28 de Marzo: San Guntrano, rey y confesor
(✞ 593)
El piadosísimo rey san Guntrano fue hijo de Clotario, rey de Francia, y nieto de Clodoveo y de santa Clotilde.
Como era segundo hijo, a la muerte de su padre heredó los reinos de Orleans y de Borgoña; lo cual fue ocasión de muchas guerras con sus hermanos Cariberto y Sigiberto, y si al principio de su reinado traspasó los límites de la humanidad, tratando con excesivo rigor a sus enemigos, cosa harto frecuente en aquellos tiempos, también es verdad que hizo rigurosa penitencia todo el tiempo de su vida, procurando alcanzar como David la divina misericordia con muchos ayunos, grandes asperezas y limosnas.
Puso debajo de su protección a los hijos de sus hermanos, colmándolos de beneficios y jamás se sirvió de los felices sucesos de sus victorias para su propio engrandecimiento, sino para el bien universal de sus vasallos.
Y como era príncipe muy cristiano y santo, sus leyes eran justas y humanas, florecía su reino con grande abundancia y prosperidad, así en tiempo de paz como en tiempo de guerra.
Dio severísimas ordenanzas encaminadas a reprimir la crueldad y la bárbara fiereza que usaban los soldados con los enemigos vencidos, y puso a raya su desenfrenada licencia.
Y aunque su amor a la justicia le inclinaba a castigar con el debido rigor los crímenes, no puede creerse con cuánta facilidad y suavidad perdonaba las injurias cuando se hacían a su misma persona, porque habiendo en cierta ocasión atentado contra su vida dos desaforados asesinos, mandó el rey que a uno le encerrasen en la cárcel, y perdonasen al otro por haberse refugiado en lugar sagrado.
Honraba el santo príncipe a los obispos y prelados de la iglesia de Jesucristo, con reverencia y amor filial, les consultaba sus dudas y les pedía su parecer.
Edificó muchos templos y monasterios, y aunque era padre de todos sus vasallos, lo fue singularmente de los pobres, llegando en su tiempo de hambre a agotar con real magnificencia su tesoro, y procurando de aplazar con ayunos y pública penitencia la ira de Dios, que, como decía el santo, por sus pecados azotaba a sus pueblos.
Finalmente, lleno de méritos y virtudes, descansó en la paz del Señor, con el gran luto y sentimiento de todo su reino, y Dios ilustró el sepulcro de tan Santo Rey con muchos prodigios que le ganaron la universal veneración.
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