domingo, 19 de julio de 2009

“EL SEÑOR ES MI PASTOR, NADA ME PUEDE FALTAR” (SAL.23,1)



Hay un solo Pastor y Padre, un solo rebaño y un solo redil; este será el fruto de la vida que Jesús ofrece por sus ovejas.

XVI Domingo durante el año (b)

Por Mons. Marcelo Martorell

El tema de Dios-Pastor de su Pueblo y por lo tanto más tarde el del Mesías-Pastor, es un tema recurrente tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento y nos enseña que el Señor cuida de nosotros como el pastor cuida de sus ovejas. En la Escritura es elogiado el buen pastor y es condenado el mal pastor, que es el que descuida a sus ovejas y no procura para ella el bien.

En la Primera Lectura (Jer. 23,1-6) Dios, por boca de Jeremías, condena la conducta de los malos pastores: “Ay de los pastores que dispersan y dejan perecer las ovejas –el Pueblo de Dios – de mi rebaño” (Ib. 1). En lugar de cuidarlas y reunirlas, las dispersan; y muchas se pierden, no las guardan, las dejan perecer, y por eso Dios, el Señor, los castigará. Dios mismo tomará a su cuidado “el resto de sus ovejas”(Ib3) y las confiará a pastores más dignos y suscitará de la Casa de David “un vástago legítimo”(Ib. 5), el Mesías, rey pastor, bajo su cuidado las ovejas perdidas de Israel, serán definitivamente reunidas y gozarán de seguridad, justicia y paz.. Este pastor cuida de sus ovejas, las conoce por su nombre, las llama y reúne, las protege de los peligros y las alimenta con pastos sustanciosos, que son el alimento de su carne y de su sangre en la mesa del altar.

En el Evangelio (Mc.6, 30-34) Jesús pastor mira con especial interés, a quienes serán pastores de su pueblo y reúne en torno a sí a los apóstoles, a quienes después de las áridas jornadas, los invita a estar junto a Él para reposar de las fatigas de la misión del pastor: “venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco” (Ib. 30). No se puede trabajar apostólicamente con fecundidad sin un tiempo de reposo junto al Pastor. El Maestro, Buen Pastor, infunde a sus pastores la fuerza de Dios que necesitan para pastorear a su pueblo. Es una pausa de oración y de reflexión de la Palabra de Dios, para hacerla parte de su propia vida.

La fatiga del Pastor será grande y por eso es necesario este descanso espiritual. Dice el Evangelio que la actividad de Jesús era tan intensa “que no encontraban tiempo ni para comer” (Ib. 31) y cuando Jesús se aparta, lo vuelven a encontrar, de modo que apunta San Marcos: “le dio lástima porque andaban como ovejas sin pastor y se puso a enseñarles con calma” (Ib. 34). Jesús se entrega totalmente a su rebaño, como se entregó totalmente en la cruz, olvidándose de sí mismo para adoctrinar y enseñar al rebaño que el Padre le confió.

Jesús es el Buen Pastor que da su vida por las ovejas y esta realidad debe ser imitada por quienes son los pastores, no solamente los sacerdotes y los obispos sino todos los que están llamados a ocupar un puesto particular en las comunidades intermedias, como quien tienen a su cargo la conducción de la familia o cualquier otra realidad del bien común. Hay un solo Pastor y Padre, un solo rebaño y un solo redil; este será el fruto de la vida que Jesús ofrece por sus ovejas.

Que María Virgen nos haga vivir como hijos de un mismo redil a todos los hombres de la tierra.

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