viernes, 5 de julio de 2024

CONVERSACIONES SOBRE EL PROTESTANTISMO (1)

Comenzamos con la publicación de otro libro de Monseñor De Segur, “Conversaciones sobre el protestantismo actual”, impreso en 1862.


Prefacio de los editores franceses

El objeto de este libro era defender la fe católica contra la propaganda protestante. Este objeto se ha conseguido aún en una escala más extensa de la que esperaba el autor. Los ministros protestantes se han encargado de darnos esta buena noticia. El Sr. Faye, ministro protestante de Lyon, quejándose amargamente del mal que hacía esta obrita, declaraba en 1859 a una asamblea de agentes herejes celebrada en Ginebra: que los protestantes salen mal con todos los que han leído estas “Conversaciones”. Un pastor protestante de Poitiers hacía la misma confesión, casi en los propios términos. Conocemos además muchas familias católicas, ya muy agitadas por la propaganda protestante, que se han afirmado en la fe con esta lectura.

Este libro ha sido también útil aún a los mismos protestantes. La mujer de uno de los pastores de París, al devolver a una amiga católica el ejemplar que esta le había dado prestado, decía: Después de haber leído esto, ya no puedo quedarme protestante. Es necesario que hable a mi marido. Otra señora protestante inglesa, muy instruida y distinguida, encontró en este libro, con la gracia de Dios, la luz de la verdadera fe y se hizo católica en el mes de julio de este mismo año. Murió pocas semanas después de su conversión, y dejó dispuesto que se la sepultase, llevando sobre el corazón un ejemplar de este libro, que había sido el instrumento de que se valió la bondad de Dios, para reducirla al camino de la verdad.

Estos hechos hablan más elocuentemente que todos los elogios, para recomendar la obra de Monseñor de Segur al celo de los Sacerdotes y de los fieles, que procuran precaver a las almas contra las seducciones del protestantismo.


Porque se ha escrito este libro

Estas “Conversaciones sobre el protestantismo” se dirigen más bien a los católicos que a los protestantes: ellas no son un ataque, ni siquiera una controversia; son una obra de preservación y de defensa.

Se ha preguntado: ¿Para qué es hablar aun del protestantismo en la época que alcanzamos? ¿No se ha fundido de tal manera el protestantismo con el racionalismo y la incredulidad, que ya no existe como secta religiosa? Y por otra parte ¿no tienen bastante buen sentido y suficiente lógica los católicos, para dejar que se arraigue entre ellos el protestantismo?

Ciertamente, este es profundamente antipático a nuestro país; y no menos incontestable es que del protestantismo, como secta religiosa, no quedan más que ruinas. Pero hay ruinas de que se debe desconfiar, porque pueden servir de receptáculo y abrigo a los malhechores, los cuales no se atreven a mostrarse descubiertamente en los caminos reales. De esta clase es el edificio cuarteado del protestantismo, en cuyo recinto se congregan todos los enemigos de la Iglesia cada día más; pues su sombra encubre fácilmente sus proyectos impíos. Ahí hallan benévola acogida todas las rebeliones contra la iglesia y la sociedad: esas ruinas se convierten en una fortaleza; y el protestantismo moribundo, se transforma si no lo es ya, en una fuerza inmensa de destrucción.

Reanimado y recalentado por los impíos, a quienes recibe en su seno, se le ve desembarazarse, pieza a pieza, de su armazón teológica del siglo XVI; y mostrar al descubierto su principio, esencialmente revolucionario. Conservando, porque le conviene, algún lenguaje bíblico y ciertas formas religiosas; se presenta delante de los católicos en una actitud agresiva. Sueña nada menos que con la destrucción absoluta de la Iglesia de Jesucristo; y para conseguirla, multiplica entre las poblaciones católicas sus templos, oratorios y establecimientos de toda clase. Sus agentes inundan de folletos las ciudades y los campos. Procurando corromper las inteligencias más elevadas, por medio de periódicos y publicaciones filosóficas o literarias, se empeña al propio tiempo en hacerse un porvenir entre las clases trabajadoras, apoderándose de los niños; y para esto les abre escuelas, asilos y casas de huérfanos en donde se enseña a aquellos infelices pequeñuelos, no a ser cristianos, sino a blasfemar de la Iglesia. Se fundan una multitud de asociaciones para hacer la guerra a la Religión Católica; y las sociedades llamadas bíblicas, evangélicas y otras, públicamente refieren en sus informes anuales, los esfuerzos y el resultado de su propaganda; a la vez que triunfalmente hacen alarde de los millones de pesetas que se reúnen, especialmente en el extranjero, para alimentar su celo y pagar su progreso.

No es, pues, una cosa ociosa ocuparse del protestantismo. Si algunos hombres tímidos dijeran que no es bueno recrudecer disensiones desagradables, yo les respondería, que para nosotros los católicos, no solo es un derecho sino un deber, defender nuestra Religión atacada y poner a salvo lo que nos es más caro que la vida; esto es, la fe que de Dios y de nuestros padres hemos recibido. Este librito no tiene otro objeto que cooperar a esta grande obra, aunque las proporciones sean humildes. Yo he pensado que será útil para muchas almas, hacerlas ver en una serie de Conversaciones familiares, lo que es el protestantismo descubriéndolas las falsedades y la nada de su sistema religioso, las vergüenzas de su origen. Su nulidad como culto, su afinidad con todo lo que es revolución y anarquía; y en fin, el abismo a que él conduciría a cualquier país católico, que tenga lógica bastante para no detenerse en el camino del error. No se encontrarán en estas páginas ni controversias eruditas, ni discusiones metafísicas. Como hablo especialmente con católicos que conocen su Religión, no he insistido en ciertos puntos de Doctrina que ellos saben; pero que yo habría explicado más largamente, si me dirigiera a protestantes.

Para estudiar en su fuente la cuestión de la llamada “reforma”, he debido recorrer un gran número de publicaciones y obras literarias, calvinistas, metodistas etc.; y en ellas he encontrado palinodias mortales, cantadas por ministros y escritores protestantes, aunque solamente he citado las de aquellos que son más estimados entre sus propios correligionarios.

Como este libro podrá excitar algunas recriminaciones de parte de los herejes, no me parece superfluo insistir, en que yo no he hecho en él otra cosa que defender la Fe contra los ataques de los protestantes, cuya violencia pasa de toda mesura; y rechazar a esos hombres, que proclaman altamente estar llamados a destruir nuestra santa religión. Uno de los corifeos autorizados de esos hombres, el Sr. Agenor de Gasparin, se atrevía a decir hace poco tiempo hablando de la religión católica: No es permitido delante de Dios aborrecerla moderadamente.

Continúa...


No hay comentarios: