Por Eric Sammons
Conozco a una familia católica que, desde cualquier punto de vista histórico, lo ha hecho todo bien. Son padres devotos, se toman en serio su fe y reciben regularmente los sacramentos. Catequizan a sus hijos, están muy implicados en su parroquia y ayudan a los necesitados de su comunidad. Sin embargo, todos sus hijos, al llegar a la edad adulta, dejaron de practicar la fe.
¿Por qué? Yo diría que se debe a que la típica Parroquia Católica está perdiendo su poder de salvación.
Antes de explicarlo, permítanme aclarar algo. Como todos los padres saben, educar a los hijos no es una ciencia. No hay un modo infalible de garantizar que tus hijos sigan siendo católicos practicantes después de dejar el nido. Los mejores padres pueden tener hijos que caen, e incluso las peores familias pueden producir santos. El libre albedrío y nuestra naturaleza caída y todo eso.
Al mismo tiempo, en general, los padres practicantes normalmente producirán hijos practicantes. Esto ha sido históricamente una verdad de Perogrullo. Sin embargo, hoy en día con demasiada frecuencia no es así. Los padres católicos que hacen todo como se hacía hace 100 años -asistir a Misa, enseñar la fe a sus hijos, implicarse en la Parroquia local- tienen muchas menos probabilidades de éxito que sus abuelos.
La trágica realidad es que la típica Parroquia Católica -el pilar de la vida católica- hace muy poco por llevar almas al cielo. Es impotente para proteger contra las tentaciones de este mundo. Si pones tu confianza en ella, como han hecho los padres católicos durante generaciones, arriesgas la salvación de tu hijo.
Para comprender esto, hay que reconocer la relación entre los aspectos objetivos y subjetivos de la salvación. Primero están los medios objetivos: los Sacramentos, escuchar la Palabra de Dios en las Escrituras y aprender el Catecismo son ejemplos de medios que siempre están disponibles para las almas que los desean. Nadie niega que las Parroquias Católicas pongan estos medios objetivos a disposición de sus miembros (suponiendo que tengan Sacramentos válidos, por supuesto).
Pero la salvación es una interacción entre la gracia de Dios y nuestra respuesta a ella, entre medios objetivos y medios subjetivos. Para recibir estas gracias, debemos estar abiertos a ellas; debemos querer recibirlas. Dios no se impone a nadie.
Esto significa, en general, que una persona debe estar interesada en recibir estos medios objetivos; debe desear vivir la vida a la que Dios le llama. Sin este interés y deseo, ningún medio objetivo beneficiará al alma. Son semillas plantadas en suelo pedregoso.
Y aquí es donde la típica Parroquia Católica se queda corta. La vida católica actual es tan insípida, tan divorciada de las realidades sobrenaturales, que la mayoría de los jóvenes la encuentran totalmente carente de interés. Aunque los católicos fieles saben que hay un poder sobrenatural detrás incluso de las celebraciones sacramentales más anodinas, los que no están plenamente formados en la fe no suelen reconocerlo. Ven lo anodino con sus propios ojos, y sus ojos de fe no están lo suficientemente desarrollados como para ver el poder sobrenatural que hay debajo.
Así el joven que ve la vida parroquial como un ejercicio de afeminamiento y cuenta los días hasta que esté solo y pueda dejar de asistir. O la joven que quiere algo más que tópicos y una religión que le haga sentirse bien -que quiere dar su vida por una causa- y por eso deja el catolicismo por una robusta iglesia protestante evangélica o por el activismo político.
En pocas palabras, las parroquias católicas no sólo no apoyan, sino que socavan activamente la práctica real del Catolicismo a ultranza. Mientras ofrecen los Sacramentos en una mano, dan razones para no aceptarlos en la otra. Aunque los católicos puedan quejarse de que la gente debería entender mejor la realidad objetiva, esto es esencialmente culpar a las víctimas. Alguien que sólo ha experimentado la típica vida parroquial católica ve poco que le inspire y pocas razones para abrazar la Fe. Es una religión muy poco atractiva.
En mi opinión, el mayor escándalo de la Iglesia actual no es el padre James Martin o lo último que haya dicho Francisco; es el débil estado de nuestras parroquias. Estas instituciones son los puntos de contacto de la vida católica para la mayoría de los católicos, y por lo tanto son lo que acercará a los católicos a Cristo, o, más comúnmente hoy en día, los alejará del Señor.
Lo más trágico de esta situación es que las Parroquias Católicas fuertes son hoy más necesarias que nunca. Hace un siglo, cuando la mayor parte de la cultura orientaba a la gente hacia una vida moral e incluso hacia Cristo, una parroquia débil no era necesariamente un asesino de almas. Hoy, sin embargo, cuando toda la cultura aleja a las almas de Cristo, una parroquia débil es como un jugador de las ligas menores enfrentándose a un lanzador de las grandes ligas. Está irremediablemente superada.
Tampoco hay una solución fácil para este problema. Un hereje como el padre James Martin puede ser silenciado (¡por Dios!), pero una parroquia con debilidades sistémicas tardará al menos una generación en reformarse. Afortunadamente, muchos de los jóvenes que se están ordenando en los últimos años parecen estar seriamente dispuestos a hacerlo, pero un padre con hijos pequeños ahora podría no ser capaz de esperar. Esta es la razón por la que tantos padres católicos recorren largas distancias -incluso se mudan- para asistir a parroquias que son verdaderamente robustas, con liturgias reverentes, una predicación audaz y una catequesis sólida. También es la razón por la que las Parroquias de Misa Tradicional en latín han crecido tanto en los últimos años.
Muchos católicos lamentan el "ir de parroquia en parroquia", pero cuando lo que está en juego son las almas, las sutilezas burocráticas como los límites de las parroquias pasan a un segundo plano frente a prioridades más altas. El principal objetivo de un padre es la salvación de sus hijos, y ningún líder de la Iglesia puede obligar a los padres a asistir a parroquias que saben que podrían ser perjudiciales para la salvación de sus hijos. Ir de parroquia en parroquia puede ser menos que ideal, pero es mucho mejor que arriesgar el destino eterno de sus hijos.
A largo plazo, será necesario que obispos, sacerdotes y laicos trabajen juntos para que todas las parroquias católicas conduzcan a las personas hacia Cristo y su Iglesia, en lugar de alejarlas de ellos. Hasta entonces, los padres deben dar prioridad a encontrar una parroquia que haga lo primero en lugar de lo segundo.
Crisis Magazine
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