¿Qué dices? Dios tiene compasión de este vicio. Pero debéis saber que los castigos más horribles con que Dios ha visitado jamás la tierra han sido atraídos por este vicio.
San Jerónimo dice que este es el único pecado del que leemos que hizo que Dios se arrepintiera de haber hecho al hombre. Se arrepintió Aquel que había hecho al hombre... porque toda carne había corrompido su camino (Gen. vi. 6-12). Por lo cual, dice San Jerónimo: “no hay pecado que Dios castigue tan rigurosamente, incluso sobre la tierra, como este”.
Una vez envió fuego del cielo sobre cinco ciudades, y consumió a todos sus habitantes por este pecado. Principalmente a causa de este pecado Dios destruyó a la humanidad, con excepción de ocho personas, mediante el diluvio.
Es un pecado que Dios castiga, no sólo en la otra vida, sino también en esta. Para confirmar esto, sólo hay que entrar en los hospitales, y ver allí a los muchos pobres jóvenes, que una vez fueron fuertes y robustos, pero ahora son débiles, escuálidos, llenos de dolores, atormentados con lancetas y cáustico, y úlceras, todo por este maldito vicio.
Porque me has olvidado y me has desechado a mis espaldas, ¿llevarás también tu maldad y tus fornicaciones? Porque -dice Dios- te has olvidado de mí y me has dado la espalda, por un miserable placer de la carne, estoy resuelto a que aún en esta vida pagues el precio de tu maldad.
Dices que Dios tiene compasión de los hombres sujetos a este pecado. Pero es este pecado el que envía a la mayoría de los hombres al infierno.
Dices que Dios tiene compasión de los hombres sujetos a este pecado. Pero es este pecado el que envía a la mayoría de los hombres al infierno.
San Remigio dice que “la mayor parte de los condenados están en el infierno por este vicio”.
El padre Segneri escribe que “así como este vicio llena el mundo de pecadores, así llena el infierno de almas condenadas”; y antes de él San Bernardino de Siena escribió: “Este pecado atrae al mundo entero, por así decirlo, al pecado”.
Y antes que él dijo San Bernardo que “el género humano está sometido al poder del demonio más por la lujuria que por todos los demás vicios”. La razón es que este vicio procede de la inclinación natural de la carne. Por eso dice el angélico Doctor, que “el demonio no se complace tanto en asegurar la comisión de otro pecado como de éste, porque la persona que se sumerge en este lodazal infernal, queda en él aprisionada, y casi del todo incapaz de librarse más”.
“Nadie es tan obstinado en el pecado como el impuro”, dice Santo Tomás de Villanova.
Además, este vicio priva a uno de toda luz, porque el hombre impuro se vuelve tan ciego que casi olvida a Dios por completo, dice San Lorenzo Justiniano; lo cual está de acuerdo con lo dicho por el profeta Oseas: “No pondrán sus pensamientos en volverse á su Dios, porque espíritu de fornicación está en medio de ellos, y no conocen a Dios”.
“El hombre impuro no conoce a Dios; no obedece ni a Dios ni a la razón” -como dice San Jerónimo- “obedece sólo al apetito sensual que le lleva a actuar como una bestia”.
Este pecado, porque halaga, nos hace caer inmediatamente en el hábito, hábito que algunos llevan consigo hasta la muerte.
Veis maridos y ancianos decrépitos, entregados a los mismos pensamientos y cometiendo los mismos pecados que cometieron en su juventud. Y debido a que los pecados de este tipo se cometen tan fácilmente, se multiplican sin número.
Pregúntale al pecador cuántos pensamientos impuros ha consentido: te dirá que no puede recordar. Pero, hermano, si tú no puedes decir el número, Dios puede hacerlo; y sabes que un solo pensamiento inmodesto es suficiente para enviarte al infierno.
¿Cuántas palabras inmodestas has dicho, en las que te deleitabas y con las que escandalizabas a tu prójimo?
De los pensamientos y de las palabras se pasa a los actos, y a esas innumerables impurezas en las que se revuelcan como puercos esos desgraciados, sin quedar nunca satisfechos, porque este vicio nunca se satisface.
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