El Arzobispo Emérito de La Plata y Académico de Número de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, Monseñor Héctor Aguer se refirió a “la grieta eclesial”.
El sábado pasado hablamos sobre la grieta que daña la amistad social en nuestra sociedad argentina y hoy quiero hablarles de la grieta eclesial, porque en la Iglesia también hay una grieta.
Podríamos decir que eso se remonta a la conclusión del Concilio Vaticano II pues allí mucha gente comenzó a interpretar el Concilio como le diera la gana. El Papa Benedicto XVI dijo que el Concilio debía leerse a la luz de la gran tradición de la Iglesia y el mismo Papa Paulo VI, ni bien terminado el Concilio, trató de rebatir eso que llamaban “el espíritu del Concilio” donde muchos teólogos enseñaban herejías, algunos libros que circulaban eran una calamidad. El Papa Paulo VI sacó la Encíclica “Humanae Vitae” en el año 1968 y varias Conferencias Episcopales se pusieran en contra y así.
La grieta se fue agrandando porque esos malos libros, esos teólogos heréticos, etc., formaron generaciones de sacerdotes y difundieron el error a pesar del grandioso pontificado de San Juan Pablo II que nos ha dejado una herencia maravillosa y del pontificado de Benedicto XVI que es un gran doctor de la Iglesia. Y sin embargo la grieta sigue existiendo.
Se divide entre tradicionalistas o conservadores y progresistas. Yo por ejemplo soy calificado de conservador o combativo, conflictivo, etc., y eso porque digo la verdad, porque les digo la verdad. Un prócer argentino dijo que “la única verdad es la realidad” pues entonces hay que mirar la realidad y la realidad de la Iglesia también. Los errores que se han difundido en todos estos años después del Concilio han hecho mucho daño porque han llegado a los sacerdotes en los barrios y han llegado a los fieles y es así como se transforma todo para mal. Es así como las verdades católicas, el modo de vida católico, se va como esfumando.
¿Qué es lo que se pierde con la grieta de la Iglesia? Se va perdiendo la caridad, la verdad y la caridad que van juntas. No puede haber caridad sin verdad, no puede haber verdad sin caridad. Si la verdad se traiciona por medio de los errores teológicos, morales, etc., entonces no puede mantenerse la caridad. Fijense así como la grieta social destruye el bien común, erosiona la amistad social sin la cual no se puede vivir, así la grieta en la Iglesia erosiona la caridad. No se puede vivir de esa manera.
La Iglesia es una realidad muy compleja y muy bella pero la verdad y la caridad son sus fundamentos, son su sostén. Si se desprecia la verdad, la gran tradición de la Iglesia a la luz a la cual hay que leer el Concilio se desprecia la caridad porque, en el fondo, el que no piensa como yo no existe. Todos tenemos que soportar sufrimientos en la vida y hay que hacerlo con la mirada puesta en Dios y con la aceptación humilde de la voluntad del Padre. Sin eso no se sana grieta ninguna porque el orgullo es lo peor que puede haber. Llevarse por delante a la gente y demás. Espero que esto les sirva a ustedes para reflexionar porque ustedes serán miembros de una parroquia, de una asociación religiosa o no pero son católicos y esto importa verdaderamente a los católicos. Hay que tratar de cerrar la grieta de la Iglesia.
Podríamos decir que eso se remonta a la conclusión del Concilio Vaticano II pues allí mucha gente comenzó a interpretar el Concilio como le diera la gana. El Papa Benedicto XVI dijo que el Concilio debía leerse a la luz de la gran tradición de la Iglesia y el mismo Papa Paulo VI, ni bien terminado el Concilio, trató de rebatir eso que llamaban “el espíritu del Concilio” donde muchos teólogos enseñaban herejías, algunos libros que circulaban eran una calamidad. El Papa Paulo VI sacó la Encíclica “Humanae Vitae” en el año 1968 y varias Conferencias Episcopales se pusieran en contra y así.
La grieta se fue agrandando porque esos malos libros, esos teólogos heréticos, etc., formaron generaciones de sacerdotes y difundieron el error a pesar del grandioso pontificado de San Juan Pablo II que nos ha dejado una herencia maravillosa y del pontificado de Benedicto XVI que es un gran doctor de la Iglesia. Y sin embargo la grieta sigue existiendo.
Se divide entre tradicionalistas o conservadores y progresistas. Yo por ejemplo soy calificado de conservador o combativo, conflictivo, etc., y eso porque digo la verdad, porque les digo la verdad. Un prócer argentino dijo que “la única verdad es la realidad” pues entonces hay que mirar la realidad y la realidad de la Iglesia también. Los errores que se han difundido en todos estos años después del Concilio han hecho mucho daño porque han llegado a los sacerdotes en los barrios y han llegado a los fieles y es así como se transforma todo para mal. Es así como las verdades católicas, el modo de vida católico, se va como esfumando.
¿Qué es lo que se pierde con la grieta de la Iglesia? Se va perdiendo la caridad, la verdad y la caridad que van juntas. No puede haber caridad sin verdad, no puede haber verdad sin caridad. Si la verdad se traiciona por medio de los errores teológicos, morales, etc., entonces no puede mantenerse la caridad. Fijense así como la grieta social destruye el bien común, erosiona la amistad social sin la cual no se puede vivir, así la grieta en la Iglesia erosiona la caridad. No se puede vivir de esa manera.
La Iglesia es una realidad muy compleja y muy bella pero la verdad y la caridad son sus fundamentos, son su sostén. Si se desprecia la verdad, la gran tradición de la Iglesia a la luz a la cual hay que leer el Concilio se desprecia la caridad porque, en el fondo, el que no piensa como yo no existe. Todos tenemos que soportar sufrimientos en la vida y hay que hacerlo con la mirada puesta en Dios y con la aceptación humilde de la voluntad del Padre. Sin eso no se sana grieta ninguna porque el orgullo es lo peor que puede haber. Llevarse por delante a la gente y demás. Espero que esto les sirva a ustedes para reflexionar porque ustedes serán miembros de una parroquia, de una asociación religiosa o no pero son católicos y esto importa verdaderamente a los católicos. Hay que tratar de cerrar la grieta de la Iglesia.
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