Dios es Santo, luego no ha podido elegir a Lutero ni a Calvino ni a Zwinglio, ni a Enrique VIII, ni a los otros heresiarcas, para reformar a su Iglesia.
Por Monseñor De Segur (1862)
El historiador protestante Cobbet dice: “Nunca vio el mundo en un solo siglo, una colección de miserables tales como Lutero, Zwinglio, Calvino etc.; los cuales no estaban acordes más que en un solo punto de doctrina, a saber, que las buenas obras son inútiles. La vida que ellos hacían probaban que en este principio eran sinceros”.
Lutero, a pesar de su elocuencia popular y del carácter vigoroso de su alma; no es, en resumen, otra cosa que un mal sacerdote, es decir, lo más degradado que existe sobre la tierra.
Calvino, eclesiástico también ha sido convicto de tener costumbres infames; como que por un delito contra naturaleza, fue marcado por mano del verdugo.
Zwinglio, que antes de apostatar era cura de Einsiedlen, en Suiza; confesó en presencia de su Obispo, que hacía muchos años se entregaba a pasiones vergonzosas, añadiendo que iba a casarse para legalizar su posición.
Todos los “Santos de la Reforma”, son de este calibre. Nadie ignora, cuál era la pureza sin mancha, y la Evangélica dulzura de Enrique VIII, reformador de la Inglaterra. Este miserable tuvo seis mujeres, haciéndoles cortar la cabeza a medida que se fastidiaba de ellas. Su hija Isabel, la llamada reina Virgen, que consumó la obra de Enrique VIII, no fue menos célebre que él bajo este aspecto. Quizás la misma hacha que cortó el cuello de las concubinas del padre, pudo cortar el de los amantes de la hija.
Calvino, en particular, merece la atención de los franceses, por ser él quien introdujo el protestantismo en su patria. Ninguno ha retratado mejor a aquel heresiarca que su sectario el calvinista Galiffe. Este, en su obra titulada Noticias genealógicas, publicada en la misma ciudad de Ginebra, el año 1836, dice lo siguiente: “Calvino, este hombre criminalmente famoso, que levantó el estandarte de la más feroz intolerancia, de las supersticiones más groseras y de los más impíos dogmas; fue un apóstol espantoso, a cuya inquisición nada podía escaparse. Él, en los dos años 1558 y 1559, hizo ejecutar sentencias criminales en número de cuatrocientas catorce, etc.” Además de esto Gaflife, llama a Calvino bebedor de sangre; probando cada una de sus aserciones con los escritos mismos del heresiarca, y con los archivos públicos y auténticos de Ginebra.
En cuanto a Lutero, fraile apóstata, que vivía en concubinato con una monja apóstata como él, los protestantes le han juzgado con una severidad no menos significativa. La vida de Lutero después que apostató, no fue otra que la de un libertino, enteramente ocupado de los placeres de la mesa y de los goces de los brutos; tanto que llegó a formarse un adagio, empleado por los que querían permitirse algún desorden: “Hoy viviremos a lo Lutero”, según refiere el escritor protestante Benito Morgasteru. Las agudezas de sobremesa, obra de Lutero, que se encuentra en algunas librerías de mala reputación, entre los libros obscenos; respira un cinismo tal, que no se puede ni citar sus páginas. Todos conocen aquella innoble deprecación, escrita por Lutero con su propia mano, cuya autenticidad, jamás se ha disputado, la cual termina con estas palabras increíbles: “Comer bien y bien beber es el medio de ser feliz”.
Y después de esto ¿todavía se querrá hacernos creer que semejantes hombres fueron enviados a los cristianos, por Nuestro Divino Salvador, para hacer que su Iglesia volviese a la pureza primitiva? Vamos. Lo mismo sería decir con los turcos: “Dios es Dios y Mahoma su profeta”. Aquí debe hablar el buen sentido en voz más alta que las de las imposturas históricas con las cuales se ha querido rehabilitar a aquellos pretendidos reformadores.
La Iglesia tiene por fundadores a Nuestro Señor Jesucristo y por Apóstoles a San Pedro, San Pablo, San Juan etc.
El protestantismo, tiene por fundador a Lutero y por apóstoles a Calvino, Zwinglio y consortes.
Juzgad y elegid.
Por Monseñor De Segur (1862)
El historiador protestante Cobbet dice: “Nunca vio el mundo en un solo siglo, una colección de miserables tales como Lutero, Zwinglio, Calvino etc.; los cuales no estaban acordes más que en un solo punto de doctrina, a saber, que las buenas obras son inútiles. La vida que ellos hacían probaban que en este principio eran sinceros”.
Lutero, a pesar de su elocuencia popular y del carácter vigoroso de su alma; no es, en resumen, otra cosa que un mal sacerdote, es decir, lo más degradado que existe sobre la tierra.
Calvino, eclesiástico también ha sido convicto de tener costumbres infames; como que por un delito contra naturaleza, fue marcado por mano del verdugo.
Zwinglio, que antes de apostatar era cura de Einsiedlen, en Suiza; confesó en presencia de su Obispo, que hacía muchos años se entregaba a pasiones vergonzosas, añadiendo que iba a casarse para legalizar su posición.
Todos los “Santos de la Reforma”, son de este calibre. Nadie ignora, cuál era la pureza sin mancha, y la Evangélica dulzura de Enrique VIII, reformador de la Inglaterra. Este miserable tuvo seis mujeres, haciéndoles cortar la cabeza a medida que se fastidiaba de ellas. Su hija Isabel, la llamada reina Virgen, que consumó la obra de Enrique VIII, no fue menos célebre que él bajo este aspecto. Quizás la misma hacha que cortó el cuello de las concubinas del padre, pudo cortar el de los amantes de la hija.
Calvino, en particular, merece la atención de los franceses, por ser él quien introdujo el protestantismo en su patria. Ninguno ha retratado mejor a aquel heresiarca que su sectario el calvinista Galiffe. Este, en su obra titulada Noticias genealógicas, publicada en la misma ciudad de Ginebra, el año 1836, dice lo siguiente: “Calvino, este hombre criminalmente famoso, que levantó el estandarte de la más feroz intolerancia, de las supersticiones más groseras y de los más impíos dogmas; fue un apóstol espantoso, a cuya inquisición nada podía escaparse. Él, en los dos años 1558 y 1559, hizo ejecutar sentencias criminales en número de cuatrocientas catorce, etc.” Además de esto Gaflife, llama a Calvino bebedor de sangre; probando cada una de sus aserciones con los escritos mismos del heresiarca, y con los archivos públicos y auténticos de Ginebra.
En cuanto a Lutero, fraile apóstata, que vivía en concubinato con una monja apóstata como él, los protestantes le han juzgado con una severidad no menos significativa. La vida de Lutero después que apostató, no fue otra que la de un libertino, enteramente ocupado de los placeres de la mesa y de los goces de los brutos; tanto que llegó a formarse un adagio, empleado por los que querían permitirse algún desorden: “Hoy viviremos a lo Lutero”, según refiere el escritor protestante Benito Morgasteru. Las agudezas de sobremesa, obra de Lutero, que se encuentra en algunas librerías de mala reputación, entre los libros obscenos; respira un cinismo tal, que no se puede ni citar sus páginas. Todos conocen aquella innoble deprecación, escrita por Lutero con su propia mano, cuya autenticidad, jamás se ha disputado, la cual termina con estas palabras increíbles: “Comer bien y bien beber es el medio de ser feliz”.
Y después de esto ¿todavía se querrá hacernos creer que semejantes hombres fueron enviados a los cristianos, por Nuestro Divino Salvador, para hacer que su Iglesia volviese a la pureza primitiva? Vamos. Lo mismo sería decir con los turcos: “Dios es Dios y Mahoma su profeta”. Aquí debe hablar el buen sentido en voz más alta que las de las imposturas históricas con las cuales se ha querido rehabilitar a aquellos pretendidos reformadores.
La Iglesia tiene por fundadores a Nuestro Señor Jesucristo y por Apóstoles a San Pedro, San Pablo, San Juan etc.
El protestantismo, tiene por fundador a Lutero y por apóstoles a Calvino, Zwinglio y consortes.
Juzgad y elegid.
Continúa...
Tomado del libro “Conversaciones sobre el protestantismo actual”, impreso en 1862.
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