22 de Junio: San Paulino, Obispo de Nola
(✞ 431)
El santísimo Obispo de Nola, San Paulino, fue de nacionalidad francesa y nació de padres muy nobles y ricos en la ciudad de Burdeos.
Tuvo por maestro a Ausonio Galo, excelente poeta y muy estimado en aquellos tiempos; y llegado a la edad competente, se casó con una señora muy principal llamada Terasia, y como todos tenían puestos los ojos en él, tanto por su sangre como por sus letras, riquezas y loables costumbres, llegó a ser cónsul y prefecto de la ciudad de Roma.
No tuvo hijos con su mujer y así se propusieron los dos esposos, tocados por Dios, el vivir como hermanos, y se vinieron a España y estuvieron algún tiempo en Barcelona, donde por aclamación del pueblo, el santo Obispo Lampio, contra la voluntad del santo, que quería servir a la Iglesia como sacristán, le ordenó como sacerdote, como el mismo santo refiere en sus escritos.
Habiendo repartido a los pobres todos sus bienes, se retiró con su esposa a un campo de la ciudad de Nola, donde vivían en hábito y profesión de monjes, más como ya la fama de sus virtudes se había extendido por toda aquella tierra, al morir el obispo de Nola, le compelieron a aceptar el gobierno de aquella iglesia, donde edificó a todos no menos con sus admirables ejemplos, que con su celestial doctrina.
Lo mandó a llamar el emperador Honorio para un Concilio que se juntaba sobre ciertos negocios tocantes a la quietud de la Iglesia, llamándole santo y venerable padre y verdadero siervo de Dios.
Cuando Alarico, rey de los godos, tomó a Roma y la saqueó, vino también a Nola y prendió al Santo Obispo.
Dice San Agustín, que entonces se alegró el santo de no ser atormentado por el oro y la plata, porque todos sus tesoros los tenía en el cielo; y habiendo saqueado después los vándalos la iglesia, procuró San Paulino desentrañarse y allegar lo que pudo para redimir a los cautivos.
Y dice San Gregorio Papa, que en esta sazón vino a San Paulino una pobre viuda a pedir la limosna para rescatar a un hijo que los vándalos se habían llevado a África, y estaba en poder del yerno del Rey.
A lo cual respondió el santo que ya no tenía ninguna cosa para darle, sino a sí mismo, y en efecto pasó a África, y se entregó al yerno del rey por el hijo de aquella viuda, haciendo todo el tiempo de su cautiverio, el oficio de hortelano, hasta que el rey de los vándalos, sabiendo que Paulino era Obispo, le mandó a su tierra cargado de dones y acompañado de los cautivos que pertenecían a su obispado.
Finalmente, después de haber gobernado largos años como santísimo pastor aquel rebaño de Cristo, fue consolado en su dichoso tránsito por los gloriosos Santos Jenaro y Martín, que se le aparecieron y acompañaron su santa alma a los cielos.
Reflexión:
En el libro inmortal que nos ha dejado San Paulino sobre las Delicias de la antigua piedad cristiana, recomienda encarecidamente la caridad y misericordia, que es el principal mandamiento de la ley evangélica, y la virtud que nos hace más semejante al divino modelo, Jesucristo. Por esta causa no dudó el santo en venderse como esclavo a trueque de rescatar al hijo de aquella viuda. ¡Oh, si prendiese el fuego de la caridad de Cristo en todos los corazones! Habría por ventura en el mundo una sola familia menesterosa, un solo enfermo, una sola viuda, un solo huérfano, un solo pobre, que no hallase amparo y refugio bajo el manto de la caridad.
Oración:
Concédenos, oh Dios omnipotente, que la venerable festividad de tu Confesor y Pontífice San Paulino acreciente en nosotros la devoción y el deseo de nuestra salvación eterna. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
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