Por Monseñor de Segur (1868)
04. LA CONFESIÓN NO ES UNA INVENCIÓN DE LOS SACERDOTES
Esto es evidentísimo, pues, como hemos dicho, es una invención de nuestro Dios bondadoso. Si eres el inventor de una máquina, es claro que yo no lo soy. Ahora bien; el privilegio de invención de este santo Sacramento está claramente consignado en el Evangelio, como acabamos de verlo, de una manera que no deja lugar a duda alguna.
Si la Confesión hubiera sido inventada por un sacerdote, por de pronto no la hallaríamos en tiempo de los Apóstoles y de los mártires los cuales ciertamente no pueden ser sospechosos de astucia o engaño; y después se verían en la historia algunas señales de esta innovación. Una invención que abraza a todos los cristianos del mundo ¿no hubiera atraído poderosamente la atención pública? ¿no se habrían levantado de todas partes reclamaciones? Se conoce la época precisa de la invención de todos nuestros progresos industriales, de todas nuestras constituciones civiles y políticas; se conoce el nombre de los autores e inventores de la baraja, de la lotería y de la polka, de los fósforos, en fin, de los menores descubrimientos, ¡y solo el origen de la Confesión se habrá librado de esta ley universal! ¡Esto es imposible, es absurdo! Los protestantes han intentado muchas veces indicar este origen, pero se han puesto en ridículo a los ojos de la ciencia, y nosotros escuchamos a todas horas a su correligionario Gibbon, declarar sin embajes, que la Confesión se remonta hasta la misma cuna del Cristianismo.
¿Y crees tú que el confesar es un sabroso divertimiento para los sacerdotes? ¡Bella invención por cierto seria este pesado y trabajoso ministerio que gasta su salud, fatiga su espíritu, les ocasiona mil apuros y temores, les carga de una temible responsabilidad y les suscita la cólera y los odios de tantos hombres de alma ruin y mezquina! ¡Cuántos amarían a los sacerdotes si estos no confesaran!
Hay más aún; si los sacerdotes fueran los inventores de la Confesión, ¿no es una cosa clara que ellos hubieran comenzado con eximirse de ella? Entiéndelo bien, la Confesión les es tan penosa como a los demás, porque son hombres como ellos y conservan debajo de su tan sublime dignidad sacerdotal, no solamente las debilidades humanas, sino también el amor propio que se exaspera a la vista de cualquiera humillación. El inventor de la Confesión, es el inventor de los sacerdotes, es nuestro Señor Jesucristo quien les ha comunicado sus divinos poderes, y quien, mediante su ministerio, salva a los hombres perdonándoles sus pecados. Mirad a Cristo crucificado; ¡ved ahí el único inventor de la Confesión!
Continúa...
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