sábado, 25 de julio de 2009

DESDE EL EVANGELIO: DÍA DE LOS ABUELOS


Este domingo, 26 de Julio, se celebra la Fiesta de san Joaquín y santa Ana, quienes fueron los padres de la Virgen María. Ella, que había sido elegida por Dios para ser la Madre de su Hijo Jesucristo, nació como todos nosotros en una familia. Por ello debemos decir que Jesús tuvo abuelos por parte de su madre, ellos eran Joaquín y Ana, a quienes la Iglesia les dio el título de santos.

Por Mons. José María Arancedo

A esta Fiesta la celebramos hoy como el Día de los Abuelos. Creo que es una oportunidad para homenajear a estos seres tan queridos y a quienes tanto le debemos.

En el ritual del matrimonio se retoma una bendición de la Biblia y se les dice a los esposos: “Que sean padres fecundos y de reconocida virtud, y puedan ver a los hijos de sus hijos”. Este ver a los “hijos de sus hijos”, forma parte de ese horizonte de plenitud que tiene la vida del hombre. En sus nietos, los abuelos, ven la prolongación de la vida que ellos han engendrado. Hay una continuidad que marca el sentido espiritual de la condición humana. Esto tiene mucho que ver, además, con el sentido de la historia y la transmisión de valores que es propio de la cultura del hombre y la sociedad. Hay un pasado que se hace presencia en la persona de los abuelos. La solidez de la raíz es garantía para el futuro de los hijos; su compañía es, por ello, una riqueza.

Hablar de respeto a nuestros abuelos puede tener sabor a poco, prefiero hablar de reconocimiento y gratitud. El reconocimiento nos habla de una verdad que compromete a la justicia; la gratitud, en cambio, nos habla más de una actitud de amor y de generosidad. No se excluyen sino que se complementan. No puede haber amor sin justicia, pero sí, lamentablemente, puede haber justicia sin amor, y esto duele. Para un abuelo tener un lugar espiritual, aunque no sea físico, en el lugar de sus afectos, es un signo de reconocimiento y de amor. El lugar espiritual es una actitud que crea un espacio que hace posible la vida y su realización. De ello todos somos responsables.

Esto me lleva a afirmar, con un cierto juicio crítico, que el nivel moral de una comunidad se mide, en gran parte, por la atención que se presta y se acompaña a los abuelos. En la persona de los abuelos podemos ver hoy la situación en la que viven muchos jubilados, para quienes el primer nivel, aquel de la justicia, aún está lejos de ser atendido. La caridad no suple a la justicia, la supone y la perfecciona. Creo que en este tema hay mucho por hacer y no se puede esperar.

Queridos amigos, quiero en este día de los santos Joaquín y Ana, los abuelos de Jesús, comprometerlos a tener una actitud de cercanía, reconocimiento y amor por todos nuestros mayores, los invito a elevar por ellos nuestra oración a Dios. Reciban de su Obispo, junto a mi afecto y oración, mi bendición en el Señor.

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