Por el padre José Luis Aberasturi
No el término como tal -"ideología"-, que es anterior, pero sí su uso y abuso absolutamente intencional, nace en Karl Marx y Friedrich Engels con su librito “La Ideología Alemana” (1932); y, ya antes, en el “Manifiesto comunista” (1848), también de entrambos.
Para estas dos joyitas del “¿pensamiento?” social y político de su época -donde y ya que están, reprenden duramente a la mismísima Revolución Francesa a la que no dudan en tachar de mentirosa: su “libertad, igualdad y fraternidad” se habrían convertido de hecho en “coarción, explotación y competencia”-; se trataría, por tanto, de “desenmascarar las formas de dominación mental de la sociedad capitalista”. Porque solo desenmascarándolas podremos “liberar” al hombre “oprimido” por la clase capitalista, dominante y opresora de por sí, que no busca sino enriquecerse -es su única ilusión-, alienando a la clase trabajadora, el proletariado, con el uso del poder fáctico y, aún más, del poder de las ideas: porque, afirman, “el que tiene el poder material tiene el poder sobre las ideas y las conciencias”. En esto último, lo acertó: es lo que estamos viendo y padeciendo por parte del rojerío dominante; y por parte también del complejo enfermizo de inferioridad de lo que antes se llamaba “la derecha".
Para eso, afirman, hay que “activar”, en las conciencias de todo el pueblo oprimido, precisamente la MALA CONCIENCIA de su opresión, señalado siempre y necesariamente un CULPABLE: sin “enemigo” no se puede luchar, porque no habría nadie enfrente: y habría que inventarlo para señalarlo y demonizarlo. Este es el papel de las IDEOLOGÍAS, en especial, la marxista, que es la que ha triunfado y la que se ha impuesto. Las demás, si se puede hablar de ellas, es solo cuestión de matices respecto a la “madre de todas las ideologías": hasta este punto se ha impuesto el marxismo.
Nace así, en esta “lógica” y de un modo bien fácil, lo que se denominará la LUCHA DE CLASES: necesaria por justa y justa por necesaria, según el mundillo marxista y el de sus acólitos. En ella y de modo inmediato, los papeles están perfectamente repartidos, como en cualquier guión que se precie: las gentes del pueblo son INOCENTES de todo, son “víctimas”, y el resto -los de enfrente-, son los MALOS por definición, a los que les está bien empleado lo que se les haga por parte de “los buenos”.
Y se les puede hacer de todo -vamos a decirlo ya desde el principio-, empezando por matarlos. Por algo -aunque mal contabilizados, pues en realidad son muchos más-, el marxismo ha supuesto la friolera de más de 120 millones de muertos directos desde que empezó su criminal andadura. Indirectos son ya incontables; por ej., los países marxistas son aquellos donde el aborto -cuando se aprobó- se convirtió en el método anticonceptivo por excelencia. Id sumando. A lo que hay que añadir los millones y millones -incontables, de hecho, dada su naturaleza- de los “abortos” de las conciencias que han “matado” a muchas más personas que todos los abortos habidos y por haber.
Pero, para Marx -y no le importa decirlo- la IDEOLOGÍA, que es FALSA -y MALA- CONCIENCIA supone, porque también lo es, una DISTORSIÓN DE LA REALIDAD perfectamente asumida, bien porque uno haya querido ir hasta ahí, bien porque se lo hayan suministrado: sin esta “distorsión de la realidad”, buscada y/o provocada y acogida, no se puede “meter” la “mala conciencia” en el personal. Distorsión que siempre nace en el mismo instante en que se señala al CULPABLE -real o falso, les da igual, porque están por encima de la realidad- con el dedo -o mejor a punta de pistola: lo saben y lo practican incluso en la “teología de la liberación”-, y se coloca a los de la pistola en el bando de todos los que, por “buenos” son libertadores, y se convierten en “libertadores” por buenos.
Lo que Marx pretendió directamente fue una subversión del orden (sistema) político, social y económico imperante -ciertamente había muchos abusos que, en conciencia, no podía permitirse la sociedad ni las gentes-, pero fracasó rotundamente: el capitalismo está más fuerte y más vivo que nunca a pesar de los rojitos, que es quien ahora tiene la batuta y, por lo mismo, el poder real-, que TANTO GOBIERNAN CUANTO ARRUINAN: familias, sociedades y países enteros.
Se puede decir, y bien fuerte: ha sido peor el remedio que la enfermedad. Pero su intento ha derivado al día de hoy, en una subversión del orden de la FAMILIA y, en primer término, de la PERSONA: la INGENIERÍA SOCIAL empieza por la INGENIERÍA DE LA PERSONA, y continúa con la INGENIERÍA DE LA FAMILIA, que tienen como base obligada LA NATURALEZA -aunque todos estos abominan de ella y contra ella van, la necesitan tanto como la niegan-, de negar primero y destruir después las constantes antropológicas de la persona. Y ahí es donde le están dando a la Iglesia Católica: en las personas, empezando por sus hijos, que son su finalidad: la razón de su ser, por Madre y Maestra que es.
Aquí viene -aquí se engarza- la tan traída y llevada IDEOLOGÍA DE GÉNERO, que es a lo que vamos; pero había que trazar algún esbozo de dónde nace todo esto.
“Todo esto” que no hubiese tenido ningún futuro si los políticos occidentales -y asimilados- estuviesen para lo que tienen que estar: el bien común; si las democracias del primer mundo -y asimiladas: excepto EE.UU., que es otra cosa: una verdadera democracia- no se hubiesen bajado todo lo bajable, y no se hubiesen quedado con total descaro con las vergüenzas al aire; si la “intelectualidad occidental” -incluyo los “mass media”- no se hubiese vendido a los oropeles y al dinerito rojo, dejando con ese sencillo acto de ser “intelectualidad” para convertirse en “funcionarios” y “pesebristas de nómina”: la Nomenklatura… y si la Iglesia Católica -y no solo desde parte de su Jerarquía: que también hay peones que pueden influir muchísimo- hubiese estado, talmente, donde tenía que estar, sin jueguecitos ni siquiera terminológicos con el mundo: al servicio de la gente -ese es su sitio, especialmente en el ámbito moral y, por tanto, intelectual-, sin miedo ni a la Verdad ni a sus consecuencias: o sea, sin miedo a ser totalmente de Cristo, siendo Sal, Luz, Levadura y, Ella también y como primera premisa, VERDAD.
Como resumen global, y no únicamente desde el punto de vista de la Iglesia que también, sino desde la misma Filosofía perenne, auténtica y verdadera, hay que afirmar que el MARXISMO es incompatible con la Fe de Cristo, por supuesto: el compendio y el resumen de todas las herejías; pero también es incompatible con el sentido moral común y el orden intelectual sano en cualquiera de los campos en los que señoree.
Adelanto que este tema tiene mucho para hablarse, y va a traer grandisimos problemas, tanto a la corta, donde ya están presentes, como a la larga, de lo que no sabemos nada pero se puede sospechar, tal como viene y está asumido por los poderes públicos de todo el asunto. De hecho, ya hay quien tilda a la problemática que trae la “ideología de género” como el principal problema -de entrada, para mal- del presente siglo: el más gordo. Y eso que solo estamos al principio del principio.
Non mea voluntas
No hay comentarios:
Publicar un comentario