San Nicolás de Tolentino (1245-1305), un sábado por la noche, cuando acababa de acostarse, oyó la voz de un alma que, con un grito fuerte, lo sobresaltó, diciendo:
- Nicolás, hombre de Dios, mírame.
Él se vuelve y ve una figura que no puede identificar.
- Soy el alma de fray Pellegrino de Ósimo, no me conociste en vida, pero estoy atormentado en estas llamas. Dios no rechazó mi contrición y en vez de destinarme a la pena eterna que merecía, me destinó al purgatorio por su misericordia. Te pido humildemente que te dignes celebrar por mí una misa de difuntos para que salga de estas llamas.
Nicolás respondió:
- Hermano mío, que el Señor Jesucristo, mi Señor, por cuya sangre has sido redimido te sea propicio. Yo estoy encargado de la misa conventual, que debe celebrarse solemnemente y no puedo celebrar la misa de difuntos y, mucho menos, mañana domingo.
A esto respondió Pellegrino:
A esto respondió Pellegrino:
- Ven conmigo, venerable padre, y mira si eres capaz de rechazar la súplica de la desgraciada multitud que me envió.
Llevándolo a la otra parte del convento, le mostró una pequeña llanura vecina a Pésaro en la que se encontraba una gran multitud de gente de todo sexo, edad, condición y de diversas Órdenes. Y añadió:
- Ten misericordia de nosotros, Compadécete de esta multitud desgraciada que espera tu ayuda. Si celebras la misa por nosotros, la mayor parte de esta gente será liberada de estos atrocísimos tormentos.
Nicolás se despertó y comenzó a implorar al Señor con lágrimas. A la mañana siguiente, se lo contó al prior y le suplicó que le permitiera celebrar en aquella semana la misa por los difuntos. El prior se lo concedió y Nicolás pudo celebrar la misa por aquella gente durante la semana, a la vez que rezaba día y noche con lágrimas de amor.
A los siete días, se le apareció el mismo Pellegrino para agradecerle por su misericordia, diciéndole que tanto él como gran parte de aquella multitud habían sido liberados por la misericordia de Dios de aquellas atrocísimas penas por las misas celebradas y las oraciones ofrecidas con tantas lágrimas. Y le dijo que estaba ya feliz en la gloria de Dios... En el purgatorio comenzó a ser conocida la santísima juventud de este hombre… que con la nave de sus méritos y oraciones surca el mar del purgatorio.
(…) San Gregorio Magno (+604) tuvo una visión, siendo abad de un monasterio en Roma, antes de ser Papa. Había un monje, llamado Giusto, que ejercía con su permiso la medicina. Una vez, había aceptado sin su permiso una moneda de tres escudos de oro, faltando gravemente al voto de pobreza. Después se arrepintió y tanto le dolió este pecado que se enfermó y murió al poco tiempo.
(…) San Gregorio Magno (+604) tuvo una visión, siendo abad de un monasterio en Roma, antes de ser Papa. Había un monje, llamado Giusto, que ejercía con su permiso la medicina. Una vez, había aceptado sin su permiso una moneda de tres escudos de oro, faltando gravemente al voto de pobreza. Después se arrepintió y tanto le dolió este pecado que se enfermó y murió al poco tiempo.
Sin embargo, San Gregorio, para inculcar en sus religiosos el horror a ese pecado, lo hizo sepultar fuera de las tapias del cementerio, en un basural, donde también echó la moneda de oro, haciendo repetir a los religiosos las palabras de San Pedro a Simón mago: Que tu dinero perezca contigo.
A los pocos días, pensó que quizás había sido demasiado fuerte en su castigo y encargó al ecónomo mandar celebrar treinta misas seguidas por el alma del difunto. El ecónomo obedeció y el mismo día que terminaron de celebrar las treinta misas, se apareció Giusto a otro monje, Copioso, diciéndole que subía al cielo, libre de las penas del purgatorio, por las treinta misas celebradas. Desde entonces, existe la costumbre de mandar celebrar treinta misas seguidas, llamadas gregorianas, en favor de los difuntos.
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En el anterior caso de San Nicolás, bastaron siete misas para que saliera Pellegrino del purgatorio y, por eso, existe también costumbre de celebrar siete misas seguidas o un septenario de misas en favor de las almas del purgatorio, recordando el hecho de san Nicolás.
“Los Santos y las almas del purgatorio” - Padre Ángel Peña O. A. R.
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