¿Se puede, se debe hacer? ¿No lo prohibió el Concilio Vaticano II y dijo que sólo y exclusivamente Misa ‘vuelto hacia el pueblo’?
Por el padre Javier Sánchez Martínez (✟)
Más de una vez me han consultado sobre celebrar ad orientem con el Misal romano actual, el de Pablo VI con la tercera edición típica de Juan Pablo II.
Alguna consulta ha girado sobre la conveniencia o no de celebrar así. Otras, sobre si para celebrar así tenían que pedir permiso al Obispo o al Vicario episcopal correspondiente. Finalmente, alguna consulta sobre las rúbricas exactas para celebrar y ajustarse al Misal con su Ordo. A esas cuestiones trataré de responder con este artículo.
1.- Conveniencia
¿Se puede, se debe hacer? ¿No lo prohibió el Concilio Vaticano II y dijo que sólo y exclusivamente Misa ‘vuelto hacia el pueblo’? Simplemente, nada de eso aparece en los textos del Concilio Ecuménico Vaticano II ni en su Constitución sobre la sagrada liturgia. Ni a favor ni en contra. Y desde luego, no es argumento aducir el “espíritu” del Vaticano II que es un fantasma que revolotea y se aplica para todo y poco tiene que ver con la letra de sus documentos.
El Misal –luego lo veremos- permite ambas maneras de celebrar llegada la plegaria eucarística y las rúbricas lo tienen en cuenta: por lo tanto, es conveniente según se vea, no está prohibido y tampoco es el ideal sumo y elevadísimo de espiritualidad, santidad y pastoral.
Celebrar ad orientem tiene ventajas espirituales y pastorales, por lo que debería ser usado ese modo mucho más frecuentemente de lo que es. Con naturalidad y sin aspavientos de ningún tipo; sin que nadie se asuste cuando se celebre así (¡¡llamándolo anti-conciliar o ante-conciliar!!) ni tampoco lo exhiba como el summum de la vida litúrgica, descalificando a los demás de liberales, neocones, etc…
Hay sitios donde lo lógico sería celebrar ad orientem: por ejemplo, ermitas, o capillas del Sagrario, etc., lugares que son de por sí pequeños, estrechos, limitados, y donde además del altar del ábside o retablo, se instala un altar móvil agobiando más el espacio. O, sin más, la Misa parroquial o conventual, ya que espiritualmente enriquecería a todos vivirla así con más frecuencia.
2. Pedir permiso
Ningún permiso hay que pedir, solicitar, requerir, ni del Ordinario del lugar ni de ningún Vicario episcopal de zona. El Misal prevé esa forma de orientarse para la plegaria eucarística. Da igual si al Obispo de turno le gusta más o menos así, o al omnipotente Vicario territorial le parece poco “pastoral”, antiguo, carca o retro y ya va a hacerle cruz y raya a ese sacerdote de por vida. Si está en el Misal, sencillamente es que se puede hacer. ¿No será que en muchos casos lo que ocurre es que ni los Ordinarios conocen bien el Misal y sus prenotandos? Porque cosas que sí atentan contra la IGMR o contra prenotandos de los rituales sacramentales no las corrigen en su jurisdicción porque creen que están muy bien hechas así.
Vayamos al Misal. La IGMR prescribe que el altar de nueva construcción esté separado de la pared para que en lo posible, se pueda también celebrar de cara al pueblo: “Constrúyase el altar separado de la pared, de modo que se le pueda rodear fácilmente y la celebración se pueda realizar de cara al pueblo, lo cual conviene que sea posible en todas partes. El altar, sin embargo, ocupe el lugar que sea de verdad el centro hacia el que espontáneamente converja la atención de toda la asamblea de los fieles. Según la costumbre, sea fijo y dedicado” (IGMR 299). Es evidente que si lo presenta como “deseable”, no es obligatorio hacerlo así. Porque, ¿cómo celebrar donde el altar no está separado de la pared? Ya la misma Congregación para el Culto divino hubo de pronunciarse sobre este número 299 del Misal. Dice la Nota (con fecha 25 de septiembre de 2000):
“Se ha preguntado a la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos si el enunciado del núm. 299 de la Institución General del Misal Romano constituye una norma según la cual, durante la liturgia eucarística, la posición del sacerdote hacia el ábside haya de considerarse excluida.Esta Nota explica el porqué se puede celebrar ad orientem, matizando ese número de la IGMR, diciendo:
La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, habiendo examinado con madurez y teniendo en cuenta los precedentes litúrgicos, responde:
Negativo y según la mente”.
“Antes de nada, se debe tener presente que la palabra expedit no constituye una forma obligatoria, sino una sugerencia que se refiere tanto a la construcción del altar separado de la pared, como a la celebración cara al pueblo. La cláusula ubi possibile sit se refiere a diversos elementos, como por ejemplo, la topografía del lugar, la disponibilidad de espacio, la existencia de un altar precedente de valor artístico, la sensibilidad de la comunidad que participa en la celebración en la iglesia de que se trata, etc. Se resalta que la posición hacia la asamblea parece más conveniente en cuanto hace más fácil la comunicación (cf. Editorial de Notitiae 29 [1993] 245-249), aunque sin excluir la otra posibilidad”.Y es que las mismas rúbricas del IGMR y del Ordo Missae tienen en cuenta ambos modos de celebrar, vuelto hacia el pueblo o vuelto hacia Oriente. Así pues, nada de pedir permiso a nadie como si fuera obligatorio, ni siquiera por ser condescendiente y evitar suspicacias o enfados del Ordinario.
3. Las rúbricas
Comenzando la Santa Misa, se inciensa el altar. ¿Cómo se procede?
“El altar se inciensa con un único movimiento, de esta manera:La Misa prosigue como de costumbre: se dirige el sacerdote a la sede y desde allí, desde la sede (¡no desde el altar!), comienza el rito de entrada (IGMR 50). Las lecturas se proclaman desde el ambón (IGMR 58), y la homilía se pronuncia desde la sede o desde el ambón (IGMR 136, señalando como primera opción realizarla “de pie desde la sede”, y desde luego, es lo preferible). Terminados los ritos iniciales, comienza la liturgia eucarística.
a) Si el altar está separado de la pared, el sacerdote lo inciensa circundándolo.
b) Pero si el altar no está separado de la pared, el sacerdote, al ir pasando, inciensa primero la parte derecha y luego la parte izquierda.
La cruz, sí está sobre el altar o cerca de él, se turifica antes de la incensación del altar, de lo contrario cuando el sacerdote pasa ante ella” (IGMR 277).
El sacerdote se acerca al altar y entonces se acercan las ofrendas de pan y de vino (que no estaban sobre el altar desde el principio de la Misa, sino en una credencia –mesa auxiliar- o las traen los fieles), se realizan los ritos de ofertorio, y la incensación; se lava las manos desplazándose a la esquina del altar, “a un lado del altar” (IGMR 145), rito éste obligatorio siempre y no opcional.
Entonces, y aquí lo advierte bien la rúbrica, dando a entender que ha de girarse hacia el pueblo, como si lo anterior se hubiese realizado ad orientem: “Después, vuelto al centro del altar, el sacerdote, de pie, de cara al pueblo, extendiendo y juntando las manos, invita al pueblo a orar, diciendo: Orad, hermanos” (IGMR 146).
Reza la oración sobre las ofrendas, y comienza la gran plegaría eucarística, centro y culmen de la Misa: todos mirando en la misma dirección, ofreciendo el Sacrificio de Cristo al Padre.
Cuando llega el rito de la paz, terminada la oración “Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles”, el sacerdote se vuelve hacia los fieles, se gira hacia ellos, para pronunciar el saludo: “Pax vobis sit semper vobiscum”; dice la rúbrica: “terminada ésta, extendiendo y juntando las manos, vuelto hacia el pueblo, anuncia la paz, diciendo: La paz del Señor esté siempre con vosotros. El pueblo responde: Y con tu espíritu” (IGMR 154). Luego, si es conveniente, se dirá “Daos fraternalmente la paz” y se intercambiará el osculum pacis; si es conveniente, si es oportuno, que no significa siempre y por obligación.
Prosigue el canto del Agnus Dei y la fracción del Pan consagrado, la conmixtio del Pan consagrado en el cáliz, la oración secreta de preparación del sacerdote y genuflexión; tomando una parte de la Hostia consagrada y fraccionada, teniéndola un poco elevada sobre la patena o sobre el cáliz, “vuelto hacia el pueblo, dice: Éste es el Cordero de Dios, y juntamente con el pueblo, agrega: Señor, no soy digno” (IGMR 157; Ordo Missae, 153). Entonces se gira hacia el altar y comulga: “Después, de pie vuelto hacia el altar, el sacerdote dice en secreto: El cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna, y come reverentemente el Cuerpo de Cristo” (IGMR 158).
La oración de postcomunión, bendición y despedida, como es habitual, en la sede o en el altar.
Por cierto, y dicho todo lo cual, también es válido para el Obispo que puede celebrar ad orientem como lo prevé y marca el Ceremoniale episcoporum:
-La incensación del altar: “si el altar no está separado de la pared, el obispo, yendo desde un lado hasta el otro, inciensa primero la parte derecha del altar y luego la izquierda” (CE 93, b).
-También “el obispo, vuelto hacia el pueblo”, extendiendo y juntando las manos, dirá: “Orad, hermanos” (CE 151); si hay que volverse… ¡es que estaba girado ad orientem!
-Igual sucede cuando terminada la plegaria “Señor Jesucristo”, “anuncia la paz, diciendo vuelto hacia el pueblo: La paz del Señor esté siempre con vosotros” (CE 161).
-Y para invitar a la comunión, mostrando el Cuerpo y la Sangre de Cristo, “vuelto hacia el pueblo” dirá: “Este es el Cordero de Dios” (CE 163).
Liturgia, Fuente y Culmen
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