están, sin embargo, separados de su plena comunión. Más aún, a la misma Iglesia le resulta muy difícil expresar, bajo todos los aspectos, en la realidad misma de la vida, la plenitud de la catolicidad”.
En este ítem 4 del mismo decreto sobre el ecumenismo el concilio Vaticano II niega que la Iglesia de Cristo es plenamente Católica. Esto es tan herético que si una persona cree en esto, no puede ni siquiera recitar el credo apostólico “creo en la Santa Iglesia Católica”, tendría que decir “creo en la Iglesia no completamente Católica”.

Pero, ¿por qué el Vaticano II afirmaría una herejía así tan ridícula? Hay una razón: la palabra “Católica” significa universal. Como hemos visto, el Vaticano II rechaza que la Iglesia Católica es la Iglesia universal de Cristo al enseñar que casi todos aspiran por la Iglesia universal como si ella no existiese.

“Cardenal” Ratzinger, Dominus Iesus, #17, aprobada por el Antipapa Juan Pablo II, 6 de agosto de 2000:
“Por eso, también en estas Iglesias está presente y operante la Iglesia de Cristo, si bien falte la plena comunión con la Iglesia católica al rehusar la doctrina católica del Primado, que por voluntad de Dios posee y ejercita objetivamente sobre toda la Iglesia el Obispo de Roma”.
La religión del Vaticano II afirma que la Iglesia de Cristo es mayor que la Iglesia Católica. El decreto del Vaticano II, al negar que la Iglesia Católica es la Iglesia Universal de Cristo, al aspirar por la existencia de tal iglesia, sigue lógicamente que el Vaticano II enseña que la Iglesia, esto es la Iglesia Católica universal, no es capaz de realizar plenamente su catolicidad o universalidad debido a las divisiones entre los cristianos.

En otras palabras, según lo aclara la doctrina del Vaticano II las divisiones entre las incontables sectas protestantes, las sectas cismáticas orientales y la Iglesia Católica, impiden que la Iglesia universal -de la cual somos todos miembros, según el Vaticano II- realice su plena catolicidad y universalidad. 

Todo esto es una evidente confirmación de que el Vaticano II enseña que las sectas heréticas y cismáticas forman la Iglesia de Cristo. Con esa explicación, citaremos al Papa Clemente VI y al Papa León XIII para refutar esa horrible herejía del Vaticano II.

Papa Clemente VI

Papa Clemente VI, Super quibusdam, 20 de septiembre de 1351:
“Preguntamos: Primeramente, si vosotros y la iglesia de los armenios que os obedece, creen que todos aquellos que en el bautismo recibieron la misma Fe Católica y después se apartaron o se apartarán en el futuro de la comunión de la misma fe DE LA IGLESIA ROMANA, QUE ES LA UNICA CATÓLICA, son cismáticos y herejes, si permanecen obstinadamente divididos de la Fe de esta Iglesia romana”.
Papa León XIII, Satis Cognitum, # 17, 29 de junio de 1896:
“Tal ha sido constantemente la costumbre de la Iglesia, apoyada por el juicio unánime de los Santos Padres, que siempre han mirado como excluido de la comunión católica Y FUERA DE LA IGLESIA A CUALQUIERA QUE SE SEPARE EN LO MÁS MÍNIMO DE LA DOCTRINA ENSEÑADA POR EL MAGISTERIO AUTÉNTICO”. 
Como podemos ver, cuando los herejes abandonan la Iglesia Católica, ellos no rompen su catolicidad o universalidad; ellos simplemente abandonan la Iglesia Católica. Pero esto no es así de acuerdo con el decreto sobre el ecumenismo de la secta del Vaticano II.

Michael J. Daley, “Los 16 Documentos del Concilio”, St. Anthony Messenger, Noviembre de 2005, pág. 15:
“El decreto sobre el ecumenismo (Unitatis Redintegratio) desea el restablecimiento de la unidad entre todos los cristianos y no simplemente un regreso a Roma. Admite que ambas partes tienen culpa en las divisiones históricas y establece las directrices para las actividades ecuménicas”.
Según este comentarista, el Vaticano II enseña que los protestantes y cismáticos no tuvieron culpa al haber abandonado la Iglesia Católica, que ambas partes fueron culpables. ¿Habrá por parte de él algún error en la comprensión del Vaticano II? No, de hecho, el Vaticano II enseña precisamente eso en esta sorprendente declaración. 

Vaticano II, Unitatis Redintegratio, # 3:
Los que ahora nacen y se nutren de la fe de Jesucristo dentro de esas comunidades no pueden ser tenidos como responsables del pecado de la separación, y la Iglesia católica los abraza con fraterno respeto y amor”.
Esta declaración debe ser considerada cuidadosamente para que se perciba el impacto total de su malicia, al no dar ninguna clarificación o calificación. 

El Vaticano II emitió una declaración general y perdona el pecado de separación y herejía y el cisma a todos los que, nacidos en las comunidades protestantes o cismáticas, son excluidos de la fe de Cristo.


Un concilio increíblemente herético

Esto significa que no se puede acusar a cualquier protestante de ser un hereje, no importa cuan anticatólico sea, si hubiera nacido en una secta. Esto contradice directamente la Doctrina Católica, como ya vimos con el Papa León XIII. Todo aquel que rechaza un Dogma de Fe Católico es un hereje y culpable de su propia separación de la Verdadera Iglesia.

Vaticano II, Unitatis Redintegratio, # 3:
“Es más: de entre el conjunto de elementos o bienes con que la Iglesia se edifica y vive, algunos, o mejor, muchísimos y muy importantes pueden encontrarse fuera del recinto visible de la Iglesia católica: la Palabra de Dios escrita, la vida de la gracia, la fe, la esperanza y la caridad, y algunos dones interiores del Espíritu Santo y elementos visibles”.
En el ítem 3 del decreto sobre el ecumenismo, encontramos más herejía. Éste afirma abiertamente que la vida de la gracia, la gracia santificante y la justificación existen fuera del ámbito visible de la Iglesia Católica. Esto es directamente contrario a la enseñanza solemne del Papa Bonifacio VIII en la bula Unam Sanctam.

Papa Bonifacio VIII

Papa Bonifacio VIII, Unam Samctam, 18 de noviembre de 1302:
“Por apremio de la fe, estamos obligados a creer y mantener que hay una sola y Santa Iglesia Católica y la misma Apostólica, y nosotros firmemente lo creemos y simplemente lo confesamos, y fuera de ella no hay salvación ni perdón de los pecados, como quiera que el Esposo clama en los cantares: Una sola es mi paloma, una sola es mi perfecta”.
El Vaticano II rechazó el Dogma de que no hay perdón de los pecados fuera de la Iglesia Católica al afirmar que una persona puede poseer la vida de gracia, que incluye la remisión de los pecados, fuera de la Iglesia Católica. Y hay más herejía en la misma sección del decreto sobre el ecumenismo.

El Vaticano II afirma abiertamente que esas comunidades  que describe son medios de salvación

Vaticano II, Unitatis Redintegratio, # 3:
“Por consiguiente, aunque creamos que las Iglesias y comunidades separadas tienen sus defectos, no están desprovistas de sentido y de valor en el misterio de la salvación, porque el Espíritu de Cristo no ha rehusado servirse de ellas como medios de salvación, cuya virtud deriva de la misma plenitud de la gracia y de la verdad que se confió a la Iglesia”.
Esta es una de  las peores herejías del Vaticano II: rechaza totalmente el Dogma de que fuera de la Iglesia Católica no hay salvación.

Papa San Pío X, Editae saepe, # 29, 26 de mayo de 1910:
Sólo la Iglesia posee junto con su magisterio el poder de gobernar y santificar la sociedad humana. A través de sus ministros y servidores (cada uno en su propio puesto y oficio), confiere a la humanidad los medios de salvación adecuados y necesarios”.
Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, Cantate Domino, 1441, ex Cathedra:
“[La Iglesia Católica] firmemente cree, profesa y predica que nadie que no esté dentro de la Iglesia Católica, no sólo paganos, sino también judíos o herejes y cismáticos, puede hacerse partícipe de la vida eterna, sino que irá al fuego eterno que está reservado para el diablo y sus ángeles, a no ser que antes de su muerte se uniere con ella”.

Mártires no católicos?

En su decreto sobre el ecumenismo, el Vaticano II también enseña que los no católicos dan testimonio de Cristo al derramar su sangre. El siguiente párrafo implica que hay santos y mártires en las iglesias no Católicas, lo que es una pavorosa herejía.

Vaticano II, Unitatis Redintegratio, # 4:
“Por otra parte, es necesario que los católicos, con gozo, reconozcan y aprecien en su valor los tesoros verdaderamente cristianos que, procedentes del patrimonio común, se encuentran en nuestros hermanos separados. Es justo y saludable reconocer las riquezas de Cristo y las virtudes en la vida de quienes dan testimonio de Cristo y, a veces, hasta el derramamiento de su sangre”.
Basándose en esta doctrina, el Antipapa Juan Pablo II amplía y repite esta herejía varias veces. 


Juan Pablo II, Ut unum Sint, # 1, 25 de mayo de 1995:
“El valiente testimonio de tantos mártires de nuestro siglo, pertenecientes también a otras Iglesias y Comunidades eclesiales no en plena comunión con la Iglesia católica, infunde nuevo impulso a la llamada conciliar y nos recuerda la obligación de acoger y poner en práctica su exhortación”.
Juan Pablo II, Ut unum Sint, # 84, 25 de mayo de 1995:
“La comunión aún no plena de nuestras comunidades está en verdad cimentada sólidamente, si bien de modo invisible, en la comunión plena de los santos, es decir, de aquéllos que al final de una existencia fiel a la gracia están en comunión con Cristo glorioso. Estos santos proceden de todas las Iglesias y Comunidades eclesiales, que les abrieron la entrada en la comunión de la salvación”.
La Iglesia Católica enseña dogmáticamente que fuera de la Iglesia no hay Mártires cristianos.

Papa Pelagio II, Epístola (2), Dilectionis vestrae, 585:
“Aquellos que no estuvieron dispuestos a estar de acuerdo con la Iglesia de Dios, no pueden mantenerse con Dios, aunque sean arrojados a las llamas y al fuego, ardan o, arrojados a las fieras, den su vida, no habrá para ellos esa corona de la fe, sino el castigo de la infidelidad, no un resultado glorioso (de virtud religiosa), sino la ruina de la desesperación. Tal persona puede ser muerta, mas no puede ser coronada”.
Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, Cantate Domino, sesión 11, 4 de febrero de 1442:
“Y que nadie, por más limosnas que hiciere, aun cuando derramare su sangre por el nombre de Cristo, puede salvarse, si no permaneciere en el seno y unidad de la Iglesia Católica”.
En su decreto sobre el ecumenismo, el Vaticano II también enseña que en las sectas orientales heréticas y cismáticas, la Iglesia de Dios es edificada.

Vaticano II, Unitatis Redintegratio, # 13-15
“Nuestra atención se fija en las dos categorías principales de escisiones que afectan a la túnica inconsútil de Cristo.

Las primeras tuvieron lugar en el Oriente, a resultas de las declaraciones dogmáticas de los concilios de Efeso y de Calcedonia, y en tiempos posteriores por la ruptura de la comunidad eclesiástica entre los patriarcas orientales y la Sede Romana.

Todos conocen con cuánto amor los cristianos orientales celebran el culto litúrgico, sobre todo la celebración eucarística, fuente de la vida de la Iglesia y prenda de la gloria futura, por la cual los fieles unidos a su Obispo, teniendo acogida ante Dios Padre por su Hijo el Verbo encarnado, muerto y glorificado en la efusión del Espíritu Santo, consiguen la comunión con la Santísima Trinidad, hechos "partícipes de la naturaleza divina". Consiguientemente, por la celebración de la Eucaristía del Señor en cada una de estas Iglesias, se edifica y crece la Iglesia de Dios, y por la concelebración se manifiesta la comunión entre ellas”.

La Iglesia Católica enseña que los herejes son las puertas del Infierno.

Papa Vigilio

Papa Vigilio, Segundo Concilio de Constantinopla, año 553
“Con estos asuntos, ya exhaustivamente tratados, tenemos en mente lo que fue prometido acerca de la Santa Iglesia y de aquel que dijo: ‘las puertas del infierno no prevalecerán contra ella’ (entendemos que esto son las lenguas mortíferas de los herejes)... por lo que consideramos estar en compañía del diablo, el padre de la mentira, las lenguas incontroladas de los herejes y sus escritos heréticos, junto con los propios herejes que persistieron en su herejía hasta la muerte”.
Papa San León IX, In terra pax hominibus, 2 de septiembre de 1053, al “Padre” de la Ortodoxia Oriental, Miguel Cerulário, cap. 7:
“La Santa Iglesia edificada sobre una piedra, esto es, sobre Cristo, y sobre Pedro o Cefas, el hijo de Jonás, que antes se llamaba Simón, porque de ningún modo será vencida por las puertas del infierno, es decir, por las disputas de los herejes, que seducen al caos hasta su ruina”.
Otra herejía que ocupa un lugar destacado en el decreto sobre el ecumenismo del Vaticano II es la constante expresión de reverencia por los miembros de las religiones no católicas.

Vaticano II, Unitatis Redintegratio, # 3:
“En tiempos sucesivos surgieron discrepancias mayores, separándose de la plena comunión de la Iglesia no pocas comunidades, a veces no sin responsabilidad de ambas partes, pero los que ahora nacen y se nutren de la fe de Jesucristo dentro de esas comunidades no pueden ser tenidos como responsables del pecado de la separación, y la Iglesia católica los abraza con fraterno respeto y amor”.
La Iglesia Católica no muestra reverencia a aquellos que niegan su enseñanza. La Iglesia trabaja y espera por su conversión, más denuncia y anatematiza como heréticos a los miembros de las sectas que rechazan la Doctrina Católica.

Papa Inocencio III, Cuarto Concilio de Letrán, año 1215, Constitución 3, Sobre los Herejes:
Excomulgamos y anatematizamos todas las herejías que se opongan a esta Fe santa, ortodoxa y católica que expusimos anteriormente. Condenamos todos los herejes, se llamen como se llamen. En verdad, sus apariencias pueden ser diversas, pero están enlazados en la medida en que se asemejan por su orgullo”.
Papa Pelagio II, Epístola 1, Quod ad dilectionem, 585:
“Sin embargo, si alguien sugiere, o cree, o presume enseñar algo contrario a esta Fe, que sepa que está condenado y anatematizado según la sentencia de esos mismos Padres”.
Primer Concilio de Constantinopla, 381, Canon 1:
Anatematizamos toda herejía, y en particular a los eumonianos o anomeos, la de los arrianos o eudoxianos, de los semiarrianos o neumatocos, de los sabelianos, marcelianos, fotinianos y apolinaristas”.

El decreto sobre el ecumenismo del Vaticano II también enseña que “en cuestiones teológicas debemos tratar a los no católicos en pie de igualdad”.

Vaticano II, Unitatis Redintegratio, # 9:

“Conviene conocer la disposición de ánimo de los hermanos separados ...  ayudan mucho por ambas partes las reuniones destinadas a tratar, sobre todo, cuestiones teológicas, donde cada uno pueda tratar a los demás de igual a igual, con tal que los que toman parte, bajo la vigilancia de los prelados, sean verdaderamente peritos”.

Ahora veamos como el texto del decreto sobre el ecumenismo del Vaticano II está condenado por el Papa Pío XI en su encíclica Mortalium Animos contra el ecumenismo. 

El Vaticano II recomienda que nos relacionemos con los herejes de igual a igual, sin embargo, el Papa Pío XI advierte que los herejes están dispuestos a tratar con la Iglesia de Roma, pero solo “de igual a igual”. Cuando se lee la increíble especificidad con la cual el Vaticano II contradice la Doctrina pasada del Magisterio, una persona lo menos que puede hacer es preguntarse es si no habrá sido Satanás en persona quien escribió los documentos del Vaticano II.

Papa Pío XI, Mortalium Animos, # 7, 6 de enero de 1928, hablando sobre los herejes:
“Afirman que estarían dispuestos a tratar con la Iglesia de Roma, pero en igualdad de condiciones, es lo mismo que a un igual”.
Como hemos visto, con el documento Unitatis Redintegratio del concilio Vaticano II, podemos confirmar que los enemigos de la Iglesia Católica fundaron otra religión.


Fuente

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