domingo, 8 de junio de 2025

DOMINGO DE PENTECOSTES

Un gran ruido, como el de una tempestad impetuosa, se oyó de repente; la casa se meció de un lado a otro, y se vieron lenguas de fuego posándose sobre la cabeza de cada uno. 


Cincuenta días después de Pascua, los Apóstoles y discípulos de Jesucristo estaban reunidos en un aposento alto, en oración, según la recomendación del Divino Maestro, esperando el cumplimiento de la promesa que les había hecho de enviarles un Espíritu Consolador, el Paráclito, que les enseñaría todas las cosas. 

¡He aquí! Un gran ruido, como el de una tempestad impetuosa, se oyó de repente; la casa se meció de un lado a otro, y se vieron lenguas de fuego posándose sobre la cabeza de cada uno. 

De inmediato, todos se transformaron en hombres nuevos, dotadas sus mentes de un pleno entendimiento de las Escrituras y de las maravillas que hasta entonces habían presenciado sin comprender, y sus almas se llenaron de fuerza desde lo alto; desde entonces ya no pertenecían a sí mismos, sino a la obra del Evangelio. 

Desde entonces, este Espíritu Divino no ha cesado de derramarse sobre la Iglesia para iluminar, confirmar, proteger y guiar, y no ha dejado de comunicarse a cada fiel individualmente, sea por medio de los Sacramentos, sea por la gracia, siempre que ha encontrado corazones bien dispuestos.

Los Padres de la Iglesia y todos los teólogos coinciden en reconocer, en la obra del Espíritu Santo en los corazones de los fieles, siete dones principales: Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad y Temor de Dios

El don de Sabiduría nos ayuda a juzgar con sensatez todo lo concerniente a nuestro fin último; el don de Entendimiento, a comprender las verdades reveladas y someter nuestro corazón a ellas; el don de Consejo, a elegir en todo lo que mejor convenga a la santificación de nuestras almas; el don de Fortaleza, a resistir las tentaciones y vencer los peligros; el don de Ciencia, a discernir los mejores medios para santificarnos; el don de Piedad, o Divinidad, nos inspira a amar la Religión y las prácticas relacionadas con el Culto Divino; el don del Temor de Dios nos aparta del pecado y de todo lo que pueda desagradar a Dios.

REFLEXIÓN: 

“Los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu piensan en las cosas del Espíritu. Porque la sabiduría de la carne es muerte, pero la sabiduría del Espíritu es vida y paz”.

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