viernes, 26 de julio de 2024

CATECISMO DE TRENTO (1566) - EL SACRAMENTO DE LA EXTREMAUNCIÓN

El momento más oportuno para esta cura es cuando estamos afligidos por una enfermedad grave y el peligro de muerte es inminente, ya que la naturaleza ha implantado en el hombre el no temer a ninguna visita humana, tanto como a la muerte


EL SACRAMENTO DE LA EXTREMAUNCIÓN

Importancia de la enseñanza sobre la Extremaunción

En todas tus obras, enseña la Escritura: “Recuerda tu último fin y no pecarás jamás”, palabras que transmiten al pastor una silenciosa admonición para que no deje pasar ninguna oportunidad de exhortar a los fieles a la constante meditación sobre la muerte. El Sacramento de la Extremaunción, por estar inseparablemente asociado al recuerdo del día de la muerte, debe, es obvio, formar un tema de instrucción frecuente, no sólo porque es justo para explicar los misterios de la salvación, sino también porque la muerte, el destino inevitable de todos los hombres, cuando se recuerda a las mentes de los fieles, reprime las pasiones depravadas. Así se sentirán menos perturbados por la proximidad de la muerte y derramarán su gratitud en alabanzas interminables a Dios, que no sólo nos ha abierto el camino de la verdadera vida en el Sacramento del Bautismo, sino que también ha instituido el de la Extremaunción, para proporcionarnos, al partir de esta vida mortal, un camino más fácil para el cielo.

Nombres de este Sacramento

Para explicar lo que es más necesario sobre este punto, seguiremos casi el mismo orden que observamos en la exposición de los demás Sacramentos. Así, pues, demostraremos en primer lugar que este Sacramento se llama Extremaunción, porque entre todas las unciones prescritas por nuestro Señor a su Iglesia, ésta es la última que se administra.

Por eso nuestros predecesores en la Fe lo llamaron también Sacramento de la Unción de los enfermos y también Sacramento de los moribundos, nombres que fácilmente evocan en el ánimo de los fieles el recuerdo de aquella última hora.

La Extremaunción es un verdadero Sacramento

En primer lugar, hay que explicar que la Extremaunción es propiamente un Sacramento, y esto lo establece claramente el Apóstol Santiago, al promulgar la ley de este Sacramento: “¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los sacerdotes de la iglesia y oren por él ungiéndole con óleo en el nombre del Señor. La oración de fe salvará al enfermo y el Señor lo levantará; y si ha cometido pecados, le serán perdonados”. Cuando el Apóstol dice que los pecados son perdonados, atribuye a la Extremaunción la naturaleza y eficacia de un Sacramento.

Muchos Concilios dan testimonio de que tal ha sido siempre la Doctrina de la Iglesia Católica sobre la Extremaunción, y el Concilio de Trento denuncia el anatema contra todos los que se atrevan a enseñar o pensar de otra manera. Inocencio I también recomienda este Sacramento con gran fervor a la atención de los fieles.

La Extremaunción es un verdadero Sacramento

Por eso, los pastores deben enseñar que la Extremaunción es un verdadero Sacramento y que, aunque se administra con muchas unciones, cada una con una oración peculiar y bajo una forma peculiar, no constituye muchos Sacramentos, sino uno solo. Sin embargo, es uno, no en el sentido de que esté compuesto de partes inseparables, sino porque cada una de las partes contribuye a su perfección, como sucede con todo objeto compuesto de muchas partes. Así como una casa que consta de una gran variedad de partes deriva su perfección de la unidad de plan, este Sacramento, aunque compuesto de muchas y diferentes cosas y palabras, no es más que un solo signo, y sólo efectúa aquella única cosa de la que es signo.

Partes esenciales de la Extremaunción

Los pastores deben enseñar también cuáles son las partes que componen este Sacramento, su materia y forma, que Santiago no omite, y cada una de ellas está llena de misterios peculiares.

La Materia de la Extremaunción

Su elemento, pues, o materia, según lo definen los Concilios, particularmente el de Trento, consiste en el aceite consagrado por el Obispo. No cualquier aceite extraído de sustancias grasas o untuosas, sino que sólo el aceite de oliva puede ser materia de este Sacramento.

Así, su materia es muy significativa de lo que el Sacramento efectúa interiormente en el alma. El aceite es muy eficaz para calmar el dolor corporal, y el poder de este Sacramento disminuye el dolor y la angustia del alma. El aceite también restaura la salud, trae alegría, alimenta la luz, y es muy eficaz para refrescar la fatiga corporal. Todos estos efectos significan lo que el poder divino realiza en el enfermo por medio de la administración de este Sacramento. Hasta aquí bastará la explicación de la materia.

La Forma de la Extremaunción

La forma del Sacramento es la palabra y la oración solemne que el sacerdote usa en cada unción: Por esta Santa Unción, Dios te perdone todos los pecados que hayas cometido por el mal uso de la vista, del olfato o del tacto.

Que ésta es la verdadera forma de este Sacramento la aprendemos de estas palabras de Santiago: Que oren por él... y la oración de fe salvará al enfermo. De aquí se desprende que la forma debe aplicarse a modo de oración. El Apóstol no dice de qué palabras particulares debe consistir esa oración; pero esta forma nos ha sido transmitida por la fiel Tradición de los Padres, de modo que todas las Iglesias conservan la forma observada por la Iglesia de Roma, madre y maestra de todas las Iglesias. Es cierto que algunos cambian algunas palabras, como cuando por “Dios te perdone”, dicen “Dios remita”, o “Dios perdone”, y a veces, “Que Dios remedie todo el mal que has cometido”. Pero como no hay cambio de significado, está claro que todos observan religiosamente la misma forma.

No debe sorprendernos que, mientras que la forma de cada uno de los demás Sacramentos o bien significa absolutamente lo que expresa, como por ejemplo, “Yo te bautizo”, o “Yo t
e señalo con la cruz y te confirmo, o bien se pronuncia, por así decirlo, a modo de mandato, como en la administración de las Órdenes Sagradas, “Recibe el poder”, la forma de la Extremaunción sólo se expresa a modo de oración. Sabiamente se ha dispuesto así. Pues como este Sacramento se administra no sólo por la gracia espiritual que concede, sino también para la recuperación de la salud, que, sin embargo, no siempre se obtiene, usa, por lo tanto, una forma deprecativa, para implorar de la misericordia de Dios lo que la virtud del Sacramento no siempre y uniformemente efectúa.

Las ceremonias de la Extremaunción

En la administración de este Sacramento se emplean también ritos especiales, que consisten principalmente en oraciones que el sacerdote ofrece por la curación del enfermo. No hay Sacramento cuya administración vaya acompañada de más oraciones, y con razón, porque en ese momento los fieles necesitan más que nunca la ayuda de oraciones piadosas. Todos los presentes, y especialmente el párroco, deben expresar sus fervientes deseos a Dios y encomendar encarecidamente a su misericordia la vida y salvación del enfermo.

Institución de la Extremaunción

Habiendo probado así que la Extremaunción se cuenta verdadera y propiamente entre los Sacramentos, inferimos con razón que debe su institución a Cristo nuestro Señor. Posteriormente fue dada a conocer y promulgada a los fieles por el Apóstol Santiago.

Pero nuestro Salvador mismo parece haber dado alguna indicación de ello, cuando envió a sus discípulos de dos en dos delante de sí, pues el Evangelista nos informa que, saliendo, predicaron que todos debían hacer penitencia, y echaron fuera muchos demonios, y ungieron con aceite a muchos enfermos y los sanaron.

No se puede suponer que esta unción haya sido inventada por los Apóstoles, sino que fue ordenada por nuestro Señor. Tampoco su poder surgió de ninguna virtud natural. Su eficacia, debemos creer, fue mística, habiendo sido instituida para curar las enfermedades del alma, más bien que para curar las enfermedades del cuerpo. Esta es la Doctrina enseñada por San Dionisio, San Ambrosio, San Juan Crisóstomo y San Gregorio Magno; de modo que no puede dudarse en absoluto que la Extremaunción debe ser reconocida y venerada como uno de los siete Sacramentos de la Iglesia Católica.

 A quienes se debe administrar la Extremaunción

Pero aunque instituida para uso de todos, la Extremaunción no debe administrarse indiscriminadamente a todos.

La persona debe estar en peligro de muerte

En primer lugar, no se debe administrar a personas sanas, según estas palabras de Santiago: ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Esto lo prueba también el hecho de que la Extremaunción fue instituida como remedio no sólo para las enfermedades del alma, sino también para las del cuerpo. Ahora bien, sólo los enfermos necesitan remedio, y por eso, este Sacramento se debe administrar sólo a aquellos cuya enfermedad es tal que despierta temores de muerte próxima.

Sin embargo, es un pecado muy grave aplazar la Santa Unción hasta que, perdida toda esperanza de curación, la vida comience a decaer y el enfermo esté al borde de un estado de insensibilidad. Es obvio que si se administra el Sacramento mientras la conciencia y la razón están todavía intactas y la mente es capaz de provocar actos de fe y de dirigir la voluntad a sentimientos de piedad, se recibirá una participación más abundante de sus gracias. Aunque esta medicina celestial es en sí siempre saludable, los pastores deben tener cuidado de aplicarla cuando su eficacia pueda ser ayudada por la piedad y la devoción del enfermo.

El peligro debe surgir de la enfermedad

La Extremaunción, pues, no puede administrarse a nadie que no esté peligrosamente enfermo, ni siquiera a aquellos que están en peligro de muerte, como cuando emprenden un viaje peligroso, o entran en batalla con la perspectiva segura de la muerte, o han sido condenados a muerte y están en camino a la ejecución.

La persona ungida debe estar con uso de la razón

Además, no son aptos para este Sacramento todos los que no tienen uso de razón, ni tampoco los niños que, no habiendo cometido pecados, no necesitan del Sacramento como remedio contra los restos del pecado. Lo mismo sucede con los idiotas y los locos, a menos que en sus intervalos lúcidos den muestras de una disposición a la piedad y expresen el deseo de ser ungidos. A los que desde su nacimiento nunca gozaron del uso de la razón no se les debe administrar este Sacramento; pero si un enfermo, estando en posesión de sus facultades, expresa el deseo de recibir la Extremaunción y después delira, se le debe ungir.

Administración de la Extremaunción

La Sagrada Unción no debe aplicarse en todo el cuerpo, sino sólo en los órganos de los sentidos: en los ojos, para la vista; en los oídos, para la audición; en las fosas nasales, para el olfato; en la boca, para el gusto y el habla; en las manos, para el tacto. El sentido del tacto, es cierto, está difundido por todo el cuerpo, pero está más desarrollado en las manos.

Esta manera de administrar la Extremaunción se observa en toda la Iglesia universal y está de acuerdo con la naturaleza medicinal del Sacramento. Así como en las enfermedades corporales, aunque la enfermedad afecta a todo el cuerpo, sin embargo, la cura se aplica sólo a la parte que es la sede y origen de la enfermedad, así también este Sacramento no se aplica a todo el cuerpo, sino a los miembros en los que la potencia de la sensibilidad es más evidente, y también a los riñones, que son, por así decirlo, la sede de la concupiscencia, y a los pies, por los que nos movemos de un lugar a otro.

Aquí se debe tener presente que, durante la misma enfermedad y mientras el peligro de muerte continúe igual, el enfermo debe ser ungido una sola vez. Sin embargo, si sana después de haber sido ungido, puede recibir la ayuda de este Sacramento tantas veces como haya recaído en el mismo peligro de muerte. Por lo tanto, este Sacramento debe contarse evidentemente entre los que pueden repetirse.

Disposiciones para la recepción de la Extremaunción

Como se debe tener todo cuidado para que nada impida la gracia del Sacramento, y como nada se opone más a ella que la conciencia de la culpa mortal, se debe observar la práctica constante de la Iglesia Católica de administrar el Sacramento de la Penitencia y la Eucaristía antes de la Extremaunción.

Además, los párrocos deben esforzarse en persuadir al enfermo para que reciba este Sacramento de manos del sacerdote con la misma fe con que se presentaban antiguamente los que debían ser curados por los Apóstoles. Pero la salvación de su alma debe ser el primer objeto de los deseos del enfermo, y después de eso, la salud del cuerpo, con esta condición, si es para bien de su alma.

Y los fieles no deben dudar de que las oraciones santas y solemnes que el sacerdote dice, no en su propia persona, sino en la de la Iglesia y de nuestro Señor Jesucristo, son escuchadas por Dios; y se les debe exhortar particularmente sobre este único punto, a cuidar de que el Sacramento de este salutífero óleo se les administre santa y religiosamente, cuando el conflicto más agudo parezca inminente y las energías del alma, así como las del cuerpo, parezcan estar fallando.

El Ministro de la Extremaunción

Quién es el ministro de la Extremaunción lo sabemos por el mismo Apóstol que promulgó la ley del Señor, pues dice: Haga venir a los sacerdotes (presbíteros). Con este nombre, como bien explicó el Concilio de Trento, no se refiere a personas de avanzada edad o de máxima autoridad entre el pueblo, sino a sacerdotes debidamente ordenados por los Obispos con la imposición de manos.

Al sacerdote, pues, se le ha encomendado la administración de este Sacramento; no a todo sacerdote, como lo ha decretado la Santa Iglesia, sino al pastor propio que tiene jurisdicción, o a otro autorizado por él para desempeñar este oficio.

En esto, como también en la administración de los demás Sacramentos, se debe recordar muy claramente que el sacerdote es el representante de Cristo nuestro Señor y de su esposa, la Santa Iglesia.

Los efectos de la Extremaunción

También se deben explicar con precisión los beneficios que recibimos de este Sacramento, de modo que, si ninguna otra cosa puede atraer a los fieles a recibirlo, sean inducidos al menos por su utilidad, pues estamos naturalmente dispuestos a medir casi todas las cosas por nuestros intereses.

Enseñen, pues, los pastores que por este Sacramento se comunica la gracia que perdona los pecados, sobre todo los más leves, o como se les llama comúnmente, veniales; porque los pecados mortales se perdonan por el Sacramento de la Penitencia. La Extremaunción no fue instituida principalmente para la remisión de las ofensas graves; sólo el Bautismo y la Penitencia realizan esto directamente.

Otra ventaja de la Sagrada Unción es que libera al alma de la languidez y de la enfermedad que contrajo por los pecados y de todos los demás restos del pecado. El momento más oportuno para esta cura es cuando estamos afligidos por una enfermedad grave y el peligro de muerte es inminente, ya que la naturaleza ha implantado en el hombre el no temer a ninguna visita humana, tanto como a la muerte. Este temor aumenta mucho con el recuerdo de nuestros pecados pasados, especialmente si nuestra conciencia nos acusa de graves delitos, porque está escrito: Vendrán con temor al pensamiento sus pecados, y sus iniquidades se levantarán contra ellos para condenarlos. Otra fuente de angustia vehemente es el anhelo de que pronto tendremos que comparecer ante el tribunal de Dios, quien nos dictará una sentencia de la más estricta justicia según nuestros méritos. Sucede con frecuencia que, a causa de este terror, los fieles se sientan profundamente agitados; y nada conduce más a una muerte tranquila que desterrar la tristeza, esperar con ánimo gozoso la venida de Nuestro Señor y estar dispuesto a entregar de buen grado el depósito confiado cuando Él quiera reclamarlo. Liberar la mente de los fieles de esta solicitud y llenar el alma de piadosa y santa alegría es, pues, un efecto del Sacramento de la Extremaunción.

De este Sacramento se deriva, además, otro beneficio, que con justicia puede considerarse el mayor de todos: porque, aunque el enemigo del género humano no cesa de pensar en nuestra ruina y destrucción, mientras vivimos, sin embargo, en ningún momento se esfuerza más violentamente por destruirnos por completo y, si es posible, por privarnos de toda esperanza de la divina misericordia, que cuando ve acercarse el último día de la vida. Por eso, en este Sacramento se dan a los fieles armas y fuerzas para que puedan vencer la violencia e impetuosidad del adversario y luchar valientemente contra él; porque el alma del enfermo se alivia y se anima con la esperanza de la bondad divina, con la que soporta más livianamente todas las cargas de la enfermedad y se escapa con mayor facilidad de las artimañas y astucias del demonio que la acecha.

Finalmente, la recuperación de la salud, si bien es provechosa, es otro efecto de este Sacramento. Y si en nuestros días los enfermos obtienen este efecto con menos frecuencia, esto se debe atribuir, no a un defecto del Sacramento, sino más bien a la fe más débil de una gran parte de los que son ungidos con el óleo sagrado, o por quienes se lo administran; pues el Evangelista da testimonio de que el Señor no hizo muchos milagros entre los suyos a causa de su incredulidad.

También se puede decir con razón que la Religión Cristiana, al haber echado sus raíces más profundamente en las mentes de los hombres, tiene menos necesidad de la ayuda de tales milagros que antes, al comienzo de la naciente Iglesia. Sin embargo, la fe debe ser estimulada fuertemente en este respecto, y cualquiera que sea la voluntad de Dios en su sabiduría para con la salud del cuerpo, los fieles deben confiar en una esperanza segura de alcanzar, en virtud de este óleo sagrado, la salud del alma y de experimentar, si llega la hora de su partida de la vida, el fruto de esta gloriosa seguridad: Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor.

Amonestación

Hemos explicado brevemente el Sacramento de la Extremaunción. Pero si el párroco desarrolla estos puntos con más extensión y con el cuidado que exige el tema, no hay duda de que los fieles sacarán de su instrucción frutos muy grandes de piedad.



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