Por el padre Jorge González Guadalix
Hace mucho tiempo que vengo hablando, en estos complejos tiempos eclesiales que corren, de mantener una triple actitud: fidelidad, sacralidad y espíritu de martirio. Hace no mucho, precisamente, escribí un post sobre el particular. Toca resistir.
Mis amabilísimos lectores llevan una temporada que me dicen que sí, que eso está muy bien, pero que no basta. Lo que opinan es que especialmente desde la muerte de Benedicto XVI las cosas se aceleran, va todo muy rápido y que aquí muy bien la fidelidad, perfecto lo de la sacralidad y que vale, que habrá que estar preparados para el martirio, pero que con eso arreglamos poco. En definitiva, que hay que pasar de la resistencia pasiva, no nos moverán, a la resistencia activa: nos movemos, reivindicamos y exigimos. No andan escasos de razón.
Ayer ya les decía que servidor se está echando a perder. Muchos sacerdotes e incluso algún obispo me han agradecido el artículo y me dicen que se apuntan a ese echarse a perder en fidelidad a la Iglesia del Vaticano II que es la Iglesia de Cristo, de Nicea, Constantinopla, Éfeso … Trento y Vaticano I. No se hacen idea de cuántos me han respondido simplemente diciendo que ellos también se están echando a perder.
Me temo que llega la hora en que toca a los laicos echarse a perder en la exigencia de fidelidad, en la denuncia de los abusos que contemplen en cuestiones de fe, liturgia o moral, en reivindicar una Iglesia que se rija por el derecho canónico y no por el capricho del primer dictadorzuelo de turno por más que sea sacerdote común, párroco, arcipreste o de ahí para arriba.
Voy con ejemplos. Resistir es conseguir comulgar en la boca y de rodillas. Luchar es exigir reclinatorio. Resistir es acudir a una iglesia de confianza. Lucha es hacer que mi parroquia, la mía, se convierta en parroquia de confianza. Resistir es aguantar la última barbaridad litúrgica. Luchar es denunciarla al obispo o publicar en las redes.
Son ejemplos, pero insuficientes. Estamos en la misma trinchera y toca resistir y luchar. Yo hoy quisiera pedir a mis siempre amables lectores, a mis respetables comentaristas, sus sugerencias para el combate. Que piensen cómo pasar del me aguanto pero yo a lo de siempre, al hasta aquí hemos llegado y pido, exijo y me muevo en esta dirección. Es decir, pido que unos a otros nos hagamos sugerencias para no caer en la lucha y seguir peleando por la defensa de la fe como la hemos recibido y vivido sustentados en la doctrina de la Iglesia.
Y una última cosa. No caigan en la fácil tentación de reivindicar la misa por el llamado “modo extraordinario” como única solución. Es lo que están deseando, tachar a cualquier persona que pide fidelidad, de lefevrista y en oposición al papa. Para nada. La fidelidad al concilio Vaticano II, en pura hermeneútica de continuidad con todo lo anterior, es lo único que hay que pedir. Y si vamos a la eucaristía, el problema no es el misal de Pablo VI, sino celebrarla con toda dignidad.
De profesión, cura
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