11 de Junio: San Bernabé, Apóstol
(✞ 62)
El bienaventurado discípulo y mártir de Jesucristo, San Bernabé, que también en la Escritura se llama José Levita, fue de nacionalidad hebrea, de la tribu sacerdotal de Leví, y nació en la isla de Chipre, en la cual sus padres tenían grandes y ricas posesiones.
Aprendió en Jerusalén las letras sagradas, en la escuela de Gamaliel, varón doctísimo y muy versado en la ley de Moisés, y tuvo por condiscípulo a San Esteban protomártir, y a Saulo, que después se llamó Pablo y fue Apóstol y vaso escogido del Señor.
En esos tiempos vino Cristo nuestro Redentor a Jerusalén, y maravillado Bernabé de su celestial doctrina, ejemplos y milagros, entendió que era el Mesías prometido, y se echó a sus pies; el Señor lo bendijo y le contó en el número de los setenta y dos discípulos que le siguieron.
Y él, conforme al consejo evangélico, repartió su hacienda entre los pobres, quedándose con una sola posesión, cuyo precio, después de la Ascensión del Señor, puso también a los pies de los Apóstoles.
Cuando los discípulos huían todavía de San Pablo, porque ignoraban su conversión, San Bernabé se llegó a él, y entendiendo cuán cambiado estaba, y lo que le había acontecido yendo a Damasco, lo abrazó y lo llevó a los Apóstoles y con gran regocijo fue admitido en su compañía.
Los Apóstoles enviaron a Bernabé a Antioquía, donde estuvo con San Pablo predicando por espacio de un año, con tan gran aprovechamiento de los fieles, que dejando el nombre de discípulos y perdiendo el vano temor y respeto del mundo, comenzaron a llamar cristianos.
Volviendo después a Jerusalén, se concertaron allí con San Pedro algunos otros Apóstoles, para que ellos predicasen a los hebreos, y Saulo y Bernabé a los gentiles.
No es fácil decir los trabajos y persecuciones que padecieron estos dos santos por sembrar la doctrina evangélica y plantar a Cristo en los corazones de los hombres en tantas ciudades, islas, reinos y provincias.
Y, por lo que escriben grandes autores y se saca de firmes testimonios y piedras antiguas, San Bernabé fundó la Iglesia de Milán, y estuvo en ella siete años, y fue el primer Arzobispo de aquella insigne ciudad.
También se muestra en Brescia el altar donde el santo Apóstol decía Misa y en otras muchas Iglesias se conserva la memoria de este varón apostólico y compañero de San Pablo.
Finalmente, hallándose en la isla de Chipre, vinieron de Siria unos judíos con intención de perseguirle y darle muerte; y aunque el santo lo entendió, deseoso ya de juntarse con Jesucristo, entró en la sinagoga para predicar a los judíos; más éstos, con gran enojo lo apedrearon y en ese martirio dio su espíritu al Señor.
Reflexión:
Aunque San Bernabé no era del número de los doce apóstoles que escogió Jesucristo, los primeros Santos Padres de la Iglesia le dan ya el título de Apóstol, no sólo por sus muchos y apostólicos caminos y trabajos, sino que también por haber sido particularmente llamado por el Espíritu Santo a aquel Sagrado Ministerio (ACT. APOST. XII, 2). Honrémosle, pues, como a los doce Apóstoles que son las doce columnas indestructibles de la Iglesia, y despreciando las doctrinas anticatólicas, descansemos con entera confianza en la verdad de la Iglesia Católica, sellada con la sangre del Redentor, y de sus santos Apóstoles y discípulos.
Oración:
Oh Dios, que nos consuelas con la intercesión de tu Bienaventurado Apóstol Bernabé, concédenos benigno, que consigamos por tu gracia aquellos beneficios que te pedimos por su ruego. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
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