CARTA APOSTOLICA
EN FORMA DE «MOTU PROPRIO»
DEL SUMO PONTIFICE
FRANCISCO
AD THEOLOGIAM PROMOVENDAM
APROBACIÓN
NUEVOS ESTATUTOS DE LA
ACADEMIA PONTIFICIA DE TEOLOGÍA
1. Promover la teología en el futuro no puede limitarse a reproponer abstractamente fórmulas y esquemas del pasado. Llamada a interpretar proféticamente el presente y a discernir nuevos caminos para el futuro, a la luz de la Revelación, la teología deberá afrontar profundas transformaciones culturales, consciente de que: "Lo que estamos viviendo no es simplemente una época de cambios, sino un cambio de época" (Discurso a la Curia Romana, 21 de diciembre de 2013).
2. La Pontificia Academia de Teología, fundada a principios del siglo XVIII bajo los auspicios de mi predecesor Clemente XI, e instituida canónicamente por él con el breve Inscrutabili el 23 de abril de 1718, ha encarnado constantemente en el curso de su existencia secular la necesidad de poner la teología al servicio de la Iglesia y del mundo, modificando su estructura y ampliando sus fines cuando ha sido necesario: de un lugar inicial de formación teológica de clérigos en un contexto en el que faltaban otras instituciones inadecuadas para este fin, a un grupo de estudiosos llamados a investigar y profundizar temas teológicos de especial relevancia. La actualización de los Estatutos, querida por mis Predecesores, marcó y promovió este proceso: se piensa en los Estatutos aprobados por Gregorio XVI el 26 de agosto de 1838 y en los aprobados por san Juan Pablo II con la Carta Apostólica Inter munera Academiarum el 28 de enero de 1999.
3. Después de casi cinco décadas, ha llegado el momento de revisar estas normas, para hacerlas más adecuadas a la misión que nuestro tiempo impone a la teología. Una Iglesia sinodal, misionera y "en salida" sólo puede corresponder a una teología "en salida". Como escribí en mi Carta al Gran Canciller de la Universidad Católica Argentina, dirigiéndome a profesores y estudiantes de teología: "No os contentéis con una teología en la mesa. Que vuestro lugar de reflexión sean las fronteras. [...] También los buenos teólogos, como los buenos pastores, huelen a pueblo y a calle y, con su reflexión, derraman aceite y vino sobre las heridas de los hombres". Sin embargo, la apertura al mundo, al hombre en la concreción de su situación existencial, con sus problemas, heridas, desafíos y potencialidades, no puede reducirse a una actitud "táctica", adaptando extrínsecamente contenidos ya cristalizados a situaciones nuevas, sino que debe impulsar a la teología a un replanteamiento epistemológico y metodológico, como indica el Proemio de la Constitución apostólica Veritatis gaudium.
4. Por tanto, la reflexión teológica está llamada a un punto de inflexión, a un cambio de paradigma, a una "valiente revolución cultural" (Carta encíclica Laudato si', 114) que la comprometa, ante todo, a ser una teología fundamentalmente contextual, capaz de leer e interpretar el Evangelio en las condiciones en que los hombres y mujeres viven cotidianamente, en distintos ambientes geográficos, sociales y culturales, y teniendo como arquetipo la Encarnación del Logos eterno, su entrada en la cultura, cosmovisión y tradición religiosa de un pueblo. A partir de aquí, la teología no puede sino desarrollarse en una cultura del diálogo y del encuentro entre diferentes tradiciones y diferentes saberes, entre diferentes confesiones cristianas y diferentes religiones, confrontando abiertamente a todos, creyentes y no creyentes. En efecto, la necesidad del diálogo es intrínseca al ser humano y a toda la creación, y es tarea particular de la teología descubrir "la impronta trinitaria que hace del cosmos en el que vivimos 'una red de relaciones' en la que 'es propio de todo ser viviente tender hacia otra cosa'" (Constitución apostólica Veritatis gaudium, Proem, 4a).
5. Esta dimensión relacional connota y define, desde el punto de vista epistémico, el estatuto de la teología, que se ve empujada a no encerrarse en la autorreferencialidad, que conduce al aislamiento y a la insignificancia, sino a verse inserta en una red de relaciones, en primer lugar con otras disciplinas y otros saberes. Este es el enfoque de la transdisciplinariedad, es decir, de la interdisciplinariedad en sentido fuerte, a diferencia de la multidisciplinariedad, entendida como interdisciplinariedad en sentido débil. Esta última favorece ciertamente una mejor comprensión del objeto de estudio al considerarlo desde varios puntos de vista, que sin embargo siguen siendo complementarios y separados. La transdisciplinariedad, en cambio, debe pensarse "como la puesta en común y la fermentación de todos los saberes en el espacio de Luz y de Vida ofrecido por la Sabiduría que emana de la Revelación de Dios" (Constitución apostólica Veritatis gaudium, Proemio, 4c). De ahí la ardua tarea para la teología de ser capaz de servirse de las nuevas categorías elaboradas por otros saberes, para penetrar y comunicar las verdades de fe y transmitir la enseñanza de Jesús en los lenguajes de hoy, con originalidad y conciencia crítica.
6. El diálogo con otras formas de saber presupone evidentemente el diálogo dentro de la comunidad eclesial y la conciencia de la esencial dimensión sinodal y comunitaria del hacer teología: el teólogo no puede dejar de vivir la fraternidad y la comunión en primera persona, al servicio de la evangelización y para llegar al corazón de todos. Como dije a los teólogos en mi Discurso a los miembros de la Comisión Teológica Internacional, el 24 de noviembre de 2022: "La sinodalidad eclesial compromete, pues, a los teólogos a hacer teología de forma sinodal, promoviendo entre ellos la capacidad de escuchar, dialogar, discernir e integrar la multiplicidad y variedad de instancias y aportaciones. Por ello, es importante que existan lugares, incluso institucionales, en los que vivir y experimentar la colegialidad y fraternidad teológica.
7. Por último, la necesaria atención al estatuto científico de la teología no debe oscurecer su dimensión sapiencial, como ya afirmaba claramente Santo Tomás de Aquino (cf. Summa theologiae I, q. 1, a. 6). Por eso, el beato Antonio Rosmini consideraba la teología como expresión sublime de la "caridad intelectual", al tiempo que pedía que la razón crítica de todo saber se orientara hacia la Idea de Sabiduría. Ahora bien, la Idea de Sabiduría mantiene interiormente unidas en un "sólido círculo" la Verdad y la Caridad, de modo que es imposible conocer la verdad sin practicar la caridad: "porque la una está en la otra y ninguna de las dos se encuentra fuera de la otra. Por eso quien tiene esta Verdad tiene consigo la Caridad que la cumple, y quien tiene esta Caridad tiene la Verdad cumplida" (cf. De los estudios del autor, nn. 100-111). La razón científica debe ampliar sus límites en dirección a la sabiduría, para no deshumanizarse y empobrecerse. De este modo, la teología puede contribuir al debate actual de "repensar el pensamiento", mostrándose como un verdadero saber crítico en la medida en que es un saber sapiencial, no abstracto e ideológico, sino espiritual, elaborado de rodillas, preñado de adoración y oración; un saber trascendente y, al mismo tiempo, atento a la voz del pueblo, de ahí que sea una teología "popular", que se dirige misericordiosamente a las heridas abiertas de la humanidad y de la creación y dentro de los pliegues de la historia humana, a la que profetiza la esperanza de un cumplimiento último.
8. Esta es la "impronta" pastoral que la teología en su conjunto, y no sólo en su ámbito particular, debe asumir: sin contraponer teoría y praxis, la reflexión teológica está urgida a desarrollarse con un método inductivo, que parta de los diversos contextos y situaciones concretas en que están insertos los pueblos, dejándose interpelar seriamente por la realidad, para convertirse en discernimiento de los "signos de los tiempos" en el anuncio del acontecimiento salvífico del Dios-ágape, comunicado en Jesucristo. Por tanto, debe privilegiarse ante todo el conocimiento del sentido común del pueblo, que es de hecho el lugar teológico donde habitan tantas imágenes de Dios, que a menudo no corresponden al rostro cristiano de Dios, que es sólo y siempre amor. La teología está al servicio de la evangelización de la Iglesia y de la transmisión de la fe, para que la fe se haga cultura, es decir, ethos sabio del pueblo de Dios, propuesta de belleza humana y humanizadora para todos.
9. Ante esta renovada misión de la teología, la Pontificia Academia de Teología está llamada a desarrollar, en constante atención a la naturaleza científica de la reflexión teológica, el diálogo transdisciplinar con otros saberes científicos, filosóficos, humanísticos y artísticos, con creyentes y no creyentes, con hombres y mujeres de distintas confesiones cristianas y de diferentes religiones. Esto puede tener lugar mediante la creación de una comunidad académica de fe y estudio compartidos, que teja una red de relaciones con otras instituciones formativas, educativas y culturales y sea capaz de penetrar, con originalidad y espíritu de imaginación, en los lugares existenciales de la elaboración del conocimiento, de las profesiones y de las comunidades cristianas.
10. Gracias a los nuevos Estatutos, la Pontificia Academia de Teología podrá así perseguir más fácilmente los objetivos que el tiempo actual requiere. Al acoger los votos que me han sido dirigidos para la aprobación de estas nuevas normas, y al asentir a ellos, deseo que esta insigne sede del saber crezca en calidad, por lo que apruebo, en virtud de esta Carta Apostólica, y a perpetuidad, los Estatutos de la Pontificia Academia de Teología, legítimamente redactados y nuevamente revisados, y les concedo la fuerza de la aprobación Apostólica.
Todo cuanto he decretado en esta Carta Apostólica motu proprio dada, ordeno que tenga fuerza estable y duradera, no obstante cualquier disposición en contrario.
Dado en Roma, junto a San Pedro, el día primero de noviembre del año 2023, solemnidad de Todos los Santos, undécimo de mi Pontificado.
FRANCISCO
Texto original: italiano
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