Por el obispo Rob Mutsaerts
“La Declaración ‘Fiducia supplicans’ del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, aprobada por el Papa Francisco, permite bendecir a las parejas del mismo sexo”. Así se lee en el titular de un artículo en el propio sitio web del Vaticano. Es cierto que dicha bendición debe realizarse sin ningún tipo de ritualización y no debe dar la impresión de un matrimonio. “La doctrina sobre el matrimonio no cambia y la bendición no implica la aprobación de la unión”, continúa el sitio web oficial del Vaticano.
La cuestión no es bendecir a los pecadores. Lógicamente eso siempre ha sido posible. La Iglesia siempre ha invitado a las personas a recibir la bendición de Dios. El comunicado lo reitera. También es clara la afirmación de que no puede tratarse de un “matrimonio sacramental”. Una boda por la iglesia para parejas del mismo sexo es y sigue siendo imposible. Esto queda reservado para una relación hombre/mujer. Tampoco puede hablarse de ninguna forma formal de ritualización (como encontramos en la Bendición). Esta nota puede verse como una respuesta a las bendiciones formales de parejas homosexuales en Alemania, donde la conferencia episcopal ha formalizado este tipo de bendiciones. Luego hay un tercer tipo de bendición, las llamadas bendiciones espontáneas. Se puede pensar en un peregrino que pide la bendición de un sacerdote en un lugar de peregrinación. O la bendición que un feligres pide a un sacerdote al repartir la comunión porque (todavía) no ha sido bautizado, o un bautizado que se considera indigno de comulgar y pretende recibir el sacramento de la confesión. ¿Quién puede recibir esta bendición? Todos. Hasta ahora nada nuevo.
Pero luego vienen los pasajes confusos de la declaración. ¿Por qué la gente pide una bendición? Para levantar el quebrantamiento en su situación de vida. Después de todo, lo que se pide es la bendición de Dios. La primera pregunta que uno debe hacerse es: ¿Dios bendeciría esto? Dios que no ama nada más que que las personas se arrepientan y compartan el amor de Dios. ¿Puede Dios bendecir a un pecador? Como dije, sí, por supuesto. Los pecadores afligidos que se arrepienten de todo corazón son perdonados. Una pregunta completamente diferente es: ¿puede Dios bendecir el pecado? ¡Por supuesto que no! Amamos al pecador, pero odiamos el pecado. Exactamente el mismo principio se aplica a las tres formas de bendiciones (sacramental, formal e informal). Y aquí es donde las cosas van mal en Fiducia supplicans: el pecado y el pecador se identifican. Un cristiano homosexual puede ser bendecido individualmente. Pero una relación homosexual no puede ser bendecida porque la Iglesia la considera desordenada o pecaminosa. Esta naturaleza desordenada se confirma, pero sin embargo la declaración dice que la bendición de tales relaciones es posible. Dicho de otra manera, es posible bendecir una relación pecaminosa. Dios pronunciando su bendición sobre un pecado... ¡es una vergüenza!
¿En qué se basa esto? No hay ninguna referencia a los Padres de la Iglesia, a documentos de los Papas, a escritos de teólogos, sino casi exclusivamente a documentos anteriores del propio Francisco. Fiducia supplicans quiere ser una “guía pastoral”, pero lo que se entiende por bendición es completamente difuso. No está claro por qué alguien pediría la bendición de un sacerdote y por qué un sacerdote querría dar su bendición. Normalmente esto es para alinear tu vida más con la voluntad de Dios. Es un llamado a la santidad. Pero en el comunicado no hay ninguna mención a un llamado a la conversión, al arrepentimiento, no hay ninguna referencia a la verdad. No incluye un llamado a las parejas lgbtq a vivir en continencia de acuerdo con el plan de Dios en el que la sexualidad está reservada a la relación marido/mujer.
Es un estribillo que se repite en este pontificado: la falta de claridad, la siembra de confusión. Bergoglio dice que no cambiará la Doctrina de la Iglesia, pero al mismo tiempo crea oportunidades para lo contrario en la práctica. No se puede mantener la Doctrina y proporcionar criterios diferentes para la vida.
El problema subyacente es que en las relaciones homosexuales la gente empieza a identificar el pecado y el pecador. La gente se identifica como “cristianos homosexuales”. No existe tal cosa. No más que algo así como un cristiano alcohólico. No, eres un cristiano con un problema de alcohol, eres un cristiano con sentimientos homosexuales. Si haces del pecado tu identidad, no hay salida. Actuamos como si las personas lgbtq fueran una raza única de pecadores que deben ser tratados por separado. Pero a ellos les aplica lo mismo que a cualquier otro pecador.
Los homosexuales se sienten excluidos de la comunidad eclesiástica. Pero la Iglesia no excluye a nadie. Nadie es tan malo como para que no le dejen entrar. Y nadie es lo suficientemente bueno como para quedarse al margen. Con una excepción (los que crean que no les falta nada, pueden quedarse en casa) todos son bienvenidos. Pero se os pide algo: el arrepentimiento, la llamada a la conversión. Y ésta es precisamente la ambigüedad de la Fiducia supplicans: no se quiere nombrar al pecado. Y eso es también lo que la comunidad lgbtq no quiere. Esa gente exige que no ellos, sino que la Iglesia cambie.
Toda bendición está destinada a los pecadores. Pero no para aquellos que creen que no hay tal cosa en ellos. Pero entonces ¿por qué pedir una bendición? La bendición es por definición para los pecadores que reconocen sus defectos y necesitan la ayuda de Dios para mejorar. La Declaración ofrece la posibilidad de recibir una bendición, pero no dice una palabra sobre un correctivo y se pide al sacerdote que dé su bendición sobre un estado de desorden que continúa. Esto no es pastoral ni misericordioso, sino más bien carente de amor. Es tarea del sacerdote señalar su situación, su tarea es acercar a las personas a Dios, y no guiarlas más hacia el abismo. Porque eso es lo que haces. Daré mi bendición a quien la pida. Pero bajo ninguna circunstancia daré mi bendición a una situación pecaminosa. Y eso no tiene nada que ver con la discriminación. Lo mismo se aplica a una relación entre hombre y mujer en la que hay adulterio.
Santo Padre, ¡sea claro! ¡Esto no ayuda a nadie! ¡A nadie!
+Rob Mutsaerts
Auxiliar. Obispo Diócesis de 's-Hertogenbosch
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