22 DE ABRIL: SANTOS SOTERO Y CAYO, PONTÍFICES Y MÁRTIRES

22 de Abril: Santos Sotero y Cayo, Pontífices y mártires

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El venerable pontífice y glorioso mártir de Cristo San Sotero o Soter nació al fin del siglo primero en Fondi que está en el reino de Nápoles, y vivía en Roma al tiempo en que los fieles romanos que habían recibido la Doctrina celestial de la mano de los príncipes de los apóstoles, eran modelos de virtud para toda la cristiandad.

Y como resplandecía San Sotero en aquella Santa Iglesia por su sabiduría y celo apostólico, fue elegido como sucesor de San Aniceto en la Silla de San Pedro.

Bien fue menester aquella caridad de Cristo que ardía en las entrañas del nuevo pastor de la Iglesia porque arreciaba a la sazón la persecución de Marco Aurelio Antonino, el cual imitó la bárbara crueldad de Nerón contra los inocentes cristianos; y así unos eran enterrados vivos o cargados de cadenas en cárceles subterráneas, otros condenados a las minas, otros arrojados a los tigres y leones del anfiteatro, otros despedazados y muertos a puros tormentos en las plazas y patíbulos.

Más san Sotero como buen pastor que no temía perder la vida por sus ovejas, les visitaba en las cárceles y en las cavernas, les socorría con limosnas, les alentaba con cartas y saludables instrucciones, con tanta gracia del Señor, que todo el mundo fue testigo de la constancia admirable con que innumerables fieles dieron la vida por la fe, antes que el santísimo pastor mereciese también la corona de su ilustre martirio.

Celebramos hoy también la fiesta de otro Pontífice mártir, llamado Cayo, el cual era originario de Dalmacia, pariente de Diocleciano; y semejante a San Sotero en los trabajos, persecuciones y gloriosa muerte.

Veíanse los cristianos obligados a esconderse en los bosques y cavernas; porque en las plazas, esquinas y encrucijadas de las ciudades mandaban los tiranos poner unos ídolos, con la orden rigurosa que nadie pudiese comprar, ni vender sin haberlos antes incensado, ni aún podían sacar agua de las fuentes y pozos públicos sin hacer antes aquel impío sacrificio.

Es imposible decir lo que hizo el santísimo Pontífice Cayo para que triunfase la ley de Cristo en esta horrible persecución; y no poco le ayudaron Cromacio, antiguo prefecto de Roma, convertido a la fe, y San Sebastián, que era el capitán de la guardia imperial, y un oficial del emperador, llamado Cástulo, fervoroso cristiano, en cuyo palacio tenía oculta una Iglesia para el santo pontífice.

Y allí, en lo más alto de la casa se juntaban secretamente los fieles todos los días y San Cayo les apacentaba con la palabra de Dios, celebraba la Misa y les distribuía el pan de los fuertes.

Finalmente, después de haber enviado delante de sí al cielo gran muchedumbre valerosos mártires, a los doce años de su Pontificado, que pasó en los montes, cuevas y casas de los cristianos, selló también con su sangre la fe de nuestro Señor Jesucristo.