Por Monseñor de Segur (1868)
05. POR QUÉ NO BASTA CONFESARSE SIMPLEMENTE CON DIOS
Esto no basta porque Él no lo quiere; no puede alegarse otra razón, pero esta vale por todas.
Los fariseos querían ir derechamente a Dios sin pasar por Jesucristo; y Jesús les respondía: “Nadie llega a mi Padre sino es por mí”. Los protestantes y los incrédulos quieren también ir a Jesucristo sin pasar antes por el sacerdote, y el sacerdote les dice en nombre del Dios misericordioso: Nadie llega a Jesús no más que por mí; yo soy el enviado por Jesús para instruir a los hombres, purificarlos, juzgarlos y salvarlos; y yo soy de quien ha dicho: “El que a vosotros os escucha a mí me escucha, y el que os desprecia, a mí me desprecia”
El sacerdote ocupa el lugar de Jesucristo en la tierra. Es hombre como Jesucristo; y si él no es un verdadero Dios como Jesús, está revestido de la autoridad divina de Jesucristo para salvar a sus hermanos. El sacerdote es la continuación de Jesucristo entre nosotros hasta el fin de los siglos; he aquí por qué es preciso ir a él como a Cristo, y a Cristo por él.
“Basta confesarse con Dios”. ¿Y a qué conduciría el confesarse a Dios? ¿Para conocer vuestras faltas tiene Él necesidad de que se las digáis? ¿No lo sabe todo? Mi buen amigo, lo que dices es una gran necedad. Y además tampoco es muy leal, es un fariseísmo; pues hablando francamente, tienes tantos deseos de confesarte con Dios como con sus ministros. Ponte la mano sobre el pecho y dime con franqueza: ¿te confiesas con frecuencia y con humildad con Dios, cuando no quieres confesarte con los sacerdotes como lo hace todo el mundo? ¡Fariseos, sepulcros blanqueados, callad y no nos habléis más de vuestras confesiones directas imaginarias!
Para nosotros, es un efecto de la inmensa bondad y misericordia de Dios el que haya confiado a hombres la misión de perdonar nuestros pecados. Si así no fuera, jamás estaríamos seguros de haber alcanzado nuestro perdón. ¡Qué dulzura no encierra esta certidumbre del cristiano arrepentido, que ha confesado sus pecados con sencillez de corazón no ocultando nada intencionalmente, y escucha la sentencia del sacerdote, del confesor: “Yo te absuelvo en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, vete en paz y no vuelvas a pecar”!
Continúa...
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