Recibí algunas preguntas sobre la forma en que uno debería presentarse. Aquí les responderé.
Por el Prof. Plinio Correa de Oliveira
Pregunta: ¿Por qué debemos vestirnos bien? ¿No es la preocupación por hacer una buena presentación una forma de favorecer la vanidad?
Respuesta: El razonamiento detrás de esta pregunta es este: el hombre debe evitar todo lo que propicia el pecado. Ahora bien, vestirse bien puede propiciar la vanidad, que es una forma de pecado. Por tanto, hay que evitar vestirse bien.
Permítanme aplicar este razonamiento al tema de estudio. Estudiar puede propiciar la vanidad. Por lo tanto, uno debe evitar estudiar.
Lo mismo podría aplicarse también a la higiene. Mantenerse limpio puede propiciar la vanidad. Por lo tanto, uno debe evitar ducharse y bañarse.
Si se siguiera aplicando este razonamiento a las distintas esferas del comportamiento humano, al final la situación ideal para la práctica de la virtud sería la barbarie. La barbarie es la consecuencia lógica de este razonamiento. Pero esta es una conclusión absurda. Ahora bien, todo lo que conduce al absurdo es falso. Por tanto, este silogismo es falso.
La verdadera respuesta es que en todo lo que hace el hombre puede entrar un abuso. Se puede abusar de la inteligencia, la cortesía, el vestir bien e incluso la virtud, ya que una persona puede enorgullecerse de la virtud que practicó. Ésta no es una razón para abandonar las costumbres civilizadas; más bien, deben practicarse con un ojo vigilante dirigido a frenar y controlar la propia vanidad.
Un hombre civilizado se presenta limpio y decente con la dignidad que requiere su condición social. Al hacer esto, demuestra el respeto que tiene por sí mismo y el respeto que tiene por Dios, en cuya presencia siempre está. Cada uno de nosotros es digno de respeto porque fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, bautizados en la Iglesia Católica, transformados en templo del Espíritu Santo y elegidos por Nuestra Señora para servirla. Por tanto, debemos presentarnos de acuerdo con esta dignidad.
Pregunta: ¿Cuáles son los motivos más profundos que me obligan a vestir bien?
Respuesta: El primer motivo profundo es que conviene que las cosas buenas reflejen su bondad interior en sus apariencias. La expresión más magnífica de esto es la majestad divina y la belleza viril reflejada en el rostro de Nuestro Señor en la Sábana Santa de Turín.
El rostro de Jesucristo es una traducción adecuada de la unión hipostática de su naturaleza humana con Dios. En la Sábana Santa aparece bueno, afable, digno, distinguido, majestuoso y soberano en Su naturaleza humana, de una manera que hace transparente Su Divina Belleza en Su rostro.
Este principio, válido para el rostro y el cuerpo, también es aplicable a la vestimenta. La indumentaria es un complemento del cuerpo. Para los hombres concebidos en pecado original, la vestimenta es indispensable. Debe ser, entonces, un complemento del cuerpo que refleje la seriedad, dignidad y distinción del alma. Por tanto, debe ser serio, digno y distinguido.
El segundo motivo para vestirse bien es que conviene que la apariencia de una cosa se corresponda con su realidad. La vestimenta de una persona debe mostrar lo que es. Por tanto, el atuendo, que siempre debe ser digno, también debe ser más o menos refinado y finamente confeccionado de acuerdo con la posición social y económica de la persona. Hay personas que necesitan estar muy bien vestidas porque pertenecen a una alta posición social. Otras personas no necesitan vestirse a ese nivel.
Cada uno debe vestirse en armonía con su nivel social: ni por encima ni por debajo de su nivel. No se supone que la ropa haga que una persona se vea como algo que no es. No hay razón para que nadie se avergüence de su nivel social. Debemos contentarnos con el nivel social en el que la Divina Providencia nos colocó al nacer. Un hombre o una mujer debe ser auténtico y vestirse acorde a su nivel.
Pregunta: Hay algunos momentos en los que a una persona le gustaría estar a gusto y relajarse. ¿Está bien seguir esta tendencia natural?
Respuesta: Cada uno de nosotros está concebido en pecado original. Por esta razón, hay algo en cada uno de nosotros que quisiera dejar de lado las reglas de la civilización y volver a la barbarie. Nos gustaría quitarnos el abrigo, aflojar la corbata, abrir el cuello, quitarnos los zapatos, despedir a la persona sentada en la silla de al lado para que podamos poner los pies allí, bostezar aburridos y decirle a la persona que está hablando: “Cállate porque estoy cansado y quiero un descanso”. La naturaleza humana pide estas cosas, pero debemos controlarlas y conquistarlas haciendo el esfuerzo necesario.
Nuestra naturaleza se rebela contra la cortesía, los modales refinados y también la vestimenta digna. ¿Por qué debería uno contener estas reacciones? Debemos hacerlo como una obligación de caridad para con nuestro prójimo, y también como una obligación de justicia para con él. Uno debe respeto al prójimo. Presentarse bien en sociedad y tratar bien al prójimo no es algo que hagamos solo porque queremos mostrarle bondad, sino también porque tiene derecho a recibir un trato digno. También está hecho a imagen y semejanza de Dios.
Actuar sin poner freno a nuestra mala espontaneidad es marchar directamente hacia la barbarie. Es negar el fruto de miles de años de esfuerzo católico para corregir las malas tendencias humanas para construir una civilización. Es renunciar a las conquistas de la cultura que se hicieron sobre la decadente naturaleza humana para imitar a Nuestro Señor. En último análisis, es negar uno de los frutos de Su Sangre, la cristiandad.
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Por el Prof. Plinio Correa de Oliveira
Pregunta: ¿Por qué debemos vestirnos bien? ¿No es la preocupación por hacer una buena presentación una forma de favorecer la vanidad?
Respuesta: El razonamiento detrás de esta pregunta es este: el hombre debe evitar todo lo que propicia el pecado. Ahora bien, vestirse bien puede propiciar la vanidad, que es una forma de pecado. Por tanto, hay que evitar vestirse bien.
Permítanme aplicar este razonamiento al tema de estudio. Estudiar puede propiciar la vanidad. Por lo tanto, uno debe evitar estudiar.
Lo mismo podría aplicarse también a la higiene. Mantenerse limpio puede propiciar la vanidad. Por lo tanto, uno debe evitar ducharse y bañarse.
Si se siguiera aplicando este razonamiento a las distintas esferas del comportamiento humano, al final la situación ideal para la práctica de la virtud sería la barbarie. La barbarie es la consecuencia lógica de este razonamiento. Pero esta es una conclusión absurda. Ahora bien, todo lo que conduce al absurdo es falso. Por tanto, este silogismo es falso.
La verdadera respuesta es que en todo lo que hace el hombre puede entrar un abuso. Se puede abusar de la inteligencia, la cortesía, el vestir bien e incluso la virtud, ya que una persona puede enorgullecerse de la virtud que practicó. Ésta no es una razón para abandonar las costumbres civilizadas; más bien, deben practicarse con un ojo vigilante dirigido a frenar y controlar la propia vanidad.
Un hombre civilizado se presenta limpio y decente con la dignidad que requiere su condición social. Al hacer esto, demuestra el respeto que tiene por sí mismo y el respeto que tiene por Dios, en cuya presencia siempre está. Cada uno de nosotros es digno de respeto porque fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, bautizados en la Iglesia Católica, transformados en templo del Espíritu Santo y elegidos por Nuestra Señora para servirla. Por tanto, debemos presentarnos de acuerdo con esta dignidad.
Pregunta: ¿Cuáles son los motivos más profundos que me obligan a vestir bien?
Respuesta: El primer motivo profundo es que conviene que las cosas buenas reflejen su bondad interior en sus apariencias. La expresión más magnífica de esto es la majestad divina y la belleza viril reflejada en el rostro de Nuestro Señor en la Sábana Santa de Turín.
El rostro de Cristo refleja su divinidad
Este principio, válido para el rostro y el cuerpo, también es aplicable a la vestimenta. La indumentaria es un complemento del cuerpo. Para los hombres concebidos en pecado original, la vestimenta es indispensable. Debe ser, entonces, un complemento del cuerpo que refleje la seriedad, dignidad y distinción del alma. Por tanto, debe ser serio, digno y distinguido.
El segundo motivo para vestirse bien es que conviene que la apariencia de una cosa se corresponda con su realidad. La vestimenta de una persona debe mostrar lo que es. Por tanto, el atuendo, que siempre debe ser digno, también debe ser más o menos refinado y finamente confeccionado de acuerdo con la posición social y económica de la persona. Hay personas que necesitan estar muy bien vestidas porque pertenecen a una alta posición social. Otras personas no necesitan vestirse a ese nivel.
Cada uno debe vestirse en armonía con su nivel social: ni por encima ni por debajo de su nivel. No se supone que la ropa haga que una persona se vea como algo que no es. No hay razón para que nadie se avergüence de su nivel social. Debemos contentarnos con el nivel social en el que la Divina Providencia nos colocó al nacer. Un hombre o una mujer debe ser auténtico y vestirse acorde a su nivel.
Pregunta: Hay algunos momentos en los que a una persona le gustaría estar a gusto y relajarse. ¿Está bien seguir esta tendencia natural?
Respuesta: Cada uno de nosotros está concebido en pecado original. Por esta razón, hay algo en cada uno de nosotros que quisiera dejar de lado las reglas de la civilización y volver a la barbarie. Nos gustaría quitarnos el abrigo, aflojar la corbata, abrir el cuello, quitarnos los zapatos, despedir a la persona sentada en la silla de al lado para que podamos poner los pies allí, bostezar aburridos y decirle a la persona que está hablando: “Cállate porque estoy cansado y quiero un descanso”. La naturaleza humana pide estas cosas, pero debemos controlarlas y conquistarlas haciendo el esfuerzo necesario.
Nuestra naturaleza se rebela contra la cortesía, los modales refinados y también la vestimenta digna. ¿Por qué debería uno contener estas reacciones? Debemos hacerlo como una obligación de caridad para con nuestro prójimo, y también como una obligación de justicia para con él. Uno debe respeto al prójimo. Presentarse bien en sociedad y tratar bien al prójimo no es algo que hagamos solo porque queremos mostrarle bondad, sino también porque tiene derecho a recibir un trato digno. También está hecho a imagen y semejanza de Dios.
Actuar sin poner freno a nuestra mala espontaneidad es marchar directamente hacia la barbarie. Es negar el fruto de miles de años de esfuerzo católico para corregir las malas tendencias humanas para construir una civilización. Es renunciar a las conquistas de la cultura que se hicieron sobre la decadente naturaleza humana para imitar a Nuestro Señor. En último análisis, es negar uno de los frutos de Su Sangre, la cristiandad.
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